El «macho proveedor»

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Un escritor supo desarrollar hace tiempo cómo el hombre ha perdido, al momento de desempeñarse como cabeza de familia, las 3 características esenciales de dicho rol; a saber: Procreador, Protector, Proveedor.
El hombre se halla despojado de su identidad y en consecuencia de su masculinidad. La mujer se atomizó como unidad de producción y consumo desde hace décadas, donde ser una modelo sin familia es sinónimo de éxito, pero se destrata a quien decide tener hijos; tal es así que cada madre podría tranquilamente dar cátedra de cuánto más se dificulta vivir en el mundo moderno luego del primer hijo. A su vez el feminismo estableció que el hogar y el cuidado del varón es sinónimo de mansedumbre y esclavitud, que la mujer no requiere protección alguna; a la postre es que se deja a la persona desnuda y sin cuerpo intermedio que la defienda ante las amenazas externas. También vale remarcar que, desde la legalización del aborto inducido hasta los bancos de esperma, ya ninguna mujer requiere del hombre para terminar un embarazo o incluso para comenzarlo. Todo ello ha menoscabado el significado real de lo que implica ser hombre, llegando a verse incluso fenómenos como los herbívoros de Japón donde directamente niegan todo contacto con las mujeres.
Si bien es cierto que un hombre es infinitamente más que un ser procreador, proveedor y protector, es bueno detenerse en el punto específico de la vieja idea del “macho proveedor” que ciertas ideologías tantas veces han usado cual falacia del hombre de paja. Como dirá el teólogo Juan Varela, la esencia de la masculinidad auténtica guarda un estrecho vínculo con la “visión y provisión” del hombre. Ese punto viene ya mermado desde la Revolución Industrial, donde paradójicamente, el hombre podía proveer lo material, pero a la vez se quedaba allí, en lo material. En ese punto comienza un germen que atañe a la sociedad en su faz cultural donde la “deconstrucción” masculina es incluso anterior a la Ideología de Género si uno desea indagar realmente sobre qué es el “hombre”.

El hombre que provee, explicará Juan Varela, es el hombre que sustenta. Esto implica reconocer que tal sustento es más que la simple provisión material que hace al resguardo y equilibrio económico. Si bien ciertos procesos fueron benignos al esquema evolutivo según marcan grandes intelectuales, no se puede negar el gran vicio que aparejó la Revolución Industrial dentro del orden espiritual; el hombre inmerso en la lógica materialista del “Homo œconomicus”. El cumplir con el soporte propio del orden natural quitó la noción del soporte dentro del orden sobrenatural. El hombre comenzó a perder su propia identidad de manera autónoma, es decir, de manera libre e independiente de toda ideología. Fue el propio hombre que se conformó a sí mismo como depositar el dinero día tras días, descuidando y desentendiéndose de su provisión educativa y moral para con la prole.
La provisión material es más simple, siendo que la provisión moral como cabeza de familia es la que el propio hombre decidió abandonar; muchos hoy se quejan de cómo el feminismo desplazó al hombre, pero cabría preguntarse cómo se puede desplazar aquello que simplemente no está. El buen padre de familia funge como buen líder, siendo que posee una visión (provisión) global que trasciende su propio ser; esa visión global e íntegra que abarca lo material como lo espiritual es lo que ha de recuperar quien desee legar un buen soporte a las futuras generaciones. Basta ver cómo tal visión es por demás escueta actualmente, y difícilmente se pueda culpar al feminismo radical. Quienes se apuntalan como acérrimos enemigos del feminismo en nombre de la libertad, en general suelen desear dejar un buen “patrimonio” a sus hijos, pero casi nunca se oye el deseo de legarles un buen “matrimonio”; claro que así es, si para el tener riquezas del mundo uno debe pertenecer al mismo, pero para un matrimonio es un orden sobrenatural que intercede para darle al hijo un buen hogar bajo un buen liderazgo.

Actualmente es más que común ver hombres cansados, frustrados, resentidos, amargados, atomizados… y aquí es donde uno ve la necesidad de que cada hombre asuma liderazgo proveedor. Ciertamente es entendible que no exista una visión de “provisión” material y espiritual al hogar; la persona debe ver cómo los ideales colisionan con una dura realidad. Crisis económicas, falta de educación moral, ideologías que promueven los antagonismos, entre un sinfín más de factores, hacen que el honor, el espíritu de sacrificio, la sencillez, la valentía y la disciplina sean mermadas a punto de extinguirse toda virtud cardinal. Fraudes, corrupción de menores, abusos de poder, ataques a la Fe, desapego a la Tradición hacen que el amor al dinero reemplace el amor a la familia, sino vea cuántas veces uno encuentra con más facilidad un joven que sólo aspira al buen sueldo, pero rechaza la idea de formarse desde joven para la vida abnegada en un hogar prolífico. Vale remarcar por enésima vez que el orden material importa, pero dicho orden a eclipsado por completo el moral y en estas palabras se busca que el hombre reflexione sobre su ser, yendo más a allá de sólo ser una unidad de consumo y producción.
Hoy la cultura se asienta en el relativismo y la liberación absoluta; el hombre ya no sólo perdió el por qué vivir, sino que peor aún, no tiene un por qué morir. Sin un ideal que ponga al hombre con los pies en la tierra y los ojos en el cielo, paulatinamente dicho ser comienza a flotar en un limbo de relativismo donde no hay norte ni sur. Una persona sin raíz y sin fruto, cual pedazo de madera en el aserradero, no es más que una masa moldeable por el sistema por cuanto carece de una identidad sólida. Como en el ajedrez donde caído el rey se pierde, hoy para no perder el buen combate es que el hombre debe dejar de tener miedo de ser hombre y comenzar a ser un buen proveedor para su hogar.