3 de enero: A 189 años de la usurpación británica de las Islas Malvinas

El 3 de enero de 1833, una corbeta británica se presentó en Puerto Soledad y obligó a la rendición de los argentinos que vivían en las islas.

Fue una operación militar del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda que el 3 de enero de 1833 tomó el control de esas islas. A pesar de estar en relaciones de paz con la Confederación Argentina, el Reino Unido, con dos buques de guerra desalojaron a la guarnición argentina de Puerto Soledad. Los soldados y sus familias se marcharon dos días después, dejando atrás la población civil de la colonia, unas veinte personas. Desde entonces, las islas han estado bajo dominio británico, excepto durante el breve período de la guerra de las Malvinas en 1982.

El Gobierno de la República Argentina considera que el 3 de enero de 1833, «las islas fueron ocupadas por fuerzas británicas que desalojaron a la población (de origen argentino) y a las autoridades argentinas allí establecidas legítimamente, reemplazándolas por súbditos de la potencia ocupante». Las autoridades argentinas reclamaron inmediatamente la agresión injustificada llevada a cabo en tiempo de paz y amistad entre las dos naciones, continuando hasta la actualidad de forma diplomática.

El Gobierno del Reino Unido califica la acción como «reafirmación» de su dominio, que fue establecido el 23 de enero de 1765, un año después de la llegada de la Bougainville procedente de Francia, por el comodoro británico John Byron quien arribó a la pequeña isla Trinidad, denominada por los británicos Saunders Island, y realizó una ceremonia de toma de posesión.

El 15 de septiembre de 1763 Louis Antoine de Bougainville zarpó del puerto francés de Saint-Maló con el objetivo de establecer una colonia en las islas Malvinas. Bougainville manifestó en sus Memorias la importancia de ese establecimiento y destacó el interés británico en la región:

«… en la relación de su viaje, Milord Anson (…) recomienda a los ingleses, en diferentes ocasiones, formar un establecimiento en el sur del Brasil, sosteniendo que la Nación que así lo haga, será la dueña del comercio del Mar del Sur (…) Ese es el objeto y el proyecto que M. de Bougainville [se refiere a él y sus parientes] solicita realizar»

Entre 1739 y 1748, el Reino de Gran Bretaña estuvo enfrentada con el Reino de España en la denominada guerra del Asiento. En ese contexto, el Almirantazgo británico organizó una gran expedición a las Indias Occidentales, encabezada por George Anson. Su objetivo era atacar las posesiones españolas en América, en especial las situadas sobre la costa del océano Pacífico. De las dificultades y penurias sufridas durante este viaje de Anson alrededor del mundo, los británicos fueron conscientes de la necesidad de contar con una base naval en el Atlántico Sur y de su importancia para afectar el comercio español en América. Aunque George Anson no pasó por las Malvinas durante su viaje de circunvalación del globo, las islas eran vistas como el lugar más adecuado para una base naval.

Poco tiempo después de la firma de la paz con España, en 1749, George Anson organizó una expedición al Atlántico sur. España tomó conocimiento del intento británico y protestó, manifestando que el Reino de Gran Bretaña no tenía nada que hacer en el Atlántico Sur y que esas aguas le pertenecían. Finalmente la expedición británica no se llevó a cabo.

La reanudación de las hostilidades con España llevaron a Gran Bretaña a organizar una nueva expedición, que se realizó en el máximo de los secretos. Ni siquiera los tripulantes de los navíos de guerra británicos conocían su verdadero destino. El 23 de enero de 1765 el comodoro Byron realizó la toma de posesión (el archipiélago ya estaba ocupado por Francia desde hacía un año) en la isla Trinidad, denominada por los británicos Saunders IslandLos británicos permanecieron solo cuatro días, dejando una pequeña huerta que luego sería utilizada como «prueba de posesión».

El 25 de febrero de 1768 el Gobernador de Buenos Aires recibió una Real Orden, por la cual se le ordenaba expulsar cualquier establecimiento inglés que encuentre en las regiones pertenecientes a la Corona, sin esperar instrucciones adicionales. Considerando estas órdenes, el 3 de junio de 1770, arribó a Puerto Egmont una flotilla de cuatro buques españoles dirigidos por Juan Ignacio de Madariaga, que intimaron a la guarnición británica a rendirse, pues de lo contrario, se vería «precisado a obligarle con el cañón».El 10 de junio de 1770 la guarnición británica en Puerto Egmont rindió sus armas.

