Sobrepoblación y Cambio Climático: los modelos fallidos de la Agenda 2030

Al analizar cuestiones referidas al esquema global, se torna posible observar cómo paulatinamente la pandemia por Covid-19 está finalizando, al menos en términos de ingeniería social, para efectuar cambios en el tejido social; pero la agenda 2030 se sostendrá. Tal como lo expresa la propia Organización de las Naciones Unidas: “Respecto al pilar social, los expertos afirman que hay un nivel elevado de concientización acerca de las medidas necesarias para combatir la pandemia, lo cual indica que las campañas de comunicación y sensibilización son herramientas efectivas para educar a la población sobre las medidas necesarias para frenar la pandemia, una lección importante a la hora de combatir el cambio climático. […] La pandemia afectó a todo el mundo, aunque a distintos niveles y con un ritmo y magnitud diferente en cada caso, y los gobiernos se vieron obligados a imponer medidas impopulares pero de obligatorio cumplimiento para todos, que fueron aceptadas. Esta es otra lección importante en la lucha contra el cambio climático. […] Hay lecciones muy importantes sobre la crisis de la COVID-19 que se pueden aprender y aplicar a la lucha contra el cambio climático, incluida la interdependencia de los sistemas social, económico y medioambiental, que debe abordarse desde un punto de vista holístico y socioecológico. Los planes de recuperación tras la pandemia, bajo el lema ‘Reconstruir mejor’, constituyen una oportunidad para redefinir estos sistemas como un todo único y aspirar a un cambio transformador basado en un esfuerzo coordinado a nivel global, siguiendo la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible y el Acuerdo de París sobre Cambio Climático.”[1]

La misma consta de 17 objetivos de desarrollo sostenible adoptados entre el 25 y 27 de septiembre de 2015 en Nueva York por 193 Estados Miembro, en el marco del Septuagésimo Aniversario de la Organización, y se articula primariamente en base a dos modelos fallidos, propios del discurso ecologista, como lo son la idea del cambio climático antropogénico[2] y sobrepoblación. A su vez, estos objetivos abordan necesariamente todos los aspectos de la vida humana, y esto no es casualidad, pues el ecologismo se ha convertido en el movimiento político que impulsa la regulación más grande de la historia. Después de todo, como dijo Mencken: “La urgencia por salvar a la humanidad es casi siempre una máscara que oculta la urgencia por gobernarla”. Asimismo, queda en evidencia que la misma es tan válida para coaliciones gobernantes que representan lo que Chantal Mouffe denominó el “consenso del centro”: uno más corrido a la derecha, el otro a la izquierda, pero ambos, en definitiva, a las órdenes del poder mundial[3].

 

La sustentabilidad: un concepto… disentido

 

Dicha Agenda usufructúa el lema de la sustentabilidad por medio de los Objetivos de Desarrollo Sostenible que, en palabras de Naciones Unidas: “conforman el esquema para mejorar las vidas de las poblaciones alrededor del mundo y mitigar los peligrosos efectos originados por el hombre relacionados con el cambio climático. El ODS 13: Acción por el clima, hace un llamado para integrar medidas para la prevención del cambio climático dentro de esquemas de desarrollo. El ODS 14: Vida submarina, y el ODS 15: Vida de ecosistemas terrestres, también hacen un llamado para prácticas más sostenibles en el uso de los recursos naturales del planeta”[4]. En este sentido, Sustainable development es un concepto expuesto en el Informe de la Comisión Mundial sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo (Comisión Brundtland) titulado “Nuestro futuro común” en el año 1987, indistintamente traducido al castellano como desarrollo sostenible o desarrollo sustentable, que la Asamblea General de la ONU aceptó en su sesión plenaria del 11 de diciembre del mismo año. A su vez, este concepto ha sido blanco de varias controversias debido a su ambigüedad, ya que su definición no corresponde a un concepto científico, sino político. “De hecho, la presidenta [Síc.] de la CMMAD, Brundtland, si bien se había desempeñado como ministra del Medio Ambiente de Noruega entre 1974 y 1979, no se caracterizaba por ser una experta en ciencias de la Tierra o en ecología, sino por ser una […] política socialdemócrata (miembro del Partido Laborista)”[5].

Como explica el biólogo y periodista ambiental Sergio Federovisky: “El término sustentabilidad, cuyo origen conceptual -aunque no lingüístico- ciertos autores ubican antes del año mil ante el descenso de la capacidad de reproducción de bosques diezmados para obtención de leña en Europa y Medio Oriente, se introduce cuando aparece una intervención externa, permanente y en una sola dirección: la de disminución de la masa forestal por extracción para uso humano. Nace entonces la idea de uso sustentable, definida por la posibilidad de mantener una tasa de productividad de un ecosistema sin poner en riesgo su capacidad de reproducción, es decir sin descender hasta niveles de biomasa que lo conducirían a su desaparición o, mejor dicho, a su transformación en otro ecosistema de menor biodiversidad. Queda claro, por lo tanto, que cuando se habla de sustentabilidad se habla necesaria y obligatoriamente de ecosistemas de los que se extrae un recurso renovable, aquel que se ‘va creando’ de manera permanente en el seno de ese ecosistema en lapsos de tiempo ‘humanos’. Una mina de oro o un yacimiento de petróleo, por más responsable que sea su modo de extracción, jamás tendrá la opción de usar la sustentabilidad como calificativo de esa explotación, ya que su tasa de reproducción no depende del modelo de extracción pues está fuera del horizonte de los tiempos humanos. Es simplemente un yacimiento (petrolero o minero) del cual se saca hasta que se acaba: el agotamiento de ese pozo o esa veta está determinado de antemano y el tiempo en que se llegue a ese final solo depende de los volúmenes que se extraigan. De ahí que, con algo de laxitud al incorporar tanto recursos renovables como no renovables en su definición, se defina al desarrollo sustentable como el modo de satisfacción de las necesidades actuales sin comprometer las de generaciones futuras: algo que vale para los recursos forestales o pesqueros (usar lo necesario para dejar árboles y peces para nuestros nietos) pero no para el gas o el cobre”[6].

Así pues, “de la sustentabilidad biológica se pasó, narrativamente, a la sustentabilidad ambiental, que vendría a ser lo mismo pero más ampuloso y menos exacto. Al advertir el deterioro de los recursos naturales, el discurso dominante […] incorporó la idea de la ‘sustentabilidad ambiental’, como forma de decirnos que era la aplicación de esa receta la que detendría esa debacle. Ya no se refería a ‘un’ ecosistema sino al conjunto de los recursos naturales, renovables o no, falseando así la definición científica del concepto. Más tarde, la comunidad internacional, compelida a dar recetas viables para enfrentar la crisis ecológica, reconoció a regañadientes que la sustentabilidad no podía abarcar también a los combustibles fósiles o la minería, y pasó a la recomendación de salir de una economía dependiente del petróleo, el gas y el carbón, a una motorizada por las energías ‘renovables’ (el viento y el sol), las que por definición serían portadoras del gen de la sustentabilidad.”[7] Es así que desde fines de la década de 1980, comenzó a popularizarse la errónea idea del “desarrollo sostenible”[8], así como el “uso sostenible de los recursos naturales”, que no son sino la justificación de que deberían existir regulaciones gubernamentales, mediante la creación de nuevas medidas legislativas y agencias burocráticas, para satisfacer “las necesidades de la generación presente sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades”[9].

Lo que se tiene es sino la arrogancia de creer que millones de personas, a las que no conoce ni jamás se ha visto, con hábitos y modos de pensamiento que se desconocen, actuarán como se prevé y cumplirán los fines que agencias burocráticas desean. Pues se parte del supuesto de que, “en esencia, el capitalismo sostenible es una serie de principios que tienen como objetivo abordar los problemas estructurales que enfrenta el capitalismo. Estos incluyen una dependencia excesiva de la toma de decisiones a corto plazo a costa del valor a largo plazo, la falta de alineación de los incentivos y la falta de una contabilidad adecuada de las externalidades. El capitalismo sostenible busca resolver estos problemas fomentando la creación de valor económico a largo plazo y al mismo tiempo integra las externalidades ambientales, sociales y de gobernabilidad en sus métricas”[10]. Empero, como bien remarcó el Premio Nobel de Economía Milton Friedman, el mérito de Adam Smith en “La riqueza de las Naciones” estribó en “reconocer que los precios que se establecían en las transacciones voluntarias entre compradores y vendedores […] podían coordinar la actividad de millones de personas, buscando cada una de ellas su propio interés, de tal modo que todas se beneficien”[11]. Lo que se ignora en este sentido es que, justamente, la relación entre consumo presente y el consumo futuro es la tarea que desarrolla el mercado mediante el mecanismo de precios, mientras que las agencias reguladoras no poseen la información para decidir acerca de los recursos disponibles[12]. La información cambia con aprisa y se halla dispersa, guiada mediante la acción de millones de agentes alrededor del mundo. En este sentido, la farsa del “desarrollo sustentable” es el caballo de Troya hacia las regulaciones, privilegios y oligopolios que, en nombre de la “transición hacia una economía verde”, resulta perjudicial para el verdadero cuidado del medio ambiente.

Como explica el Dr. en Filosofía Política y Legal Pablo Muñoz Iturrieta en su análisis sobre la Agenda 2030, este “es el martillazo final para imponer un plan de reingeniería social a nivel mundial y al servicio de la agenda progresista, clave para entender el proyecto globalista actual y que se intensificó a partir del año 2020 bajo la propuesta del ‘Gran Reseteo’ del Foro Económico Mundial. Se nos habla de un capitalismo ‘inclusivo’, cuando en realidad se busca el control total de los recursos naturales para el uso y provecho de una minoría selecta y eliminando a los que no entran en el plan de ‘sustentabilidad’. Además, dicho proyecto de ‘desarrollo sustentable’ exige la ‘movilización de recursos financieros’, por lo que ‘la financiación pública, tanto a nivel nacional como internacional, será vital’. Es decir, esta Agenda 2030 está evidentemente al servicio de la oligarquía financiera internacional que, bajo el lema de ‘capitalismo inclusivo’, no hace más que devorar aún más a los países en su paso arrollador y de extracción de recursos naturales. Los grandes fondos de inversión estarán más que exultantes con dicho plan, especialmente cuando sea el Estado el que les pida préstamos impagables a tasas exorbitantes para poder subvencionar los proyectos que recaerán en compañías que pertenecen a los mismos fondos de inversión. Negocio doble.”[13]

En efecto, una de las principales “preocupaciones” del sujeto político que encarna el ecologista suele ser la utilización de los recursos naturales, lo cual no resulta nada nuevo: en el siglo XIX, el economista británico William S. Jevons vaticinó el agotamiento del carbón. “A decir verdad” -escribió- “el carbón no está a la par de los demás productos, sino que destaca completamente sobre todos ellos. Es la energía material del país: la ayuda universal, el factor presente en todo lo que hacemos”[14].  Dado que éste era utilizado por locomotoras, chimeneas y demás artefactos, siguiendo un razonamiento físico de los recursos, terminaría agotándose. Pero lo que Jevons tuvo fue un error de apreciación de recursos. No nos interesan los recursos como tales, sino por lo que nuestra capacidad de innovación nos permite realizar con ellos. Durante el siglo XIX el carbón era altamente demandado, sin embargo, progresivamente el petróleo, bien o mal, comenzó a reemplazarlo. Hoy a nadie se le ocurriría plantear que el carbón está por agotarse, a pesar de que los ingleses lo extraían de China para explotarlo desde el siglo XIII. Incluso, tenemos más reservas a disposición que en toda la historia de la Humanidad.

La errónea idea de que agotaríamos nuestros recursos proviene de un simple modelo promocionado por el Club de Roma en general, y el ecologista Paul Ehrlich en particular: Según éste, usamos una determinada cantidad de materia prima (ejemplo: carbón) para obtener lo que deseamos (energía). Tenemos una cantidad fija de ese material y la necesitamos constantemente para obtener el resultado final que deseamos. Pero, a la vez que la población crece, necesitaremos más de ese producto para, no solo mantener el nivel de energía del principio, sino incrementar los niveles para satisfacer las nuevas demandas. Ergo, la materia prima utilizada para obtener el recurso se agotará.

Como nos recuerda André Gorz, padre de la ecología política francesa, a partir de 1972, el ecologismo consiguió contar con un fundamento objetivo gracias al informe financiado por el Club de Roma, Limits to Growth. El mismo demostraba “la imposibilidad de continuar en la vía de crecimiento de las economías industriales, la destructividad del modelo capitalista de desarrollo y consumo […]”. De esta forma, “los reclamos ‘culturales’ del movimiento ecológico se encontraban de este modo objetivamente fundamentados por la urgente necesidad, científicamente demostrable, de romper con el industrialismo dominante y su religión del crecimiento. Por ende, el ecologismo podía volverse un movimiento político […]”[15]. El mismo se realizó sobre la base de un modelo informático predictivo llamado “World 3”, cuyos resultados alertaron gravemente sobre los niveles de contaminación existentes, los cuales amenazaban al planeta de forma global, al tiempo que, como nos recuerda el Doctor en Estudios Americanos y magíster en Ciencia Política Fernando Estenssoro Saavedra, sintetizó “magistralmente todas estas tesis neomalthusinas” que fluctuaron a lo largo de la década de 1970 y, “coincidiendo plenamente con el enfoque […] de los Ehrlich, los Paddock, y otros, pronosticó el agotamiento mundial de los recursos naturales a raíz del crecimiento demográfico”.[16] El mismo predecía el fin de la civilización si el crecimiento económico no se detenía al tiempo que también el aumento demográfico debía hacerlo, el cual se encontraba en contino ascenso principalmente en los países subdesarrollados, a razón de que los límites físicos del planeta no permitirían un continuo crecimiento de los antes mencionados, por lo cual la solución requería un nuevo orden mundial que evitara la catástrofe ambiental. La conclusión fue la siguiente: “Si no se modifican las tendencias actuales en cuanto a crecimiento de la población mundial, industrialización, contaminación, producción alimentaria y agotamiento de los recursos, alcanzaremos el límite de crecimiento de este planeta en el transcurso de los próximos cien años. El resultado más probable será una repentina e incontrolable caída de la población y la capacidad industrial. Es posible alterar estas tendencias y establecer una condición de estabilidad ecológica y económica que sea sostenible largamente en el futuro”[17].

