Para saber la actitud que tenemos que tener con el Liberalismo, primero debemos saber que es el Liberalismo, contextualizar, insertarlo en la lógica actual y luego, debemos definir qué somos nosotros.
El Liberalismo, antes que nada, es una actitud hacia la vida en donde el individuo se considera autónomo y con la libertad absoluta de hacer lo que quiere, cuando quiere y donde quiere. La libertad es un bien absoluto. Esos son sus postulados de vida que luego chocan con la realidad y de ahí surgen las posteriores teorizaciones para salvar algo de sus supuestos (ver el Leviatán de Hobbes o el Segundo Gobierno Civil de Locke).
El Liberalismo fue revolucionario mientras no tuvo el poder. Su primer triunfo político se da en la Revolución Francesa de 1789. Durante el siglo XIX, todas las revoluciones contra el sistema establecido fueron liberales: 1820, 1830 y 1848, esta última con mezcla de socialismo utópico y científico incipiente. Gran parte de su acción política fue dentro de los ejércitos a través de las sociedades secretas. Fue el liberalismo revolucionario el que realizó la obra de la unificación italiana en 1870 y alemana de 1871. Fue el liberalismo el que lanzó a la conquista del mundo a Inglaterra y Francia durante la segunda mitad del siglo XIX y realizó estragos en África y Asia.
De ahí que la actitud del Liberalismo fue revolucionaria, o sea, de destrucción del orden establecido para la construcción de uno nuevo. Lo han dejado en claro sus ideólogos.
El Liberalismo aborda la revolución con un plan establecido, no es expresión de un rechazo social a una situación puntual. Es más, se ha servido del descontento para lograr sus objetivos. El rechazo a las monarquías viene dado por su ideología democrática y republicana, ideología fundamental para la implantación de un modelo económico capitalista donde prime “el mayor beneficio a menor costo” como regla fundamental de vida.
Entendido de esta manera es lógico el rechazo de los grupos conservadores a los liberales (desde la revolución francesa en adelante) ya que los primeros ponen a las personas por sobre los intereses y no aceptan un sistema regido por la máxima moral del “mayor beneficio y menor costo”.
Pero hoy el Liberalismo no es lo que fue, o por lo menos lo que se ve.
Contexto mundial actual
En la actualidad el mundo está totalmente interconectado y es gobernado por diferentes grupos de poder. Por un lado, el sistema financiero internacional que controla la moneda física y tiene gran influencia sobre la producción y el comercio. Entre ellos encontramos a los grandes fondos de inversión, como Black Rock, Templeston, City Group. J.P. Morgan, etc. Por otro lado, las Big Tech en alianza con los grandes medios de comunicación masivos que controlan las comunicaciones y las opiniones globales, o sea, son quienes dicen lo que hay que pensar y lo que hay que valorar. También están los organismos internacionales, como la ONU, OMS, FMI, CFR, etc. sometidos al poder del dinero y de las comunicaciones y son los encargados de diseñar las políticas que luego implementaran los Estados Nacionales a través de sus agentes, conscientes e inconscientes.
La clave es qué proponen estos conglomerados, qué es lo que se ha de pensar y lo que se ha de valorar. La gran diferencia con todo lo que ha sucedido en la historia de la humanidad desde que tenemos registro es que es la primera vez que esta propuesta niega de manera categórica (y se propone como buena, o sea, es una propuesta subversiva global) el orden natural. Esta propuesta busca institucionalizar un orden que rechaza la ley natural y lo intenta hacer desde el totalitarismo.
Este proyecto data de fines del siglo XIX, sino antes. Se pone en marcha con toda la fuerza luego de la Segunda Guerra Mundial y se ha acelerado considerablemente con el COVID. Entender la Agenda 2030 como una imposición global contemporánea es erróneo y no tiene fundamento histórico. Esta Agenda, o corona el proceso que comienza a fines del siglo XIV desde los principios filosóficos o es un hito más (de los más concretos y violentos) de esos cambios que se operan desde hace mucho. El proceso Pandemia-Covid es un acelerador pero no un creador, consolida y aún no sabemos si cierra o quedan cosas por hacer.
Pero en un mundo con millones y millones de habitantes es imposible que un proyecto de tal magnitud llegue a cada puerta tal y como se ha pensado. Esto es fundamental para entender la reacción y sobre todo el momento de la reacción.
Los intelectuales conservadores más lúcidos ya percibían este proyecto desde la aparición del Liberalismo. Estudiando sus postulados, conociendo la antropología y la Revelación no hacían más que proyectar las consecuencias de la aplicación de los principios liberales y la ecuación daba como resultado la Tiranía Global. Pero estos grupos eran muy minoritarios. La gran masa de la población mundial estaba ajena a este proceso y caminaba ciega a la Dictadura Mundial.
