Dos años ha tardado Xi Jinping en reunirse en persona con otro líder extranjero. Fue en Pekín, porque Xi lleva desde el 17 de enero de 2020 sin poner un pie fuera de su país. Esta vez había una buena excusa para sacar a Xi de su aislamiento tras una pantalla: la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos de Invierno.
Durante las últimas dos semanas, algunos funcionarios de Pekín comentaban que a Putin no se le ocurriría arruinar el protagonismo de los Juegos Olímpicos atacando a Ucrania. Confían en que respetará la tradicional tregua adoptada por todos los miembros de la ONU. Aunque, la última vez que Pekín fue sede de los Juegos Olímpicos, en el verano 2008, Rusia invadió Georgia. Y Putin entonces también viajó Pekín para asistir a la ceremonia de apertura. Fuera de China, los analistas no descartan un movimiento similar, aunque lo cierto es que la relación cada vez más profunda e interesada entre China y Rusia hace que Putin sea más cauteloso a la hora de enfadar a su socio asiático.
«Las partes se oponen a una mayor expansión de la OTAN, y piden que se respete la soberanía, la seguridad y los intereses de otros países, la diversidad de sus patrones civilizacionales e histórico-culturales, y se trate el desarrollo pacífico de otros estados de manera objetiva y justa», dice el comunicado conjunto que han firmado este viernes Putin y Xi. Han hecho frente común proclamando «una amistad sin límites».
Mientras que Moscú ha expresado su apoyo absoluto a las demandas del gigante asiático tocantes a Taiwán. «Ambas partes creen que ciertos Estados, alianzas y coaliciones militares y políticas buscan obtener, directa o indirectamente, ventajas militares unilaterales en detrimento de la seguridad de otros», decía el texto.
Ambos denuncian el papel desestabilizador de EEUU y la OTAN en Europa y Asia en plena escalada de tensión.
Con esta última reunión, Putin y Xi, desde 2013, han mantenido 38 encuentros, la mayoría por videoconferencia. Los líderes han aparcado por el momento sus divisiones por reclamos territoriales para presentar un frente en común. Internamente, ambos han tirado de autoritarismo para deshacerse y detener a todos aquellos que ven como una amenaza, así como cambiar las leyes para perpetuarse en el poder.
En enero, la aduana china anunció que el volumen de negocios con Moscú había alcanzado un récord de 146.880 millones de dólares en 2021, un 35,8% más que el año anterior. Y estos días, con la visita de Putin y su equipo a Pekín para los Juegos Olímpicos, se espera que ambos países puedan firmar hasta 15 nuevos acuerdos.
Putin ha pisado suelo chino trayendo bajo el brazo un nuevo acuerdo comercial para suministrar 10.000 millones de metros cúbicos de gas natural adicionales. Rusia ha ofrecido, a través de la empresa bajo control estatal Gazprom, un contrato de treinta años de duración para suministrar este combustible fósil por medio de un nuevo gaseoducto, una transacción que, curiosamente, se realizará en euros para evitar posibles sanciones. Con este gesto, el presidente ruso tiende la mano al mayor consumidor de energía del mundo.