Javier Milei, acusó a la ONU de imponer una agenda “socialista” a sus miembros y llamó a los países a adherirse a una “agenda de libertad”, en un apasionado discurso que subrayó su condición de provocador político amado por la derecha alternativa.
En su primer discurso ante la Asamblea General de la ONU en New York el martes, el líder libertario se centró en el “Pacto para el Futuro” de 42 páginas adoptado por la ONU el domingo, que incluye puntos que promueven la acción climática, la igualdad de género y la regulación de la inteligencia artificial.
“Argentina no apoyará ninguna política que implique la restricción de las libertades individuales o del comercio, ni la violación de los derechos naturales de los individuos”, afirmó Milei. “Invitamos a todas las naciones del mundo libre a sumarse a nosotros, no sólo en la oposición a este pacto, sino en la creación de una nueva agenda para esta noble institución: la agenda de la libertad”.
Agregó que la anterior agenda de desarrollo sostenible 2030 de la ONU era “un programa supranacional de naturaleza socialista” y acusó al organismo de convertirse en un “Leviatán de múltiples tentáculos que busca decidir qué debe hacer cada estado nación y cómo deben vivir los ciudadanos del mundo”.
Milei ha buscado la atención mundial desde que asumió el cargo en diciembre, hablando regularmente en cumbres multilaterales y conferencias políticas conservadoras y formando amistades con figuras prominentes como el director ejecutivo de Tesla, Elon Musk, con quien se reunió por tercera vez el lunes en la ciudad de New York.
“Mis empresas están buscando activamente formas de invertir y apoyar a Argentina”, dijo Musk en una publicación en su plataforma X el martes.
En una entrevista a principios de este mes con la emisora LN+, Milei se refirió a sí mismo como “uno de los políticos más relevantes del planeta Tierra. Uno es Donald Trump y el otro soy yo”.
La agenda interna de Milei se ha centrado en gran medida en solucionar la peor crisis económica de Argentina en dos décadas, principalmente mediante la implementación de un severo paquete de austeridad diseñado para reducir la inflación de tres dígitos.
“Estoy aquí para advertirles que estamos al final de un ciclo”, dijo Milei en la ONU el martes. “El colectivismo y la postura moral de la agenda progresista han chocado con la realidad”.
Discurso completo
A las autoridades de la Naciones Unidas, a los representantes de los distintos países que le integran y a todos los ciudadanos del mundo que nos estén mirando, buenas tardes: para aquellos que no lo saben, yo no soy político, soy un economista, un economista liberal libertario, que jamás tuvo la ambición de hacer política y que fue honrado, con el cargo de presidente de la República Argentina, frente al fracaso estrepitoso, de más de un siglo de políticas colectivistas, que destruyeron nuestro país.
Este es mi primer discurso – frente a la Asamblea General de las Naciones Unidas – y quiero aprovechar para – con humildad – alertar a las distintas naciones del mundo sobre el camino que están transitando, hace décadas, y sobre el peligro que implica que esta organización fracase en cumplir su misión original.
No vengo aquí a decirle al mundo lo que tiene que hacer; vengo aquí a decirle al mundo, por un lado, lo que va a ocurrir si las Naciones Unidas continúan promoviendo las políticas colectivistas, que vienen promoviendo bajo el mandato de la agenda 2030, y, por el otro, cuáles son los valores que la nueva Argentina defiende. Quiero sí comenzar dando crédito, cuando el crédito corresponde. La organización de Naciones Unidas nace del horror de la guerra más cruenta de la historia global con el objetivo principal de que nunca volviera a ocurrir. Para eso la organización grabó en piedra sus principios fundamentales, en la Declaración Universal de Derechos Humanos. Ahí se consignó un acuerdo básico, en torno a una máxima: que todos los seres humanos nacen libres e iguales, en dignidad y derechos.