No obstante, los modelos informáticos del Club de Roma indicaron que las reservas de cobre conocidas se agotarían en treinta y seis años, en especial si China instalaba conexiones telefónicas. Empero,  “dado que esto fue hace más de cuarenta años, el cobre ya debería haber desaparecido […] En aquel entonces, se estimaba que habría reservas accesibles de unos 280.000.000 de toneladas […] Desde entonces se han consumido casi 480.000.000 de toneladas -más de lo que había en las reservas originales-, y hoy se calcula que las reservas de cobre en el mundo son más del doble, unos setecientos millones de toneladas […] Hoy se usan cables de fibra óptica, y cada vez más tecnología inalámbrica […] Según el índice de precios de los productos industriales de la revista The Economist, el precio de las materias primas se ha reducido casi la mitad de 1871 a 2010 […] Esto implica una tasa de crecimiento anual compuesto de -0,5% por año durante ciento cuarenta años”[18].

“‘Estamos buscando lo último de nuestros recursos y gastando las cosas no renovables muchas veces más rápido de lo que estamos encontrando otras nuevas’, advirtió el director del Sierra Club, Martin Litton, en el ‘informe ambiental’ especial del 2 de febrero de 1970 de Time. El ecologista Kenneth Watt declaró: ‘Para el año 2000, si las tendencias actuales continúan, estaremos consumiendo petróleo crudo a tal velocidad … que no habrá más petróleo crudo. Conducirás hasta la bomba y dirás: ‘Llénelo, amigo’, y él dirá: ‘Lo siento mucho, no hay nada’. Más tarde ese año, Harrison Brown, un científico de la Academia Nacional de Ciencias, publicó una tabla en Scientific americano que analizó las reservas de metales y estimó que la humanidad se quedaría totalmente sin cobre poco después de 2000. El plomo, zinc, estaño, oro y plata desaparecerían antes de 1990”[19]. Sin embargo, “por supuesto que esto no sucedió. Los precios de todos los metales y minerales han caído más del 50 por ciento desde 1970” hasta el año 2000, según el Instituto de Recursos Mundiales, como recordó Ronald Bailey.

Este modelo no solo ignora que, en un mercado relativamente libre, cualquier escasez de la oferta, causaría per se un incremento en el precio de la misma, que a su vez, produciría que sea más económico buscar nuevas alternativas para llevar a efecto la realización de ese producto, lo que en economía se conoce como “efecto sustitución”. La tarea de los precios reside en la producción de incentivos para, no sólo actuar ante la información de la demanda, sino que también proveer la información necesaria sobre la manera más eficiente de fabricar los productos. Asimismo, se ignora que aún hay reservas por descubrir -que no son viables económicamente-; la capacidad de reciclar: Hoy en día, más del 40% de la demanda de cobre de los países miembros de la UE se cubre con el reciclaje, gracias a la recuperación de productos al final de su vida útil[20]; no usamos recursos en proporciones constantes, por el contrario, cada vez se necesita menos por unidad de producción. La cantidad de energía para producir una unidad de riqueza ha disminuido en alrededor de 1% por año en los últimos ciento cincuenta años en Occidente. Por otro lado, es menester comprender que la demanda no corresponde al recurso, sino a lo que hacemos con él. “La cantidad disponible de casi todos los recursos que preocupaban al Club de Roma aumentó; varios se han cuadruplicado”[21] y la tecnología e industria moderna son capaces de crear sustitutos que nunca habían existido antes como tales, el incremento de sustitutos más económicos, como plásticos y fibras sintéticas, mantuvo a los recursos naturales baratos y abundantes. Como dijo Alberto Benegas Lynch, “la creatividad no es nuca resultado la reglamentación burocrática, sino fruto de una atmosfera en la que se respira libertad”[22].

En su crítica a “Los límites del crecimiento” del equipo del Club de Roma, serán Peter Passell, Marc Roberts y Leonard Ross quienes concluyan precisamente la siguiente afirmación: “Las reservas y necesidades de recursos naturales en el modelo [del Club de Roma] se calculan sobre los supuestos más conservadores sobre la capacidad de la economía mundial para adaptarse a la escasez. Esto se debe en gran parte a la ausencia de precios como una variable en la proyección de “Límites” de cómo se utilizarán los recursos. En el mundo real, el aumento de los precios actúa como una señal económica para conservar los recursos escasos, brindando incentivos para utilizar materiales más baratos en su lugar, estimulando los esfuerzos de investigación sobre nuevas formas de ahorrar en insumos de recursos y haciendo que los renovados intentos de exploración sean más rentables […] los precios de los recursos naturales se han mantenido bajos, dando poca evidencia de la próxima escasez [a contracara de las predicciones apocalípticas vaticinadas por el equipo del Club de Roma, los precios de las materias primas y recursos naturales se han mantenido bajos, y en general han declinado en relación con otros precios] […] El cambio técnico ha reducido drásticamente los costos de exploración y extracción, al tiempo que permite la sustitución de materiales abundantes por materiales escasos: plásticos por metal, fibras sintéticas por naturales, etc”[23].

Esto, en realidad, reviste suma importancia, dado que muchos de los trabajos más considerados por la militancia ecologista cometen el mismo error. Con consideraciones análogas a las de “Los límites del crecimiento”, el análisis que desarrolló el ambientalista anglo-francés Edward Goldsmith junto a su equipo de trabajo en “Proyecto para la supervivencia”, lanzado el mismo año de publicación del estudio de Meadows, concluyó que, de continuar los índices de consumo de 1972, todas las reservas conocidas de plata, oro, cobre, hierro, mercurio, plomo, platino, estaño, tungsteno y zinc “quedarán agotadas dentro de cien años”, pero de continuar aumentando exponencialmente su consumo a los niveles de 1960, “todas las reservas conocidas quedarán agotadas dentro de 50 años”, es decir, para 2022, “a excepción de sólo dos: cromo y hierro, ¡y éstas durarán sólo 40 años más!”[24]. A esto, Goldsmith y su equipo agregan que “a los índices actuales de consumo y considerando el crecimiento proyectado de esos índices, casi todas las materias primas serán prohibitivamente caras dentro de unos 100 años”[25], aunque, como hemos visto, el precio de varias de las materias primas que aquí se mencionan ha bajado significativamente a lo largo de las últimas décadas. En el mismo sentido, en el Memorandum 200, Henry Kissinger menciona que “las estimaciones del Servicio Geológico de los EEUU sugieren reservas recuperables de petróleo y gas […] para suplir la demandad doméstica por al menos dos o tres décadas, pero […] hay opiniones expertas respetables que apoyan estimaciones menores”[26].

Se tiene la idea del humano como un ser irracional que, sesgado por su sed de ganancias, agotará todo lo que esté a su alcance, pero esta conducta es precisamente contraria a la lógica de mercado, donde la escasez de recursos implica que a estos se les dé un uso según su urgencia, ya que, si fueran sobreabundantes, nadie debería de preocuparse por ellos. El problema recae en que, como temporalmente son escasos, se requiere el sistema de precios para utilizarlos en las áreas de mayor importancia relativa. Durante décadas se nos ha bombardeado con la idea de que la Tercera Guerra Mundial sería a causa del agotamiento del petróleo, así lo han sostenido títulos como “Petróleo: Tercera Guerra Mundial”[27], de Pierre Pean; lo cierto es que la del agotamiento del petróleo es una idea que en buena medida aún perdura en quienes sostienen que “la disponibilidad de energía abundante, basada en la quema de combustibles fósiles (carbón, gas y petróleo) se encuentra en franco retroceso, y el acceso a aquellas reservas es mucho más costoso en términos económicos […]”[28]. Empero, en los hechos vemos que hoy en día en los Estados Unidos es más barato un litro de petróleo que un litro de leche o de refresco[29]. A decir verdad, “en 1944, la cantidad mundial de reservas probadas de petróleo era de 51.000 millones de barriles de petróleo. En 2018, las reservas mundiales probadas de petróleo ascendían a casi 1.500.000 millones de toneladas (BP estima que 1.730.000 millones de toneladas), es decir, unas treinta veces más que en 1944, y ello a pesar del voraz apetito de la humanidad por el petróleo durante las siete décadas intermedias”[30]. Desafortunadamente, en política y, sobre todo en tiempos de posverdad, el relato se impone al dato, y “una mentira habrá dado la vuelta al mundo antes de que la verdad tenga la oportunidad de ponerse los pantalones”, como dijera Winston Churchill.

Como nos recuerda el mentado Doctor en Economía Alberto B. Lynch, “si se hubiera racionalizado el carbón en la época de la Revolución Industrial, ésta no hubiera tenido lugar en la medida en que ocurrió y, por otro lado, el carbón, a poco andar, fue sustituido por el petróleo. Ningún zar de la ecología tiene la posibilidad de conocer las infinitas combinaciones de necesidades y cuidados presentes y futuros que requiere un ecosistema en conexión con las infinitas posibilidades de utilización racional de los recursos por parte del hombre”[31].

Ante las catastrofistas disertaciones de Ehrlich sobre el colapso ambiental, el agotamiento de los recursos naturales, la escasez de alimentos y el hambre masiva, fueron no muchos los académicos que se opusieron a sus apocalípticas conclusiones. A pesar de ello, uno de los más sobresalientes fue el economista estadounidense Julian Simon. Para este, especializado en un campo distinto del de Ehrlich, cualquier escasez de la oferta en un mercado, siempre que este fuera relativamente libre, causa per se un incremento del valor de la misma, que, a su vez, provocaría que sea más económico buscar nuevas alternativas para llevar adelante la realización de un determinado producto. Es decir, para Simon, el aumento de los precios actúa como una señal económica para conservar los recursos escasos, brindando incentivos para utilizar materiales más baratos en su lugar. Esta fue la idea general que plasmaría posteriormente en su libro “The Ultimate Resource”, de 1981. Después de haber contendido intelectualmente con Ehrlich en la mayor parte de la década de 1970, finalmente Simon retó a este último a una apuesta sobre el agotamiento de los recursos: la misma consistía en que Ehrlich debía elegir una “canasta” de materias primas que esperaba que escasearan durante los próximos años, además de elegir el período de tiempo -de más de un año-, durante el cual esas materias primas serían (según Ehrlich) más caras. Al final de ese período, se calcularía el precio ajustado por inflación de esos materiales. Si los mismos se volvieran más caros, este encarecimiento sería muestra de su escasez, lo que demostraría que Ehrlich habría ganado la apuesta; Si, por el contrario, el precio fuera más bajo, sería la demostración cabal de que la teoría de Simon era acertada. Lo que estaba en juego era la diferencia de precio final de la canasta al comienzo y al final del período de tiempo. Ehrlich eligió cobre, tungsteno, estaño, níquel y cromo, y la apuesta se acordó el 29 de septiembre de 1980, siendo la fecha de pago el 29 de septiembre de 1990: a pesar de un aumento de la población de 873 millones durante esa década, los cinco productos que había Ehrlich seleccionado disminuyeron su precio en un promedio de 57.6 %. No solo eso: en 2016, volviendo sobre los resultados de la apuesta, los economistas de la Universidad Metodista del Sur, Michael Cox y Richard Alm, descubrieron que los metales de Ehrlich eran “22,4 por ciento más baratos en 2015 que en 1980”, además de que “el precio real de los minerales de Ehrlich había caído un 41.8 por ciento entre 1980 y 2015”[32].

El ritmo de explotación o conservación de los recursos naturales es consecuencia de millones de contratos contractuales que tienen lugar gracias a los mecanismos de precios que, a su vez, estos emiten señales que elevan o disminuyen los precios, los incentivos y retardan o estimulan la multiplicación de las especies. Como dijo el gran pensador y naturista Henry Thoreau: “la capacidad humana no ha sido medida, y se ha ensayado tan poco, que no podemos juzgarla por algunos precedentes”[33]. De hecho, es posible que haya sido el aumento demográfico, al contrario de lo que plantea Ehrlich, el responsable de la baja de costos de las materias primas[34]. Una vez que se comienza a satisfacerse a la demanda de determinado producto mediante un nuevo artículo, el que hasta hace poco tiempo era demandado por muchos agentes, ahora comenzará a sobreabundar.

 

El control demográfico: la clave del Desarrollo Sostenible

 

Por otro lado, lo cierto es que, basándonos en absolutamente todos los informes de la ONU, una clave para alcanzar el desarrollo sostenible es la reducción de la población, por eso se han incluido con insistencia prácticas como el aborto en otro de los puntos clave de la agenda, que es el del difuso término de “salud reproductiva”. No obstante, resulta pertinente remarcar un aspecto clave en este sentido: resulta esencial reconocer que el control de natalidad no se da sólo mediante legislaciones como el aborto, pues desde Paul Ehrlich (padre del ecologismo antinatalista) hasta Henry Kissinger (autor del Memorándum 200), los principales propulsores del control demográfico han estado de acuerdo en dos cosas: a) Mostrar énfasis en el derecho de los individuos a elegir libremente la cantidad de hijos; b) El control demográfico es más eficaz si no se impone. Estrategia en la cual el aborto sólo aparece como medida última e indeseada. En este sentido, es preciso remitirnos, por ejemplo, a los resultados de “la conferencia internacional ‘Objetivos y estrategia para mejorar la calidad del ambiente en la década del setenta’, con participación de industriales y funcionarios gubernamentales de Estados Unidos, Europa y Japón, además de representantes de Naciones Unidas, la OCDE y la OTAN”. Presidida por J. George Harrar, entonces también presidente de la Rockefeller Foundation. “Es interesante destacar que en las conclusiones de esa conferencia, […] se señalaba que en esta se había coincidido ‘en que la explosión demográfica, o un crecimiento demográfico continuo y prolongado pueden anular todos los esfuerzos para mejorar el ambiente’”, por lo que “se instaba a ‘Estados Unidos y a otras naciones avanzadas a que ayuden a las naciones en desarrollo a controlar el crecimiento demográfico[35].

