Cualquiera de nosotros relacionaríamos rápidamente el concepto de un “mundo ideal” a la existencia de recursos suficientes para abastecer a todas las personas, sin excepciones ni desigualdades. Si bien la razón por la que esto no sucede no reside tanto en la cantidad de recursos de los que disponemos sino en su reparto, lo cierto es que resulta una idea que roza la ingenuidad, ya que la probabilidad de que se produzca es prácticamente nula. Sin embargo, dando por hecho que esta utopía pudiera realizarse, ¿sería la solución a los problemas existentes? ¿Proporcionaría bienestar a toda la población?.
Fue el Behavioral sink (traducido al español como drenaje conductual o hundimiento conductual), un término acuñado por el etólogo John B. Calhoun para describir el colapso en el comportamiento.
Calhoun acuñó el término «behavioral sink» (drenaje conductual) en su reporte del 1 de febrero de 1962, en un artículo titulado «Densidad de la población y patología social», en la revista Scientific American sobre el experimento de las ratas. Más adelante, él realizaría experimentos similares en ratones de laboratorio, de 1968 a 1972.
Siguiendo sus primeros experimentos con ratas, en 1972 Calhoun crearía su «Entorno que Inhibe la Mortalidad en los Ratones»: una jaula para ratones de 101 pulgadas cuadradas con alimentos y agua reabastecidos para apoyar cualquier aumento en la población. En los experimentos, Calhoun y sus investigadores crearon una serie de «utopías de ratas», también conocida como «La Buhardilla», cerrando espacios en los cuales a los animales se les dio acceso ilimitado a alimentos y agua, permitiendo el crecimiento ilimitado de la población, pero ese crecimiento finalmente terminó por detenerse en un punto determinado.
Las ratas también podrían pasar entre las habitaciones utilizando las rampas. Dado que Calhoun proporcionó recursos ilimitados, como agua, comida, y también protección contra los depredadores, enfermedades y el clima, se decía que las ratas estaban en una «utopía de ratas» o «paraíso de ratones», como otro psicólogo explicó.
En su más famoso experimento de las series, la población del «Universo 25» llegó a 2.200 ratones y poco después exhibió una variedad de comportamientos anormales, frecuentemente destructivos. Para el día número 600, la población estaba en camino a la extinción.
¿Cuáles fueron los resultados?
Aunque, hasta ese momento, la vida dentro de la “sociedad utópica” había sido perfecta, John Calhoun observó que el comportamiento de los ratones presentaba ciertas anomalías. Muchas de las hembras se comían a sus crías, aparecieron las peleas territoriales, el canibalismo entre ratones adultos, luchas dentro de las familias, y la sociedad empezó a dividirse en jerarquías. Para Calhoun, este resultado apocalíptico podía extrapolarse a la sociedad humana, pues veía el mismo destino para nosotros.
El número de habitantes en el llamado Universo 25 aumentaba exponencialmente y, en menos de un año, la población de roedores ya había llegado a 620.
El paraíso se convirtió en un infierno. En 1970, dos años iniciado el experimento, la población llegó a los 2.200 ratones.
Aunque todavía todos tenían espacio dentro de la zona de experimento con 2.200 ratones en el día 560 (contra los más de 3.500 que podría albergar el Universo 25), muchos comenzaron a tener conductas erráticas, como chocarse en el camino cuando iban a buscar agua o comida a los lugares de suministro desde sus nidos.
Para el día 600 su crecimiento se detuvo por completo. Los machos mostraron desinterés y, en ocasiones, conductas agresivas hacia las hembras. Las hembras abandonaron a sus crías o las descuidaron. Pocos ratones sobrevivieron al destete; a partir de ese día hubo muy pocos embarazos, pero ninguna cría sobrevivió. Incluso cuando la población volvió a los niveles iniciales del experimento, no se registraron nuevos nacimientos. Los ratones que aún podían reproducirse, como «los hermosos» (“the beautiful ones”) y algunas hembras que se escondían en los niveles más altos de la jaula, habían perdido la capacidad social para hacerlo llegando a mostrar cambios en la orientación sexual. La colonia luego se dirigió a la extinción. De alguna manera, las ratas experimentales habían dejado de ser ratas, incapaces de tener relaciones sociales. Una especie de «primera muerte», como la definió el propio Calhoun. Una muerte social que precedió a la muerte física.
Lo normal sería que la población fuese encaminada inevitablemente a una sobrepoblación que en algún punto haría colapsar el sistema ante la incapacidad de abastecer a todos los miembros. Sin embargo, numerosas investigaciones han tratado de demostrar que nunca se llegaría a alcanzar este punto crítico y que la población acabaría destruyéndose, no por déficit de recursos como se podría esperar, sino antes por el colapso en la estructura social y mental de los individuos.
El mismo Calhoun vio el destino de la población de ratones como una metáfora para el potencial destino del ser humano. Muestra el colapso social como una «muerte espiritual», con referencia a la muerte corporal como la «segunda muerte» mencionada en el libro bíblico del Apocalipsis 2:11.
La controversia existe sobre las implicaciones del experimento. El psicólogo Jonathan Freedman reclutó estudiantes de secundaria y universitarios para llevar a cabo una serie de experimentos que medían los efectos de la densidad en el comportamiento. Él midió su estrés, incomodidad, agresión, competitividad y antipatía general. Él declaró no haber encontrado efectos negativos apreciables en 1975. Investigadores argumentaron que «el trabajo de Calhoun no era simplemente sobre la densidad en un sentido físico, como el número de individuos por unidades de área, sino sobre grados de interacción social».
Este experimento se repitió decenas de veces y todas ellas acabaron con el mismo resultado. Según este patrón, se producía un colapso social y la población comenzaba a disminuir hasta desaparecer sin existir aún escasez de ningún tipo de recurso ni amenazas externas.