El Primer Ministro británico, Frederick North, no deseaba la guerra, pero no podría impedirla una vez que la expulsión de la guarnición británica tomara estado público. Para solventar ese problema, le propuso a Masserano un acuerdo de palabra: si España aceptaba restituir Port Egmont para salvar el honor del rey Jorge III, Gran Bretaña se retiraría voluntariamente de las islas en un plazo breve, una vez que los ánimos se hubieran serenado.

En 1774 los británicos abandonan definitivamente Puerto Egmont.​ Los británicos dejaron allí una bandera británica y una placa reclamando la soberanía de la isla Trinidad para el rey Jorge III. Debido a que no renunciaron a ello, los británicos justificaron con este antecedente la ocupación de 1833 de todo el archipiélago malvinense.

Desde el abandono británico de 1774 las islas quedaron ocupadas exclusivamente por España. La Capitanía de Malvinas estaba subordinada administrativamente a Buenos Aires. 32 gobernadores garantizaron el ejercicio de soberanía de España sobre la totalidad del archipiélago.

Lo que sería el nuevo Estado argentino estaba en formación y los primeros gobiernos rioplatenses desde 1810 utilizaron el concepto de uti possidetis iure que definía que las antiguas posesiones coloniales pasaban a ser parte del territorio de las naciones independizadas.

El 2 de febrero de 1825, el Reino Unido firmó un tratado de amistad y comercio mediante el cual reconoció la independencia de las Provincias Unidas y, naturalmente, la existencia de un ámbito territorial propio de ella, incluyendo las Malvinas, que habían tomado posesión en 1820, y ejercido otros actos de soberanía incluyendo el nombramiento y la instalación de autoridades.

En 1823, el Gobierno de Buenos Aires otorgó una concesión a Luis Vernet para el aprovechamiento del ganado vacuno y el de los lobos marinos de la Isla Soledad.

El 10 de junio de 1829 se estableció oficialmente en la Isla Soledad y fue nombrado Primer Comandante Político Militar en las Islas Malvinas.

En junio, antes de partir hacia el archipiélago, Vernet había intentado involucrar a Woodbine Parish, el encargado de negocios británico en Buenos Aires, en su empresa para que estimulara el viaje de colonos británicos, pero no tuvo éxito.​ Los británicos vieron la creación de la comandancia como una «intervención en su propia soberanía» y protestaron formalmente en contra de ella. También buscaron contactarse con Vernet para ofrecerle que su colonia esté bajo soberanía británica.​ En agosto de 1829, Parish elevó una protesta ante el gobierno argentino, argumentando que las islas les pertenecían.

Robert Fitz Roy y Robert Greenhow visitaron y escribieron sobre la próspera colonia argentina. Los reportes al gobierno británico sobre el éxito alcanzado por el asentamiento serían fundamentales en la renovación del interés del Reino Unido por las riquezas del archipiélago.

Poco tiempo después de instrumentarse la política de Vernet de reglamentar la pesca y la caza en las islas en 1829, un empresario estadounidense afectado por las leyes argentinas elevó una queja ante el gobierno de Washington. El secretario de Estado Martin Van Buren envió una nota al cónsul de ese país en Buenos Aires, John Murray Forbes. En el escrito y sin dar fundamento alguno, Van Buren afirmaba que las Provincias Unidas «ciertamente no podían deducir un título firme a las islas» e instruía a Forbes para que presentara una protesta. La muerte de Forbes en junio de 1831 le impidió efectivizar la orden de su superior.

Tras el incidente pesquero, el otrora encargado de negocios y nuevo representante George W. Slacum adujo el derecho del pueblo estadounidense de pescar «donde le diera gana», y desconoció los pactos preexistentes entre España y el Reino Unido, entre otras naciones europeas, por el control exclusivo de la pesca en el Atlántico Sur.

En agosto de 1831, tras un incidente con tres pesqueros estadounidenses, Vernet se retiró a Buenos Aires, donde arribó con la goleta Harriet (cuyo cargamento había incautado) con el fin de someter el caso al fallo del Tribunal de Presas, dejando a cargo a su segundo Enrique Meteaf. En Buenos Aires, el diplomático estadounidense solicitó que se tratara a Vernet como «criminal de piratería y robo».

