Los nombramientros de Petro revelan un destino

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Eduardo Mackenzie para Dreuz.info dice:

«Hablemos sin eufemismos. El gabinete ministerial que Gustavo Petro aún no ha terminado de nombrar, pero que ya incluye a figuras como Iván Velásquez Gómez, el ex magistrado colombiano expulsado de Guatemala, Álvaro Leyva Durán, agente de influencia del PCC e inventor de los diálogos del Caguán con las FARC, y Giovani Yule, líder de las violentas «mingas» indígenas que incendiaron el país en 2021, son una declaración de guerra contra la sociedad, el Estado, las Fuerzas Armadas y la Policía.

Estos nombramientos no son «errores», como dicen algunos, ni un reparto de favores clientelares, como sugieren otros. Son el producto de una amplia reflexión, una afirmación de intransigencia y un duro voluntarismo marxista contra la nación colombiana. Es una arquitectura que prima las representaciones locales frente a los principios universales, que refuerza el folclore frente a la razón universal, que desplaza la cultura por mi cultura.

Con estos nombramientos, Petro está indicando que no será el presidente de todos los colombianos, que no simbolizará la unidad nacional, que no será el garante de los derechos y libertades de los colombianos, sino que por el contrario será la cabeza de un bloque ideológico-político que actuará en contra de los intereses de quienes no creen en la refundación de Colombia sobre bases chavistas, que rechazan el camino del caos y el atraso económico y moral que los petristas llaman «cambio estructural».

Incluso antes de la toma de posesión de Petro como presidente de la República, este «cambio» comenzó a tener efectos dramáticos. En el departamento del Cauca estalló una guerra inter-campesina: grupos de combate asimétricos de indígenas atacaron a los afrocolombianos. Los primeros trataron de apoderarse de las tierras, los cultivos y las casas de los segundos, lanzándoles comentarios racistas (1).

El régimen que está por establecerse intentará desorganizar a las Fuerzas Militares, a la Policía Nacional y a la Fuerza Pública como primer paso en su proceso de demolición. La llegada al Ministerio de Defensa de Iván Velásquez, enemigo acérrimo de las Fuerzas Armadas y perseguidor del partido Centro Democrático, ha hecho que la prensa española de izquierdas, como El País, revele que Velásquez es «el hombre encargado por el presidente Gustavo Petro de desmantelar uno de los ejércitos más poderosos de América Latina». El falaz pretexto con el que Petro pretende justificar este nombramiento, que debilitará la soberanía, la seguridad y la defensa de Colombia y pondrá al país a merced del militarismo ruso-venezolano, es «poner en orden la corrupción y los derechos humanos» para este ministerio. ¡Qué cínico!

Petro comparte con moderación los nombres de sus futuros colaboradores a través de Twitter. Sabe que muchos de estos ministros generan asombro y ansiedad entre la población. A esto se suma la preocupación de que no hay un solo partido, incluido el Centro Democrático, que se atreva a dejar claro que se opondrá a los siniestros planes. Por el momento, hay acusaciones ambiguas de diez líneas en WhatsApp o Twitter, o declaraciones de diez minutos en YouTube. Nadie quiere expresar lo que todo el mundo sabe: que la resistencia contra el régimen marxista será la única forma de acción política que le queda al pueblo, y que esta resistencia tendrá lugar, no con gritos en el ciberespacio, sino en las calles, con grandes manifestaciones, con protestas masivas, con iniciativas contra la desinformación, con juicios y procesamientos, y con agitación y denuncias dentro y fuera del país sobre los abusos e ilegalidades del nuevo gobierno.

El engaño de hacer una «oposición constructiva» equivale a retomar la línea de pasividad que le permitió a Juan Manuel Santos, durante sus dos gobiernos, pasar la aplanadora a favor de la capitulación del Estado ante las FARC y anular el rechazo ciudadano a los acuerdos de La Habana en el Referendo Nacional de 2016. Las lágrimas y las frases escritas en las redes sociales no harán descarrilar la maquinaria destructiva. Sin embargo, esta misma línea de fingir oposición está impregnada en los partidos. La resistencia contra las maniobras de Petro, y sus socios extranjeros, debe ser en cambio patriótica, decidida, pertinente, libre y con todos los ciudadanos de Colombia de todos los estratos y categorías sociales. Incluso con los liberales y conservadores que perdieron el norte el 13 de julio (2)

Hasta la fecha no he visto ningún texto que formule tesis realistas sobre la naturaleza de esta resistencia. No hay propuestas de acción política inmediata. Los partidos y grupos que anunciaron que se opondrían al nuevo gobierno siguen paralizados. Deberían haber convocado una gran manifestación en septiembre, por ejemplo -porque una movilización ciudadana se prepara de antemano-, para unir al país detrás de consignas precisas sobre las cuestiones más urgentes de la resistencia. Algunas ideas para las demandas podrían ser :

Ningún cambio en la doctrina militar, ningún cambio en la estructura jurídica y operativa de las fuerzas militares y policiales; vigilancia de los «cambios en el alto mando militar». Ninguna transferencia de la Policía Nacional al Ministerio del Interior (donde caería en manos de políticos sin escrúpulos); ninguna reducción del presupuesto de defensa nacional.

Despido del anunciado ministro Iván Velásquez Gómez.

Ningún cambio en la doctrina de la lucha permanente contra el narcotráfico y otras organizaciones comunistas de narcosubversión. No a la ruptura de los acuerdos de extradición con Estados Unidos. No a un nuevo plan de paz sin justicia con grupos criminales como el ELN, el Clan del Golfo y las dos facciones de las FARC.

Luchar contra cualquier intento de aplicar los planes de «reforma agraria radical» de las FARC (invasiones de tierras, abolición de la propiedad agrícola privada, creación de territorios «liberados», expropiaciones, impuestos confiscatorios a la agroindustria, etc.).

Ninguna reforma estructural de Ecopetrol, ni del Cerrejón, ni del Banco de la República, ni de las estructuras privadas de salud y del sistema de pensiones.

No al aumento confiscatorio de impuestos por 50 mil millones de pesos, mal llamado «reforma fiscal».

No se restringe la libertad de asociación, de expresión, de prensa y los derechos de los periodistas.

No a la reorientación de la diplomacia y la política exterior de Colombia lejos de Estados Unidos, la Unión Europea y la OTAN. No a la entrada de asesores cubanos en Colombia. Romper las relaciones diplomáticas con Cuba.

Investigación a fondo del sistema electoral viciado, las fallas en la primera y segunda vuelta de las elecciones presidenciales, y las demandas de miles de colombianos sobre el fraude electoral de 2022.

No a la fusión de los cuatro departamentos de la Costa del Pacífico en un único departamento «de la Costa del Pacífico», anunciada por Francia Márquez. No a la creación de feudos electorales exclusivos y federalistas.

No a la mutilación de los símbolos patrios -la bandera, el himno y el emblema nacional-, como piden algunos.

Un régimen petrista buscará transformar la fuerza pública en una guardia pretoriana, para reprimir las revueltas populares que las medidas marxistas provocarán inevitablemente. Por eso debemos rodear y proteger la integridad de las fuerzas militares y policiales. Son prioridades absolutas. No hay nada ilegal en oponerse mediante la organización de manifestaciones y concentraciones, a través de campañas de agitación y educación política, o la adopción de tácticas de desobediencia civil activa contra cualquier intento de destruir la convivencia social y la civilización. Por el contrario, este conjunto de acciones será perfectamente legal, legítimo y constitucional. Cualquier intento de reprimir oficialmente esta oposición mostrará al mundo la naturaleza autoritaria del régimen que viene.»