La agenda 2030 explícitamente dice que es un mecanismo para hacer cumplir las principales conclusiones de todas las grandes cumbres realizadas hasta la fecha. Esto es así, en definitiva, porque cuando se realizaron estas grandes conferencias, fueron muy pocos los países que acataron las normas impuestas por el globalismo. Esto nos lleva a tener que conocer cuál fue el objetivo de todas estas grandes cumbres: Conferencia Mundial de Población de Bucarest (1974), se vió un triunfo de la Argentina frente al mundo, en una cumbre organizada en principio por la familia Rockefeller junto a lo que hoy conocemos como IPPF, para implantar el control de natalidad e implantar el aborto a escala mundial (es de aquí, de donde sale el Fondo para la Población de la Naciones Unidas). Luego, tuvo lugar la Conferencia Internacional sobre Población y Desarrollo en El Cairo, de 1994, donde se redobló la apuesta de Bucarest 74, ya que buena parte del mundo subdesarrollado se opuso a la agenda del aborto, en principio, gracias a fuerte influencia cristiana que muchos ecologistas como Paul Ehrlich criticaron. Así es que en El Cairo 1994 se promulgó la idea de los “derechos sexuales y reproductivos”. Pero también podríamos hablar de la Reunión de Pekín de 1995, donde se propuso e impuso la ideología de género, o la nueva ética y moral atea que se promulgó en la “Carta de la Tierra”, del año 1993, luego de la Cumbre de Río del 92, donde se establece una nueva ética de vida sostenible, entre otras. ¿Y cuál es uno de los puntos destacados de la nueva ética sostenible? Pues, básicamente, disminuir a la población pobre, ya que esta es la parte de la sociedad que más sufre[36], a través de un entendimiento determinista de la sociedad, típico del siglo XVIII, donde quien nacía pobre, necesariamente perecería en la misma condición (Malthus). Esta idea determinista, de hecho, ha impregnado cada recoveco del neomalthusianismo de mediados del siglo XX. Así, por ejemplo, cuando Nixon llamó a crear la Comisión de Crecimiento de la Población y el Futuro de América”, que fuera presidida por John D. Rockefeller III, entre las conclusiones entregadas “al presidente […] y al Congreso el 27 de marzo de 1972 (dos meses antes de la Estocolmo 72)”, se señalaba que se “[…]llegado a la conclusión de que, en el largo plazo, no resultarán beneficios sustanciales de un mayor crecimiento de la población de la nación, más bien la estabilización gradual de la población a través de medios voluntarios contribuiría significativamente a la capacidad de la nación para resolver sus problemas. […] no hemos encontrado argumento económico convincente para el continuo crecimiento de la población”[37]. ¿Y cómo planea Rockefeller que la “estabilización” de la población contribuirá al beneficio económico de los Estados Unidos? Básicamente, implementando medidas antinatalistas entre los sectores más bajos en la pirámide social. Estos serían principalmente los sectores a los que apuntar tales medidas, basándose por completo en una visión determinista de la evolución social: a saber, quienes nacen pobres, necesariamente deberán morir en las mismas condiciones.

Ahora bien, desde el año 1974, como dice el dicho, ha corrido mucha agua por el puente, de forma que ya no se concibe políticamente correcto afirmar que hay que disminuir la pobreza eliminando a los pobres. Lo que se dice hoy en día, siguiendo el mismo razonamiento lógico del pasado, es que, como son las poblaciones más pobres las más vulnerables al cambio climático[38], hay que prevenir que estos sectores sigan reproduciéndose. No es de extrañar, en este sentido, el artículo que publicó en 2016 “Global Citizen”, una de las más grandes ONG’s del planeta que cuenta con el explícito apoyo de la ONU, titulado “Por qué el control de la natalidad podría ser la mejor arma contra el cambio climático”[39]; ya en 2009 la red televisiva ABC News, una de las más grandes compañías de información del planeta, publicaba un titular más que semejante: “El control de la natalidad podría ayudar a combatir el cambio climático”, donde reza que “dar anticonceptivos a personas en países en desarrollo podría ayudar a combatir el cambio climático al desacelerar el crecimiento de la población, dijeron expertos […]”[40]. El propio David Attenborough, uno de los divulgadores ecologistas de mayor renombre, manifestó en 2013 que los humanos son “una plaga sobre la Tierra”, pues “no se trata solo del cambio climático. Es también una cuestión de espacio, de si habrá suficiente sitio para cultivar alimentos que suministrar a toda esa enorme multitud”[41]. En un mundo que alberga cerca de 7.700 millones de personas, y en el que el acrecentamiento del nivel de vida en la mayoría de los países en vías de desarrollo ha ido en aumento desde las últimas 5 décadas, nos resulta frecuente oír que cada vez se vuelve más significativo renovar los esfuerzos por mantener un activo control de la natalidad, a fin de que este aumento de los índices de natalidad y el prolongamiento de la estimación de vida junto con el acrecentamiento del nivel de vida, “no afecten a las generaciones venideras”, como justifica su accionar el movimiento “Un mundo de 7 mil millones”, con el respaldo, nada menos, que de la ONU[42].

Véase la conclusión a la llegaron 11.000 científicos llegaron en 2019, en uno de los seis pasos en el documento sobre la “emergencia climática” publicado en la revista BioScience, en el 40° aniversario de la primera conferencia mundial sobre el clima. En susodicho documento se establece que reducir el crecimiento de la población es uno de los seis pasos que, según los autores, minimizarían las emisiones de dióxido de carbono: “…la población mundial debe estabilizarse e, idealmente, reducirse gradualmente, dentro de un marco que garantice la integridad social”[43]. Este no es, de hecho, un caso aislado, ya en la cumbre del clima de Barcelona en 2009 se había hecho presente vastedad de grupos militantes del control abierto de la natalidad bajo la excusa del cambio climático. El planeta tiene demasiados “emisores de CO2 […] y si la población sigue aumentando aumentarán los emisores y las víctimas del cambio climático”[44], expresaba en aquella oportunidad Roger Martin, de la organización Optimum Population Trust, que busca limitar la población mundial, y es que, como esclareciera Voltaire: “Aquellos que pueden hacerte creer absurdos, pueden hacerte cometer atrocidades”.

El mundo observa como estas ideas se apoderan paulatinamente del sentido común de las sociedades a través de la ingeniería social implementada por el sistema, véase el titular de la revista Quo de junio de 2011, titulado “La plaga humana: Siete mil millones de depredadores alientan contra el planeta”[45], donde se dedican 12 páginas de susodicha revista a una entrevista realizada a Les Knight, fundador del Movimiento por Extinción Humana Voluntaria (VHEMT por sus siglas en inglés). Asimismo, resulta valido comprender que “aunque la idea suene estrafalaria, Unicef reconoció en 1992 que el control de la natalidad era la medida más barata y efectiva para mejorar la calidad de vida. La London School of Economics concluyó en agosto pasado que invirtiendo en planificación familiar el coste de reducir la emisión entre 2010 y 2050 de una tonelada de CO2 sería de siete dólares, por 32 que costaría hacerlo con inversión en energías renovables”[46].

Hablar de ecologismo, en primera instancia, requiere de trazar una distinción fundamental: pues este movimiento, a pesar de sus divergencias internas, no es sinónimo de ciencia. Pues, si bien en buena medida este intenta legitimar sus afirmaciones mediante la utilización de estudios que provienen de las Ciencias Naturales, lo cierto es que el mismo refiere a causas sociales, a saber: refiere a factores relacionados con la conducta humana, más no a fenómenos propiamente naturales. El ecologismo es una ideología, y como tal, comprende los vicios inherentes a la misma, como la desconexión con la realidad misma. Entendía Karl Marx en su desarrollo teórico el concepto de ideología como un conjunto de ideas, conceptos y creencias destinados a convencer universalmente de una verdad[47]. Pero estas ideas, en efecto, producen una conciencia deformada de la verdad, cuya falsedad obscurisa el recto juicio de los individuos, y reposa fundamentalmente en un proceso de inversión y ocultamiento de lo real. De esta forma, y como fenómeno vernáculo de la posmodernidad, se intenta explicar de forma reducida las complejidades que atañen al género Humano y la naturaleza. En este sentido, por demás evidente se vuelve el error compartido por muchos espacios occidentales de creer que el ecologismo constituye una propuesta superadora para los problemas ambientales que objetivamente existen. Así llega a comprenderse cómo el ecologismo ha intentado legitimar la idea de que “las sociedades humanas son un cáncer para el planeta” cuando el propio ecologismo es un cáncer para la Humanidad.

 

¿Un mundo sobrepoblado?

 

Creer que el ecologismo es bueno para cuidar el planeta es similar a creer que el feminismo es bueno para cuidar a la mujer. En este sentido, hablar de ecologismo equivale a hablar de modelo fallido, ya sea que uno se refiera al concepto de “sobrepoblación” o a la “Teoría de Cambio Climático Antropogénico”. Vale contemplar la definición de “superpoblación” que el propio Paul Ehrlich esgrima en “La explosión Demográfica”, de 1993. Para ello, es preciso diferenciar este concepto de lo que se denomina “alta densidad demográfica”. Así, mientras que lo segundo refiere al número promedio de habitantes en una determinada zona geográfica, la “sobrepoblación”, por el contrario, se da cuando la población de un determinado espacio geográfico agota rápidamente los recursos del mismo y no puede subsistir en él. “El error […] radica en tratar de definir la superpoblación en términos de densidad: sabemos desde hace mucho que la densidad per se significa poco”[48]. En este sentido, vale aclarar que, como demuestra el economista Federico Caballero Ferrari: “De hecho, si consideramos un espacio de unos 100 metros cuadrados por persona (una densidad de población que existe en ciudades como Nueva York), la población mundial solamente ocuparía un espacio de unos 648.544 kilómetros cuadrados: exactamente el tamaño del estado de Texas”[49]. La clave para estriba, no en el número promedio de habitantes de una determinada zona, sino en la relación de estos con los recursos y la capacidad del medio para mantener sus actividades. En este sentido, puede decirse que un área está superpoblada “cuando su población no puede mantenerse sin que los recursos no renovables disminuyan aceleradamente (o se conviertan los recursos renovables en no renovables), degradándose la capacidad del medio de sostener a la población. En suma, un área está superpoblada cuando sus ocupantes degradan la capacidad de carga a largo plazo de dicha área. Según este modelo, la totalidad del planeta y prácticamente todas las naciones de la Tierra se hallan más que superpobladas”[50]. Ahora bien, el precio de los principales metales para la industria no ha hecho sino disminuir su valor desde el siglo XIX; nunca antes en la historia de la humanidad se habían cosecha tantos alimentos y con tanta eficiencia; la Tierra es hoy, literalmente, más verde que hace 20 años. La cantidad promedio de tierras dedicadas por década al cultivo no ha hecho sino decrecer, al ritmo en que la población va en aumento y la pobreza y el hambre en el mundo se están reduciendo y cada vez cosechamos más con menos tierra ¿Cómo podría alguien, en base a esta evidencia, decir aún hoy que la Tierra está superpoblada?

Así pues, creer en la Teoría de Cambio Climático Antropogénico hoy, implica creerle al mismo grupo de científicos que en los años setenta hablaban de Nueva Glaciación, en los ochenta, de calentamiento global, en los noventa, acerca de la desaparición de la capa de ozono, y pronostican que “el mundo acabará mañana”, desde hace 60 años. Ante cada eventual suceso “catastrófico” vaticinado que no se cumplía, aparecía uno nuevo en la agenda, pero la clave del mismo para la militancia verde pasaba por comprender que todos los mismos tenían al ser Humano, en última instancia, como su principal causa. Lo cierto es, en última instancia, que si el ecologismo se basara en bases verdaderamente científicas, no habría errado todos y cada uno de sus principales vaticinios desde hace sesenta años. Es así como este movimiento contribuyó los argumentos perfectos para impulsar legislaciones biopolíticas de control de la natalidad en todo el planeta, promoviendo la idea del ser humano como un “cáncer” para el mismo. A decir verdad, se legitimó la idea de que somos “muchos” en este planeta, y deberíamos reducir la cantidad de humanos pero, en todo caso, como dijo Chesterton, “la respuesta a cualquiera que hable del exceso de población es preguntarle si él mismo es parte de ese exceso de población; si no lo es, cómo sabe que no lo es”.

 

«El calentamiento global es la mayor estafa de la historia»[51] 

 

El término “Cambio Climático” es, en sí mismo, una redundancia, pues no hay nada más variable e inestable que el clima. Como nos recuerda Patrick Moore, ecólogo y expresidente de Greenpeace, organización de la cual formó parte de la misma desde comienzos de la década de 1970 hasta 1983, cuando renunció debido a su divergencia con las teorías de Cambio Climático aseveradas desde la misma, y su convencimiento de que la organización se había cristianizado por completo en una caterva guiada por un dietario político muy rentable: “Hace solo 2.000 años, hemos visto el Periodo de Calentamiento Romano, cuando [el planeta] estaba más caliente que hoy… Luego vinieron los Años Oscuros más fríos… Seguidos por el Medieval Caliente, cuando estuvo al menos igual que caliente que hoy… Luego tuvimos la Pequeña Edad del Hielo, que condujo a los vikingos fuera de Groenlandia [cuyo nombre, en danés: Grønland, significa Tierra Verde]. Y, más recientemente, un calentamiento gradual de 300 años hasta el día de hoy. Eso es un montón de cambios. Y, por supuesto, ninguno de ellos fue causado por humanos”[52].