El cónsul estadounidense en Buenos Aires desconoció el derecho argentino a reglamentar la pesca en las Malvinas. A fines de ese año, personal de la corbeta de guerra USS Lexington, de la Armada de los EEUU, incursionó en Puerto Soledad al mando del capitán militar Silas Duncan y se saquearon los bienes y las propiedades, se destruyeron las instalaciones de artillería, y siete pobladores fueron conducidos prisioneros ilegalmente a Montevideo, en lo que fue un desigual acto de guerra. También hubo unos 40 pobladores que aprovecharon para huir. Como nadie pudo resistir, los estadounidenses actuaron con total impunidad. Luego del ataque, desde 1832 hasta 1843, ambas naciones no mantendrían embajadores formales ni relaciones diplomáticas oficiales.

El incidente de la Lexington cobró gran importancia histórica porque el proceso culminó con la ocupación británica de las islas.

La tragedia sucedida en Malvinas simplificó dramáticamente la invasión británica posterior: además de la inutilización de las defensas y fortificaciones argentinas de Puerto Soledad, de la destrucción de edificios y del robo de materiales a manos de la USS Lexington, el archipiélago se hallaba en medio de un caos administrativo, solo estaba defendido por una goleta y su escasa dotación, varios de sus soldados estaban presos y en estado de virtual insubordinación, y la mayoría de los habitantes eran colonos extranjeros que habían recibido recientemente la nacionalidad argentina: gran parte de ellos era de origen británico y dudarían antes de tomar las armas en contra de su país natal.

En una reunión concertada con Woodbine Parish y Henry S. Fox, embajador y cónsul británico respectivamente, éstos aseguraron a Slacum que Argentina no tenía derechos sobre el archipiélago, a cuya soberanía Su Majestad «no había renunciado». Hay pruebas de que Slacum estaba al tanto de la manipulación de la que era objeto y de sus propias intenciones de impedir que el Reino Unido obtuviera la posesión del archipiélago. Esto dio a Slacum el argumento de aspecto legal que necesitaba; rehusándose a aceptar la validez del decreto de nombramiento de Vernet, sugirió a sus superiores «aumentar inmediatamente nuestras fuerzas navales en este Río [de la Plata]».

Vernet tomó la decisión de no capturar naves de bandera británica, dado que no se sentía lo suficientemente seguro de apresar buques del mismo país con que se disputaba el territorio. Slacum en una carta su lenguaje se vuelve más crítico respecto de los reclamos de las Provincias Unidas y las condena a no poseer el territorio en litigio basándose en las características despóticas de la nueva nación.

En junio de 1832, el encargado de negocios estadounidense, Francis Baylies, siguiendo instrucciones de su gobierno, exigió la desautorización de Vernet, la devolución de los bienes incautados por él, y el pago de una indemnización. A su vez, negó rotundamente la legitimidad de los derechos y títulos de soberanía argentina, a favor de la del Reino Unido.

Juan Francisco Esteban Mestivier fue nombrado nuevo comandante de Malvinas. Esto provocó una protesta del ministro británico en Buenos Aires, el 28 de septiembre de 1832, y al igual de las protestas de 1829 contra el nombramiento de Vernet, solo se brindó un acuse de recibo.

El 30 de noviembre el gobernador Mestivier debió hacer frente a una sublevación de amotinados que le costó la vida, asesinado por el sargento Manuel Sáenz Valiente, en su propio hogar y en presencia de su esposa. Esto ocurrió cuando el Sarandí estaba ausente de Puerto Soledad por patrullajes. Las circunstancias exactas de la muerte de Mestivier no están seguras. El motín fue suprimido por marineros armados del ballenero francés Jean Jacques, donde se retiró la viuda de Mestivier, que fue tomada a bordo del cazador de focas británica Rapid. El Sarandí regresó el 30 de diciembre al mando de José María Pinedo quien tomó el control, poniendo fin definitivamente al levantamiento y encarcelando a los cabecillas.

Pinedo encontró las islas en total estado de insubordinación. Por ser el siguiente oficial en rango, asumió el cargo de Mestivier, recompuso la cadena de mando, apresó a los rebeldes e inició las actuaciones sumarias del caso. Unos días después el orden había sido restaurado. Los seis acusados de la sublevación fueron ejecutados en la Plaza de Mayo, a excepción de Gomila, que fue desterrado, y de Sáenz Valiente, a quien le cortaron su mano derecha.

El 30 de abril de 1830, el capitán británico John Onslow, hijo de un almirante de la corona británica, fue puesto al frente de la corbeta HMS Clío, asignada a la estación naval de Sudamérica del Reino Unido, con base en Río de Janeiro.

