La situación alimentaria del mundo ya era frágil y la operación rusa en Ucrania podrían llevar al mundo a una “catástrofe alimentaria”, con hambrunas masivas y la muerte de centenares de millones de personas, alertó en su último número la revista The Economist que pertenece a The Economist Group, una sociedad editorial controlada en el 50% por las familias Rothschild y Agnelli.
En tapa, en un editorial y en una nota adicional, la publicación británica describió el destructivo combo que para la regular producción, comercio y provisión de alimentos conforman la operación militar rusa en Ucrania, el bloqueo de los puertos ucranianos, las sanciones comerciales derivadas de la guerra, la sequía en áreas y países clave, el encarecimiento y escasez de fertilizantes, el aumento del precio de la energía y las restricciones que algunos países aplican al comercio de alimentos.
«Al invadir Ucrania, Vladimir Putin destruirá la vida de las personas que se encuentran lejos del campo de batalla, y en una escala que incluso él puede lamentar», advierten desde la tapa de The Economist, la cual muestra una espiga de trigo formada por calaveras.
“Las exportaciones de cereales y oleaginosas de Ucrania están prácticamente frenadas, y las de Rusia están en jaque por las sanciones”, dice el editorial de la revista.
Entre Ucrania y Rusia, proveen al mundo de un 15% del maíz que se consumo a nivel global, un 29% de la cebada, un 28% del trigo y entre un 75 y un 80% del aceite de girasol. Tal con indica la nota de The Economist, «juntos, los dos países suministran el 12% de las calorías comercializadas» a nivel internacional.
Los países con comercio más cercano tanto a Rusia como a Ucrania ya están viendo los efectos de la guerra, la que obliga a los productores agropecuarios a movilizarse al frente y que paraliza las actividades en distintas regiones, siendo Ucrania el territorio más afectado. Egipto, por ejemplo, depende en un 85% del grano ucraniano, y el Líbano en un 81%.
«Las exportaciones de alimentos de Ucrania proporcionan las calorías para alimentar a 400 millones de personas«, indica el artículo, y remarca que la guerra está interrumpiendo estos suministros «porque Ucrania ha minado sus aguas para disuadir un asalto y Rusia está bloqueando el puerto de Odessa«.
«La idea ampliamente aceptada de una crisis del costo de vida no comienza a captar la gravedad de lo que se avecina», alertan desde el semanario británico, recordando las duras palabras del secretario general de la ONU, Antonio Guterres: «Los próximos meses amenazan el espectro de una escasez mundial de alimentos que podría durar años«.
Según The Economist, el incremento del valor de los alimentos a nivel mundial ya aumentó el número de personas carentes de seguridad alimentaria de 440 millones a 1600 millones, mientras que casi 250 millones están «al borde de la hambruna».
«Si, como es probable, la guerra se prolonga y los suministros de Rusia y Ucrania son limitados, cientos de millones de personas más podrían caer en la pobreza«, remarca el editorial. «El malestar político se extenderá, los niños sufrirán retrasos en el crecimiento y la gente morirá de hambre», advierten.
Espera que el panorama actual se agrave cada vez más con el tiempo ya que los agricultores ucranianos no tienen donde almacenar su próxima cosecha ya que los silos que no fueron dañados siguen llenos de mercadería que no se ha podido vender.
En este punto, desde el semanario británico le piden a «Mr. Putin» no utilice a la comida como arma para la guerra: «La escasez no es el resultado inevitable de la guerra». Y, en un llamado a los líderes alrededor del mundo, el editorial pide a estos que «vean al hambre como un problema global que requiere urgentemente una solución global».
Otras dos grandes problemáticas para el mundo y la producción agropecuaria: faltantes de combustibles y de fertilizantes, además de mano de obra que se encuentra en la primera línea de fuego.
La nota también repasa el efecto del cambio climático en las cadenas de producción de alimentos a nivel global: «China, el mayor productor de trigo, ha dicho que, después de que las lluvias retrasaran la siembra el año pasado, esta cosecha podría ser la peor de su historia«.
«Ahora, además de las temperaturas extremas en India, el segundo mayor productor mundial, la falta de lluvia amenaza con socavar los rendimientos en otros graneros, desde el cinturón del trigo de EEUU hasta la región de Beauce en Francia».
En referencia a la sequía en África, agrega que «El Cuerno de África está siendo devastado por su peor sequía en cuatro décadas«. «Bienvenidos a la era del cambio climático», dispara el editorial.
Según datos de FAO, la agencia de la ONU encargada de los temas de alimentación, en 2021 Rusia había sido el primer exportador mundial de trigo, con 47,9 millones de toneladas. El Top 10 se completa con Canadá (22,9 millones de toneladas), EEUU (22,5), Francia (18,9), Ucrania (16,4), Australia (12,4), Argentina (11,7), Rumania (5,9) y Alemania (5,2 millones de toneladas exportadas).
El editorial insta a los Estados a “actuar juntos, manteniendo abiertos los mercados y cita como ejemplo la reciente decisión de Indonesia, origen del 60% del aceite de palma que se consume en el mundo, que levantó una prohibición temporal a las exportaciones. En la misma línea, dice, debería proceder Europa, ayudando a Ucrania a enviar su grano por ferrocarril y por ruta hasta los puertos rumanos o los países bálticos, aunque admite que “apenas el 20% de la cosecha ucraniana podría salir de esa manera”.
Otros que necesitan ayuda son los países importadores, “para no terminar tapados de facturas impagables; las reservas de emergencia de cereales deberían ir solo a los países más pobres. Para otros, los créditos a las importaciones con una baja tasa de interés, tal vez a través del FMI, haría que los dólares de los aportantes rindieran más. Un alivio de la deuda también ayudaría a liberar recursos vitales.
Otra recomendación es limitar la onda de la bioeconomía y el uso de grano en la alimentación animal. Ejemplos: cerca del 10% del grano mundial se usa para producir biocombustibles y el 18% de los aceites vegetales para biodiesel, según FAO los cereales explican el 13% de la alimentación del ganado y en 2021, China importó 28 millones de toneladas de maíz para alimentar a sus cerdos, “más de todo lo exportado por Ucrania en un año”.
El alivio inmediato para el comercio granario es romper el bloqueo en el Mar Negro y liberar unas 25 millones de toneladas de maíz y trigo “atrapadas” en Ucrania, igual al consumo anual “de todas las economías menos desarrolladas del mundo”. Eso depende de tres países, apunta la revista: “Rusia debe permitir la salida de granos ucranianos, Ucrania tiene que retirar las minas en las aguas que rodean Odessa, y Turquía tiene que permitir el paso de escoltas navales por el Bósforo”.