Para darnos una idea de lo variable que puede ser el clima, incluso en el corto y mediano plazo, a lo largo de la década de 1970 varios científicos fueron los que alertaron acerca de un fenómeno bastante disímil del que conocemos hoy. Así, especialistas como Rasool y Schneider[53] auguraban un posible “enfriamiento global” para la década de 1970. De hecho, por los datos provenientes de ese momento, hoy sabemos que las estimaciones demostraban una ligera tendencia a la baja de las temperaturas superficiales a partir de la década de 1940 hasta 1970: “El mundo se ha estado enfriando bruscamente durante unos veinte años” declaró en 1970 el ecologista Kenneth Watt en su discurso de Swarthmore sobre la temperatura de la Tierra. “Si continúan las tendencias actuales, el mundo estará cuatro grados más frío para la temperatura media global en 1990, pero once grados más frío en el año 2000. Esto es aproximadamente el doble de lo que se necesitaría para ponernos en una edad de hielo”[54].

Ahora bien, hace algunos años se introdujo en el ámbito científico el término “Cambio Climático Antropogénico”, es decir, causado por actividades humanas, que tienen como corolario la emisión de sustancias a la atmosfera -gases efecto invernadero-[55], especialmente CO2. En este sentido, la posición oficial del ya mencionado IPCC, el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático de la ONU[56], se hace visible en su Quinto informe de evaluación, publicado en el año 2014, cuya principal conclusión es que “el cambio climático es real y las actividades humanas son sus principales causantes”[57], siendo las emisiones de gases de efecto invernadero el quid de la cuestión. De esta forma, de 1880 a 2012 la temperatura global promedio ha aumentado 0,8°C, ahora a 1,2°C. Asimismo, el sobredicho informe dedica un análisis a la cuestión del aumento del nivel del mar y sus causas a lo largo de las últimas décadas, que, como hemos visto, en realidad data de siglos. Finalmente, se consuma que, debido a la concentración actual y a las continuas emisiones de gases de efecto invernadero, es probable que el final de este siglo la temperatura media mundial continúe creciendo, efecto que acelerará el derretimiento de las capas de hielo, elevando de manera sostenida el nivel de los mares, a la vez que hará que se incremente su temperatura[58]. De esta forma, vemos que el discurso oficial pasó de un posible “enfriamiento global” entre 1940 y 1970, a un “calentamiento global”, durante la década de 1980, para terminar en “cambio climático”, provocado precisamente por el calentamiento global, a lo largo de la década de 1990, para devenir en “crisis climática”, a día de hoy[59].

No obstante, Ivar Giaever, quien formó parte del panel original sobre Calentamiento Global realizado por Lindau Nobel Laureate Meetings, conferencias científicas anualizadas y celebradas en Alemania desde 1951 por ganadores del Premio Nobel, se permitió discutir con los conceptos establecidos por el IPCC: “[Lo que muchos estudios] hicieron fue hacer esta curva conocida […] [en la cual] en el eje vertical aparecen los grados en décimas de grados. Así que toda la escala vertical es aproximadamente 1 grado. En el eje horizontal [son] representa[dos] […] años desde 1860 hasta 1900 y 2000. Y como pueden ver el calentamiento se ha incrementado, pero […] la escala está completamente distorsionada. La escala total es de 1 grado ¿Y qué es lo que mide esta curva? Mide la temperatura promedio para toda la Tierra en un año. Así que esta temperatura de toda la tierra en un año es medida en una fracción de grado. ¿Qué significa esto? Creo que probablemente nada. […] Desde 1860 hasta 2010 la temperatura ha subido desde 14.85°C a 15.65°C (288°K-288.8°), un 0.3% […] la temperatura ha sido sorprendentemente estable. Si tomo donde vivo en Albany NY, la fluctuación de T° entre invierno y verano es de -77°C en algún momento. Así que ¿creen que 0.8° en promedio hace alguna diferencia para el clima en Albany? ¿Es eso tan sensible para ustedes? […] [De acuerdo con los mapas de la NASA Goddard Institute for Space Studies] Entre los 30° y 60° hay un montón de estaciones, EEUU está cubierto por ellas. Pero si miran al Polo Sur hay sólo 8 termómetros de acuerdo a la NASA, eso es todo lo que tienen […] Así que si tuvieras 8 termómetros para poner en Alemania, ¿dónde los pondrías? ¿sabes? 8 termómetros para un continente no es nada. Y lo que pasa con el Polo Sur es que nunca antes ha estado tan frío como en este momento. Hay más hielo que nunca. Pero no hablan de eso, hablan del Polo Norte donde hoy el clima es más tibio en el presente. Y lo otro que me molesta es ¿cuál es la T° óptima para la Tierra? ¿es la que tenemos ahora mismo? […] quizás es 2° más tibio… nadie me ha dicho cuál es la T° óptima para la Tierra. […] Tanto los alarmistas como los negacionistas […] miden la T° promedio para toda la Tierra y en todo un año a la fracción de grado y ese resultado les es significativo. Por supuesto que no lo es. Cómo es posible medir la T° de la Tierra en un año y salir con una fracción de grado. […] ¡No se puede medir la temperatura de toda la Tierra! con esa exactitud. […] Cuando se midió la T° en 1990, el termómetro se ubicó en el campo, luego en 1910 había más población alrededor. Luego el termómetro se rompió y tenemos otros nuevos. ¿Cómo se puede creer que se pueda medir en una fracción de grado? [En] los últimos 19 años… la temperatura no ha subido. Ha sido constante durante 19 años. […] Hubo un pico en el 98 eso es evidente. ¿Y qué es lo que la gente que mide la T° hace con esto? Bueno esta es su última medición y si miran la curva verán que ¡sube! La T° sube ¿cómo puede pasar esto si les mostré la otra curva en que aparece constante? La razón que ahora incluyen el océano. Pero por 100 años el océano no estaba incluido ¿Por qué creen que ahora lo está? ¿Por qué es más exacto o porque pueden chanchullar los datos? […] Desde 1898 hasta 1998 la T° se ha elevado 0.8°K y la concentración de CO2 se ha elevado de 295 partes por millón a 367 ppm (72 ppm aprox.). En 100 años […]. Ahora, desde 1998, básicamente el año más caluroso, el CO2 se ha elevado de 367 ppm a 403 ppm aprox., 36 ppm (aprox.). Eso es la mitad del incremento anterior. Entonces ¿por qué no se ha incrementado la T° en 0.4°K?. Si eres un físico por Dios, y aquí está el experimento, y tienes una teoría que no concuerda con el experimento, entonces debes eliminar la teoría. Estabas equivocado con tu teoría. Ese es el punto, debió haber sido pero no es”[60].

De hecho, siguiendo las demostraciones del estudio “El impacto del CO2, H2O y otros ‘gases de efecto invernadero’ en las temperaturas de equilibrio de la Tierra”, publicado por la Revista Internacional de Ciencias Atmosféricas y Oceánicas: “Es ampliamente aceptado que los dos principales gases de efecto invernadero atmosféricos son H2O y CO2. Lo que es sorprendente es la amplia variación en el potencial de calentamiento estimado del CO2, el gas responsable del concepto moderno de cambio climático. Las estimaciones publicadas por el IPCC para la sensibilidad climática a una duplicación de la concentración de CO2 varían de 1,5 a 4,5°C basadas en una gran cantidad de artículos científicos que intentan analizar las complejidades de la termodinámica atmosférica para determinar sus resultados. […] La base de datos HITRAN de espectros de absorción gaseosa permite determinar con precisión la absorción de la radiación terrestre a su temperatura actual de 288K para cada componente atmosférico individual y también para la absorción combinada de la atmósfera en su conjunto. A partir de estos datos se concluye que el H2O es responsable de 29.4K del calentamiento de 33K, con CO2 contribuyendo con 3.3K y CH4 y N2O combinados solo 0.3K. La sensibilidad climática a futuros aumentos en la concentración de CO2 se calcula en 0.50K, incluidos los efectos de retroalimentación positiva de H2O, mientras que las sensibilidades climáticas a CH4 y N2O son casi indetectables a 0.06K y 0.08K respectivamente. Este resultado sugiere fuertemente que el aumento de los niveles de CO2 no conducirá a cambios significativos en la temperatura de la tierra y que los aumentos en CH4 y N2O tendrán muy poco impacto discernible”[61].

Ahora bien, si se tratara de un calentamiento invernadero causado por actividades humanas, haría más calor en la troposfera (la capa de la atmósfera terrestre que está en contacto con la superficie de la Tierra), a unos 10 o 12 km aproximadamente de la atmósfera, que en la superficie. Esto se debe a la propia función del efecto invernadero: el sol emite calor a la tierra, si no fuera por los gases de efecto invernadero, esta radicación solar rebotaría hacia el espacio, haciendo que nuestro planeta fuese aproximadamente 35°C más frío, imposibilitando la vida en el mismo. Los gases invernadero retienen el calor en la troposfera terrestre, y es aquí, justamente, donde la T° debería ser más alta, siguiendo esta teoría. Pues, en definitiva, todos los modelos del IPCC indican que el calentamiento debería ser más rápido según se ascienda desde la superficie a la atmosfera. No obstante, como nos recuerda el profesor John Christy, del Departamento de ciencia atmosférica en la Universidad de Alabama en Huntsville, y autor en conjunto del capítulo 2 del Tercer reporte de evaluación del IPCC de la ONU, quien en 1991 fue galardonado con la medalla al descubrimiento científico excepcional por la NASA, y en 1996, con un premio especial de la Sociedad Meteorológica Americana por sus avances fundamentales en nuestro seguimiento del clima: “Lo que llevamos observando continuamente [durante la década de 1990] es que en casi todo el planeta la mayor parte de la atmosfera no se está calentando tanto como la superficie. Esto nos rompe todos los esquemas, porque la teoría al respecto es muy clara, y la teoría dice: ‘si la superficie se calienta, la atmosfera debería calentarse aún más deprisa’. Pero el aumento de la temperatura en esa zona, no es muy significativo, y no se corresponde para nada con la teoría con la que los modelos informáticos se están basando”[62]. De hecho, como la propia NASA informa en una nota publicada en 1996 y editada en el año 2021: “Durante el siglo pasado, las mediciones de temperatura realizadas en la superficie de la Tierra indican un calentamiento de aproximadamente 1 grado Fahrenheit, una tendencia que ha ido en aumento durante las últimas dos décadas. Desde 1979 hasta 1996, el período cubierto por el registro satelital de Spencer y Christy, los registros atmosféricos y de superficie no concuerdan. Para este período de superposición, el registro de la superficie indica un calentamiento de aproximadamente 0,24 grados F (0,14 grados Celsius) por década, mientras que el registro satelital muestra que la atmósfera se enfría a aproximadamente 0,07 grados F (0,04 grados Celsius) por década […]. Aunque son complementarias, las mediciones históricas del termómetro y el registro satelital constituyen formas fundamentalmente diferentes de ver la temperatura del planeta […]. Si bien los datos de los termómetros son extensos en el tiempo, los datos de los satélites se distribuyen uniformemente y cubren partes remotas del planeta que no están cubiertas por los termómetros.”[63]

Un punto a destacar en este sentido es que, como dijo el hidrogeólogo canadiense y profesor en el Departamento de Ciencias de la Tierra de la Universidad de Ottawa, Ian Clark, “no se puede decir que el CO2 determina el clima, en el pasado nunca lo ha hecho”[64]. A decir verdad, durante comienzos del siglo XX, buena parte del mundo seguía en condiciones preindustriales, y fue inmediatamente finalizada la II Guerra Mundial que buena parte del Mundo Subdesarrollado emprendió un acelerado proceso de industrialización que hizo incrementar las emisiones totales de dióxido de carbono antropogénicas. Es decir, luego de la segunda mitad de la década de 1940, justo cuando la temperatura superficial de la Tierra comenzó a decaer hasta la década de 1970, paradójicamente, enmarcada por la recesión económica que provocó el cese de la actividad económica. De hecho, como nos recuerda el director del Centro de Estudios Climáticos de la Universidad de Delaware, David Legates: “Alrededor de la mitad del calentamiento durante el siglo XX se produjo antes de los años cuarenta, y los valores de la variabilidad natural es para todo o casi todo el calentamiento global”[65]. En otras palabras, las emisiones de CO2 que, según hemos visto, serían las principales responsables del aumento de la temperatura global, comenzaron a crecer exponencialmente luego de 1940, acompañadas de una tendencia a la baja de las temperaturas superficiales que llegó hasta la década de 1970 (cuando la temperatura media global volvió a aumentar[66]), en un marco en que la actividad económica y el “boom de la posguerra” se detuvieron, como corolario de la crisis de 1973. En los últimos 150 años, la temperatura media ha subido sólo 1.2°C, acompañada -es cierto-, de un incremento ostensible de cantidades de gases de efecto invernadero a la atmósfera. No obstante, la mayor parte de este incremento tuvo lugar antes de 1940. Desde ese momento, la temperatura ha caído casi de forma ininterrumpida durante 3 décadas y media, hasta 1975, y ha subido durante tres. Si en 1940 la temperatura media anual de la Tierra-océano era de 0.13°C, para mediados de la década de 1970 era de -0.01°C[67]. No hay ninguna certeza empírica, a lo largo de la larga historia climática de la Tierra, que demuestre que el CO2 haya determinado alguna vez la temperatura global. Si la teoría de cambio climático antropogénico sostenida por la ONU fuera verídica, de 1940 a 1975, periodo de mayor industrialización en la historia, la T° promedio de la superficie terrestre debería haberse incrementado en niveles nunca antes vistos. Empero, durante este lapso de tiempo la T° promedio descendió de forma ininterrumpida. Muchos adjudican que esto no ocurrió debido a que fue el océano quien absorbió y mitigó los efectos del CO2 -a costa de calentarse-. Sin embargo, esto implica pasar por alto que, como observó el científico del MIT, Richard Lindzen, el Ártico era al menos tan cálido en 1940 como en 2007, de hecho, los datos del Instituto Meteorológico Danés demuestran que los veranos árticos eran más cálidos entre la década de 1950 y 1960 que ahora, en 2021,[68] mientras que las temperaturas medias diarias en el Ártico se han mantenido por debajo del promedio de 1958-2002.

