La «Comisión Trilateral», la oscura organización de dominio global – Parte I

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Después de varias reuniones del Comité Ejecutivo, en las que se estableció una declaración de principios y se trazaron las líneas maestras de la organización, en mayo de 1975 tuvo lugar en la localidad japonesa de Kyoto la primera sesión plenaria de la Trilateral. Los delegados asistentes a la misma representaban en su conjunto alrededor del 65% de las firmas bancarias, comerciales e industriales más poderosas del planeta.

Figuraban entre ellos los máximos dirigentes de:

  • Las bancas Rothschild, Lehmann y Chase Manhattan Bank.

Las multinacionales:

  • Unilever
  • Shell
  • Exxon
  • Fiat
  • Caterpillar
  • Coca Cola
  • Saint-Gobain
  • Gibbs
  • Hewlett-Packard
  • Cummins
  • Bechtel
  • Mitsubishi
  • Sumitono
  • Sony
  • Nippon Steel, etc

Los mayores productores mundiales de petróleo, de acero, de automóviles y de radiotelevisión, y los principales grupos financieros del planeta estaban en manos de miembros activos de la recién creada Comisión Trilateral.

Zbigniew Brzezinski, uno de sus fundadores, la iba a definir como «el conjunto de potencias financieras e intelectuales mayor que el mundo haya conocido nunca».

Los dos temas que constituyeron el objeto central de aquel encuentro no podían llevar títulos más expresivos: «La distribución global del Poder» y «Perspectivas y asuntos claves de la Comisión Trilateral».

La Comisión Trilateral representaba la síntesis del proyecto que venía a terminar con los residuos ideológicos del capitalismo conservador tradicional, destinado a morir junto con la Guerra Fría y la URSS.

El organigrama de la Comisión se articula atendiendo a las tres regiones hiperdesarrolladas del globo para las que fue concebida, esto es, América del Norte (EEUU y Canadá), Europa y Japón. Cada una de estas tres zonas dispone de un Comité Ejecutivo que, entre otras cosas, se encarga de elaborar la relación de empresarios, políticos, sindicalistas, académicos y dirigentes de medios de comunicación considerados idóneos para su incorporación a la entidad; todos ellos constituyen la base sobre la que se levanta la estructura piramidal de la Comisión.

El órgano supremo trilateralista es el Comité Directivo Mundial, presidido por David Rockefeller e integrado por los presidentes, los diputados presidentes y los directores de cada una de las tres grandes zonas en que está implantada la organización. Entre sus integrantes se encuentran indistintamente individuos adscritos tanto a la derecha como a la izquierda política, por emplear una terminología que, si bien carece de significado en lo esencial de los planteamientos de unos y otros y en la práctica de los hechos, resulta de uso obligado en el terreno de lo convencional.

David Rockefeller

En relación a los objetivos, la declaración trilateralista enunciada en el World Affairs Council de Filadelfia (24/10/1975) dice que: «Todos los pueblos forman parte de una comunidad mundial, dependiendo de un conjunto de recursos. Están unidos por los lazos de una sola humanidad y se encuentran asociados en la aventura común del planeta tierra… La remodelación de la economía mundial exige nuevas formas de cooperación internacional para la gestión de los recursos mundiales en beneficio tanto de los países desarrollados como de los que están en vías de desarrollo».

Las reuniones plenarias de la Trilateral contaron desde el principio con la asistencia de una delegación soviética, habida cuenta que los analistas de la Comisión estimaban que, en su conjunto, la situación reinante en la URSS no suponía el menor impedimento para una mutua comprensión. Muy al contrario, los expertos trilateralistas calificaron como «óptimo» para los objetivos de la Comisión «el gran conjunto económico soviético, donde se afirma la concentración de fuertes unidades de producción que, aunque todavía nacionales, operan con fundamentos y capacidad de acción multinacional».

Gobierno Mundial

La idea según la cual los Estados nacionales deben renunciar a su soberanía en aras de un proyecto supranacional, controlado e instrumentalizado, naturalmente, por los cónclaves plutocrático-tecnocráticos, aparecía ya esbozada en un comunicado emitido por el Comité Directivo de la Trilateral a raíz de la cumbre de 1975: «La comisión Trilateral espera que, como feliz resultado de la Conferencia, todos los gobiernos participantes pondrán las necesidades de interdependencia por encima de los mezquinos intereses nacionales o regionales».

El principio básico sería perfectamente enunciado por David Rockefeller en una entrevista con la revista Newsweek en 1991 con estas palabras: «De lo que se trata es de sustituir la autodeterminación nacional que se ha practicado durante siglos en el pasado por la soberanía de una élite de técnicos y de financieros mundiales».

