El arzobispo Viganò pronunció un discurso, por videoconferencia, en la Conferencia de fundación del Movimiento Internacional de los Rusófilos. Su enfoque fue la batalla contra el globalismo, que une, significativamente, al presidente Donald Trump y al presidente Vladimir Putin.
La ideología del despertar woke y la Agenda 2030 constituyen una inmensa amenaza para la supervivencia misma de la humanidad: peleemos esta batalla con honor, sabiendo que estamos bajo la protección de Dios.
El arzobispo Viganò comparte en su mensaje:
«Queridos amigos, es motivo de gran alegría para mí poder dirigiros un breve mensaje con motivo de la constitución del Movimiento Internacional de los Rusófilos. El Manifiesto de esta asociación comienza con una palabra que parece haber desaparecido del vocabulario occidental: amistad. En este caso, es la amistad por los rusos, compartida por muchas personas en todo el mundo, y la amistad de los rusos por otros pueblos, en ese espíritu de fraternidad que encuentra su fundamento en reconocernos como hijos del único Padre Eterno y hermanos en nuestro Señor Jesucristo.
Cuando el Imperio Romano de Occidente perdió su papel político bajo la presión de las invasiones bárbaras, el testigo pasó a Constantinopla. Y cuando incluso el Imperio Romano de Oriente cayó con la conquista de Bizancio por Mehmed II, fue Moscú quien salvó su herencia religiosa y política. Con sus santos y sus santos reyes La crisis actual nos muestra el hundimiento de un Occidente corrompido, en el que no hay un Papa León Magno que salve su suerte pero que todavía tiene un destino, si redescubre su misión providencial y reconoce lo que une a la misión de Rusia.
Los acontecimientos recientes nos han demostrado que el ateísmo materialista que asoló el Imperio Ruso y el mundo desde 1917, como lo anunció la Santísima Virgen María en Fátima, se ha unido hoy al liberalismo en la ideología globalista, que subyace al proyecto delirante del Nuevo Orden Mundial. Un proyecto infernal, como acertadamente señaló el presidente Vladimir Vladimirovich Putin en un discurso reciente, en el que el odio a la civilización cristiana quiere crear una sociedad de esclavos al servicio de la élite de Davos. Una sociedad distópica, sin pasado y sin futuro, sin fe y sin ideales, sin cultura y sin arte, sin padres y madres, sin familia y estado, sin maestros y guías espirituales, sin respeto por los ancianos y esperanzas para nuestros hijos. No nos puede sorprender que, después de descristianizar el mundo occidental, esta élite considera a Rusia un enemigo a derrocar.
La Federación Rusa se coloca indiscutiblemente como el último baluarte de la civilización contra la barbarie, y reúne en torno suyo a todas aquellas naciones que no pretenden someterse a la colonización de la OTAN, la ONU, la OMS, el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y que revoltijo de fundaciones cuyo fin es el adoctrinamiento de las masas, la manipulación de la información, la creación de «primaveras de colores» para desestabilizar gobiernos legítimamente electos y sembrar el caos, las guerras y la miseria como instrumentum regni.
A la reciente farsa pandémica -realizada con métodos criminales que no he dudado en denunciar desde principios de 2020- le han seguido nuevas emergencias -entre ellas la crisis de Ucrania- provocadas deliberadamente con el objetivo de destruir el tejido social y económico de las naciones, diezmando la población mundial, concentrando el control en manos de una oligarquía que nadie ha elegido y que ha perpetrado un verdadero golpe de Estado mundial, del que tarde o temprano será llamada a responder ante el mundo.
Los teóricos de este golpe tienen nombres y rostros, empezando por George Soros, Klaus Schwab y Bill Gates. Quienes hoy declaran que Rusia es un enemigo consideran como enemigos a los europeos, americanos, australianos y canadienses y los tratan como tales, persiguiéndolos y empobreciéndolos. Pero mientras los emisarios del Foro Económico Mundial en los gobiernos occidentales pueden legislar en contra del bien de sus propios ciudadanos y tener a los líderes mundiales en la palma de sus manos, el cambio de régimen que ha tenido éxito en otras naciones se ha detenido en las fronteras de Rusia. Por otro lado, el fraude electoral de 2020 en los Estados Unidos de América también fue indispensable para evitar la confirmación del presidente Donald Trump, así como en 2013 el estado profundo y la iglesia profunda logró que el Papa Benedicto XVI renunciara y eligiera a una persona del agrado del Nuevo Orden Mundial, el jesuita Jorge Mario Bergoglio…
…Necesitamos una Alianza Antiglobalista que devuelva a los ciudadanos el poder que les ha sido arrebatado, y a las naciones la soberanía erosionada y cedida al lobby de Davos».
Mensaje completo del Arzobispo Vigano aquí