Por otra parte, como sentenció Giaver, el ascenso del nivel del mar es un fenómeno del cual se tienen registros desde hace al menos 300 años, cuando las emisiones antropogénicas no resultaban significativas. En este sentido, la temperatura de los océanos es un fenómeno que sufre alteraciones muy graduales, cuyas implicancias y consecuencias tardan décadas o siglos en presentarse, por lo que, en efecto, la actual situación de los océanos es consecuencia de causas ocurridas en el pasado, no de efectos presentes. Asimismo, vale recordar que “si bien la Antártida occidental ha experimentado el calentamiento más significativo del mundo, se observó una tendencia de enfriamiento profundo en el verano austral sobre la Antártida oriental […] de 1979 a 2014. […] los cambios decenales […], caracterizados por una menor (más) convección atmosférica profunda en el Océano Índico (Pacífico occidental) durante las últimas dos décadas, condujo a la tendencia de enfriamiento neto sobre la Antártida Oriental mediante la modificación de las circulaciones atmosféricas […] que se propagan hacia los polos”. En otras palabras, “a diferencia del SAT en la Antártida Occidental, el SAT en la Antártida Oriental”, la cual representa tres cuartas partes del continente, “reveló una tendencia de enfriamiento durante la estación cálida austral (diciembre a mayo) […] desde finales de la década de 1970”. De hecho, “durante las últimas tres décadas de 1979 a 2014, la media […] mostró una tendencia descendente profunda en la mayoría de las estaciones a lo largo de la costa antártica oriental […], en contraste con una tendencia creciente en algunas estaciones de la costa occidental de la Antártida”[69], por lo cual la extensión del hielo antártico tiene una pequeña tendencia creciente en todos los meses[70] y, como demuestra el Centro de Datos Nacional sobre Nieve y Hielo, “el hielo marino antártico ha crecido un 1,1 por ciento por década”, desde 1979[71]. Como lo resume un informe del Centro Nacional de Datos de Nieve y Hielo (NSIDC): “El hielo marino en el Océano Austral que rodea la Antártida estaba muy por encima de la extensión promedio de 1981 a 2010 en junio, elevándose por encima del percentil nonagésimo cerca del final del mes[72]. Dado que el continente contiene aproximadamente el 90% del agua dulce del planeta, parece difícil que haya un “aumento del nivel del mar extremo”, como se ha dicho.

Por su parte, el profesor de física teórica en la Universidad Complutense de Madrid, Juan José Ramirez Mittelbrunn, al ser consultado acerca de la teoría del Cambio Climático Antropogénico, respondió: “Me parece una obviedad que existe cambio climático. Siempre ha existido y siempre existirá. El clima en la Tierra siempre ha cambiado y seguirá cambiando, con y sin intervención humana, si bien parece extraordinariamente difícil predecir cómo. A modo de ejemplo, en las últimas tres décadas se ha predicho al menos cinco veces y con fechas concretas por parte del ‘lobby del cambio climático’ que el océano Glacial Ártico sería navegable. Han vencido todas las fechas previstas para ello y el hielo sigue ahí. En realidad todas las predicciones hechas por el ‘lobby’ climático, con el IPCC a la cabeza, han fallado hasta la fecha. Cualquier otra teoría pretendidamente científica con semejante grado de desaciertos habría sido desechada y sus proponentes habrían perdido todo el crédito”[73]. De hecho, Michael Löwy en su obra “Ecosocialismo”, publicada en el año 2011, advirtió sobre “el derretimiento de los glaciares árticos” que “¡ya no se prevé su completa disolución para alrededor de 2050, sino de 2020!”[74]. Pues bien, no es necesario recordar al lector en qué año estamos parados y, sin embargo, la capa de hielo de la misma ha aumentado desde 2014 a 2017, a pesar de los daños que han causado ciclones.

 

Décadas de más CO2 ¿Cuáles son los resultados?

 

Trayendo a colación el testimonio del Doctor en glaciología y experto en modelos de predicción meteorológica, Javier González Corripio: “los efectos hasta la fecha han sido positivos, el mundo se ha reverdecido gracias al CO2 (según la NASA) y la disponibilidad de energía abundante ha hecho que los bosques aumenten en los países más ricos”[75]. Después de todo, “donde hay vida hay carbono”[76], y viceversa. Guy Callendar, “el padre del efecto invernadero, ya predijo que los efectos serían beneficiosos hace ochenta años, y así lo confirman algunos modelos económicos”. Durante años se habían dicho que un incremento en las temperaturas sería el causante de miles de toneladas de cosechas perdidas.[77] Empero, la realidad es muy diferente: Un estudio realizado por el Center for the Study of Carbon Dioxide and Global Change, concluyó que los cultivos alimentarios mundiales han aumentado con niveles más altos de CO2. De hecho, un incremento de 300 partes por millón en la concentración de dióxido de carbono en el aire mejora la biomasa de las plantas entre un 25 y un 55%[78]. A decir verdad, como sentenciara la escritora con maestría en ciencias ambientales de la Universidad de East Anglia, Vijay Jayaraj: “En las grandes conferencias sobre el clima no se hace referencia al papel del CO2 en el crecimiento de las plantas y su relevancia para la seguridad alimentaria mundial. En cambio, el CO2 se etiqueta erróneamente como una toxina. El tren del clima ha logrado lavar el cerebro de la comunidad global sobre la biología y la química simples que se enseñan a los niños en edad escolar. El mismo CO2 que ha sido responsable de proporcionar vida y permitir un rápido enverdecimiento del mundo es vilipendiado”[79].

Por otra parte, “tampoco han aumentado los eventos meteorológicos extremos (lo dice el IPCC) ni el número de víctimas por huracanes o inundaciones. Ahora bien, el futuro es otra cosa, y parece aterrador, al menos según las ‘proyecciones’ de los modelos climáticos”. Se llaman así, “‘proyecciones’ y no pronósticos, que es una forma sutil de cubrirse las espaldas si fallan. Hay más de una treintena de estos modelos”, que “discrepan entre ellos más de 3°C en el presente, pero nos indican cómo va a subir la temperatura con precisión”, al tiempo que resultan “incapaces de simular la precipitación correcta actual, pero nos dicen que habrá más sequías e inundaciones, discrepan sobre el contenido de calor de los océanos en miles de trillones de julios”, pero aseveran “cuál será la subida exacta el nivel del mar”[80]. A decir verdad, “el IPCC no encuentra una tendencia en la frecuencia global de huracanes y tiene poca confianza en la atribución de cambios a la actividad humana, mientras que los EE. UU. no han visto un aumento en los huracanes que tocan tierra desde 1900. El riesgo global de muerte por clima extremo ha disminuido un 99% por encima de 100 años y los costos globales han disminuido un 26% en los últimos 28 años”[81].

“En un ensayo, se observaron todas las muertes de las 8498 sequías, incendios forestales, tormentas, inundaciones, movimientos de masa húmeda (como avalanchas y derrumbes) y los casos de temperaturas extremas informados entre 1900 y 2008 en la base de datos internacionales sobre desastres EM-DAT. Desde la década de 1920, el número de muertes por estos fenómenos climáticos ha disminuido casi todas las décadas, aunque la población haya crecido en forma marcada. La mortalidad anual por estos fenómenos disminuyó en 84% entre los periodos de 1900-1989 y 1990-2008. La tasa de mortalidad anual -el riesgo de morir a causa de un desastre natural- disminuyó en un sorprendente 94%”[82]. De hecho, según el centro de datos de Our World In Data, desde 1900, a pesar del incremento de CO2, la tasa mundial de mortalidad por clima extremo se redujo en 94%, por fuego fatuo, un 63%, por temperatura extrema, un 51%, por sequías, un 100% y, por todos los desastres naturales, un 100%[83]. En este sentido, según el promedio decenal, el número de muertes por desastres naturales (se incluyen todos los eventos geofísicos, meteorológicos y climáticos, incluidos terremotos, actividad volcánica, deslizamientos de tierra, sequías, incendios forestales, tormentas e inundaciones, y las cifras decenales se miden como el promedio anual durante los diez años siguientes) no ha hecho sino descender década a década: de las casi 24.000 muertes a lo largo del planeta atribuibles a desastres climáticos en 1920, se estima que tan solo 45.000 personas fallecieron en la década de 2010 por cuestiones relacionadas con cuestiones climáticas[84].

Asimismo, como nos recuerda el ex Greenpeace y autor del best seller “El ecologista escéptico”, Bjørn Lomborg[85]: “Hemos sabido durante décadas que el aumento de CO2 y de precipitaciones haría que el mundo fuera mucho más verde —hacia finales de siglo—; es probable que la biomasa mundial haya aumentado en un 40 por ciento. Del mismo modo, sabemos que muchas más personas mueren de frío que de calor. El mayor estudio sobre las muertes causadas por el calor y el frío, publicado el año pasado en la revista The Lancet, evaluó más de 74 millones de muertes en todo el planeta, desde la fría Suecia hasta la caliente Tailandia. Los investigadores descubrieron que el calor causa casi 0,5% de todas las muertes, mientras que más de un 7% son causadas por el frío. Sólo mencionar los aspectos negativos distorsiona y degrada la conversación política. Cualquier persona razonable puede reconocer ambos aspectos, positivos y negativos, entre las propuestas políticas de diferentes partidos. Quien insiste en que cualquiera de los lados ofrece solamente aspectos negativos es un partidario extremo. […] Con el desarrollo mundial, se hace mucho menos vulnerable […]. De hecho, las muertes relacionadas con el clima han caído de medio millón por año en la década de 1920 a menos de 25 mil por año en la década de 2010. Un estudio reciente en Nature, que esperaba huracanes más severos por el calentamiento global, encontró, sin embargo, que el daño económico podría reducirse a la mitad, desde el 0,04% al 0,02% del PBI, debido a que el aumento de la ferocidad sería más que compensado por el aumento de la prosperidad”[86].

En este sentido, tal como explanan los científicos Gianluca Alimonti, Luigi Mariani, Franco Prodi y Renato Angelo Ricci en su artículo “Una evaluación crítica de las tendencias de los eventos extremos en tiempos de calentamiento global”: “Un ciclón tropical (Alias ​​huracán) es una tormenta de rotación rápida que se origina sobre los océanos tropicales de donde extrae la energía para desarrollarse. […] Hasta la fecha, las observaciones globales no muestran tendencias significativas tanto en el número como en la energía acumulada por los huracanes, […] como se afirma en varios artículos específicos para los EE. UU., que informan que la tendencia se remonta a más de hace 160 años, o para otras regiones del mundo. Los registros existentes de tormentas tropicales o huracanes en el Atlántico en el pasado (desde 1878 hasta el presente) muestran una pronunciada tendencia al alza; sin embargo, la densidad de informes de navegación atlántica fue relativamente baja durante las primeras décadas de este período: si las tormentas de la era moderna (después de 1965) hubieran ocurrido hipotéticamente durante esas décadas, probablemente un número considerable de tormentas no habrían sido observadas por el red de observación naval. Por lo tanto, después de ajustar la serie temporal para tener en cuenta las capacidades de observación más pequeñas del pasado, solo queda una pequeña tendencia al alza nominalmente positiva de las tormentas tropicales desde 1878 hasta 2006. Las pruebas estadísticas indican que esta tendencia no se distingue significativamente de cero. Además, Landsea et al. señaló que la tendencia ascendente en el conteo de tormentas tropicales en el Atlántico se debe casi en su totalidad al aumento de tormentas de corta duración (< 2 días), que probablemente se pasaron por alto en las primeras partes del registro, ya que habrían tenido menos oportunidades para encuentros casuales con el tráfico de barcos. Si observamos los huracanes en la cuenca del Atlántico, en lugar de todas las tormentas tropicales, el resultado es similar: el número de huracanes informado durante las décadas de 1860 y 1880 fue similar al actual y nuevamente no hay una tendencia positiva significativa desde ese momento. La evidencia de una tendencia al alza es aún más débil para los huracanes que golpean la costa de los EE. UU., que muestran una tendencia ligeramente negativa a partir de 1900 o finales de 1800. Por lo tanto, la NOAA concluye que «es prematuro concluir con un alto nivel de confianza que el aumento de las concentraciones de gases de efecto invernadero en la atmósfera debido a las actividades humanas ha tenido un impacto detectable en la actividad de los huracanes en la cuenca del Atlántico».”[87]

