La religión del siglo XXI

La COP26 -cuyo principal objetivo pretendía ser la consecución de los principales puntos del Acuerdo de París, a saber: la consecución de un límite de aumento de 1.5° en la T° promedio-, sin lugar a dudas no dejó -para el sector climático- más que inconclusas promesas acerca de la reducción de emisiones de Gases de Efecto Invernadero[1], que serán olvidadas en el tiempo. Como reconociera en su descontento el teólogo, exsacerdote franciscano, escritor y ecologista brasileño Leonardo Boff: “Le faltó a los representes de la Tierra osadía para, efectivamente, evitar los cambios climáticos trágicos hasta el 2030. […] Fue una cobardía de los países ricos de proponer la creación de un fondo para reparar los daños en los países pobres, amenazados por los climas cambiados. Además ninguna decisión es vinculante […]. Todo se quedó muy vago en función de se conseguir un consenso mínimo entre los 197 países ahí representados. El problema es global y grave y demanda urgencia y un consenso adecuado al rededor de situaciones-limite frente a las cuales no nos es concedió esperar.”[2]. Las promesas esgrimidas durante la misma, al igual que el Acuerdo de París, están diseñadas para el fracaso, en tanto que parten de una premisa equivocada acerca del origen del problema: las medidas establecidas por el Acuerdo de París son por demás ineficaces porque parten de una suposición errónea de su origen (es decir, que el cambio climático serían ocasionado al 100% por actividades humanas)[3]. Asimismo, cualquier tipo de propuesta respecto al “cambio climático” lo será, en la medida en que no se comprenda la naturaleza del mismo, lo que requerirá un estudio serio que derive en soluciones reales, no ideológicas. No obstante, si algo ha quedado en evidencia durante la misma, es que el ecologismo es la religión del siglo XXI.

En este sentido, es importante remarcar que “en la última conferencia internacional COP26 no se dieron cita tan solo jefes de Estado, lobbystas y activistas en defensa del medio ambiente. También se dieron por aludidos e hicieron acto de presencia en Glasgow (Escocia) representantes de diferentes confesiones religiosas, puesto que, según ellos, para responder a la emergencia climática debe aplicarse el conocimiento de la ciencia pero también hay que echar mano de la sabiduría que procede de la espiritualidad. […] La aparición puntual de líderes religiosos en un evento como la COP26 es solo la punta del iceberg que habla de la revolución verde que están viviendo muchas comunidades de fe locales. El Reino Unido es líder de este vendaval ecológico que está barriendo por igual parroquias, iglesias, sinagogas y mezquitas pasando por encima de divisiones teológicas ancestrales. […] De la otra orilla del canal de la Mancha nos llegan ahora la Eco Church (ecoiglesia)[4], la Eco Synagogue (ecosinagoga)[5] y la Eco Mosque (ecomezquita)[6]. En el caso del sitio web musulmán, su mensaje se centra sobre todo en la importancia de reducir la huella de carbono de sus instituciones, se traten de mezquitas, madrasas o centros islámicos”[7].

