Platón – Parte 1

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 Sección publicada por primera vez en webdianoia el 3 de diciembre de 2001

La filosofía platónica
Platón es el primer gran filósofo ateniense que nos deja una amplia obra escrita. Discípulo del polémico Sócrates y creador de la Academia, que mantendrá su actividad hasta el s. VI de nuestra era, (el año 529 serán cerradas todas las escuelas filosóficas por orden de Justiniano), su pensamiento ejercerá una gran influencia en el desarrollo de la filosofía.

Biografía

Los primeros años

Platón nació en Atenas, (o en Egina, según otros, siguiendo a Favorino), probablemente el año 428 o el 427 a. c. de familia perteneciente a la aristocracia ateniense, que se reclamaba descendiente de Solón por línea directa. Su verdadero nombre era Aristocles, aunque al parecer fue llamado Platón por la anchura de sus espaldas, según recoge Diógenes Laercio en su «Vida de los filósofos ilustres», anécdota que ha sido puesta en entredicho. Los padres de Platón fueron Aristón y Perictione, que tuvieron otros dos hijos, Adimanto y Glaucón, que aparecerán ambos como interlocutores de Sócrates en la República, y una hija, Potone.

A la muerte de su padre, siendo niño Platón, su madre contrajo nuevas nupcias con Pirilampo, amigo de Pericles, corriendo la educación de Platón a su cargo, por lo que se supone que Platón pudo haber recibido una enseñanza propia de las tradiciones democráticas del régimen de Pericles.

En todo caso,Platón recibió la educación propia de un joven ateniense bien situado, necesaria para dedicarse de lleno a la vida política, como correspondía a alguien de su posición. Según Diógenes Laercio llegó a escribir poemas y tragedias, aunque no podamos asegurarlo. También fue discípulo del heracliteano Cratilo, noticia esta que tampoco parece posible confirmar. La vocación política de Platón está constatada por sus propias declaraciones, en la conocida carta VII; pero su realización se vio frustrada por la participación de dos parientes suyos, Cármides y Crítias, en la tiranía impuesta por Esparta luego de la guerra del Peloponeso, conocida como la de los Treinta Tiranos, y que ejerció una represión violenta y encarnizada contra los lideres de la democracia. Sin embargo, el interés político no le abandonará nunca, y se verá reflejado en una de sus obras cumbre, la República.

La influencia de Sócrates

En el año 407, a la edad de veinte años, conoce a Sócrates, quedando admirado por la personalidad y el discurso de Sócrates, admiración que le acompañará toda la vida y que marcará el devenir filosófico de Platón. No parece probable que Platón mantuviera una relación muy intensa con el que consideró su maestro, si entendemos el término relación en su sentido más personal; sí es cierto que entendida en su sentido más teórico la hubo, y de una intensidad que raya en la dependencia. Pero también sobre su relación con Sócrates hay posiciones contradictorias. El que no estuviera presente en la muerte de Sócrates ha hecho pensar que no pertenecía al círculo íntimo de amigos de Sócrates; sin embargo, parece que sí se ofreció como aval de la multa que presumiblemente la Asamblea impondría a Sócrates, antes de que cambiara su decisión por la condena a muerte.

Primeros viajes

En el año 399, tras la muerte de Sócrates, Platón abandona Atenas y se instala en Megara, donde residía el filósofo Euclides que había fundado una escuela socrática en dicha ciudad. Posteriormente parece que realizó viajes por Egipto y estuvo en Cirene, (noticias ambas, aunque probables, difíciles de contrastar, no habiéndose referido Platón nunca a dichos viajes, por lo que también es probable que luego de una breve estancia en Megara regresara a Atenas ) yendo posteriormente a Italia en donde encontraría a Arquitas de Tarento, quien dirigía una sociedad pitagórica, y con quien trabó amistad.