De hecho, y pese al alarmismo climático, 2021 fue el año con menor número de huracanes desde que existen satélites[88]: a nivel mundial, 2021 tuvo la menor cantidad de huracanes en la era de los satélites (1980-2021), al tiempo en que fue uno de los años con menor número de huracanes de categoría 3 o superior (más destructivos), y no solo eso, sino que la destrucción humana y material causada por sucesos meteorológicos extremos (en porcentaje del PIB) desciende desde hace décadas. Por otro lado, “un tornado es un vórtice que se extiende hacia arriba desde muy cerca de la superficie al menos hasta la base de la nube (con la base de la nube asociada con una convección húmeda profunda, típicamente una nube cumulonimbus), que es lo suficientemente intenso en la superficie como para causar daño. […] Los tornados tienen una duración muy corta y son esencialmente impredecibles; por lo tanto, si ocurre un tornado en un lugar deshabitado, es poco probable que se documente: es probable que muchos tornados significativos en los EE. UU. no hayan sido detectados ya que el área afectada por sus trayectorias estuvo escasamente poblada durante la primera parte del siglo. Con una mayor cobertura de radar Doppler, el crecimiento de la población y una mayor atención a los informes de tornados, ha habido un aumento en la cantidad de informes de tornados en las últimas décadas. Esto puede crear la apariencia engañosa de una frecuencia creciente de tornados. Sin embargo, al consultar la serie temporal […], nos damos cuenta de que el aumento en el número de tornados desde 1950 se debe casi en su totalidad a eventos débiles (EF0-EF1 en la escala avanzada de Fujita), aquellos que en el pasado ​​que en muchos casos escapaban a la observación y que hoy son más fácilmente identificables gracias a una amplia gama de sistemas que van desde cámaras de teléfonos celulares hasta satélites y radares Doppler. Por el contrario, los tornados de fuertes a violentos (categorías EF-3 a EF-5 en la escala avanzada de Fujita), probablemente informados también antes de la era del radar Doppler, no muestran un aumento con el tiempo. Cuando se le preguntó si el cambio climático influye en la ocurrencia de tornados, la NOAA dice que por el momento no es posible dar una respuesta y que se necesita más investigación ya que estos eventos ocurren en escalas muy pequeñas, lo que hace que las observaciones y el modelado sean un desafío.”[89]

Un dato no menor a destacar, en este sentido, es que como concluyen los científicos Gianluca Alimonti, Luigi Mariani, Franco Prodi y Renato Angelo Ricci en su “evaluación crítica de las tendencias de los eventos extremos en tiempos de calentamiento global”: “Las inundaciones y las sequías son indicadores importantes de la respuesta a los cambios en los regímenes de precipitación. […] Acerca de las inundaciones se puede decir que aunque se observa evidencia de un aumento en la precipitación anual total a nivel global, la evidencia correspondiente de aumentos en las inundaciones sigue siendo esquiva y una larga lista de estudios muestra poca o ninguna evidencia de aumentos en la magnitud de las inundaciones, con algunos estudios encontrando más evidencia de disminuciones que aumentos. […] En conclusión, si bien se observa evidencia de un aumento en la precipitación total anual a nivel global, esto no se traduce en un aumento en la intensidad o frecuencia de las inundaciones.”[90]

En su reciente libro “Cómo evitar un desastre climático”, publicado en 2021, Bill Gates afirmó asentado en los estudios del IPCC que “si no dejamos de aportar gases de efecto invernadero a la atmosfera, la temperatura continuará subiendo”[91]. De hecho, una publicación realizada en junio de 2021 por la Universidad de Alabama en Huntsville, la cual analiza y publica datos satelitales que brindan nuestra mejor y más transparente información sobre las temperaturas troposféricas, es decir, de la capa de la atmósfera terrestre que está en contacto con la superficie de la Tierra, ​ demuestra que hace más de 5 años que no ocurre un nuevo incremento neto en el pico de temperatura del planeta[92] y, de hecho, la temperatura actual está muy por debajo del promedio de 30 años[93]. En otras palabras, hemos pasado más de cinco años y cuatro meses sin ningún aumento neto en la temperatura de la tropósfera terrestre, de forma que, si la T° global de la troposfera inferior en febrero de 2016 alcanzó el pico de 0.70°C, en febrero de 2021 la temperatura registrada fue de 0.20°C y, en junio de 2021, fue de -0.01°C, a comparación de los 0.21°C registrados en 2016[94]. No sólo eso: Desde 2016, nuestro planeta se ha refrigerado aproximadamente 0.7°C durante los últimos 5 años. Además, los satélites 15x NASA / NOAA AMSU, los cuales miden cada pulgada cuadrada de la troposfera inferior (donde habitamos), dejan ver que una vez más la temperatura ha caído por debajo del promedio de 30 años, incluso la temperatura de la Tierra fue más cálida en 1983 que en marzo de 2021[95], a pesar de que, como recuerdan Mariastella Svampa y Enrique Viale en “El colapso ecológico ya llegó”, “en la actualidad, en relación con 1750, la atmósfera contiene un 150% más de gas metano y un 45% de dióxido de carbono producto de emisiones antrópicas”[96]. Esto no implica, desde luego y como hemos expresado anteriormente, que estemos expresando la idea de que todas las emisiones de gases de efecto invernadero sean beneficiosas. Debemos señalar, al mismo tiempo, que no sujetamos el deseo de que las emisiones se incrementen de manera ininterrumpida, aunque prevemos que de ello se nos acusará. Pues la prudencia debe presentarse ante todo cuando hablamos de nuestro clima. En otro sentido, el catastrofismo climático que vaticina el mainstream mediático tiene cierto grado de veracidad, en efecto, el planeta siempre está en un continuo cambio, sin embargo, no siempre este se debe a las actividades humanas y, en todo caso, no siempre estas alteran su entorno de forma desfavorable. El nivel de los mares mantuvo un continuo ascenso, pero también lo hizo desde hace trescientos años, cuando las emisiones antropogénicas de GEI no representaban ningún nivel considerable. El planeta ha vivido un periodo de calentamiento gradual, pero también lo vivió hace 2.000 años, cuando la Humanidad no sustraía de la pobreza extrema a la mayor parte de sus habitantes gracias a la Revolución Industrial. En verdad, como sentenció Cocteau, “un vaso medio vacío es también uno medio lleno, pero una mentira a medias de ningún modo es una media verdad”.

Al mismo tiempo, las amenazas de desaparición de la Gran Barrera de Coral por parte del mainstream climático parecieran haber sido exageradas. Como se observa en los datos obtenidos por el Instituto Australiano de Ciencias Marinas en julio del presente año, “después de una serie de perturbaciones graves y generalizadas durante la última década, la Gran Barrera de Coral se encuentra actualmente en una ventana de recuperación con una cubierta de coral en aumento en las tres regiones”. En la región sur, la cobertura de coral aumentó un 39% de 2020 a 2021; en la región norte, un 27% y, en la región central, un 26%[97] y, como expresó el director ejecutivo de AIMS, el Dr. Paul Hardisty, la historia de 35 años de seguimiento del arrecife de AIMS muestra que se esperan aumentos en la cobertura de coral. En definitiva, como explica el ex físico marino de la James Cook University, Peter Ridd, la Gran Barrera de Coral está experimentando ahora una “cobertura de coral récord. […] Estos son datos que se han acumulado durante un tiempo y muestran que … en realidad están en una cobertura de coral alta record”, dijo a Sky News Australia. “Tenemos más coral en la Gran Barrera de Coral ahora que cuando comenzaron los registros en 1985. Tenemos el doble de coral que teníamos después de que enormes ciclones atravesaron el arrecife en 2011 y 2012, y esta cobertura de coral récord es a pesar de que supuestamente ha tenido tres eventos de blanqueamiento catastróficos sin precedentes en los últimos cinco años. Así que uno se pregunta si esos eventos de blanqueamiento tal vez sean tan catastróficos como supuestamente afirmaron estos expertos”[98].

Por otra parte, resulta innegable que si, en efecto, la militancia ecologista basara sus afirmaciones en bases verdaderamente científicas, no habrían errado todos y cada uno de sus postulados desde 1967 en adelante. Y, por otro lado, si algo detesta el ecologista es la evidencia empírica: nunca las especies han estado en mayor peligro que siendo “protegidas” por el Estado; nunca los recursos se han agotado tan rápido como en manos de burócratas, y nunca el clima se ha mantenido tan estable como en los últimos 300 años. Pero, en definitiva, “todo el objetivo de la política práctica es mantener a la población alarmada (y, por tanto, clamorosa por ser conducida a un lugar seguro) amenazándola con una serie interminable de duendes, todos ellos imaginarios”, como dijera tiempo atrás H. L. Mencken.

 

Emisiones “cero”: la verdad detrás de la Teoría

 

Principalem scopum del Acuerdo de París es alcanzar la propuesta de “emisiones cero”, esta es, de hecho, una propuesta ratificada en la propia Cumbre sobre la Acción Climática, convocada por el Secretario General de la ONU, António Guterres, en la que 77 países y más de 100 ciudades se comprometieron a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero a cero para 2050. Por medio de su objetivo n°13, la Agenda 2030 “pretende introducir el cambio climático como cuestión primordial en las políticas, estrategias y planes de países, empresas y sociedad civil, mejorando la respuesta a los problemas que genera, e impulsando la educación y sensibilización de toda la población en relación al fenómeno.”[99]

Pero lo verdaderamente significativo en la Teoría de Cambio Climático Antropogénico es la consecuencia lógica de entender las emisiones de CO2 antropogénicas como la principal causa del cambio climático, a saber: todos los seres vivos en el planeta modifican directa o indirectamente las emisiones de dióxido de carbono. Desde comenzar el día conduciendo hasta el trabajo, o iniciando el fuego para comer un asado, pasando por la poda de un árbol; en bebidas gaseosas, en compuestos presentes en los extintores, como refrigerante; sirve para formar rayos láser, y hasta empleado como agente de contraste en exámenes médicos, donde miremos hay dióxido de carbono presente, y todas nuestras actividades cotidianas modifican nuestro ambiente. Tal y como lo compendia Bill Gates: “Prácticamente la totalidad de las actividades en la existencia contemporánea conllevan a la liberación de gases de efecto invernadero […]”[100]. En este sentido, la misma nos transmite a la conclusión lógica de que se necesitan reducir las actividades humanas y/o reducir el número de personas en el planeta para mitigar los efectos que efectuamos sobre el mismo: A ello apuntaba el ecólogo Garrett Hardin, cuando expresó que “el mundo posiblemente no pueda vivir al nivel de vida de USA, con el tamaño de la población actual. Eso significa que el número de personas tiene que ser reducido, y/o el nivel de vida de USA tendrá que bajar”. Pero esta no es, pues, una idea aislada. Por el contrario, resulta complementaria a la que expresara en 1992 Paul Ehrlich: “Es preciso contemplar a las sociedades humanas como una especie de cáncer, y tratar de crear una civilización un poco más saludable”. Pero esta no es, ni por cerca, una idea que haya quedado circunscripta en el marco sociohistórico de las décadas de 1960 y 1970: por el contrario, Joseph Chamie, demógrafo exdirector de la División de Población de las Naciones Unidas en la Sede de la ONU y exdirector de investigación en el Centro de Estudios sobre Migración en la ciudad de Nueva York, ha publicado recientemente un artículo de opinión titulado “Cambio climático con ocho mil millones de seres humanos”. En el mismo, formula sus críticas al hecho de que “los líderes gubernamentales en la 26 Conferencia de las Partes (COP26) sobre cambio climático, […]  no abordaron la limitación de la demanda mundial de energía, agua, alimentos, vivienda, tierra, recursos, bienes materiales, maquinaria, transporte, etc., al reducir el crecimiento de sus respectivas poblaciones humanas. En general, los funcionarios y sus asesores económicos no están preparados para reconocer que la estabilización y el decrecimiento de la población son esenciales para abordar el cambio climático”.[101]

Al mismo tiempo, “muchos países, […] continúan impulsando un mayor crecimiento de su población. […] Es hora de poner fin a la farsa y reconocer las desastrosas consecuencias que un mundo con 8 mil millones de seres humanos está teniendo sobre el cambio climático. […] Si bien se reconoce ampliamente que el cambio climático es una emergencia global, el sistema internacional de naciones no está haciendo frente a este desafío ni a los problemas globales relacionados debido a las ambiciones nacionales. […] En resumen, la estabilización y el decrecimiento de las poblaciones humanas son esenciales para limitar las crecientes demandas demográficas creadas de energía, agua, alimentos, tierra, recursos, vivienda, calefacción/refrigeración, transporte, bienes materiales, etc., que son responsables por el cambio climático del planeta, la degradación ambiental y la pérdida de biodiversidad”.[102]

Mucho menos extraño resulta entonces que la red de clínicas abortistas más grande del mundo, la International Planned Parenthood, afirme en su sitio web que “al considerar las soluciones a la crisis del cambio climático, es posible que los servicios de salud sexual y reproductiva no sean lo primero que se le ocurra, pero en realidad podrían desempeñar un papel muy importante en las estrategias ambientales positivas… No es demasiado tarde para revertir el impacto del calentamiento global, pero se deben tomar medidas decisivas ahora para que sea más efectivo, particularmente para las comunidades más vulnerables del mundo. Está claro que el cumplimiento de los derechos sexuales y reproductivos puede desempeñar un papel importante en esto: la comunidad global simplemente necesita enfrentar el desafío”[103]. ¿Y cuál sería una de las medidas para afrontarlo?: El aborto y la anticoncepción, pues “desarrollar la resiliencia para estas situaciones mediante el cumplimiento de los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres y las niñas [léase aborto] juega un papel importante en la capacidad de un país para responder a los desafíos relacionados con el clima”[104]. Aún más interesante resulta en este punto para mantener nuestra tesis inicial el hecho de que la propia IPPF sea una de las doce organizaciones que han impulsado el Acuerdo de París. De hecho, como ellos mismo reconocen: “El Acuerdo de París, el esfuerzo mundial liderado por la ONU para combatir el cambio climático que casi 200 países se han suscrito, ya incluye un compromiso con el “derecho a la salud”, del cual la salud y los derechos sexuales y reproductivos son una parte crucial. Además, el Acuerdo destaca su obligación con la igualdad de género y el empoderamiento de la mujer. Es por eso que IPPF se ha unido a otras organizaciones para pedir a los signatarios del Acuerdo de París que reconozcan la importancia de empoderar a las mujeres y las niñas asegurándose de que tengan acceso a los servicios de salud sexual y reproductiva, y el papel clave que esto juega en las estrategias nacionales de cambio climático”.