Incluso, previo a la COP26, el 4 de octubre del presente año “líderes religiosos que representan a las principales religiones del mundo se unieron […] a la comunidad científica en el Vaticano para hacer un llamamiento a aumentar la ambición climática […]. Casi 40 líderes religiosos firmaron un llamamiento conjunto, presentado por el Papa Francisco al Presidente designado de la COP26, Alok Sharma, y al Ministro italiano de Asuntos Exteriores, Luigi Di Maio. Entre los firmantes se encuentran representantes de alto nivel de todas las confesiones cristianas, del islamismo suní y chií, del judaísmo, del hinduismo, del sijismo, del budismo, del confucianismo, del taoísmo, del zoroastrismo y del jainismo, lo que representa una amplia gama de líderes religiosos. El llamamiento sigue a una declaración conjunta similar realizada el 8 de septiembre por los líderes de la Iglesia Católica Romana, la Iglesia Ortodoxa Oriental y la Comunión Anglicana, que pidieron a la gente que rezara por los líderes mundiales antes de la COP26”[8]. Algunos pedidos de la misma incluían: “Las cero emisiones de carbono netas lo antes posible, con los países más ricos tomando la iniciativa en la reducción de sus propias emisiones y en la financiación de las reducciones de emisiones de los países más pobres. Todos los gobiernos deben adoptar una trayectoria que limite el aumento de la temperatura media mundial a 1,5 °C por encima de los niveles preindustriales. Rogamos a las naciones con mayor responsabilidad y capacidad actual que proporcionen un apoyo financiero sustancial a los países vulnerables y que acuerden nuevos objetivos que les permitan ser resistentes al clima y adaptarse a él y hacerle frente. Los derechos de los pueblos indígenas y las comunidades locales deben recibir una atención especial. Hacemos un llamamiento a los gobiernos para que aumenten su ambición y su cooperación internacional para: favorecer la transición a la energía limpia; adoptar prácticas sostenibles de uso de la tierra; transformar los sistemas alimentarios para que sean respetuosos con el medio ambiente y con las culturas locales; acabar con el hambre; y promover estilos de vida y modelos de consumo y producción sostenibles. Hay que tener plenamente en cuenta los efectos de esta transición sobre la mano de obra. Hacemos un llamamiento a las instituciones financieras, a los bancos y a los inversores para que adopten una financiación responsable, y a las organizaciones de la sociedad civil y a todos para que afronten estos retos con un espíritu de colaboración.”[9].

El Papa Francisco ha mencionado que “el tiempo se está acabando”, mientras aseveró que la cumbre estuvo “destinada a abordar una de las grandes cuestiones morales de nuestro tiempo: la preservación de la creación de Dios”. Asimismo, ha pedido que “imploremos los dones de sabiduría y fuerza de Dios a los encargados de guiar a la comunidad internacional para que afronten este grave desafío con decisiones concretas inspiradas en la responsabilidad hacia las generaciones presentes y futuras”. La misiva, escrita en inglés, asegura que “el tiempo se está acabando, esta oportunidad no debe desperdiciarse, para que no tengamos que enfrentarnos al juicio de Dios por no haber sido fieles administradores del mundo que nos ha confiado”[10]. Como consecuencia, “las entidades católicas de desarrollo unidas en Enlázate por la Justicia formada por Cáritas, CONFER, CEDIS, Justicia y Paz, Manos Unidas y REDES, y tras un reciente encuentro territorial con la presencia de grupos de más de 20 diócesis, hacen suya la advertencia del Papa Francisco a las partes reunidas en Glasgow de que ‘el tiempo se está acabando’”[11].

Sin lugar a dudas, un hecho ostensible a simple vista resulta el hecho de que el Papa Francisco está revolucionando la solemnidad papal. A poco de su asunción, publicó su particular encíclica Laudato si’, donde concibe a la naturaleza como extensión de la deidad, y refiérse a lo largo de la misma a términos paganos como “hermano Sol” y “la Madre Naturaleza”.

En este sentido, durante el año 2015, poco después de la publicación de la misma, tuvo lugar en la Santa Sede una conferencia climática entre cuyos ponentes se encontraban personajes como Naomi Klein, -quien es para muchos “la figura más visible e influyente de la izquierda estadounidense” en la actualidad, una figura análoga a “lo que Howard Zinn y Noam Chomsky[12] fueron hace treinta años”[13]-, quien ha reconocido que el movimiento climático pone “directamente en cuestión nuestro paradigma económico dominante”, al tiempo que “los relatos sobre los que se fundamentan las culturas occidentales […] y muchas de las actividades que dan forma a nuestras identidades y definen nuestras comunidades”[14].

En este sentido, “el Vaticano ha decidido aliarse con importantes ecologistas no católicos con el objetivo de unir fuerzas para ‘salvar el planeta’. ‘Los católicos no podemos conseguirlo solos’, explicó en el Vaticano Bernd Nilles, secretario general de la CIDSE, una alianza de 17 organizaciones religiosas, para justificar que la Santa Sede haya contactado con la conocida escritora[15], expresa una nota del diario El Mundo. “El papa Francisco escribe que el ´Laudato Sí´ no está dirigida sólo a los católicos, sino ´a todas las personas que habitan el planeta´. Y puedo decir, como una feminista secular judía, que también me habla a mi”, aseguró Klein durante presentación de la conferencia. “Las personas y el planeta en primer lugar: la necesidad de cambiar el rumbo”, organizada por el Pontificio Consejo de Justicia y Paz. […] “En un mundo en el que los beneficios son constantemente puestos delante de la gente y del planeta, la economía del clima está relacionada con la ética y la moral. Y si coincidimos en que poner en riesgo la vida en la tierra es una crisis moral, entonces nos incumbe a todos actuar” [16], agregó.

