¿Un alto el fuego en Gaza o una jugada política para mantener el statu quo?

Informes recientes sugieren un posible alto el fuego entre Israel y el grupo Hamás, junto con un intercambio de prisioneros. Según Associated Press, el acuerdo, negociado en Qatar, incluiría la liberación de rehenes israelíes y palestinos, así como el retorno de desplazados gazatíes a sus hogares destruidos. Sin embargo, la oficina del primer ministro Benjamin Netanyahu ha advertido que “no se ha llegado a un acuerdo” y que los detalles aún están en negociación.

Si bien la noticia es alentadora, también está cargada de escepticismo. Las acciones de Netanyahu en el pasado y la confesión reciente de su ministro de Seguridad Nacional, Itamar Ben-Gvir, arrojan dudas sobre las intenciones reales del gobierno israelí. Ben-Gvir admitió en redes sociales que él y el gabinete de Netanyahu han trabajado para frustrar deliberadamente las negociaciones de paz: «El año pasado, usando nuestro poder político, logramos evitar que este acuerdo siguiera adelante una y otra vez». Estas declaraciones no solo desacreditan los esfuerzos hacia la paz, sino que refuerzan las acusaciones de que Netanyahu utiliza el conflicto para mantenerse en el poder y desviar la atención de sus problemas legales.

La cifra estimada de 45,000 muertos en Gaza, según conservadores cálculos, incluidos miles de mujeres y niños, plantea serias interrogantes sobre los objetivos y las consecuencias de la operación militar israelí. El cardenal Pierbattista Pizzaballa ha señalado repetidamente lo que califica como “crímenes de guerra” por parte de Israel, destacando ataques contra iglesias y civiles en Gaza.

En este contexto, el presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, ha proclamado el inminente acuerdo como una victoria, mientras utiliza la crisis como plataforma política. En sus redes sociales, Trump declaró que “Gaza nunca más será un refugio para terroristas”, pero su retórica, acompañada de los nombramientos de figuras como Mike Huckabee y Elise Stefanik, revela una inclinación hacia un apoyo incondicional a Israel, más que una búsqueda genuina de paz en la región.

El nombramiento de Huckabee, un “sionista cristiano” que aboga por la construcción de un Tercer Templo en Jerusalén, y las declaraciones del secretario de Defensa designado, Pete Hegseth, quien abiertamente apoya la erradicación total de Hamás, refuerzan la percepción de que este acuerdo es una fachada para perpetuar la ocupación y evitar un cambio político en Israel.

Mientras tanto, el cardenal Pizzaballa y otros líderes religiosos han pedido un “nuevo liderazgo” en la región, uno que valore más la vida humana y la reconciliación que los intereses políticos y territoriales. La pregunta sigue siendo: ¿será este alto el fuego un verdadero paso hacia la paz o simplemente otro capítulo en la prolongación de un conflicto diseñado para mantener el poder de las élites políticas?