Desde 2018, ha habido 119 tiroteos en escuelas en los que al menos una persona resultó herida o muerta (en consideración sólo a EEUU); recientemente al menos 19 niños y dos adultos murieron el martes luego de que un joven de 18 años abriera fuego en una escuela primaria en Uvalde, Texas.
Si bien algunos distritos escolares dedican tiempo y recursos a evaluar, capacitar y otorgar licencias a los maestros para que porten armas de fuego en sus aulas, la mayoría de los estados y distritos tienen políticas que prohíben explícitamente que los educadores porten armas en la propiedad escolar para defensa propia. En cambio, crean zonas escolares libres de armas y permiten que solo algunos pocos guardias de seguridad tengan un arma destinada a proteger a cientos de personas en una crisis. A su vez, los demócratas a nivel nacional también han bloqueado los fondos federales para armar y preparar a los maestros para el peor de los casos. Mientras los presupuestos nacionales crecen cada vez más para fomentar la educación con perspectiva de género.
Las escuelas debieran ser un lugar seguro para que los niños aprendan, pero finalmente se demuestra que, si bien matar es malo, no estar preparado para defenderse es peor. Esto no es apología a la violencia, es realismo puro en reconocimiento de la naturaleza caída del hombre. Los insultos, el traspaso de la culpa y los pedidos de restricciones de armas llenan las redes sociales en la búsqueda por encontrar una solución. Las mismas instituciones educativas del primer mundo, aquellas que castigan a los estudiantes por «equivocar el género» de las personas y esconden el plan de estudios de los padres (temas ya abordados en La Resistencia Radio de manera documentada), ahora demuestran que no están equipadas para proteger a los niños de los peligros reales de un mundo real. Quizás el día de mañana se puedan salvar las vidas si las instituciones dejan los delirios de lado y comienzan a estudiar la realidad.