Respecto a susodicha conferencia, “líderes multirreligiosos caminarán junto a científicos y activistas, provenientes de organizaciones como Greenpeace y Oxfam Italia, marchando hacia el Vaticano para celebrar la dura postura del Papa sobre cuestiones ambientales” declaraban medios de los más importantes del mundo. “La inminente llegada de Klein dentro de los muros del Vaticano ha sorprendido a algunos, pero la participación de los laicos en las discusiones de la iglesia no carece de precedentes. […] Klein dijo que la posición del Papa como una ‘voz moral’ en el mundo, y líder de 1.200 millones de católicos, le da la capacidad única de unir a los activistas que luchan por un objetivo común. “La visión holística de la encíclica debería ser un catalizador para unir las dos crisis económica y climática, en lugar de tratarlas por separado”, dijo. […] Para Klein, la visita papal marcará un cambio muy necesario en la forma en que los negociadores discuten el medio ambiente. ‘Hay una forma en que el discurso de la ONU sanea hasta qué punto se trata de una crisis moral’, dijo. “Clama por una voz moral”[17], expresa una nota del sitio The Guardian.

“El cambio climático es una situación global que requiere una respuesta global”, expresó el Dr. Arvin Gouw de la Universidad de Cambridge. “La investigación de Pew ha informado que más del 80% de la población mundial está afiliada a un sistema de creencias. Tiene sentido que se incluya a los eruditos religiosos en las discusiones sobre el cambio climático”[18]. En definitiva, a lo que se apunta es, como afirma el sitio Forbes, es a “incluir a los seguidores de las religiones del mundo es fundamental para abordar el cambio climático. Las religiones del mundo, además de contener a menudo un llamado al ambientalismo, también instan al cuidado de los pobres. Debido a esto, el cambio climático se transforma en un problema moral […]”[19].

 

Escribiera tiempo atrás el politólogo Jérôme Fourquet que “el ecologismo funciona en el plano sociológico y cultural como antaño la matriz católica. Hay semejanzas en los términos y referencias: santuarios de la biodiversidad, agricultores que se convierten a lo bio, anuncios apocalípticos (…) El fin del mundo, para los ecologistas como para los cristianos, está provocado por la culpabilidad de los hombres, que deben expiar sus faltas. […] El ecologismo, como antaño el catolicismo, tiene una influencia concreta en la vida de la gente, mucho más que otros relatos políticos. Es propio de lo religioso imponer a los creyentes una ortopraxis, es decir la conformidad entre su fe y su comportamiento cuotidiano. Aquí está el abc de los scouts: todos los días hay que seleccionar los residuos, ahorrar energía… Al contrario de los que se observaba en las culturas comunistas o en la matriz republicana y laica, el ecologismo (como las grandes religiones) dicta preceptos alimentarios muy concretos: el ecolo hace cuaresma todos los días pues debe evitar numerosos alimentos como el aceite de palma, la fruta que no es de temporada etc.’”.[20] En este sentido, como nos recuerda el sociólogo Jean Pierre Le Goff: “La figura emblemática de Greta Thunberg que da lecciones al mundo. Sentimentalismo y victimación llegan a lo más alto cuando esta joven rompe en lágrimas en la tribuna, mensajera de mirada sombría sobre el mundo, portadora de una visión binaria -blanco o negro-”.[21]