El 20 de diciembre de 1832 Onslow arribó a Puerto de la Cruzada (un paraje del archipiélago de la Isla Trinidad) con la HMS Clio, tomando posesión formal a nombre de Su Majestad británica. La tripulación se abocó a reparar las ruinas del fuerte, abandonado 59 años antes, y a dejar un aviso de posesión.

El 2 de enero de 1833, la nave ancló frente a Puerto Soledad, asistida por el Tyne. Dado que el barco pertenecía a una nación amiga, José María Pinedo ordenó a uno de sus oficiales efectuar la visita oficial de cortesía a la nave inglesa, para ello envió al teniente primero Manson y a un médico a la Clio a quienes Onslow acompañó personalmente a la Sarandí. El médico fue enviado para inquirir el objetivo de la visita ya que se trataba de un buque de guerra y no un visitante ocasional.

Onslow transmitió por la tarde al comandante argentino sus instrucciones: tomar el control de las islas en nombre su rey. Le dio un ultimátum de veinticuatro horas para arriar la bandera argentina del mástil de la plaza mayor de Puerto Soledad, y proceder a la evacuación de todos los soldados y sus familias junto con sus pertenencias, desocupando todas las instalaciones, y que se liberara el archipiélago de elementos vinculados a gobierno de las Provincias Unidas. Pinedo recibió con sorpresa la intimidación y protestó a lo que Onslow simplemente respondió que le enviaría sus instrucciones por escrito.

El gobierno de Buenos Aires ya sabía de las intenciones inglesas, e incluso habían sido publicadas en la ciudad, pero se trataba de un enfrentamiento desproporcionado ya que las Provincias Unidas aún estaban en proceso de formación tras independizarse y no podían oponerse y enfrentarse a un imperio como el británico. Pinedo preguntó si se había declarado la guerra entre las Provincias Unidas y el Reino Unido, recibiendo por respuesta que no era así y que «muy al contrario la amistad y comercio seguía lo mismo».

El artículo 9º del Código de Honor Naval de las Provincias Unidas obligaba a Pinedo a defender el pabellón de un ataque extranjero hasta las últimas consecuencias. El historiador argentino Laurio Hedelvio Destéfani indica que Pinedo, de hecho, hizo los preparativos para resistir y celebró un consejo de guerra con sus oficiales, ordenando cargar sus cañones a bala y metralla.

John Clark, cirujano de la Sarandí, declaró que «habiendo [Pinedo] llamado la gente a los cañones ninguno de los marineros extranjeros acudió, oyéndose allí una voz de que si peleaban con los ingleses y eran vencidos los colgarían a todos».

El primer oficial de la Sarandí, el teniente Elliot, era estadounidense y estaba dispuesto a dar batalla. El práctico de a bordo se negó a combatir; los ingleses, por el contrario, afirmaron estar dispuestos. Los jóvenes grumetes, de entre 15 y 20 años de edad, aseguraron que combatirían. El resto de los hombres aceptaron acatar las órdenes de Pinedo. Éste distribuyó armas entre los 18 soldados de la desmembrada guarnición portuaria y los puso bajo órdenes de Gomila, a quien liberó dándole instrucciones para armar y preparar a los hombres. Pinedo también preparó el barco y habló a la tripulación sobre su voluntad de luchar, pero finalmente decidió no ofrecer resistencia.

Pinedo adujo ante las autoridades porteñas que sus soldados se negaron a combatir por ser británicos y haber servido a la Royal Navy y que les exigió que defendieran el pabellón argentino mientras llegaba ayuda de Buenos Aires.

«Toda mi tripulación desde el contramaestre y demás oficiales de mar eran ingleses, exceptuando cuatro marineros y seis muchachos muy jóvenes y capaces de nada y catorce hombres de tropa y de éstos tres ingleses».

Pinedo también testimonió que sus instrucciones «le prohibían hacer fuego a ningún buque de guerra extranjero» y que él era quien «tenía que romper el fuego con una nación en paz y amistad» con las Provincias Unidas.

