Constantemente se puede captar un discurso tendiente a “deconstruir” las jerarquías naturales, las distinciones sexuales, la moral tradicional o los temas tabú en la sociedad; por ello conviene reflexionar sobre qué es técnicamente la deconstrucción como herramienta discursiva tan propia de la Escuela de Frankfurt.
La deconstrucción es un concepto filosófico y teórico que fue desarrollado por el filósofo francés Jacques Derrida en la década de 1960. Es parte de la teoría crítica que cuestiona las suposiciones y jerarquías subyacentes en el pensamiento, el lenguaje y las estructuras culturales; presupone que aquello que el occidental cristiano toma como mandato divino y orden natural no es más que simplemente una construcción social que se legitimó en el tiempo.
La deconstrucción se enfoca en analizar cómo las palabras, los conceptos y las ideas están arraigados en sistemas de significado y poder; ejemplo sería que las nociones de “normal”, “deber ser” o “trascendental” son simples ideas que quien ostenta los mecanismos de poder, los legitima en tales conceptos. Derrida argumentaba que los conceptos y las palabras no tienen significado fijo o esencial, sino que su significado surge de su relación con otros conceptos y palabras dentro de un sistema.
También sostenía que los sistemas de pensamiento y lenguaje a menudo privilegian ciertas ideas o perspectivas en detrimento de otras, y ello es producto principalmente de la construcción lingüística que se da en la relación con los otros. Entonces, la deconstrucción busca identificar y desafiar las suposiciones subyacentes, las oposiciones binarias y las jerarquías presentes en los discursos y las estructuras culturales. Se trata de desestabilizar y cuestionar las supuestas verdades y certezas, mostrando las contradicciones y los límites de los sistemas de pensamiento y lenguaje.
La deconstrucción sólo es posible de validar como teoría cuando la persona niega su inteligencia capaz de descubrir los principios metafísicos que rigen el cosmos; por ende, es el propio hombre que desde su voluntad crea la realidad y para eso acude a lo más característico de su ser: LA PALABRA.