Invitado a la corte de Dionisio I, en Siracusa, se hizo amigo de Dión, que era cuñado de Dionisio, y con quien concibió la idea de poner en marcha ciertas ideas políticas sobre el buen gobierno que requerían la colaboración de Dionisio. Al parecer, las condiciones de la corte no eran las mejores para emprender tales proyectos, ejerciendo Dionisio como tirano de Siracusa; irritado por la franqueza de Platón, según la tradición, le retuvo prisionero o lo hizo vender como esclavo en Egina, entonces enemiga de Atenas, siendo rescatado finalmente por un conciudadano que lo devolvió libre a Atenas.

La Academia

Una vez en Atenas, en el año 388-387, fundó la Academia, nombre que recibió por hallarse cerca del santuario dedicado al héroe Academos, especie de «Universidad» en la que se estudiaban todo tipo de ciencias, como las matemáticas (de la importancia que concedía Platón a los estudios matemáticos da cuenta la leyenda que rezaba en el frontispicio de la Academia: «que nadie entre aquí que no sepa matemáticas»), la astronomía, o la física, además de los otros saberes filosóficos y, al parecer, con una organización similar a la de las escuelas pitagóricas, lo que pudo comportar un cierto carácter secreto, o mistérico, de algunas de las doctrinas allí enseñadas. La Academia continuará ininterrumpidamente su actividad a lo largo de los siglos, pasando por distintas fases ideológicas, hasta que Justiniano decrete su cierre en el año 529 de nuestra era.

Últimos viajes

En el año 369 emprende un segundo viaje a Siracusa, invitado por Dión, esta vez a la corte de Dionisio II, hijo de Dionisio I, con el objetivo de hacerse cargo de su educación; pero los resultados no fueron mejores que con su padre; tras algunas dificultades (al parecer estaba en situación de semi-prisión) consigue abandonar Siracusa y regresar a Atenas. También Dión tuvo que refugiarse en Atenas habiéndose enemistado con Dionisio I, donde continuará la amistad con Platón. Unos años después, en el 361, y a petición de Dionisio II, vuelve a realizar un tercer viaje a Siracusa, fracasando igual que en las ocasiones anteriores, y regresando a Atenas en el año 360 donde continuó sus actividades en la Academia, siendo ganado progresivamente por la decepción y el pesimismo, lo que se refleja en sus últimas obras, hasta su muerte en el año 348-347.

 

Contexto histórico, sociocultural y filosófico de Platón

Contexto histórico

Entre el 500 y el 479 tienen lugar las guerras médicas, que terminan con la victoria de los griegos sobre los persas y consagran la supremacía de Atenas. El afianzamiento de la democracia en Atenas, con las reformas de Efialtes y Pericles, y la relativa tranquilidad bélica, una vez derrotados los persas, permitirá un desarrollo económico y cultural de Atenas, al amparo de su hegemonía política y militar, durante varias décadas que sólo se verá frenado por el impacto negativo de la Guerra del Peloponeso. En efecto, las alianzas establecidas entre las ciudades griegas, representadas por la Liga del Peloponeso, cuya dirección quedaría bajo el mando de Esparta, y la Liga Ático-Délica, bajo el mando de Atenas, se configuran como dos alianzas antagónicas cuya oposición terminará en una confrontación entre Atenas (de ideología democrática) y Esparta (de ideología aristocrática) que durará desde el – 431 al −404, y que terminará con la derrota de Atenas. A consecuencia de ello, Atenas verá cómo su democracia es desmantelada, imponiéndose la llamada tiranía de los Treinta, bajo la protección de Esparta, que realiza una sangrienta persecución de los líderes demócratas. Pese a ello, la democracia será restaurada al año siguiente, ante la indiferencia de los espartanos, que no intervienen, aunque no volverá a alcanzar los logros obtenidos durante el siglo anterior. La democracia ateniense intentará reponerse de la derrota ante Esparta entrando en una fase en la que, desprovista de líderes que consigan un consenso suficiente, la habilidad retórica de los ciudadanos marcará su devenir y la toma de sus decisiones políticas. Destruida su flota por Esparta, Atenas no volverá a recuperar el control de las rutas comerciales ni su poderío militar, e irá cediendo ante el empuje de Macedonia, al igual que el resto de Grecia, hasta ser derrotada el año – 322, y asimilada al imperio macedónico, aunque se mantendrá como referente cultural para toda la Hélade durante el siglo IV. Desde las reformas democráticas de Clístenes a la derrota ante Macedonia en el – 322, la democracia ateniense perduraría durante casi dos siglos. Bastante más si, como sostienen algunos, las reformas democráticas habrían comenzado con la legislación de Solón.

