Sri Lanka sumida en una grave crisis había impuesto la agricultura ecológica por ley

Sri Lanka lleva meses viviendo la peor crisis económica de su historia desde su independencia en 1948. El colapso se ha precipitado en las últimas semanas y ha culminado con las protestas que han forzado la dimisión del primer ministro y del presidente. El país, declarado en quiebra, sufre una grave escasez de alimentos, combustible, energía y medicinas, consecuencia de haber convertido toda la agricultura en ecológica de forma precipitada.

Los agricultores con menos recursos de Sri Lanka, que arrastran las consecuencias de una prohibición que impidió el pasado año el uso de fertilizantes durante más de siete meses en busca de cultivos orgánicos, afrontan ahora la escasez de químicos para trabajar sus tierras en plena crisis de alimentos.

Es el caso de Kamani Priyangika, una mujer que reside en Polonnaruwa, uno de los principales distritos de cultivo de arroz en el centro de Sri Lanka, que ha tenido que empeñar su cadena de oro para trabajar su campo de arroz de unos 4.000 metros cuadrados.

Tanto ella como su marido ya han plantado semillas de arroz y arado el campo, pero para asegurar la cosecha precisan fertilizante, un elemento que a día de hoy es imposible de adquirir en el país.

«Ya no podemos encontrar suficientes fertilizantes en el mercado. Cuando los encontramos, no podemos pagarlos», lamentó al medio Efe.

Esta dicotomía a la que se enfrentan los agricultores locales comenzó en abril del año pasado, cuando el presidente Gotabaya Rajapaksa prohibió de la noche a la mañana el uso de fertilizantes, aspirando a ahorrar divisas y a convertir a la isla en la primera nación 100% orgánica.

La medida fue revocada en noviembre, pero la falta de fertilizantes y pesticidas químicos, junto con la escasez de productos agrícolas orgánicos, hizo que muchos agricultores suspendieran la recolección de arroz, perdiéndose un 50% de la cosecha.

Las manifestaciones y reproches de la población a sus dirigentes llevan sucediéndose desde principios de año, cobrando desde marzo cada vez un cariz más masivo y violento contra el gobierno, al que acusan de haber sumido a Sri Lanka en la miseria. La repentina decisión del hasta ahora presidente, Gotabaya Rajapaksa, de prohibir del uso de fertilizantes y pesticidas en todo el país a principios de 2021 no hizo más que incrementar las dificultades productivas y acelerar la ruina económica del país.

“El resultado fue brutal y rápido. En contra de las afirmaciones de que los métodos orgánicos pueden producir rendimientos comparables a los de la agricultura convencional, la producción nacional de arroz cayó un 20% solo en los primeros seis meses. Sri Lanka, autosuficiente durante mucho tiempo en la producción de arroz, se ha visto obligada a importar arroz por un valor de 450 millones de dólares, incluso cuando los precios internos de este alimento básico de la dieta nacional aumentaron alrededor del 50%”, se puede leer en un artículo de Foreign Policy, y agregó que «la prohibición también devastó la cosecha de té de la nación, su principal exportación y fuente de divisas».

“Antes del estallido de la pandemia, el país había alcanzado con orgullo el estatus de país de ingresos medios altos. Hoy, medio millón de personas se han vuelto a hundir en la pobreza. La inflación vertiginosa y una moneda que se deprecia rápidamente han obligado a los habitantes de Sri Lanka a reducir las compras de alimentos y combustible a medida que suben los precios”, reseñó el artículo.

Todo ello siguiendo lineamientos propuestos por el Foro Económico Mundial:

Aproximadamente la mitad de la población mundial tiene acceso a los alimentos gracias a los fertilizantes minerales, y hoy en día se produce utilizando gas natural (el gas natural es la principal materia prima en la fabricación de fertilizantes nitrogenados, a partir del cual se obtiene amoniaco, producto intermedio en la fabricación de todos los fertilizantes que contienen nitrógeno). Teniendo en cuenta que Rusia representa alrededor del 40% del suministro de gas a Europa, se necesita una inversión masiva en energía renovable para reducir la dependencia de Rusia. El cambio también permitirá la producción de amoníaco verde, que se puede aplicar para proporcionar fertilizantes y combustibles libres de fósiles para el transporte marítimo, un gran paso en la transición hacia la agricultura regenerativa.