Como expresara en el año 1975 el etólogo italiano Ettore Tibaldi, “la ecología[22] no siempre muestra su propia naturaleza ideológica […]. En otros casos, sin embargo, aparece claramente como aquello que es, como el problema de la limitación de los nacimientos”[23].  Hoy día, en esta suerte de nueva “religión verde”, se intenta trasladar la “culpa” al individuo por el sólo hecho de existir y ser parte del “cáncer” del planeta: Esta característica se vuelve ostensible cuando el divulgador ambientalista David Attenborough manifiesta que los humanos son “una plaga sobre la Tierra”[24]; cuando la actriz Clara Lago expresa luego de su papel en el film “Orbita 9” que “los humanos somos la plaga más terrible que ha tenido la Tierra”[25]; cuando el ecologista Paul Ehrlich sentencia en su Explosión demográfica que hay que “concebir a las sociedades humanas como una especie de cáncer”. Pues sucede que, en tanto el humano es visto como un “cáncer” para el planeta, este ya no puede desarrollarse en él, sino que es preciso extirparlo. Para el ecologismo, el humano no tiene valor intrínseco, y hay personas cuyas vidas no merecen ser vividas. El ecologismo es el nazismo del siglo XXI. Es así que, frente a esta situación, uno puede dejarse llevar por la hegemonía o comenzar a plantearse si realmente la especie humana es una aberración que merece ser extinguida[26].

Así llega a comprenderse cómo el ecologismo ha intentado legitimar la idea de que “las sociedades humanas son un cáncer para el planeta” cuando el propio ecologismo es un cáncer para la Humanidad. Creer que el ecologismo es bueno para cuidar el planeta es similar a creer que el feminismo es bueno para cuidar a la mujer. En este sentido, hablar de ecologismo equivale a hablar de modelo fallido, ya sea que uno se refiera al concepto de “sobrepoblación” o a la “Teoría de Cambio Climático Antropogénico”. Así pues, creer en la Teoría de Cambio Climático Antropogénico hoy, implica creerle al mismo grupo de científicos que en los años setenta hablaban de Nueva Glaciación, en los ochenta, de calentamiento global, en los noventa, acerca de la desaparición de la capa de ozono, y pronostican que “el mundo acabará mañana”, desde hace 60 años[27]. Ante cada eventual suceso “catastrófico” vaticinado que no se cumplía, aparecía uno nuevo en la agenda, pero la clave del mismo para la militancia verde pasaba por comprender que todos los mismos tenían al ser Humano, en última instancia, como su principal causa. Lo cierto es, en última instancia, que si el ecologismo se basara en bases verdaderamente científicas, no habría errado todos y cada uno de sus principales vaticinios desde hace sesenta años. Es preciso remarcar que el ecologismo contribuyó con los argumentos perfectos para impulsar legislaciones biopolíticas de control de la natalidad en todo el planeta[28], promoviendo la idea del ser humano como un “cáncer” para el mismo. A decir verdad, el movimiento ecologista legitimó la idea de que somos “muchos” en este planeta, y deberíamos reducir la cantidad de humanos pero, en todo caso, como dijo Chesterton, “la respuesta a cualquiera que hable del exceso de población es preguntarle si él mismo es parte de ese exceso de población; si no lo es, cómo sabe que no lo es”.

