Las provincias de Luhansk y Donetsk, las que conforman Donbass, son junto con Crimea las regiones ucranias más próximas culturalmente a Rusia. En 2014, las capitales de Donetsk y Luhansk fueron tomadas por los separatistas prorrusos y Crimea, anexionada por Rusia. La totalidad de la provincia de Luhansk cayó definitivamente en manos del invasor el pasado 3 de julio. El Ministerio ruso de Defensa espera hacer lo mismo para el próximo septiembre con la parte de Donetsk que no ha conquistado, por lo que la semana pasada anunció un recrudecimiento de las hostilidades.
La razón de este calendario, según indica Kirilenko, es que cuanto más larga es la contienda, más soldados mueren. Según el Gobierno ucraniano, 39.000 rusos han caído en combate; cifra que los servicios de inteligencia de EEUU rebajan a menos de la mitad. Grupos de análisis de seguridad occidentales como el Instituto para el Estudio de la Guerra descartan que, a su lento ritmo de avance, Rusia pueda tomar por completo Donbass en otoño.
Otra razón para tomar Donbass entero es política: Moscú quiere que en otoño se organicen en los territorios ocupados referéndums de anexión a Rusia. Estas consultas plebiscitarias no tendrán validez ante la comunidad internacional. Tampoco tendrán la participación de la gran mayoría de la población local, que ha huido. Pero entre los que queden, una parte significativa votará con toda convicción por dejar de ser ucranios. Como un vecino de Sloviansk, un hombre mayor, que se apresuraba la tarde del jueves a volver a casa y que se negó a responder a las preguntas de este diario alegando que no se explicaría la verdad: “Los medios internacionales no contaron la verdad de lo que sucedió en 2014 y tampoco lo haréis ahora, solo contáis lo que quiere EEUU”.
El humo de la artillería aparece aquí y allí en el horizonte de Sloviansk. Los rusos está a tan solo seis kilómetros. Andrei Boblinka ha optado por quedarse, junto a su madre. En su edificio, de 80 viviendas, solo quedan seis ocupadas. Este electricista de 39 años explica que lo que sucedió en 2014 es que la revolución proeuropea del Maidán, la que destituyó al prorruso Víctor Yanukóvich, dio la espalda a la realidad de Donbass. “Me manifesté contra el nuevo Gobierno y acudí a mítines, ahora me arrepiento”, explica Boblinka, “si llego a saber lo que iba a hacer Rusia ahora, no habría participado en aquello”. El Kremlin utilizó este malestar como pretexto para apoyar el levantamiento de los separatistas prorrusos. Boblinka está convencido de que si Putin quisiera, todo Donbass ya sería ruso.
Es habitual que las tropas ucranias pernocten distribuidas en viviendas por el temor a los ataques rusos a los cuarteles. La organización de derechos humanos Human Rights Watch criticó el pasado viernes que la defensa ucrania establezca sus posiciones en zonas residenciales. Kirilenko responde que han hecho todo lo posible para evacuar a los civiles de la región, pero que legalmente no pueden hacerlo por la fuerza: “Esto es una guerra y estamos en el frente”. Una de esas personas es Nadia, de 66 años, vecina de Chasiv Yar. Continúa en el municipio porque tiene que cuidar de su padre, que tiene 99 años. Afirma que ya se ha acostumbrado a los bombardeos y que seguirá aquí mande quien mande: “Mi único deseo es que me garanticen la pensión y que la vida sea como en la Unión Soviética, cuando las fábricas funcionaban”.