
San Nicolás de Serbia (también conocido como San Nicolás Velimirović) fue un obispo ortodoxo serbio muy respetado, teólogo, filósofo y escritor del siglo XX. Tenía una forma poética, profunda y mística de hablar sobre Cristo, la fe y la vida espiritual. La Pascua de Resurrección, en su pensamiento, es uno de los pilares más grandes de la existencia cristiana.
Una de sus frases más repetidas era:
“Cristo resucitó, y la vida reina;
Cristo resucitó, y ningún muerto queda en la tumba”
Él veía la Resurrección no solo como un evento histórico, sino como una victoria cósmica sobre la muerte. La Pascua, para él, era la explosión de la vida eterna, una renovación de toda la creación. En sus homilías decía que sin la Resurrección, el cristianismo sería solo una filosofía moral más. Pero con ella, es poder divino.
Decía que Cristo no solo resucitó hace 2000 años, sino que resucita en cada uno de nosotros, cada vez que vencemos el pecado y el egoísmo. La Pascua era para él un llamado a vivir en esa resurrección, en lo cotidiano, con alegría y esperanza.
“La Pascua es la fiesta más gloriosa, más sagrada, más pura, más profunda y más elevada de todas las fiestas, porque es el día en que el Señor venció a la muerte”.
En sus escritos, especialmente en “Prayers by the Lake” (Oraciones junto al lago), San Nicolás mezcla poesía y teología para hablar del alma que clama por el Resucitado como el único que puede sacarla de la oscuridad.
San Nicolás decía que la Pascua nos llama a resucitar nosotros también, a dejar morir lo viejo, el odio, el orgullo, el materialismo… para vivir como hijos del Reino. Lo veía como un fuego que purifica, una renovación real del ser humano.
Fragmentos de oraciones de Prayers by the Lake de San Nicolás Velimirović, donde reflexiona sobre la Resurrección de Cristo:
Oración 92 – Prayers by the Lake
Nadie puede resucitar a los muertos, excepto el Señor, y nadie puede levantarse de entre los muertos, excepto el Señor.
Porque Él está en Su pueblo santo. Verdaderamente, Él está en Su pueblo viviente, tanto en la tumba como fuera de ella.
La fe profunda, la oración y la simplicidad resucitan a los muertos. ¿Por qué debería parecer extraño este hecho? ¿Acaso Cristo no resucitó a los muertos? ¿Lázaro, el hijo de la viuda, la hija de Jairo? ¿Acaso los Apóstoles no resucitaron a los muertos? ¿No hemos leído tantas maravillas en las vidas de los santos?
Este pasaje muestra cómo San Nicolás veía la Resurrección no solo como un evento histórico, sino como una realidad viva que se manifiesta en la vida de los creyentes a través de la fe y la oración.
Oración 85: “Si Tu Reino no ha entrado en mí…”
“Si Tu Reino no ha entrado en mí, verdaderamente tampoco yo entraré en Tu Reino”
Esta frase nos recuerda que la Resurrección de Cristo no es solo un evento histórico, sino una realidad que debe vivirse internamente. San Nicolás nos invita a permitir que el Reino de Dios penetre en cada fibra de nuestro ser, transformando nuestra vida cotidiana.
Oración 30: “Borra, oh Señor, todos mis recuerdos…”
“Borra, oh Señor, todos mis recuerdos, excepto uno. Porque los recuerdos me hacen viejo y débil. Arruinan el día presente. Pesan sobre el presente con el pasado y debilitan mi esperanza en el futuro.”
Aquí, San Nicolás expresa el deseo de liberarse de las ataduras del pasado para vivir plenamente en la esperanza de la Resurrección. Nos anima a dejar atrás lo que fue y a abrirnos a la novedad que trae la vida en Cristo.
Contemplación I: “¿Quién me mira a través de las estrellas?”
“¿Quién me mira a través de todas las estrellas del cielo y todas las criaturas de la tierra? […] Oh Señor, mi belleza, ven y visítame, para que no me avergüence de mi desnudez.”
