«Ojalá la llegada del tercer milenio encuentre una Tierra casi sin hombres y con abundantes animales y árboles frutales» expone la autora Marilyn Ferguson en “La conspiración de Acuario” de 1980.
El movimiento de la “Nueva Era” o “New Age”, eslabón fundamental de la cultura de muerte, es una ideología pseudoreligiosa y pseudoespiritual que surgió del ocultismo a inicios del Siglo XX. El escritor José Alfredo Elía Marcos bien sostiene que los proponentes del “new age” fueron creando un movimieto ecléctico que absorbió una serie de elementos, aún contradictorios entre sí, hasta formar una amalgama de ideas y prácticas, las cuales constituyen hoy por hoy, quizás la amenaza pseudo-espiritual más fuerte que tiene la sociedad, penetrando la educación, la música, la política, el arte y hasta el mismo cristianismo y la Iglesia Católica.
Propio de una filosofía inmanentista monista, sus adeptos creen que ellos y toda la realidad son Dios o parte de Dios, es decir, Dios no es un Ser perfecto en acto en una relación de distancia y presencia con los hombres (tal como expone San Agustín), sino que Dios es un Uno absoluto (monismo) que lo absorbe todo y es pura presencia (si fuera pura distancia sería nihilismo). El panteísmo cuyo prefijo “pan” es “todo” es propio de la New Age es una expresión genuina de este monismo esquizofrénico donde se le da atributo divino a la Gaia, la Madre Naturaleza o la Pachamama, donde a la postre se veneran cuanta creatura hay en un sincretismo que intenta homogenizar los credos.
Lejos de respetar cultos y creencias, paulatinamente eliminan la tradición de cada nación para crear una única religión global que sólo toma los accidentes y rituales de los credos, pero que se sustenta un único “ser”, en un “todo” que absorbe de manera igualitaria a cada persona y nación.
Suponen que la naturaleza y todo lo que hay en ella debe ser respetado e incluso glorificado. Luego, la fuerte inclinación de este movimiento hacia el ecologismo o ambientalismo radical.
El “new age” aboga por una comunión plena del hombre con la naturaleza, ya no con Dios. El ecologismo en consonancia, y con apoyo discursivo de las corrientes new age, promueve la falsa idea de que la degradación es a causa de “sobrepoblación” (antropogénica), la cual se soluciona con el racionalismo “planificación familiar” (anticoncepción, esterilización y aborto) propuesto por Ehrlich, Vogt, Pianka, Singer, Kelly, entre tantos ecologistas más. Las ideas de la “Nueva Era” se convierten, entonces, en una perfecta justificación ideológica para el ecologismo tanático de la posmodernidad.
Un dato tomado de las obras de José Alfredo Elía Marcos es que la “Nueva Era” también promueve la falsa idea de la reencarnación, que tomó de las religiones orientales. Bajo este concepto el alma se reencarna repetidas veces hasta lograr su “liberación” del ciclo de nacimiento y muerte y llegar al éxtasis (“nirvana”) en el Absoluto (“Bramam”). La idea de la reencarnación unida al relativismo moral de la “Nueva Era” proporciona a su vez la base ideológica para justificar el aborto, ya que creen que no importa eliminar una vida humana si esta se reencarnará después.
Asimismo, la reencarnación presupone un dualismo radical entre el alma y el cuerpo. En efecto, si el cuerpo es sólo una prisión temporal de un alma (similar al pensamiento de Descartes) que luego reencarnará en otro cuerpo, entonces el cuerpo es sólo instrumento del “yo”. Luego, es posible la justificación de cualquier comportamiento sexual o manipulación del cuerpo que vaya desde el hedonismo hasta el transhumanismo.
La New Age enfatiza también en la autosalvación. Esta idea, unida al panteísmo premencionado, da como resultado un egoísmo sistemático que elimina la otredad. Si uno es un Dios en sí mismo, uno constituye el mundo, la verdad, la moral y al prójimo de acuerdo a la propia imagen y semejanza.
Así pues, es menester para todo pensador serio considerar las amenazas culturales que implica el New Age.