En este sentido, como explicó palmariamente la escritora Carmen Pérez-Lanzac, “el lenguaje mesiánico y los instrumentos casi religiosos que se utilizan rompen los esquemas discursivos y calan en una opinión pública más escéptica ante causas del pasado. ‘Se dice que el hombre es un ser malvado que merece el castigo’. ‘Gore coge el testigo de Noé para salvar a las especies vivas como una misión’. […] En su afán por llegar al interlocutor, Gore, que es profundamente religioso, usa frases como ‘A Noé se le dijo que salvase las especies vivas y ello hoy sigue siendo nuestra obligación»’. Y antes de aleccionar a los embajadores o discípulos que forman parte de su movimiento, 1.700 por todo el planeta, les pide una ‘conexión espiritual’. ‘La estructura que Al Gore ha organizado resulta casi religiosa, con discípulos que transmiten la buena nueva, como Jesucristo’, reflexiona el biólogo Miguel Delibes de Castro. ‘Los científicos solemos insistir en que hay que racionalizar los problemas, pero lo cierto es que es más vendible el mensaje emocional, sobre todo si implica a fuerzas superiores a nosotros. Ayuda a que la gente se mueva por algo que debe resultar parecido al sentir de la tribu antes ese dios mágico. […] El de Al Gore es el ejemplo más visible, pero no el único. Frases como ‘Hay que salvar el planeta’, ‘Tenemos una misión’, ‘la culpa es del hombre (¿el pecador?)’, ‘llega el cambio climático’ (¿el castigo?), ya no suenan tan raras. ‘El mensaje ecologista con componentes religiosos ha calado mucho’, dice Miguel Ferrer, biólogo y presidente de la Fundación Migres. ‘Las corrientes ecologistas integristas tienen muchas características comunes con escuelas basadas en creencias religiosas. Cada vez se oye más el discurso según el cual el hombre es el ser malvado que provoca destrucción y debe ser expulsado de los últimos paraísos’. […] El coqueteo entre ecologismo y espiritualidad, no es nuevo. 1966 fue una fecha clave. Ese año se publicó Ciencia y supervivencia, de Barry Commoner, uno de los libros fundacionales de las corrientes ecológicas o ambientales con inspiración más o menos religiosa. ‘La segunda mitad del siglo XX contempló el auge de múltiples movimientos religiosos, espirituales y espiritistas, caracterizados por ser una mezcla de elementos diversos’, explica el filósofo José Antonio Marina. ‘Uno de ellos prolongó el fervor ecológico de los últimos decenios. Para mí, lo importante son los factores que se unieron en esa espiritualización ecológica. Nació posiblemente del movimiento hippy, de su vuelta a la naturaleza, se unió con un cierto panteísmo, por entonces de moda, que se volvía hacia la Tierra como un ser vivo, con el que se establecía una relación mística. Se admiró la relación con la naturaleza de las antiguas culturas, la Pacha Mama, el respeto de las tribus americanas’. […] ‘La hipótesis Gaia, de Lovelock, colaboró, considerando a la Tierra como un ser vivo al que hay que respetar’, añade Marina. ‘Teorías como la Deep Ecology exaltaron el valor del mundo vegetal, hasta el punto de comparar la tala de un bosque con el asesinato de judíos en un campo de concentración. A todo esto, se unió el interés por la ética ecológica, que llamaba la atención sobre la necesidad de cuidar la naturaleza. Y también la influencia de religiones orientales, como un budismo light, que defiende la compasión universal por todos los seres. La espiritualidad ecológica es un cesto hecho con muchos mimbres’. El autor más famoso de estas corrientes es James Lovelock y su libro Gaia, una nueva visión de la vida sobre la Tierra, en la que desarrolla la idea de que la Tierra es un gran organismo vivo, una idea que tiene algo de religioso porque se basa en una intuición que desborda la razón científica. ‘Cuando se publicó, a mediados de los setenta, hubo un fuerte rechazo, pero ahora es muy aceptado’, dice Jorge Riechmann, profesor de filosofía moral y vicepresidente de Científicos por el Medio Ambiente. ‘No es tan raro que haya cierto intercambio entre pensamiento religioso y ecológico’, continúa. ‘Todas las grandes religiones comparten un sentimiento de conexión universal con el cosmos, de inmersión con el todo’[29].

La actual coyuntura plantea palmariamente una colisión entre la cultura cristiana y el movimiento ecologista que ambiciona, mediante postulados paganos, entrelazadoa con premisas cientificistas, convertirse en una religión política. En tiempos pretéritos el campo ético era dominado por la tradición cristiana y ésta, a su vez, unificaba a la sociedad en su conjunto para armonizar el “deber hacer” de sus integrantes; No obstante, como diría Bertrand Russell, “en este universo sin Dios, nosotros nos convertimos en dioses”[30], pero ocurre que “para el hombre que se ha vuelto Dios, ya no existe la verdad ni el deber, que representan nuestro sometimiento a la materia y a nuestros vecinos; para lo demás, la verdad es lo que él afirma como tal, el deber es lo que él ordena”[31]. Promovida la secularización y elevado el ser humano a la categoría de dios a través de la sacralización de la razón, corolario del proceso Moderno, cada individuo deja de ser creación para ser creador y artífice de su propio mundo y, en consecuencia, de su propia moralidad. Así pues, el campo ético perdió valor porque ya no hubo agentes interesados en competir por su dominio ya que cada persona podía desenvolverse libremente bajo los propios patrones de conducta moral. En ese vacío que legitima el cumplimiento de la orden es que el ecologismo se presenta como una religión global capaz de armonizar los deseos de la población (piénsese, a modo de ejemplo, en la nueva ética y moral atea que se promulgó en la “Carta de la Tierra”, del año 1993, luego de la Cumbre de Río del 92, donde se establece una nueva ética de vida sostenible, entre otras.)[32].