Al encontrar formas de producir fertilizantes organominerales basados ​​en nutrientes reciclados, habremos dado otro paso importante hacia la agricultura regenerativa y las soluciones positivas para la naturaleza, al tiempo que reducimos la dependencia de Rusia.

Rajapaksa, anteriormente militar, fue elegido presidente en 2019, pero ya había ejercido como secretario de defensa bajo el mandato presidencial de su hermano Mahinda, quien a su vez pasó a la posición de primer ministro hasta ser forzado a dimitir el pasado mayo. Ya desde su campaña Rajapaksa anunció su objetivo de convertir toda la producción agraria del país en un sistema 100% orgánico, pero en principio iba a ser un proceso de diez años.

Por eso la súbita prohibición de fertilizantes y pesticidas pilló de sorpresa a una población que ya estaba lidiando con graves problemas económicos derivados del aumento del progresivo aumento de la deuda externa y una crisis acelerada por la recesión mundial derivada de la pandemia de COVID-19. Prácticamente de la noche a la mañana, el gobierno prohibió en abril de 2021 la importación y uso de fertilizantes y pesticidas sintéticos y ordenó a los dos millones de agricultores que convirtieran sus campos en producciones ecológicas.

Las consecuencias de este movimiento repentino, prácticamente sin tiempo de adaptación, sin formación a los agricultores y sin ofrecer ningún tipo de ayuda o soporte, fueron devastadoras, y en muy poco tiempo. Sri Lanka había sido hasta entonces autosuficiente en cuanto a la producción de arroz, alimento esencial de la gran mayoría de la población, de escasos recursos.

Esto obligó al país a importar arroz por valor de unos 450 millones de dólares, aumentando así la ya disparada deuda extrajera y agotando aún más los recursos de la población, pues los precios del propio cereal en el mercado interno se encarecieron, como ocurrió con otros productos básicos.

El cultivo de té ha sido otro de las grandes perjudicados por esta conversión a la agricultura orgánica, un producto que había sido además hasta ahora un pilar básico de las importaciones del país. En septiembre de 2021 la producción se había vuelto diez veces más cara mientras que la falta de fertilizantes y pesticidas provocó una caída del rendimiento productivo de los agricultores, incapaces de hacer frente al nuevo sistema impuesto.

En noviembre del año pasado, apenas seis meses después de forzar el cambio, el gobierno se vio obligado a permitir la importación excepcional de fertilizantes para los principales cultivos de exportación, como el coco, el caucho o el propio té. Poco después tendrían que importar también fertilizantes y otros productos para la producción de arroz.

La guerra de Ucrania y la recesión mundial no han hecho más que complicar la situación del país. Con una inflación cada vez más disparada y la caída del valor de la moneda, la gran mayoría de la población es incapaz de acceder a productos de primera necesidad. Los alimentos escasean y se han multiplicado sus precios, y asociaciones como UNICEF alertan del aumento de la pobreza y la malnutrición que están sufriendo miles de familias.

La fijación de Rajapaksa por imponer un sistema 100% orgánico en la agricultura del país comenzó a cobrar fuerza en 2016 con la formación del movimiento Viyathmaga, que reforzó la candidatura del futuro presidente prometiendo un «desarrollo moral y material» de Sri Lanka. Tal y como detallaba Foreign Policy, la plataforma contaba con un detallado programa agrícola, pero la mayoría de agrónomos y científicos agrícolas del país no participaron en su desarrollo, dando voz a supuestos expertos defensores de la agricultura alternativa, contraria al uso de sustancias sintéticas.

La falta de planificación y adaptación paulatina a un sistema productivo sin fertilizantes ni pesticidas ha convertido el experimento de Sri Lanka en la ruina de un país que ya sufría diferentes problemas, y pone más leña al fuego del debate que enfrenta a los defensores y detractores de la agricultura ecológica y su supuesta sostenibilidad o viabilidad en términos de abastecimiento para la población mundial. Expertos como J. M. Mulet, alertan de los peligros de falacias de «lo natural» sin base científica, y defienden las innovaciones tecnológicas que aporten nuevas herramientas a los agricultores para asegurar su producción con el mínimo impacto medioambiental.