Este informe utiliza datos recientes para actualizar nuestro cálculo de 2020 sobre el número de personas desplazadas en las ocho guerras más violentas que EEUU ha librado desde 2001, en Afganistán, Irak, Pakistán, Yemen, Somalia, Filipinas, Libia y Siria.
Utilizando datos de 2020 y 2021 que no estaban disponibles en el momento del informe inicial, esta actualización estima de manera conservadora que al menos 38 millones de personas han huido de sus hogares, alrededor de un millón más de desplazados que un año antes.
El informe inicial fue el primero en medir de manera integral el número de personas desplazadas en las guerras que el ejército estadounidense ha librado desde que el presidente George W. Bush anunció una “guerra global contra el terrorismo” tras los ataques de Al Qaeda del 11 de septiembre de 2001.
El desplazamiento en tiempos de guerra (junto con las muertes y lesiones de guerra) debe ser central para cualquier análisis de las guerras posteriores al 11 de septiembre y sus consecuencias. El desplazamiento también debe ser central para cualquier consideración del uso futuro de la fuerza militar por parte de los EEUU u otros. En última instancia, la cifra de 38 millones (y quizás hasta 60 millones) plantea la pregunta de quién tiene la responsabilidad de reparar el daño infligido a los desplazados.
PRINCIPALES CONCLUSIONES
Las guerras de EEUU posteriores al 11 de septiembre han desplazado por la fuerza a al menos 38 millones de personas en Afganistán, Irak, Pakistán, Yemen, Somalia, Filipinas, Libia y Siria. Esto supera a los desplazados por todas las guerras desde 1900, excepto la Segunda Guerra Mundial.
38 millones es una estimación muy conservadora. El total de desplazados por las guerras de EEUU posteriores al 11 de septiembre podría estar más cerca de los 49-60 millones, lo que rivalizaría con el desplazamiento de la Segunda Guerra Mundial.
26,7 millones de personas han regresado después de haber sido desplazadas, aunque el retorno no borra el trauma del desplazamiento ni significa que los desplazados hayan regresado necesariamente a sus hogares originales o a una vida segura. Los niños nacidos en el desplazamiento que siguen a sus padres a casa también se cuentan como “retornados”.
El desplazamiento ha causado un daño incalculable a individuos, familias, pueblos, ciudades, regiones y países enteros física, social, emocional y económicamente.
Por supuesto, se trata de conflictos complejos en los que muchos actores (en muchos casos, no principalmente actores estadounidenses) han cometido la violencia que ha desplazado a la gente. Aun así, incluimos en nuestro recuento a países además de Afganistán e Irak porque el gobierno estadounidense ha desempeñado un papel sistémico innegable y profundo en estas “otras guerras” mediante el despliegue de tropas de combate en la “guerra contra el terrorismo”, las contribuciones de apoyo militar, la retórica del “antiterrorismo” y los billones de dólares que han respaldado estos esfuerzos. Hacer frente a los efectos de la totalidad de nuestra “guerra contra el terrorismo” es una responsabilidad que los ciudadanos estadounidenses no pueden ignorar.
La afectación directa sobre la población cristiana
La población cristiana en Irak, por ejemplo, ha experimentado una disminución significativa desde la invasión de 2003, reflejando una reducción de más del 70% en comparación con las cifras anteriores a la invasión. Antes de ese año, se estimaba que había alrededor de 1,5 millones de cristianos en el país, representando aproximadamente el 6% de la población iraquí.
Actualmente, las estimaciones varían, situándose la cifra entre 250.000 y 400.000 cristianos. Por ejemplo, William Warda, de la organización Hammurabi, sugiere que la población cristiana actual oscila entre 300.000 y 400.000.
Esta disminución se atribuye a diversos factores, incluyendo la violencia sectaria, persecuciones específicas contra comunidades cristianas y la inestabilidad general en el país, que han llevado a muchos a emigrar en busca de seguridad. Entre los que se marcharon, casi medio millón se reasentó en EEUU, mientras que otros encontraron refugio en países como Canadá, Australia y Suecia.
Tras la invasión de 2003 y el colapso del gobierno de Hussein, la situación cambió drásticamente. La violencia sectaria y la aparición de grupos extremistas como Al-Qaeda y más tarde el Estado Islámico (ISIS) resultaron en la persecución de las comunidades cristianas, obligando a muchos a abandonar el país. La falta de estabilidad política y social también contribuyó a que Irak dejara de ser un lugar seguro para estas minorías.
Fuentes:
Watson Institute – International and Public Affairs – Brown University