Esto toma especial interés cuando se comprende que una de las conclusiones principales a las que llegó un estudio realizado por la Asociación Estadounidense de Psicología, la Asociación Americana de Salud Pública, la iniciativa Climate for Health y el Complejo Ecológico de América, es que “el cambio climático puede provocar e intensificar el estrés y la ansiedad, afectando negativamente la salud mental”[33]. No solo eso: “Los grupos que son especialmente vulnerables a los impactos del cambio climático en la salud mental son los niños, los ancianos y las mujeres. También están en riesgo grupos desfavorecidos, aquellos con enfermedades mentales existentes y aquellos con vínculos estrechos a la tierra, incluidos los agricultores y las comunidades tribales”[34]. Tal como expresara la Dra. Susan Clayton de la Universidad de Yale, quien participó de la investigación, “el cambio climático puede afectar la salud mental simplemente aumentando el estrés y la preocupación de las personas por el tema, cuanto más escuchan sobre él”, pues el mismo “se ha descrito como una amenaza existencial, algo que realmente desafía la forma en que pensamos sobre el mundo. Y creo que tiene el potencial de erosionar nuestro sentido de seguridad”, por lo que “puede pesar mucho en la salud mental de la población en general y de aquellos que ya luchan con trastornos de salud mental”[35]. Y esto resulta especialmente interesante si se considera cuáles son los grupos que con mayor regularidad levantan las banderas del movimiento climático, y cuáles son las características de sus principales referentes, como Greta Thunberg, a saber: su periodo de adentramiento en la cuestión climática le causó una profunda depresión, “Thunberg dejó de hablar y comer. Cayó gravemente enferma. Con el tiempo, se le diagnosticó mutismo selectivo, un trastorno obsesivo-compulsivo y una forma de autismo antes conocida como síndrome de Asperger. Este último ayudó a explicar por qué todo lo que había aprendido sobre el cambio climático le había afectado mucho más y de forma mucho más personal que a muchos compañeros”[36]. Asimismo, un estudio realizado por la Universidad Humboldt de California en base a entrevistas a 10.000 personas de 16 a 25 años en 10 países de Europa, América y Asia, concluyó que el 59% de los jóvenes tiene “ansiedad climática” y, en general, el 45% de los participantes dijo que sus sentimientos sobre el cambio climático afectaron su vida diaria[37].

Un informe publicado en 2018 por el Pew-Research Center[38] indica que, sobre 26 países analizados, en 13, el grueso de la sociedad considera ahora al cambio climático como el principal problema de los ciudadanos y, de forma global, el 67% de los encuestados señala que ésta es la principal amenaza mundial[39]. Este es, de hecho, un número en ascenso dado que, en 2013, el 56% de los encuestados pensaba así; en 2017, el 63%, según se recuerda en el propio informe. Por si estos parecieran casos aislados, cabe destacar la encuesta realizada por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y sus socios, incluida la Universidad de Oxford, y varias organizaciones no gubernamentales (ONG). En la misma, se encuestó a 1,2 millones de personas acerca de diversas políticas climáticas que ellas podrían, en la ficción de ser líderes mundiales, llevar adelante para detener las emisiones de CO2 antropogénicas, deteniéndolas en 1.5°C, principal objetivo del Acuerdo de París (del cual hablaremos más adelante). El resultado conclusivo de la misma fue que el 64% de los votantes discurrieron que nos encontramos en una emergencia climática global, y, entre ellos, el 72% de los votantes de países desarrollados[40]. No obstante, lo que no se remarcó de este resultado fue el hecho de que se llevó a los encuestados a la premisa de que, en caso de no tener éxito, el calentamiento global ascendería a 2 o 3°C, incluso 5°C, lo que ocasionaría un “daño terrible para nuestro planeta”. Lo cierto es que, hasta ahora, ningún modelo climático ha podido acertar con exactitud cómo el clima variará en el futuro.