El Informe N.º 8 «La Crisis de la Democracia»

Entre las actividades internas de la Comisión Trilateral se encuentra la elaboración de informes redactados por equipos de expertos de la organización, y a través de los cuales se analizan los asuntos más relevantes del mundo actual, siempre enfocados desde la perspectiva de los intereses trilateralistas. Entre todos los informes, destaca uno:

El Informe Trilateral N.º 8, de 211 páginas de extensión, que lleva por título «La Crisis de la Democracia», de la Comisión Trilateral, 1975, que Zbigniew Brzezinski coescribió con Samuel P. Huntington, profesor de Harvard, Michael Cozier, Joji Watanuki, profesor de sociología en la Universidad Sophia de Tokyo y responsable de la coordinación del trabajo en Japón y también participó en la redacción de varios informes, y Warren Demian Manshel, banquero y diplomático, donde se analizaba la creciente desconfianza del público en la política y la democracia, y sugería cambios en la forma en que se tomaban las decisiones políticas y económicas para abordar estos problemas.

Ese informe consta de tres partes: el estado de la democracia en el mundo occidental, la crisis de liderazgo y la crisis de la participación ciudadana. El informe argumenta que la democracia está en crisis debido a la creciente complejidad de los problemas sociales y políticos, la falta de liderazgo efectivo y la disminución de la participación ciudadana. Propone una mayor colaboración entre los países occidentales y una mayor participación de las élites técnicas y financieras en la toma de decisiones políticas para abordar estos desafíos. El informe ha sido criticado como un llamado a la oligarquía y una amenaza para la democracia.

Alguna de las recomendaciones que marca el Informe:

«En el curso de los últimos años el funcionamiento de la democracia parece haber provocado un desmoronamiento de los medios clásicos de control social, una deslegitimación de la autoridad política y una sobrecarga de exigencias a los gobiernos….. De igual modo que existen unos límites potencialmente deseables de crecimiento económico, también hay unos límites deseables de extensión democrática. Y una extensión indefinida de la democracia no es deseable…..

Un desafío importante ha sido lanzado por ciertos intelectuales y por grupos próximos a ellos, que afirman su disgusto por la corrupción, el materialismo y la ineficacia del sistema, al mismo tiempo que ponen de manifiesto la subordinación de los gobiernos democráticos al capitalismo monopolístico.

Los contestatarios que manifiestan su desagrado ante la sumisión de los gobiernos democráticos al capitalismo monopolístico constituyen hoy un serio peligro. Se hace preciso reservar al gobierno el derecho y la posibilidad de retener toda información en su fuente».

En una entrevista publicada por el New York Times (1/8/76), el inefable Brzezinski afirmaba que «en nuestros días, el Estado-Nación ha dejado de jugar su papel».

Esa entrevista se centró en su nuevo libro/informe N.° 8, «The Crisis of Democracy». En la entrevista, Brzezinski expresó su preocupación por el exceso de democracia en la sociedad estadounidense y la necesidad de limitar la participación popular en el proceso político. Él afirmó que había una «sobrecarga de exigencias a los gobiernos» y que esto estaba contribuyendo a la deslegitimación de la autoridad política. También dijo que la democracia no era compatible con la eficiencia, y que se necesitaba una «élite de líderes» para tomar decisiones difíciles en nombre del bien común. Estas ideas son coherentes con la visión de la Comisión Trilateral sobre la necesidad de una gobernanza global liderada por una élite de expertos técnicos y financieros.

La idea según la cual los Estados deben renunciar a su soberanía en aras de un proyecto supranacional, controlado e instrumentalizado, naturalmente, por los cónclaves plutocrático-tecnocráticos, aparecía ya esbozada en un comunicado emitido por el Comité Directivo de la Trilateral a raíz de la cumbre de 1975:

«La comisión Trilateral espera que, como feliz resultado de la Conferencia, todos los gobiernos participantes pondrán las necesidades de interdependencia por encima de los mezquinos intereses nacionales o regionales».

Habla de la «interdependencia» como una realidad global que ha surgido como resultado de la revolución en la tecnología de las comunicaciones y la creciente complejidad del mundo moderno. Según el comunicado, la interdependencia requiere de una cooperación más estrecha entre los países industrializados y los países en desarrollo para abordar los desafíos económicos, políticos y sociales que enfrenta el mundo.

El comunicado enfatizó la necesidad de cooperación y coordinación entre los EEUU, Europa y Japón para abordar los desafíos económicos y políticos globales. Destacó la importancia de mantener una estabilidad en la economía global y la necesidad de mejorar las relaciones internacionales y de comercio entre los tres bloques económicos.

Así también se expresaba Richard N. Gardner en el Foreign Affairs (revista del Consejo de Relaciones Exteriores):

«Los diversos fracasos internacionalistas acaecidos desde 1945, a pesar de los esfuerzos por evitarlos llevados a cabo por las distintas instituciones de reclutamiento mundial», proponiendo como refuerzo alternativo a esa situación «la creación de instituciones adaptadas a cada asunto y de reclutamiento muy seleccionado, al objeto de tratar caso por caso los problemas específicos y corroer así, trozo a trozo, las soberanías nacionales».

