Existe una nueva categoría de migración forzada, los “refugiados climáticos”. Dicen los portales hegemónicos: “El clima está cambiando, el clima se está calentando, está haciendo que las aguas suban y las ciudades se hundan, las ratas y la gente huyan”. Consecuencia de ese pánico infundado es que se movilizan a miles de personas hacia naciones de Europa.
Hay que considerar que estas personas no son refugiados en el sentido habitual de la palabra ya que no huyen de una zona inmersa en algún conflicto (bélico, étnico o político). Ciertamente los fenómenos meteorológicos extremos que pueden alterar el ritmo ordinario de una nación sólo duran un escaso margen de tiempo (inundaciones, huracanes, terremotos). Por lo tanto, estas personas están desplazadas temporalmente. Si se da una situación de emergencia y hay que desplazarles, se le desplaza a la región vecina para mantener la posibilidad de un pronto regreso al hogar; incluso se favorece el contacto con gente que tiene una cultura relativamente similar.
No hay ninguna razón coherente para considerar la aceptación de “refugiados climáticos” en Occidente, a menos que se utilice el cambio climático para justificar una inmigración ilimitada como forma de guerra híbrida tal como sucedió en Francia y España. Las cifras al respecto son alarmantes pero ilusorias; según la ONU, se esperan 250 millones de refugiados en 2050 hasta 500 millones según Christian Aid.
La utilización de la figura del refugiado es propia de una política globalista que busca socavar los cimientos de la civilización occidental a través de las guerras híbridas donde, por número, se establecen nichos de inmigrantes que imponen su cultura por sobre el estándar nacional. Las causas principales y «clásicas» del fenómeno son la desertificación, la deforestación, la salinización, la erosión, la aridificación, la catástrofe natural o diversos problemas de toxicidad del suelo, del aire o del agua que provocan la desaparición de recursos vitales (agua, alimentos) y epidemias y/o hambrunas, son fenómenos se deben tanto a la actividad humana como a las tendencias naturales, pero recae toda culpa y responsabilidad sólo sobre Occidente.