Bajo la tutela de esta organización y la adopción de estas ideas – durante los últimos 70 años – la humanidad vivió el período de paz global, más largo de la historia, que coincidió – también – con el período de mayor crecimiento económico de la historia. Se creó un foro internacional, donde las naciones pudieran dirimir sus conflictos, a través de la cooperación, en vez de recurrir – instantáneamente – a las armas y se logró algo impensado: sentar de manera permanente a las cinco potencias más grandes del mundo, en una misma mesa; cada una con el mismo poder de veto, a pesar de tener intereses totalmente contrapuestos.
Todo esto no hizo que el flagelo de la guerra desapareciera, pero se logró – por ahora – que ningún conflicto escalara a proporciones mundiales. El resultado fue que pasamos de tener dos guerras mundiales, en menos de 40 años, que – en conjunto – se cobraron más de 120 millones de vidas, a tener 70 años consecutivos de relativa paz y estabilidad global, bajo el manto de un orden que permitió al mundo entero integrarse comercialmente, competir y prosperar. Porque donde entra el comercio, no entran las balas – decía Bastiat – porque el comercio garantiza la paz, la libertad garantiza el comercio y la igualdad ante la ley garantiza la libertad.
Se cumplió, en definitiva, lo que consignó el Profeta Isaías y se lee en el parque, cruzando la calle: “Dios juzgará entre las naciones y arbitrará por los muchos pueblos; forjarán sus espadas en rejas de arado y sus lanzas en podadoras. Nación no tomará espada contra Nación; nunca más conocerán la guerra”.
Esto es lo que ha ocurrido – mayormente – bajo la tutela de las Naciones Unidas, en sus primeras décadas, y por eso, desde esta perspectiva, estamos hablando de un éxito destacable, en la historia de las naciones que no puede ser soslayado. Ahora bien – en algún momento – y como suele ocurrir con la mayoría de las estructuras burocráticas que los hombres creamos, esta organización dejó de velar por los principios esbozados en su declaración fundante y comenzó a mutar. Una organización que había sido pensada – esencialmente – como un escudo para proteger el Reino de los Hombres se transformó en un Leviatán de múltiples tentáculos, que pretende decidir no sólo qué debe hacer cada Estado-Nación, sino también cómo deben vivir todos los ciudadanos del mundo. Así es como pasamos de una organización que perseguía la paz; a una organización que le impone una agenda ideológica a sus miembros, sobre un sinfín de temas, que hacen a la vida del hombre en sociedad.
El modelo de Naciones Unidas, que había sido exitoso, cuyo origen podemos rastrear, en las ideas del presidente Wilson, que hablaba de la “sociedad de paz sin victoria” y que se fundaba en la cooperación de los Estados nación, ha sido abandonado; ha sido reemplazado por un modelo de gobierno supranacional de burócratas internacionales, que pretenden imponerles a los ciudadanos del mundo un modo de vida determinado. Lo que se está discutiendo – esta semana, aquí, en Nueva York, en la Cumbre del Futuro – no es otra cosa que la profundización de ese rumbo trágico que esta institución ha adoptado. Así, la profundización de un modelo que – en palabras del propio secretario de las Naciones Unidas – exige definir un nuevo contrato social a escala global, redoblando los compromisos, de la Agenda 2030.
El modelo de Naciones Unidas, que había sido exitoso, cuyo origen podemos rastrear, en las ideas del presidente Wilson, que hablaba de la “sociedad de paz sin victoria” y que se fundaba en la cooperación de los Estados nación, ha sido abandonado; ha sido reemplazado por un modelo de gobierno supranacional de burócratas internacionales, que pretenden imponerles a los ciudadanos del mundo un modo de vida determinado. Lo que se está discutiendo – esta semana, aquí, en Nueva York, en la Cumbre del Futuro – no es otra cosa que la profundización de ese rumbo trágico que esta institución ha adoptado. Así, la profundización de un modelo que – en palabras del propio secretario de las Naciones Unidas – exige definir un nuevo contrato social a escala global, redoblando los compromisos, de la Agenda 2030.