En definitiva, como manifestó el Premio Nobel Ivar Giaver: “el Calentamiento Global realmente se ha convertido en una nueva religión. Porque no puedes discutirla, no es apropiado”, al menos, en el ámbito científico, donde se supone, la ciencia debe vencer al dogma. Una nueva religión que se ampara falazmente en el estrado de la ciencia para dictar las medidas que deberían llevarse adelante, en todo caso, como dijo Greta: “La gente escucha cuando hablo. Pero no quiero que me escuches. Quiero que escuches la ciencia”[41], por su parte, la ONU reza: “La ciencia no miente, si los países no aumentan sus compromisos más allá del Acuerdo de París firmado en 2015, a través del aumento de una mayor dependencia de las energías renovables, a la humanidad le espera un panorama poco prometedor”[42]. Sin embargo, “la mejor prueba de que el ‘cambio climático’ no es ciencia, es que es ‘incuestionable’”[43], como expresó Ramírez Mittelbrunn y, en todo caso, la evidencia científica muestra[44] [45], muy por el contrario, que el cambio climático, de hecho, no tiene una significativa correspondencia con las actividades humanas.

 

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[1] Recuperado de: https://news.un.org/es/story/2021/11/1499972

[2] Recuperado de: https://www.religiondigital.org/leonardo_boff-_la_fuerza_de_los_pequenos/COP26-respondido-emergencia-climatica_7_2396530342.html

[3] Vossler, I. (24 de mayo de 2021). Debatime. Recuperado de: http://debatime.com.ar/el-fracaso-de-paris/

[4] Recuperado de: https://ecochurch.arocha.org.uk/

[5] Recuperado de: https://ecosynagogue.org/

[6] Recuperado de: https://ecomosque.com/

[7] Recuperado de: https://elpais.com/planeta-futuro/alterconsumismo/2021-11-19/cuando-la-fe-se-convierte-al-ecologismo.html

[8] Recuperado de: https://unfccc.int/es/news/lideres-religiosos-y-cientificos-mundiales-hacen-un-llamamiento-antes-de-la-cop26

[9] Cit. en https://unfccc.int/es/news/lideres-religiosos-y-cientificos-mundiales-hacen-un-llamamiento-antes-de-la-cop26

[10] Recuperado de: https://www.dw.com/es/papa-ante-la-cop26-el-tiempo-se-est%C3%A1-acabando/a-59791347

[11] Recuperado de: https://www.religiondigital.org/solidaridad/Enlazate-Justicia-advierte-acabando-climatico_0_2399760015.html

[12] Del cual Klein sin duda ha aprendido mucho. “… algunos de mis héroes personasles: Arhundati Roy, Noam Chomsky, Vandana Shiva o Desmund Tutu, entre otros.”. Klein, N. En llamas. Buenos Aires: Paidós, 2021, p. 246.

[13] MacFarquhar, L. (1 de diciembre de 2008). “Agitador exterior”. The New Yorker. Recuperado en: https://www.newyorker.com/magazine/2008/12/08/outside-agitator

[14] Klein, Naomi. “Esto lo cambia todo: El capitalismo contra el clima”. -1° ed.- Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Paidós, 2015. Pp. 88.

[15] https://www.elmundo.es/ciencia/2015/07/01/559425e8ca474135418b4596.html

[16] https://www.telam.com.ar/notas/201507/111012-la-activista-naomi-klein-defendio-la-historica-publicacion-de-la-enciclica-ecologica-de-francisco.html

[17] https://www.theguardian.com/world/2015/jun/28/pope-climate-change-naomi-klein

[18] https://www.forbes.com/sites/fernandezelizabeth/2021/10/28/politics-and-religion-unite-on-the-eve-of-the-cop26-summit/?sh=7f5e06f41c84

[19] https://www.forbes.com/sites/fernandezelizabeth/2021/10/28/politics-and-religion-unite-on-the-eve-of-the-cop26-summit/?sh=7f5e06f41c84

[20] https://www.elmundo.es/opinion/2019/09/25/5d8a4ffafc6c832b038b460c.html

[21] https://www.elmundo.es/opinion/2019/09/25/5d8a4ffafc6c832b038b460c.html

[22] Aquí cabe señalar que, a diferencia de nosotros en el presente trabajo, el autor habla de “ideología ecológica” y no de “ecologismo”. Aunque es una distinción a considerar, en ultima instancia, hacemos referencia a los mismo.

