Boris Johnson anunció el fin de las máscaras obligatorias, los pasaportes de vacunas y el trabajo desde casa; muchos creerán que es por haber logrado una baja en la tasa de contagio, pero la realidad es otra. Los británicos finalmente pueden regresar a la oficina y a una cierta sensación de normalidad. Según la prensa, dada la merma de contagios, Johnson dijo que el gobierno ya no exigirá máscaras en ningún lugar, incluidas las aulas y el transporte público, a partir de mañana. Los pasaportes de vacunas y las recomendaciones para trabajar desde casa finalizarán el próximo jueves 27 de enero.
Lo real es que el “party gate” posiblemente cueste la dimisión del primer mandatario británico, particularmente cuando la nación se hallaba en duelo oficial por el deceso del príncipe mientras Boris Johnson estimulaba una de sus tantas fiestas en clandestinidad. Hace solo dos semanas, Johnson dijo que sería una «locura» pensar que la pandemia estaba cerca de terminar, y que Inglaterra debe continuar con las restricciones que se venía imponiendo con mayor tiranía conforme pasaban los meses. Ciertamente miles de ciudadanos británicos se reunieron en Londres para protestar por las restricciones de COVID, particularmente el requisito de pasaporte de vacunas en el NHS; pero en rigor de verdad así ha sucedido en desde Sidney hasta Berlín y en nada afecta al gobierno que ostento un mayor poder represivo ante tan pocos valientes que resisten.
Finalmente ha aparecido la fórmula mágica para acabar con el virus, o en todo caso, con las restricciones estatales impuestas a razón de que los ciudadanos son tan inútiles que no saben cómo cuidarse a sí mismos del virus: la clave está en viralizar las fiestas clandestinas de los funcionarios. Si la cabeza de la nación demuestra con su ejemplo que puede estar en cuasi orgías y absolutamente nadie se muere del gobierno, ¿por qué uno no puede tener la libertad de hacer exactamente lo mismo bajo el propio riesgo?, más si dichas fiestas que gozan los políticos que viven en libertad son pagadas con dinero de quienes están cautivos.