Pinedo protestó verbalmente y se negó a bajar la bandera argentina. Al poco tiempo ordenó a sus hombres que embarquen a la Sarandí y ofreció a los pobladores, que querían abandonar Puerto Soledad, trasladarlos a Buenos Aires. La mayoría comenzó a preparar su equipaje. Onslow y las fuerzas británicas desembarcaron en la mañana del 3 de enero de 1833 a la hora pactada, primero izaron su bandera en un mástil sobre una casa llevado por ellos mismos y luego arriaron la argentina, plegándola pulcramente y entregándosela a Pinedo, quien veía la ceremonia desde la Sarandí.​ El soldado británico que arrió la bandera argentina dijo: «Vengo a devolver esta bandera que ha sido encontrada en tierras de Su Majestad Británica». El comandante de la Clio tomó posesión de Puerto Soledad con las ceremonias ordinarias, incluyendo redoble de tambores, demorando en total en todos los actos unos 15 minutos.

En las islas permanecieron 22 habitantes de la colonia de Vernet, entre ellos 13 argentinos, en su mayoría gauchos e indígenas. La goleta foquera británica Rapid partió el 5 de enero llevando a los amotinados de la Sarandí a Buenos Aires.

Unos días más tarde, y sin más instrucciones por cumplir, también Onslow abandonó el archipiélago el 14 de enero rumbo a la costa del Brasil sin dejar guarnición. El 3 de marzo Brisbane se hizo cargo de las islas, como administrador interino del asentamiento. Onslow no tomó medidas con respecto a la administración de las islas, aunque le dio al almacenero de la colonia (Dickson, de origen irlandés, y asesinado posteriormente) una bandera británica y 25 brazas de cuerda para izarla todos los domingos y ante la llegada de algún barco. Onslow quedó al frente del escuadrón del Atlántico Sur hasta el 17 de junio. La poca población quedó en el mayor desamparo y anarquía. El HMS Tyne, de 28 cañones, pasó brevemente por Puerto Soledad días después de la partida de la Clio, el 15 de enero.​ El 9 de enero de 1834, el HMS Challenger llevó a las islas al primer gobernador inglés, Henry Smith, un oficial de la Armada.

Al volver al Río de la Plata, la Sarandí fue observada por los estadounidenses, mientras el USS Lexington se preparaba para zarpar a las Malvinas para proteger los intereses estadounidenses.

Pinedo arribó al puerto de Buenos Aires el 15 de enero de 1833. Allí fue objeto de una corte marcial por no resistir a los británicos, de acuerdo con el Código Militar de Argentina, acusado por el gobierno de desobedecer al Código de Honor Naval.​ El Consejo Supremo de Guerra y Marina, se refería en su acusación al artículo 41 del Código Naval, que dice que «todo Comandante de guerra debe defender su pabellón de cualquier superioridad con que fuese atacado, con el más valor y nunca se rendirá a fuerzas superiores sin cubrirse de gloria en su gallarda resistencia». Él argumentó que no recibió instrucciones específicas de Buenos Aires sobre cómo reaccionar en caso de una expedición militar británica. Fue declarado culpable con una decisión dividida entre la pena de muerte o ser expulsado del servicio, que se decidió por el auditor de guerra a favor de la expulsión. El tribunal había condenado a Pinedo a la ejecución por seis votos contra tres. Sin embargo, el veredicto fue anulado debido a irregularidades en el procedimiento y a Pinedo le fue entregado otro comando cuatro meses después. Durante esos cuatro meses estuvo suspendido sin goce de sueldo. También se le exoneró de la marina, trasladándose al ejército. La sentencia se había dictado el 8 de febrero del mismo año.

Al tener noticias de la llegada a puerto de la Sarandí, el almirante Guillermo Brown se presentó inmediatamente ante el gobierno para ofrecer sus servicios y expresó su repudio por la débil respuesta militar de los marinos argentinos ante el ataque británico. Simultáneamente, como en el caso de Pinedo, se instanció un sumario para investigar lo acontecido desde la sublevación de noviembre hasta la reciente invasión británica y se instituyó un tribunal al efecto. El sargento Sáenz Valiente y seis cabecillas partícipes del asesinato de Mestivier fueron condenados al fusilamiento y la horca. Debido a su juventud e inexperiencia, Gomila obtuvo una pena leve: fue asignado «dos años con media paga en un fuerte bonaerense a su elección».

Desde la ocupación de 1833 la Argentina reclama la devolución de los territorios que están bajo control del Reino Unido, que lo administra como un territorio británico de ultramar. Argentina reivindica sus derechos sobre las islas y exige su devolución, considerándolas «parte integral e indivisible» de su territorio. A criterio de las Naciones Unidas se trata de un territorio en litigio que incluye en la lista de territorios no autónomos​ bajo supervisión del Comité de Descolonización.