La Teoría de Cambio Climático Antropogénico indubitablemente funge como la nueva estrategia que legitima la causa de control de natalidad a nivel global, aunque esto no debería extrañarnos, pues aunque el climático y el ecologista sean movimientos desemejantes, ciertamente comparten una característica en común, y es que desde la década de 1960 este último contribuyó con los argumentos perfectos para impulsar legislaciones biopolíticas de control de la natalidad en todo el planeta, promoviendo la idea del ser humano como un “cáncer” para el mismo. Así lo hace también el movimiento climático desde sus orígenes pues si, en efecto, partimos de la equivoca premisa de que nosotros, los seres humanos, a partir de nuestras actividades, causamos el cambio climático que destruirá, a la postre, el planeta, la conclusión lógica que más de uno podría sacar es que simplemente debemos poner un freno a la humanidad que será dado únicamente a partir de la legislación más grande de la historia, que afectará absolutamente a todos los aspectos de la sociedad, como lo es la que el ecologismo en general ha promovido desde sus inicios.

[1] Naciones Unidas. (s. f.) Lo que la lucha contra la COVID-19 nos puede enseñar para abordar la crisis climática. Impacto académico. Recuperado de: https://www.un.org/es/impacto-acad%C3%A9mico/lo-que-la-lucha-contra-la-covid-19-nos-puede-ense%C3%B1ar-para-abordar-la-crisis

[2] Según la Organización de Naciones Unidas: “El cambio climático se refiere a los cambios a largo plazo de las temperaturas y los patrones climáticos. Estos cambios pueden ser naturales, por ejemplo, a través de las variaciones del ciclo solar. Pero desde el siglo XIX, las actividades humanas han sido el principal motor del cambio climático, debido principalmente a la quema de combustibles fósiles como el carbón, el petróleo y el gas. La quema de combustibles fósiles genera emisiones de gases de efecto invernadero que actúan como una manta que envuelve a la Tierra, atrapando el calor del sol y elevando las temperaturas. Algunos ejemplos de emisiones de gases de efecto invernadero que provocan el cambio climático son el dióxido de carbono y el metano. Estos proceden del uso de la gasolina para conducir un coche o del carbón para calentar un edificio, por ejemplo. El desmonte de tierras y bosques también puede liberar dióxido de carbono. Los vertederos de basura son una fuente importante de emisiones de metano. La energía, la industria, el transporte, los edificios, la agricultura y el uso del suelo se encuentran entre los principales emisores.” En: Naciones Unidas. (s. f.) ¿Qué es el cambio climático?. Acción por el Clima. Recuperado de: https://www.un.org/es/climatechange/what-is-climate-change

[3] Mouffe, C. “Por un populismo de izquierda” (2018); Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Siglo XXI Editores Argentina.

[4] Naciones Unidas. Sostenibilidad. Impacto Académico. Recuperado de: https://www.un.org/es/impacto-acad%C3%A9mico/sostenibilidad

[5] Ver en Estenssoro Saavedra, F. “Historia de debate ambiental en la política mundial, 1945-1992: la perspectiva latinoamericana”. Ob. Cit. Pp. 173-174.

[6] Federovisky, S. El nuevo hombre verde. Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Capital Intelectual, 2018. Pp. 101-102.

[7] Federovisky, S. El nuevo hombre verde. Ob. Cit. pp. 102-103.

[8] Sustainable development es un concepto expuesto en el Informe de la Comisión Mundial sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo (Comisión Brundtland) titulado “Nuestro futuro común” en el año 1987, indistintamente traducido al castellano como desarrollo sostenible o desarrollo sustentable, y que la Asamblea General de la ONU aceptó en su sesión plenaria del 11 de diciembre del mismo año. A su vez, este concepto ha sido blanco de varias controversias debido a su ambigüedad, ya que su definición no corresponde a un concepto científico, sino político. “De hecho, la presidenta de la CMMAD, Brundtland, si bien se había desempeñado como ministra del Medio Ambiente de Noruega entre 1974 y 1979, no se caracterizaba por ser una experta en ciencias de la Tierra o en ecología, sino por ser una […] política socialdemócrata (miembro del Partido Laborista), fogueada en complejas negociaciones y que entre febrero y octubre de 1981 se había desempeñado como primera ministra de Noruega”. Ver en Estenssoro Saavedra, F. “Historia de debate ambiental en la política mundial, 1945-1992: la perspectiva latinoamericana”. Ob. Cit. Pp. 173-174.

[9] CMMAD, Nuestro futuro común, pp. 29.

[10] Al Gore. (s. f.). Gestión de inversiones de generación. Recuperado de: https://www.algore.com/project/generation-investment-management

[11] Friedman, M. Friedman, R. “Libertad de elegir” (1980); Barcelona. Ed.: Grijalbo. Traducción: Rocha Pujol, C. pp. 31.

[12] Benegas Lynch, A. (h) “El juicio crítico como progreso”. Ob. Cit.

[13] Muñoz Iturrieta, P. “Las mentiras que te cuentan, las verdades que te ocultan”. Ontario, Canadá: Metanoia Press, 2021. Pp. 95.

[14] Jevons, W. S. Citado en: Klein, Naomi. “Esto lo cambia todo: El capitalismo contra el clima”. -1° ed.- Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Paidós, 2015. Pp. 47

[15] Gorz, A. “Ecológica”. Ob. Cit. Pp. 44

[16] Estenssoro Saavedra, F. “Historia de debate ambiental en la política mundial, 1945-1992: la perspectiva latinoamericana”. Ob. Cit. Pp. 73-74.

[17] Citado en: Estenssoro Saavedra, F. “Historia de debate ambiental en la política mundial, 1945-1992: la perspectiva latinoamericana”. Ob. Cit. Pp. 74.

[18] Norberg, J. “Grandes avances de la humanidad”. Ob. Cit. pp. 165-166.

[19] Bailey, R. (s. f.) Día de la Tierra, antes y ahora. Reason. Recuperado de: https://reason.com/2000/05/01/earth-day-then-and-now-2/

[20] Instituto Europeo del Cobre. (2018). “Recursos y reservas minerales”. Instituto Europeo del Cobre. Copper Aliance. Recuperado en: https://copperalliance.es/cobre/cobre-y-sus-aleaciones/recursos-y-reservas/

[21] Norberg, J. “Grandes avances de la humanidad”. Ob. Cit. pp. 165.

[22] Benegas Lynch, A. (h) “El juicio crítico como progreso” (1996); Buenos Aires. Ed.: Sudamericana. Pp. 287-288.

[23] Passell, P. Roberts, M. Ross, L. (2 de abril de 1972). “Los límites del crecimiento”. The New York Times. Recuperado en: https://www.nytimes.com/1972/04/02/archives/the-limits-to-growth-a-report-for-the-club-of-romes-project-on-the.html

[24] Goldsmith, E. Allen, Robert. Allaby, Michael, Davoll, John, Lawrence, Sam. “Proyecto para la supervivencia” (1972); Emecé Editores, S. A., Buenos Aires, 1973. Pp. 212.

[25] Goldsmith, E. Allen, Robert. Allaby, Michael, Davoll, John, Lawrence, Sam. “Proyecto para la supervivencia”. Ob. Cit. Pp. 213.

[26] Consejo de Seguridad Nacional de Estados Unidos, Memorándum Estudio Seguridad Nacional 200, Washington D. C., 20506, 24 de abril de 1974. Pp. 68-69. Disponible en: file:///C:/Users/User/Desktop/informe-kissinger-completo.pdf

[27] Pierre, P. Petróleo: Tercera Guerra Mundial. Madrid: Monte Ávila Editores, 1974.

[28] Svampa, M.; Viale, E. El colapso ecológico ya llegó. Buenos aires: Siglo XXI Editores, 2021, p. 144.

[29] “«El petróleo es más barato que un refresco», dicen. […] Hagamos números: un barril de petróleo contiene casi 159 litros; a un precio medio de 42 dólares por barril en 2020, sale a 0,27 por litro. Por otro lado en Costco [cadena estilo club de precios más grande en el mundo, basada en la venta mayorista] se pueden comprar ocho litros de refresco por seis dólares, lo que equivale a 0,75 dólares por litro”. En otras palabras, es más barato un litro de petróleo que un litro de refresco. Gates, B. Cómo evitar un desastre climático. Ob. Cit. p. 56.

[30] Book, J. (7 de marzo de 2019). Los recursos no renovables nunca se agotan realmente. Mises Institute. Recuperado de: https://mises.org/es/wire/los-recursos-no-renovables-nunca-se-agotan-realmente

[31] Benegas Lynch, A. (h) “El juicio crítico como progreso”. Ob. Cit. Pp. 347.

[32] Pooley, G. L. y Tupy, M. L. (2018). “Índice de abundancia de Simon: una nueva forma de medir la disponibilidad de recursos”. Cato Institute. Ver en: https://www.cato.org/publications/policy-analysis/simon-abundance-index-new-way-measure-availability-resources#endnote-018

[33] Thoreau, H. D. “Sobre la desobediencia civil” (2014); Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Ed: Diada. p. 80.

[34] Pooley, G. L. y Tupy, M. L. (2018). “Índice de abundancia de Simon: una nueva forma de medir la disponibilidad de recursos”. Cato Institute. Ver en: https://www.cato.org/publications/policy-analysis/simon-abundance-index-new-way-measure-availability-resources#endnote-023-backlink

[35] Estenssoro Saavedra, F. “Historia de debate ambiental en la política mundial, 1945-1992: la perspectiva latinoamericana”. Ob. Cit. Pp. 83-84.

[36] https://www.bancomundial.org/es/news/feature/2014/03/03/climate-change-affects-poorest-developing-countries

[37] John D. Rockefeller III, The Rockefeller Comission Report Population and the American Future. Citado en: Estenssoro Saavedra, F. “Historia de debate ambiental en la política mundial, 1945-1992: la perspectiva latinoamericana”. Ob. Cit. Pp. 81-82.

[38] “’El cambio climático tendrá consecuencias devastadoras para las personas en situación de pobreza. Incluso en el mejor de los casos, cientos de millones se enfrentarán a la inseguridad alimentaria, la migración forzada, las enfermedades y la muerte. El cambio climático amenaza el futuro de los derechos humanos y corre el riesgo de deshacer los últimos cincuenta años de progreso en materia de desarrollo, salud mundial y reducción de la pobreza’. Con estas palabras empieza su informe sobre Cambio climático y pobreza el relator especial de la ONU sobre la pobreza extrema […].” Naciones Unidas. (25 de junio de 2019). Hacia el apartheid climático. Cambio climático y medioambiente. Recuperado de: https://news.un.org/es/story/2019/06/1458411#:~:text=unas%20150.000%20personas.-,El%20cambio%20clim%C3%A1tico%20exacerbar%C3%A1%20la%20pobreza%20y%20la%20desigualdad%20existentes,ya%20no%20tendr%C3%A1n%20suficiente%20agua.

“En términos globales, se prevé que el cambio climático traerá consigo una combinación devastadora de efectos adversos para los pobres del mundo, tanto por su situación geográfica como por sus bajos ingresos, haciendo que la adaptación al cambio climático sea mucho más complicada.” Kemal, D. (s. f.) La devastación de los pobres del mundo: El cambio climático amenaza los avances logrados en materia de desarrollo. Crónica ONU. Recuperado de: https://www.un.org/es/chronicle/article/la-devastacion-de-los-pobres-del-mundo-el-cambio-climatico-amenaza-los-avances-logrados-en-materia

«Un nuevo informe de Naciones Unidas, dado a conocer hoy, subraya el gran impacto que tiene el cambio climático en la población más pobre y vulnerable, principalmente porque las inequidades aumentan el riesgo a las amenazas de ese fenómeno. […] ‘Los grupos más pobres están sujetos a los más grandes impactos de los efectos del cambio climático. Sin duda los pequeños campesinos, sin duda las mujeres, las personas adultas, los niños que viven en áreas de especial fragilidad’ […]”. Ver: Naciones Unidas. (s. f.). El impacto del cambio climático en la población más pobre es desproporcionado. Departamento de Asuntos Económicos y Sociales. Recuperado de: https://www.un.org/es/desa/wess-2016

[39] McCarthy, J. (21 de junio de 2016). Why birth control could be the best weapon against climate change. Global Citizen. Recuperado de: https://www.globalcitizen.org/es/content/climate-change-overpopulation-birth-control-sustai/

[40] USA Today. (18 de septiembre de 2009). El control de la natalidad podría ayudar a combatir el cambio climático. ABC News. Recuperado de: https://abcnews.go.com/Technology/birth-control-combat-climate-change/story?id=8616391

[41] Ver El País. (23 de enero de 2013). “Los humanos son una plaga sobre la Tierra”. Recuperado de: https://elpais.com/sociedad/2013/01/23/actualidad/1358942572_869278.html

[42] Recuperado de: https://www.un.org/es/events/unday/2011/

[43] BioScience , Volumen 70, Número 1, enero de 2020, página 100. Recuperado de: https://academic.oup.com/bioscience/article/70/1/8/5610806

[44] Ver El País. (3 de noviembre de 2009). «¡Frena el cambio climático. Toma la píldora!». https://elpais.com/sociedad/2009/11/03/actualidad/1257202803_850215.html

[45] Ortíz, D. A. La plaga humana. (junio de 2011). Quo. N° 164.

[46] Ver El País. (3 de noviembre de 2009). «¡Frena el cambio climático. Toma la píldora!». https://elpais.com/sociedad/2009/11/03/actualidad/1257202803_850215.html

[47] Marx, K. La ideología alemana, Buenos Aires, Pueblos Unidos, 1985.

[48] Ehrlich, P. & Ehrlich, A. “La explosión demográfica”. Ob. Cit. Pp. 30.

[49] Caballero Ferrari, F. J. (28 de marzo de 2017). ¿Superpoblación? El mundo podría vivir en Texas. Economipedia. Recuperado de: https://economipedia.com/actual/superpoblacion-mundo-podria-vivir-texas.html

[50] Ehrlich, P. & Ehrlich, A. “La explosión demográfica”. Ob. Cit. pp. 31.

