Katalin Novak fue electa como la primera presidenta de Hungría; con este resultado es que Viktor Orban consolida la base conservadora de su electorado, por un lado, mientras que por otro da muestras de que el conservadurismo no es una ideología aferrada al pasado, sino que sabe transitar políticamente de manera prudente los tiempos que corren. Los opositores húngaros especulan con unas próximas elecciones legislativas reñidas en las que no sólo se afectaría el futuro de Hungría, sino de una pieza clave de resistencia a la Unión Europea.
Novak es tutelada políticamente por el primer ministro húngaro y embajador de la política pronatalista implementada en el país; esta exministra de cuarenta y cuatro años pretende promover la visión tradicional de la familia en resguardo de cada niño, lo cual es una amenaza al poder internacional que actúa en gran medida bajo el yugo progresista. «Las mujeres criamos a los niños, cuidamos a los enfermos, cocinamos, podemos estar en dos lugares al mismo tiempo, ganarnos la vida, enseñar, ganar premios Nobel, conocemos el poder de las palabras, pero podemos callarnos y escuchar cuando es necesario, y defender a nuestras familias si el peligro acecha», recordó antes de ser jefa de Estado.
Katalin Novak irrumpió en la vida política de los magiares, a raíz de la victoria de Viktor Orban en las elecciones legislativas de 2010: tras haber ocupado el cargo de Secretaria de Estado a cargo de la familia y la juventud, se convirtió en ministra en 2020. En su ascenso siempre tuvo presente a su marido e hijos a quienes atribuye su soporte moral.
Durante el ejercicio de su ministerio provocó la ira de los progresistas; recuérdese que se la vio afirmando que las mujeres no necesitaban «competir constantemente» con los hombres en la vida ni «ganar tanto», o que Hungría no desea «ni la inmigración ni el reemplazo de la población», e incluso críticas a Occidente donde «la propaganda LGBT+ ataca las guarderías y escuelas». Hungría es un ejemplo hoy del equilibrio entre Tradición y Modernidad.