Podrá faltar todo, menos el agua

La disponibilidad y suministro de agua potable de calidad se está convirtiendo en uno de los grandes desafíos afrontados a nivel mundial. El agua juega un papel importante en el desarrollo de los países, sin embargo, la falta de gestión integra y la presión constante dan como resultado el desequilibrio entre las cantidades disponibles versus la demanda actual.

El agua es un recurso renovable, pero finito, por lo cual, ha de establecerse diferentes estrategias que permitan extender la vida útil del recurso. Lastimosamente, este preciado bien se malgasta y contamina de manera indiscriminada. La escasez de agua afecta a más de 1.100 millón de las personas en todo el mundo (Aquae,2021), una cifra alarmante que refleja el estado actual de vulnerabilidad hacia los millones de personas que no cuentan con una red de abastecimiento de agua potable que les permita suplir sus necesidades más básicas.

La problemática de la gestión hídrica radica en diferentes aspectos. Primero, los países no planean de forma estratégica la gestión del recurso, previendo la necesidad de ciudades con alta densidad población, con infraestructura de abastecimiento obsoleta y averiada, con sistemas pocos resilientes a situaciones futuras de sequias, y sin dejar de lado el hecho de no tener modelos de saneamiento que les permite tener un recurso en recirculación continua dentro del sistema. Segundo, la falta de regulación se ha convertido en el arma vital para adueñarse del recurso, ya que no priman los derechos e intereses de los países sino los beneficios económicos que se puedan adquirir de los mismos, por tal razón, los países del tercer mundo se ven sometidos a racionar cada gota de agua que tienen y muchas veces de abastecerse de aguas contaminadas. Tercero, el uso y posterior vertimiento de aguas contaminadas es un problema que muy pocas empresas están dispuestas afrontar, generando una mayor presión sobre el recurso y el medio ambiente, según una nueva investigación de la Universidad de Utrecht el 50% del agua residual que se vierte al medio ambiente no ha sido tratada adecuadamente o no ha tenido tratamiento alguno.

Para muchas personas esta problemática no existe, porqué cada vez que abren el grifo tienen agua limpia, potable y segura, y se les hace difícil imaginar el hecho de que hay personas que no conocen el significado de grifo. La desestabilidad política, económica y social de los países hace que se exacerbé aún más los conflictos ambientales, la pobreza y las guerras de poder de aquellos que se apropian de los derechos de explotación del agua para favorecer sus propios intereses económicos. Cuando las personas no cuentan con fuentes de agua potable dentro de sus viviendas han de recorrer largas distancias para obtener este preciado líquido, sin que ello asegure que las aguas no estén contaminadas con heces fecales, presencia de organismos patógenos, polución química de componentes como el arsénico, el fluoruro o el nitrato, derivando de su ingesta enfermedades como la diarrea, el cólera, la fiebre tifoidea, la poliomielitis, las enfermedades de la piel y el cáncer.

En el 2008, un informe de Goldman Sachs titulado “Top Five Risks” denomino al agua como el nuevo petróleo del siglo XXI. Sin duda alguna, era una de las afirmaciones más acertadas para esta actualidad. Cada vez hay mayor cantidad de empresas y grupos de capital riesgo que intentan tener el control total de un recurso que es completamente estratégico, abriendo la puerta a lo que hoy se vive con mucha más fuerza “los conflictos ambientales”. Estos conflictos ambientales se desatan por la nueva concepción de soberanía plena sobre países valiosos que cuentan con gran cantidad de recursos, pero cuya regulación es baja, permitiendo que se produzcan abusos, manipulaciones y quiebres ambientales por la necesidad de poder y de imposición de una gobernanza supranacional, avalada por los miembros de los gobiernos y por los que representan el núcleo de decisiones políticas a nivel mundial.

El cuestionamiento debe de radicar en que el agua es un recurso al cual todos deben de tener acceso, pero ¿Por qué se da prioridad a los grandes magantes?, ¿Hasta qué punto son merecedores los propios ciudadanos de acceder a sus recursos?, ¿Por qué grandes empresas como Coca- Cola, Nestlé e Intel trasladan sus centros de operación y producción a países como México, Israel o India sin restricción alguna de explotación sobre los pozos de agua dulce? ¿Quiénes son los que se benefician? O ¿Por qué siguen usando países africanos para la producción de caña de azúcar para generar biodiésel cuando se sabe que son zonas con altos niveles de stress hídrico y que para su producción requieren altas cantidades de agua que ni sus propios ciudadanos tienen acceso? ¿Acaso todo vale cuando se trata de suplir la demanda de los países desarrollados?.

Recordemos hoy, día mundial del agua las palabras del escritor Jaume Perich “La bebida más peligros es el agua, te mata si no la bebes” y cuyos afectados son aquellos que se les consideran peones, fácilmente remplazables, fácilmente dominables por el mero hecho de estar en situación de vulnerabilidad.