La vuelta chilena hacia los caminos de la Libertad

Hablamos de un Kast incansable, que nunca se rindió (intentó alcanzar la presidencia dos veces, en 2017 y 2021) y nunca paró de denunciar los estragos que la izquierda es capaz de hacer. Hoy el pueblo chileno acepta su error y con humildad le responde “tenías razón, te pedimos perdón, acá está nuestro voto”, en una nueva apuesta por una Nación verdaderamente libre y soberana.

Un pueblo que, por momentos, parece padecer alguna afección que provoca la pérdida de memoria (síntoma que comparte con el resto de los países del continente) al olvidar fácilmente los adversos escenarios de un pasado no muy lejano en que el socialismo azotó estas tierras y los números y la calidad de vida no se correspondieron con las promesas de su dictador. Repasemos un poco.

Vestigios de una tormenta marxista.

El gobierno comunista de Salvador Allende fue declarado inconstitucional y antidemocrático por la Corte Suprema de Justicia, el Parlamento y la Contraloría General de la Nación por violaciones concretas a los Derechos Humanos, tales como el amparo a 12 grupos armados, tortura, indultos a terroristas, detenciones ilegales a opositores, toma de 145 colegios, expropiación ilegal de 400 industrias, la persecución a la prensa, el cierre de radiodimisoras y hasta la creación de su propia cadena única.

Además, el déspota Allende y su ilegítimo gobierno destruyó la economía: para 1971, la inflación anual era del 35%; al año siguiente los índices aumentaron a un 216%, y en 1973 la inflación alcanzaba la escandalosa cifra de 605%. Multiplicó por dos el déficit estatal, las reservas pasaron de 320 millones de dólares a 36 millones, y cambió el superávit de 246 millones de dólares por un déficit de 73 millones. La gente hacía interminables colas para poder comer y el mercado negro se disparó como única forma de escapar del desabastecimiento. En apenas tres años, Allende destrozó la economía chilena.

El “líder democrático”, como suele llamárselo, se saltó el Poder Legislativo, el Poder Judicial y hasta sus propias atribuciones ejecutivas. Y como si fuera poco, se le incautaron 45.000 pistolas, 12.000 fusiles, 500 lanzacohetes, 70 antitanques, 20 lanzallamas. También dijo cosas como «la violencia revolucionaria es inevitable y legítima” y habló abiertamente de «descartar la vía electoral como método para alcanzar el poder». Pero volvamos a la actualidad.

Un nuevo amanecer.

A pesar de la sensación de indiferencia y cansancio de los 15 millones de votantes, se logró una fluida concurrencia en los centros de votación por parte de la ciudadanía patriota y conservadora. De esta manera, se eligió a los 50 integrantes de la Convención Constituyente, quienes tendrán la tarea de presentar la propuesta a una Carta Magna que reemplace la actual, elaborada durante la gestión de Augusto Pinochet. Recordemos que esta medida, que ha estado provocando un hartazgo generalizado en la ciudadanía chilena, fue la principal propuesta de campaña del actual Presidente Gabriel Boric, luego de haber conseguido capitalizar el descontento social en las protestas nacionales de 2019.

El bloque formado por el ex candidato presidencial José Antonio Kast aportará 22 de los 51 consejeros, quienes deberán redactar la nueva Constitución para el país. Estos resultados le brindan mayoría absoluta en el órgano constitucional, lo que significa una victoria abrumadora frente al segundo lugar, ocupado por la lista Unidad Para Chile, integrada por el Partido Comunista, el Partido Socialista y el Frente Amplio (espacio del Presidente).

El ridículo izquierdista y la remontada de la “ultra archi mega” derecha.

Llama poderosamente la atención la pésima articulación política de la actual gestión en esta cuestión, la escasa prudencia y la falta tacto y estrategia electoral frente a, recordemos nuevamente, una propuesta presentada justamente por el propio espacio que hoy gobierna; propuesta que ya había fracasado el pasado septiembre cuando el 62% de los chilenos rechazó la primera oferta del oficialismo.

Al parecer, confiarse demasiado sin medir correctamente las percepciones de la ciudadanía y buscar ir a por el premio mayor de manera tan tosca y pasando por encima de la voluntad de todo un pueblo no es gratuito y puede resultar en lo que comúnmente se le llama “salir el tiro por la culata”, al punto tal de quedarse (y vamos de nuevo con otro refrán) “sin pan y sin la torta”. Los peligros de ir por todo sin tener nada. En un pestañeo, la casta gobernante pasó de estar a punto de transformar la República de Chile en otro autodestructivo epicentro socialista, a esperar resignada y sin nada que hacer, y depender de la decisión de sus adversarios sobre si eligen mantener la Constitución pinochetista o buscan una reforma aún más de derecha. Las ironías de la política.

En ambos casos, vemos una ciudadanía empoderada y decidida a no seguir siendo manoseada por la clase política, y una coalición oficialista totalmente humillada y debilitada que, después de dos años de actuar con soberbia y arrogancia, pide a la “extrema derecha” por cadena nacional “actuar con sabiduría y templanza” tras su apabullante derrota.

La desaprobación del derrotado Presidente comunista Gabriel Boric subió en el último mes al 70% de la población, el valor más alto jamás registrado a excepción de los niveles que tenía Sebastián Piñera durante el ya nombrado “estallido social” del 2019. Esta caída tiene muchas razones, pero una de las más importantes tiene que ver sin dudas con esta manera infantil en la que destruyó el proyecto constitucional que lo llevó a la presidencia, defendiendo la inclusión de artículos de extrema izquierda progresista en su redacción. Además, no se debe olvidar su evidente incapacidad de aprobar reformas políticas y económicas, la total rendición ante el terrorismo mapuche y los indultos a 10 terroristas condenados por el estallido social y al ex guerrillero comunista Jorge Mateluna.

“Triunfó el sentido común”.

Por otro lado, y en contraste con lo último expresado, el fundador y líder de la lista triunfante Antonio Kast, con una destacada humildad, se pronunció y aseguró que “no hay mucho que celebrar”. «Chile no está bien, los chilenos no estamos bien, eso hay que grabárselo en el corazón (…). No es tiempo de celebrar ni de dividir al país, es tiempo de trabajar en unidad», mencionó en su discurso para la prensa. “Triunfó el sentido común”, fueron sus últimas palabras. Desde este medio no podemos estar más de acuerdo.