[51] laSexta.com (11 de marzo de 2019). “Patrick Moore, expresidente de Greenpeace: ‘El calentamiento global es la mayor estafa de la historia’”. La Sexta. Recuperado de: https://www.lasexta.com/noticias/sociedad/patrick-moore-expresidente-greenpeace-calentamiento-global-mayor-estafa-historia_201903115c8635ac0cf2b793325f8871.html

[52] Mentirle al Pueblo. (2019, noviembre 4). «Esto es lo que no te cuentan del Cambio Climático» Patrick Moore, co-fundador de Greenpeace:. Recuperado de https://youtu.be/nPeC74VYIpA

[53] Rasool, S. I. Schneider, S. H. (1971). “Dióxido de carbono atmosférico y aerosoles: efectos de grandes aumentos en el clima global”. Science, 173, 3992. Pp. 138-141. Recuperado de: https://science.sciencemag.org/content/173/3992/138

[54] Watt, K. Cit. en Bailey, R. (s. f.) Día de la Tierra, antes y ahora. Reason. Recuperado de: https://reason.com/2000/05/01/earth-day-then-and-now-2/

[55] “Los seis gases de efecto invernadero son: dióxido de carbono (CO2), gas metano (CH4) y óxido nitroso (N2O), y los otros tres son gases industriales fluorados, hidrofluorocarburos (HFC), Perfluorocarbono (PFC) y Hexafluoruro de azufre (SF6)”, aunque el principal gas estudiado es el CO2. Ver: Protocolo de Kioto en: www.ecointeligencia.com

[56] El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), creado por el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) y la Organización Meteorológica Mundial (OMM) en 1988, es el principal órgano internacional para el estudio del cambio climático, “para que facilitara evaluaciones integrales del estado de los conocimientos científicos, técnicos y socioeconómicos sobre el cambio climático, sus causas, posibles repercusiones y estrategias de respuesta. Desde el inicio de su labor en 1988, el IPCC ha preparado cinco informes de evaluación de varios volúmenes […]. El IPCC y el ex Vicepresidente de los Estados Unidos de América, Al Gore, recibieron el premio Nobel de la Paz en 2007 por su labor en materia de cambio climático”. Ver en https://archive.ipcc.ch/home_languages_main_spanish.shtml

[57] Como podemos observar en el sitio web de Naciones Unidas https://www.un.org/es/sections/issues-depth/climate-change/index.html

[58] Ver en https://www.ipcc.ch/site/assets/uploads/2018/03/WG1AR5_SummaryVolume_FINAL_SPANISH.pdf

[59] Según la ONU, “El cambio climático es la crisis definitoria de nuestro tiempo y está ocurriendo aún más rápido de lo que temíamos; pero estamos lejos de no poder hacer nada ante esta amenaza global. Como indicó el Secretario General António Guterres en septiembre, ‘estamos perdiendo la carrera de la emergencia climática; no obstante, podemos ganarla’”. Ver Naciones Unidas. La crisis climática – una carrera que podemos ganar. (s. f.). Recuperado de: https://www.un.org/es/un75/climate-crisis-race-we-can-win

[60] Bitrian Crespo, R. 2019, 0ct. 9. Premio Nobel desmiente calentamiento global [Archivo de video]. Recuperado de https://youtu.be/DZ2KrExjs18

[61] David Coe, Walter Fabinski, Gerhard Wiegleb, The Impact of CO2, H2O and Other «Greenhouse Gases» on Equilibrium Earth Temperatures, International Journal of Atmospheric and Oceanic Sciences. Volumen 5, Número 2, diciembre de 2021, pp. 29-40. doi: 10.11648/j.ijaos.20210502.12

[62] Eyquem, J. 2017, Oct. 5. La gran estafa del calentamiento global [Archivo de video]. Recuperado de https://youtu.be/YsLOdGxJzL8

[63] Meshek, M. (9 de marzo de 1996). Altas y bajas de temperatura. NASA. Earth Data. Recuperado de: https://www.earthdata.nasa.gov/learn/articles/highs-and-lows-temperature

[64] Eyquem, J. 2017, Oct. 5. La gran estafa del calentamiento global [Archivo de video]. Recuperado de https://youtu.be/YsLOdGxJzL8

[65] Legates, D. (mayo de 2006). «Climate science: climate change and its impacts». NCPA. Wayback Machine. Recuperado en: file:///C:/Users/User/Downloads/Climate%20Science_%20Climate%20Change%20and%20Its%20Impacts.pdf

[66] Kennedy, C. “¿Significa ‘calentamiento global’ que se está calentando en todas partes?”. (29 de octubre de 2020). NOAA Climate.gov. Recuperado de: https://www.climate.gov/news-features/climate-qa/does-global-warming-mean-it%E2%80%99s-warming-everywhere#:~:text=Today%2C%20though%2C%20every%20decade%20since,relatively%20short%20span%20of%20time

[67] Instituto Goddard de Estudios Espaciales (GISS) de la NASA. 17 de febrero de 2021. “Temperatura Global”. Climate.nasa.gov. Recuperado de https://climate.nasa.gov/vital-signs/global-temperature/

[68] Cit. en Allon, C. (19 de julio de 2021). Los conjuntos de datos DMI revelan que los veranos Árticos eran más cálidos en las décadas de  1950/60. Electroverse. Recuperado de: https://electroverse.net/arctic-summers-were-warmer-back-in-the-1950s-60s/

[69] Chi- Hsu, P y otros. (23 de junio de 2021). Enfriamiento de la Antártida oriental inducido por cambios decenales en la oscilación Madden-Julian durante el verano austral. Science Advances. Vol. 7, no. 26. Recuperado de: https://advances.sciencemag.org/content/7/26/eabf9903

[70] Parkinson, C. L.; Cavalieri, D. J. (2012). Vol. 6. Pp. 871-880. Variabilidad y tendencias del hielo marino antártico, 1979-2010. La criosfera. State of Cryosphere. NSIDC. Recuperado de: https://nsidc.org/cryosphere/sotc/references/10.5194/tc-6-871-2012

[71] NSIDC. (revisado el 25 de julio de 2021). SOTC: Hielo marino. State of Cryosphere. Recuperado de: https://nsidc.org/cryosphere/sotc/sea_ice.html

[72] National Snow & Ice Data Center. (7 de julio de 2021). Mantener el ritmo del poseedor del récord. Artic Sea Ice News & Analysis. Recuperado de: http://nsidc.org/arcticseaicenews/2021/07/keeping-pace-with-the-record-holder/

[73] Villareal, A. (29 de septiembre de 2019). “El 97% de los científicos está con Greta Thunberg. Hablamos con el 3% restante”. El Confidencial. Recuperado de: https://www.elconfidencial.com/tecnologia/ciencia/2019-09-29/cientificos-escepticos-climaticos-greta-thunberg-188_2258679/

[74] Löwy, M. “Ecosocialismo: La alternativa radical a la catástrofe ecológica capitalista”. El colectivo: Buenos Aires, 2011, p. 96.

[75] Villareal, A. (29 de septiembre de 2019). “El 97% de los científicos está con Greta Thunberg. Hablamos con el 3% restante”. El Confidencial. Recuperado de: https://www.elconfidencial.com/tecnologia/ciencia/2019-09-29/cientificos-escepticos-climaticos-greta-thunberg-188_2258679/

[76] Hary, M. “Climagate” (2013); Buenos Aires. Ed: Maihuensh. Pp. 48.

[77] Ehrlich, P. & Ehrlich, A. “La explosión demográfica”. Ob. Cit.

[78] Idso, C. (21 de octubre de 2013). The Positive Externalities of Carbon Dioxide. Center for the Study of Carbon Dioxide and Global Change. Arizona. Recuperado de: http://www.co2science.org/education/reports/co2benefits/MonetaryBenefitsofRisingCO2onGlobalFoodProduction.pdf

[79] Jayaraj, V. (4 de agosto de 2021). Gratitud por el CO2: sigue alimentando al mundo. Real Clear Markets. Recuperado de: https://www.realclearmarkets.com/articles/2021/08/04/gratitude_for_c02_it_continues_to_feed_the_world_788506.html

[80] Villareal, A. (29 de septiembre de 2019). “El 97% de los científicos está con Greta Thunberg. Hablamos con el 3% restante”. El Confidencial. Recuperado de: https://www.elconfidencial.com/tecnologia/ciencia/2019-09-29/cientificos-escepticos-climaticos-greta-thunberg-188_2258679/

[81] Lomborg, B. (2020). Welfare in the 21st century: Increasing development, reducing inequality, the impact of climate change, and the cost of climate policies, Technological Forecasting and Social Change. Science Direct. Volume 156, 119981, Recuperado de: https://doi.org/10.1016/j.techfore.2020.119981. (https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S0040162520304157)

[82] Norberg, J. “Grandes avances de la Humanidad” (2016); Buenos Aires. Ed.: El Ateneo. Traductora: Ana Bello. Pp. 173-174.

[83] Global Change Data Lab. (Consultado el 15 de agosto de 2021). Tasas mundiales de mortalidad por desastres naturales. Our world In Data. Recuperado de: https://ourworldindata.org/grapher/natural-disaster-death-rates?tab=table&country=~All+natural+disasters

[84] Hannah Ritchie and Max Roser (2014) – «Natural Disasters». Published online at OurWorldInData.org. Recuperado de: https://ourworldindata.org/natural-disasters

[85] Director del Copenhagen Consensus Center y autor de los best seller “El ecologista escéptico” y “Cool It”. Considerado una de las 100 personas más influyentes del mundo por la revista Time, una de las 75 personas más influyentes del siglo XXI por la revista Esquire y una de las 50 personas capaces de salvar el planeta por el periódico The Guardian, de Reino Unido. Además es profesor visitante de la Copenhagen Business School.

[86] Lomborg, B. (26 de mayo de 2016). “Cambio climático: una conversación distorsionada”. Recuperado de: https://opinion.infobae.com/bjorn-lomborg/2016/05/26/cambio-climatico-una-conversacion-distorsionada/index.html#more-181

[87] Alimonti, G., Mariani, L., Prodi, F. et al. Una evaluación crítica de las tendencias de eventos extremos en tiempos de calentamiento global. Eur. Phys. J. Plus 137, 112 (2022). https://doi.org/10.1140/epjp/s13360-021-02243-9

[88] Colorado State University. DEPARTAMENTO DE CIENCIAS ATMOSFÉRICAS | PROYECTO DE METEOROLOGÍA TROPICAL. TC Metrico Global. Recuperado de: http://tropical.atmos.colostate.edu/Realtime/index.php?arch&loc=global

[89] Alimonti, G., Mariani, L., Prodi, F. et al. Una evaluación crítica de las tendencias de eventos extremos en tiempos de calentamiento global. Eur. Phys. J. Plus 137, 112 (2022). https://doi.org/10.1140/epjp/s13360-021-02243-9

[90] Alimonti, G., Mariani, L., Prodi, F. et al. Una evaluación crítica de las tendencias de eventos extremos en tiempos de calentamiento global. Eur. Phys. J. Plus 137, 112 (2022). https://doi.org/10.1140/epjp/s13360-021-02243-9

[91] Gates, B. Cómo evitar un desastre climático. Penguin Random House: Buenos Aires, 2021, p. 17.

[92] Cit. en Monkton, C. (2 de junio de 2021). La nueva pausa se alarga otros 2 meses a 6 años 2 meses. WUWT. Recuperado de: https://wattsupwiththat.com/2021/06/02/the-new-pause-lengthens-by-another-2-months-to-6-years-2-months/

[93] https://fakta360.no/2021/04/uah-global-temperature-drops-below-30-year-baseline-earth-is-cooling/

[94] Recuperado de: https://www.nsstc.uah.edu/data/msu/v6.0/tlt/uahncdc_lt_6.0.txt

[95] Cit. en https://www.drroyspencer.com/latest-global-temperatures/

[96] Svampa, M.; Viale, E. El colapso ecológico ya llegó. Buenos aires: Siglo XXI Editores, 2021, p. 26.

[97] https://www.aims.gov.au/sites/default/files/2021-07/AIMS%20Long%20Term%20Monitoring%20Program%20Annual%20Summary%20Report%20on%20Coral%20Reef%20Condition%20%28GBR%29%202020-2021_July2021.pdf

[98] Redd, P. Cit. en Sky News (26 de septiembre de 2021). Great Barrier Reef experiencing ‘record high’ levels of coral coverage. Recuperado de: https://www.skynews.com.au/opinion/outsiders/great-barrier-reef-experiencing-record-high-levels-of-coral-coverage/video/52141c3e6d241eab3393a03476ee20ae

[99] Pacto Mundial. ¿En qué consiste el Objetivo de Desarrollo Sostenible 13?. 13 Acción por el clima. Recuperado de: https://www.pactomundial.org/ods/13-accion-por-el-clima/#:~:text=y%20cambios%20irreversibles.-,El%20ODS%2013%20pretende%20introducir%20el%20cambio%20clim%C3%A1tico%20como%20cuesti%C3%B3n,poblaci%C3%B3n%20en%20relaci%C3%B3n%20al%20fen%C3%B3meno.

[100] Gates, B. Cómo evitar un desastre climático. Penguin Random House: Buenos Aires, 2021, p.12.

[101] Chamie, J. (9 de diciembre de 2021). Cambio climático con ocho mil millones de seres humanos. Inter Press Service. Recuperado de: https://ipsnoticias.net/2021/12/cambio-climatico-con-ocho-mil-millones-de-seres-humanos/

[102] Ibid.

[103] IPPF. (29 April 2019).Think sexual health isn’t linked to climate change? Think again. Recuperado de: https://www.ippf.org/sexual-health-climate-change

[104] IPPF. (29 April 2019).Think sexual health isn’t linked to climate change? Think again. Recuperado de: https://www.ippf.org/sexual-health-climate-change

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