Hoy en día el proyecto se ha hecho realidad y al negar el orden natural e implantar un Estado supranacional autoritario genera un natural rechazo de las masas no adoctrinadas. Pero este rechazo es inorgánico, sin líderes contundentes, fundamentado en doctrinas muchas veces contradictorias y con principios que parecen oponerse o definitivamente se oponen. El rechazo es un impulso de la naturaleza humana sin estructuración.
Voy a poner un ejemplo para ilustrar lo que quiero decir. Un delincuente entra a mi casa e intenta violar a mi hija. Mi reacción es buscar lo primero que tenga a mano para reducirlo o matarlo. Luego del suceso viene la justificación y la búsqueda de los por qué. ¿Por qué reaccioné así si siempre pensé que era un pacifista? o ¿Por qué no logré matarlo si siempre pensé que lo haría cuando pasara algo así? ¿Qué fue lo que me movió a actuar de esa manera o no de otra? etc.
Hoy nos sucede algo análogo. Hay una reacción instintiva a una imposición antinatural y las sociedades se defienden asumiendo postulados diversos según su estado cultural y espiritual. En España, VOX, con una doctrina que podemos rastrear en su tradición intelectual católica, popular y patriótica. En Hungría y Polonia, similar a España pero con la impronta de un rechazo categórico a los totalitarismos nazi y comunista por haberlos sufrido gran parte del siglo XX. Brasil, hasta hace muy poco, con un gobierno conservador en lo político y liberal en lo económico, dada su historia y tradiciones.
En todas estas reacciones hay una apelación al liberalismo más o menos explícito. ¿Por qué?
Las tradiciones en las que se apoya España con Vox, Hungría, Polonia y Brasil para defenderse del totalitarismo del gobierno mundial distan mucho de ser liberales tal como entendemos el liberalismo del siglo XIX. Si el principio liberal es la autonomía total del individuo es imposible congeniar con algunas expresiones de Abascal, Orban o Bolsonaro. Pero la apelación al liberalismo no va por ahí y esa es la clave para el debate que debemos darnos los conservadores.
Quienes recurren al Liberalismo para hacer frente al totalitarismo del gobierno mundial lo hacen por varias razones, a mi entender
– porque el liberalismo es la doctrina más popular de defensa de la libertad, derecho más amenazado por el gobierno mundial
– porque el conservadorismo propone una serie de normas que restringen la libertad para que no se transforme en libertinaje en un momento donde cualquier restricción a la libertad viene del enemigo.
– porque el nacionalismo propone una restricción a la libertad individual en pos de la libertad social en un momento donde el desarrollo nacional dista mucho de realizarse y entregar la libertad individual parece más una trampa para que no reaccionen los individuos que una propuesta sensata y realista.
La reacción encuentra su expresión en el liberalismo porque no se presenta como una doctrina profunda y complicada sino más bien una serie de postulados que resumen lo que la sociedad siente que necesita: más libertad.
Los sectores que nunca han tenido esa libertad y han vivido bajo la línea de pobreza ven en el liberalismo una voz que nace de la disidencia al sistema y la posibilidad de ser escuchados en sus reclamos. No necesariamente son atraídos por la libertad sino más bien por la capacidad de reacción al sistema que están presentando y, sobre todo, con la violencia con que irrumpe esa reacción. Sus voces se unen al grito.
Si esto es así, ¿cuando hablamos de liberalismo estamos hablando del liberalismo del siglo XIX? ¿Estamos hablando del liberalismo que desemboca en los monopolios más violentos? ¿Estamos hablando del liberalismo que apoyaba la represión de un campesino que, en la Patagonia trágica, peleaba por dos paquetes de velas y por una letrina en cada casa comunitaria? ¿o estamos hablando de una palabra a la que apela un sector mayoritario de la sociedad harto de un sistema que los excluye y frente al cual no encuentran posibilidad de reacción?
Evidentemente, una cosa es lo que los pueblos encuentran en la apelación al Liberalismo o Libertarianismo y otra cosa muy diferente lo que recogen muchos de sus adláteres más perversos con sus recursos demagógicos. Pero eso lo han hecho todos los líderes, sean populares o no. Igualmente no soy idiota (o por lo menos lo intento) y sé la utilización de las masas que ha hecho el Liberalismo a lo largo de la Historia, desde la Revolución Francesa en adelante. Pero quienes tengan vocación de poder no pueden rechazar el liberalismo pensando que es lo que fue. Hoy, para gran parte de los pueblos, el Liberalismo es signo de reacción y la reacción es lícita y necesaria.