Platón, pues, vive su juventud bajo los avatares de la Guerra del Peloponeso, y desarrolla su actividad filosófica tras la restauración de la democracia, una democracia que tiene que hacer frente al declive del poderío militar y económico de Atenas y en la que el aristócrata Platón verá un enemigo, al consagrar la igualdad entre los ciudadanos. Una igualdad que, como vemos en su antropología, Platón consideraba contra natura.

Contexto sociocultural

La ciudad-estado griega abarca un territorio no excesivamente amplio, en el que reside la población rural. La ciudad, al tiempo que es el centro económico, político y social, sirve también de refugio en situación de guerra. En ella se encuentran el teatro, los gimnasios, los mercados, los templos y las instituciones políticas, pero también los talleres artesanos y otros centros de actividad económica y cultural. Muchas de ellas, además, se encontraban en la costa o cerca de ella, por lo que disponían de un puerto marítimo que facilitaba el desarrollo del comercio.

Atenas, siendo una democracia, disfrutaba de una organización social en la que las ideas de isonomía (igualdad ante la ley) y el consiguiente derecho a hablar ante la asamblea (isegoría) propiciaba un modo de vida muy alejado del conservadurismo estamental de la antigua aristrocacia o de las oligarquías que todavía seguían gobernando en otras ciudades-estado (como ocurría con la diarquía espartana). La democracia ateniense es una democracia directa, en la que los ciudadanos intervienen en primera persona en la Asamblea, en lo que se ha considerado un ejercicio directo de la soberanía. No todos los habitantes de la ciudad son ciudadanos, sin embargo. Los esclavos, los extranjeros y las mujeres no gozan de los derechos de ciudadanía: sólo los varones adultos que hubiesen terminado su formación militar como efebos (que solía tener lugar entre los 18 y los 20 años) y que fueran descendientes legítimos de ciudadanos atenienses, eran considerados ciudadanos. Tras las guerras del Peloponeso, en el siglo – IV, se calcula que vivían en Atenas en torno a 250000 personas, incluyendo a los esclavos, de las que menos de 30000 eran ciudadanos (en total habría unos 100000 atenienses, contando a los familiares sin derechos de ciudadanía: mujeres y niños).

La participación en la vida política, remunerados los cargos públicos desde Pericles, solía ser amplia, en las tres instituciones principales de la democracia: la Asamblea (Ekklesía), el Consejo de los 500 (Boulé) y en los Tribunales de justicia (Dikastería). La Asamblea tenía como funciones principales la de legislar, la de elegir cargos públicos y la de juzgar delitos políticos. El Consejo de los 500 tenía como función principal la de llevar a efecto las órdenes de carácter ejecutivo acordadas por la Asamblea, lo que implicaba una gran variedad de acciones en la administración de la polis, incluido su control. Los Tribunales intervenían en todos los casos de litigio, públicos o privados, y eran elegidos por sorteo entre los mayores de 30 años. El interés por lo público y el sometimiento a la ley (nómos) prevalece frente al individualismo y el culto a la personalidad, más propio de las sociedades aristocráticas de la época.