En el artículo titulado «El camino hacia la interdependencia global: una perspectiva norteamericana» Gardner sostenía que la soberanía nacional no debe ser vista como una barrera para la cooperación internacional, sino como un medio para alcanzar objetivos compartidos. Propuso que se estableciera una «arquitectura» de instituciones y acuerdos internacionales para gestionar los asuntos globales, y que los ciudadanos del mundo debían desarrollar un sentido de identidad global para superar los estrechos intereses nacionales. Su artículo fue muy influyente y se ha convertido en una referencia clave en los debates sobre la globalización y la gobernanza mundial.

En el artículo «The Hard Road to World Order» de la revista Foreign Affairs, Gardner afirmó que «la casa del orden mundial tendrá que construirse desde abajo hacia arriba, en lugar de ser impuesta desde arriba hacia abajo. (…) Una ‘organización internacional’ podría ser creada para avanzar en objetivos tales como el control del medio ambiente y la prevención del tráfico de drogas y armas. Dichas organizaciones tendrían que ser mundiales en su alcance y tendrían que ser capaces de actuar independientemente de los Estados nacionales, cuyos intereses a menudo no coinciden con los objetivos globales. El éxito en este esfuerzo para construir instituciones mundiales dependerá en gran medida del tipo de liderazgo estadounidense que se proporcione. (…) El ‘fin de la soberanía’ significaría una serie de cosas, entre ellas, la idea de que las instituciones adaptadas a cada asunto serían más efectivas que las soluciones basadas en la soberanía nacional».

En 1977 Gardner fue nombrado embajador de los EEUU en Italia por el presidente Jimmy Carter, función que desempeñó hasta 1981. El presidente Bill Clinton le nombró Embajador de los EEUU en España, de 1993 a 1997. En 2000 fue delegado público estadounidense en la 55ª sesión de la Asamblea General de las Naciones Unidas. Fue miembro de la Comisión Trilateral de 1974 a 2005.

David Rockefeller dijo en su libro de memorias «Memoirs» publicado en 2002, lo siguiente: «Algunos creen que estamos formando parte de una conspiración secreta en contra de los intereses de los EEUU, caracterizando mi familia y a mí como ‘internacionalistas’ y de conspirar con otros alrededor del mundo para construir una estructura política y económica global más integrada… . Si ese es el cargo, soy culpable y me siento orgulloso de ello».

Además, en otra ocasión en 1991, David Rockefeller afirmó: «Nosotros somos los agradecidos beneficiarios de las luchas históricas de aquellos que han creado la primera organización internacional, la Liga de las Naciones, y su sucesora, las Naciones Unidas. Hemos trabajado para hacer de estas organizaciones lo que son hoy en día. En nuestra época, la soberanía nacional está siendo erosionada. Estas organizaciones, las Naciones Unidas y su sucesora, la Unión Europea, están evolucionando hacia la gobernanza global y necesitan gradualmente de las herramientas necesarias para hacer cumplir la autoridad».

Anteriormente, la Conferencia de Davos de 1971, año de su fundación por Klaus Schwab, se centró en discutir temas económicos y políticos relacionados con la globalización y la interdependencia económica mundial. Se abordaron temas como la liberalización del comercio, el papel de las multinacionales, la gestión del crecimiento económico y la cooperación internacional. Fue una reunión importante para la élite empresarial y política mundial, y se considera que sentó las bases para la creación del Foro Económico Mundial, que continúa celebrando su reunión anual en Davos, Suiza.

En lo político, las intervenciones directas en el mismo por parte de la Comisión Trilateral comenzaron a producirse al poco de su creación, al punto que ya en 1977, con motivo de las elecciones que llevaron al Demócrata Jimmy Carter a la presidencia de los EEUU, salió a la luz una de sus muestras más evidentes.

Una vez constituida la Administración Carter pudo comprobarse que, además del presidente, varios de los altos cargos del nuevo gobierno estaban vinculados a la Comisión.

Figuraban entre ellos:

  • Walter Mondale, vicepresidente del gabinete
  • Cyrus Vance, titular de la secretaría de Estado
  • Harold Brown, secretario de Defensa
  • Zbigniew Brzezinski, en la jefatura del Consejo Nacional de Seguridad

En un artículo de 1978, titulado «Jimmy Carter y la Trilateral: el triunfo del establishment», Le Monde Diplomatique argumentó que la elección de Carter y la presencia de varios miembros de la Comisión Trilateral en su administración representaron una victoria para el «establishment» político y económico de los EEUU, y que la política de la administración de Carter se alineó con los intereses de este establishment.

El periódico también ha escrito sobre la influencia de la Comisión Trilateral en la política exterior de los EEUU y su papel en la promoción de políticas neoliberales a nivel mundial. En un artículo de 2019, titulado «Cómo la Trilateral impulsó el neoliberalismo en el mundo», Le Monde Diplomatique analizó el papel de la Comisión Trilateral en la promoción de políticas económicas neoliberales en todo el mundo, y cómo esta influencia ha llevado a la desregulación y privatización de la economía global.