Este pasaje refleja la conciencia de la presencia constante de Dios y el anhelo de ser revestido por Su gloria. San Nicolás utiliza imágenes poéticas para expresar la necesidad de la redención y la transformación que solo Cristo resucitado puede ofrecer.
San Nicolás y la muerte de Jesús
San Nicolás Velimirović expresó en varios de sus escritos opiniones profundamente críticas hacia los judíos en relación con la muerte de Jesús. En su obra Palabras al pueblo serbio desde la ventana de la prisión, escrita durante su encarcelamiento en el campo de concentración de Dachau, afirmó que los judíos condenaron y mataron a Cristo, «sofocados por el espíritu apestoso de Satanás», y los describió como «peores opositores de Dios que el pagano Pilato». También escribió que «el Diablo les enseñó cómo rebelarse contra el Hijo de Dios, Jesucristo»:
«El diablo les enseña a los judíos; el Diablo les enseñó cómo oponerse al hijo de Dios, Jesucristo. El Diablo les enseñó a través de los siglos cómo luchar contra los hijos de Cristo, contra los hijos de la luz, contra los seguidores del Evangelio y de la vida eterna. Europa no sabe nada más que lo que los judíos ofrecen como conocimiento. No cree en nada más que en lo que los judíos le ordenan creer. Conoce el valor de nada hasta que los judíos imponen su propia medida de valores […] todas las ideas modernas, incluidas la democracia, las huelgas, el socialismo, el ateísmo, la tolerancia religiosa, el pacifismo, la revolución global, el capitalismo y el comunismo son inventos de los judíos, o más bien de su padre, el Diablo». Byford 2008 (pag. 45).
En un sermón de 1927 titulado Una historia sobre el lobo y el cordero, Velimirović se refirió a los líderes judíos de Jerusalén en la época de la crucifixión como «lobos» cuya sed de sangre del Cordero de Dios (Jesús) fue motivada por su «nacionalismo que odia a Dios».
La Iglesia Ortodoxa Serbia lo canonizó en 2003, lo que generó controversia debido a sus escritos antisemitas. Algunos defensores argumentan que sus palabras reflejan el lenguaje de los Evangelios y que no deben interpretarse como odio hacia los judíos en su conjunto.
En 1935, Velimirović fue condecorado por Hitler por su contribución a la restauración de un cementerio militar alemán en Bitola. Ese mismo año, en un tratado sobre San Sava, mencionó que Hitler, siendo un hombre del pueblo, comprendía que el nacionalismo sin fe era una anomalía.
En un discurso pronunciado en 1936 en el Monasterio de Žica en Serbia, Velimirović se pronunció en contra de lo que percibía como una amenaza judía para el cristianismo frente a una audiencia distinguida que incluía al primer ministro yugoslavo Milan Stojadinović. Velimirović usó líneas específicas de este discurso para acusar a los judíos de liderar un esfuerzo secreto y coordinado contra el cristianismo y la «fe en el Dios real».
Velimirović tenía una alta opinión de Dimitrije Ljotić, un político fascista serbio y colaboracionista alemán.
En una entrevista concedida en los Estados Unidos en 1953, Velimirović afirmó que él era la eminencia gris espiritual detrás de la organización nacionalista y colaboradora de extrema derecha ZBOR. El brazo militar de esa organización (SDK – Srpski Dobrovoljački Korpus – Cuerpo de Voluntarios Serbios) estaba luchando contra ambos Partisanos y Chetniks en la Segunda Guerra Mundial y fue responsable de numerosas ejecuciones de civiles en Serbia tanto de serbios como de otros ciudadanos (judíos, romaníes, etc.) Cuando el líder de ZBOR, Dimitrije Ljotić, fue arrestado en 1940 por el Yugoslavo gobierno, Velimirović protestó en una carta al primer ministro, Dragiša Cvetković. Velimirović asistió al funeral de Ljotić en 1945 y habló muy positivamente de él aunque ya se sabía que Ljotić colaboraba con los alemanes. Habló de Ljotić como un «ideólogo del nacionalismo clericalista serbio».