Esta organización social está basada sobre la actividad de los esclavos y de los artesanos. Entre los artesanos había, además, muchos extranjeros (metecos), aunque estaban también excluidos de la ciudadanía y del derecho a poseer propiedades inmobiliarias. Entre los ciudadanos atenienses el trabajo físico está mal considerado y, aunque son propietarios de tierras y realizan actividades comerciales, dedican la mayor parte de su tiempo, además de a su participación en la vida política, al ocio, a la preparación física en los gimnasios (el ejército lo constituían los ciudadanos y precisaban de un buen estado de forma), a las reuniones en el ágora o en sus propias casas con sus amigos, en las que se tratan cuestiones de todo tipo: culturales, políticas, filosóficas… Las mujeres están excluidas de estas actividades, así como del conjunto de la vida pública, quedando, sobre todo si eran de buena posición social, recluidas en sus casas, y viéndose privadas de una educación similar a la de los hombres.

En fin, durante los años que gobernó Pericles y las siguientes décadas, en Atenas se desarrollaron las artes y las letras hasta cotas no alcanzadas anteriormente. Fueron los años de los grandes monumentos de la Acrópolis, como el Partenón y el Erecteión. Junto a artistas como Fidias y posteriormente sus alumnos Agorácrito y Alcámenes, encontramos más tarde a Praxíteles, igualados ambos a Mirón y Policleto; pero también a ceramistas de la talla de Meidias. El teatro alcanza su máximo esplendor, con las tragedias de Esquilo, Sófloces y Eurípides, seguido de cerca por los logros alcanzados por la comedia con Aristófanes. Tucídides y Heródoto sientan las bases de lo que serán los estudios históricos en el futuro. Una actividad cultural sin precedentes que todavía hoy sigue causando admiración y proponiéndose como referente.

Contexto filosófico

Una ciudad como Atenas, con una economía floreciente, libertades democráticas, poco peso de la religión, afluencia de extranjeros, y abierta a las innovaciones, inmersa en un continuado desarrollo cultural y artístico, se convirtió pronto en un lugar atractivo para filósofos de todas partes.

El desarrollo cultural del siglo – V atrajo a filósofos de la talla de Anaxágoras, que formó parte del llamado círculo de Pericles, y también de Demócrito (aunque se le atribuye la queja de que estuvo en Atenas y nadie le reconoció), pero sobre todo a los llamados sofistas, que fueron bien recibidos en Atenas y durante muchos años se encargaron de la educación de los jóvenes de las más destacadas familias atenienses, instruyéndolos en el arte de la oratoria y del debate político, tan necesario para progresar en la vida política democrática ateniense. Pródico de Ceos, Protágoras de Abdera, Gorgias de Leontini e Hipias de Elis son algunos de los más conocidos sofistas que estuvieron en Atenas y fueron reputados por sus enseñanzas y discursos, centrados en cuestiones del lenguaje, de antropología y sociología, desde posturas relativistas – tanto en lo político como en lo moral-, diferenciándose así de los filósofos jónicos, que habían manifestado una preocupación más centrada en el estudio de la naturaleza; pero con cierta proximidad, por su interés por la lógica, con las escuelas itálicas de Elea.

Mención aparte merece el ateniense Sócrates, quien ejerció una gran influencia en Platón, al igual que en otros jóvenes que fundaron escuelas filosóficas basadas en sus enseñanzas, las llamadas escuelas socráticas menores, como Euclides de Megara (fundador de la escuela de Megara), Fedón de Elis (escuela de Elis), el ateniense Antístenes (escuela cínica, a la que perteneció el conocido Diógenes de Sinope) y Aristipo de Cirene (escuela cirenaica). Sócrates, considerado como un sofista por sus conciudadanos, fue considerado por Platón como el antisofista por excelencia, en lo que Platón nos ha transmitido como su preocupación fundamental: la búsqueda de la verdad absoluta, de la definición universal, alejándose del relativismo de los sofistas. Posteriormente el mismo Platón, tras la creación de la Academia, se convertirá en el filósofo más reputado de Atenas, atrayendo a su escuela estudiantes y filósofos de toda la Hélade, entre los que podemos citar a Eudoxo de Cnido y a Aristóteles.