[23] Tibaldi, E. “Anti-ecología”; Editorial Anagrama, Barcelona, 1980, Pp. 59.

[24] Ver El País. (23 de enero de 2013). “Los humanos son una plaga sobre la Tierra”. Recuperado de: https://elpais.com/sociedad/2013/01/23/actualidad/1358942572_869278.html

[25] El Mundo. (6 de abril de 2017). Clara Lago: «Los humanos somos la plaga más terrible que ha tenido la Tierra». Recuperado de: https://www.elmundo.es/cultura/2017/04/06/58e65543ca474186398b45cd.html

[26] http://debatime.com.ar/el-cambio-climatico-como-legitimacion-del-control-de-la-natalidad/

[27] http://debatime.com.ar/el-calentamiento-global-es-la-mayor-farsa-de-la-historia/

[28] http://debatime.com.ar/del-relato-ecologista-al-control-de-la-natalidad/

[29] https://elpais.com/diario/2008/02/14/sociedad/1202943601_850215.html

[30] Russell, B. Lo mejor de Bertrand Russell. Ed.: EDHASA, Buenos Aires, 1989, p. 137.

[31] Russell, B. Lo mejor de Bertrand Russell. Ed.: EDHASA, Buenos Aires, 1989, p. 25.

[32] Vossler, I. (13 de noviembre de 2021). ¿Qué significa exactamente el “Desarrollo sustentable”?. La Resistencia. Recuperado de: https://laresistenciaradio.com/que-significa-exactamente-el-desarrollo-sustentable/

[33] Clayton, S.; Manning, C.; Krygsman, K.; Speiser, M. (marzo de 2017). Eco America. Mental Health and Our Changing Climate: Impacts, Implications, and Guidance.  Recuperado de: https://www.apha.org/~/media/files/pdf/topics/climate/climate_changes_mental_health.ashx

[34] Íbid.

[35] Corujo, C. (11 de julio de 2021). El cambio climático también tiene un costo para la salud mental. ABC News. Recuperado de: https://abcnews.go.com/Health/climate-change-mental-health-toll/story?id=77926778

[36] Klein, N. En llamas. Buenos Aires: Paidós, p. 20.

[37] Infobae. Calentamiento global: el 59% de los jóvenes tiene “ansiedad climática”. (7 de Octubre de 2021). Recuperado de: https://www.infobae.com/america/tendencias-america/2021/10/07/calentamiento-global-el-59-de-los-jovenes-tiene-ansiedad-climatica/

[38] Sitio web: https://www.pewresearch.org/

[39] Pew Research Center, February, 2019, “Climate Change Still Seen as the Top Global Threat, but Cyberattacks a Rising Concern”. Ver en https://www.pewglobal.org/wp-content/uploads/sites/2/2019/02/Pew-Research-Center_Global-Threats-2018-Report_2019-02-10.pdf

[40] Flynn, C. Yamasumi, E. “People´s Climate Vote”. UNPD, University of Oxford. 2021. Recuperado en file:///C:/Users/User/Downloads/UNDP-Oxford-Peoples-Climate-Vote-Results.pdf

[41] Aulak, S. (9 de abril de 2021). “¿Cuándo es Greta Thunberg: Un año para cambiar el mundo en la BBC?”. The SUN. Recuperado de: https://www.thesun.co.uk/tv/14593894/when-is-greta-thunberg-a-year-to-change-the-world-on-bbc/

[42] https://news.un.org/es/story/2019/10/1464591

[43] Villareal, A. (29 de septiembre de 2019). “El 97% de los científicos está con Greta Thunberg. Hablamos con el 3% restante”. El Confidencial. Recuperado de: https://www.elconfidencial.com/tecnologia/ciencia/2019-09-29/cientificos-escepticos-climaticos-greta-thunberg-188_2258679/

[44] https://laresistenciaradio.com/la-geoingenieria-es-mas-peligrosa-que-el-cambio-climatico-pero-beneficia-a-bill-gates/

[45] https://laresistenciaradio.com/no-hay-consenso-climatico-mucho-menos-negacionistas/