Para comprender lo que atañe al Green New Deal o “Nuevo Acuerdo Verde” como programa político emitido por la congresista demócrata Alexandria Ocasio-Cortez junto a otros miembros de su partido en febrero de 2019, a su vez, inspirado por los programas de corte fascista del presidente Franklin D. Roosevelt con los que Estados Unidos intentó recuperarse de la Gran Depresión en la década de 1930, es preciso entender la propuesta de su mayor defensora en el plano intelectual: Como explica Naomi Klein -quien es para muchos “la figura más visible e influyente de la izquierda estadounidense” en la actualidad, una figura análoga a “lo que Howard Zinn y Noam Chomsky[1] fueron hace treinta años”[2] -: “El Green New Deal se caracteriza por ser es una caja de sorpresas no relacionadas entre sí debido a que la mayoría de nosotros se nos ha enseñado a eludir un análisis sistémico e histórico del capitalismo, y a vivir, en cambio, todas las crisis que genera nuestro sistema (desigualdad económica, violencia contra las mujeres, supremacía blanca, guerras interminables, desmoronamiento ecológico) en compartimentos estancos”[3]. En este sentido, “una de las tareas más urgentes [de la izquierda] es la de utilizar todas las herramientas para explicar que todas nuestras crisis están estrictamente unidas, y solo pueden superarse con una visión holística de la transformación social y económica”[4].
El Green New Deal debe comprenderse en dos esferas: En su aspecto político, busca descarbonizar la economía estadounidense en 10 años, apostar a las energías renovables, los medios de transporte limpios -trenes, autobuses, aviones, etc.- y adaptar la industria, la agricultura, y la construcción de nuevos estándares de consumo, a la vez que busca ampliar y mejorar las infraestructuras, acondicionar los edificios existentes y expandir los bosques por medio de la actividad estatal (aunque de hecho, Estados Unidos lejos está de ser una nación deforestada dado que los mismo vienen creciendo de forma ininterrumpida desde 1990 a un ritmo del 0,1% anual)[5]. En su aspecto ideológico, pretende cambiar radicalmente la economía estadounidense, para luchar contra el cambio climático, sin dejar al mismo tiempo de combatir la desigualdad y mantener los empleos. En este sentido, como explica la politóloga argentina Flavia Broffoni, “una posición verdaderamente ecologista debe asumir responsabilidad en todas las agendas, no solo la ambiental, porque en definitiva no concibe a ninguna separada de la otra. Frente al actual modelo de consumo y producción hay que proponer una radical transformación. […] Acompañar las demandas feministas y LGBTQI, buscar la redistribución más equitativa de recursos económicos. luchar y exigir derechos para la vida no humana”[6]. ¿Y cómo se unirían el feminismo y el ecologismo, por ejemplo? ¿el ecologismo y el indigenismo? Bueno, entendiendo que “el colonialismo y el patriarcado son sistemas de opresión. Y Las estructuras coloniales y patriarcales están en el centro del modelo capitalista neoliberal contemporáneo”. En efecto, la causa climática adopta formas de involucramiento plurales y un abanico de aliados cada vez más amplio, que va en correspondencia y consonancia con cuantos relatos la izquierda pueda formar. En términos de Ernesto Laclau y Chantal Mouffe, ya no es necesario encontrar a sujetos revolucionarios, sino que pueden construirse. Como nuevamente dirá Mariastella Svampa, “en suma, el movimiento climático es hijo de los movimientos pacifistas y ecologistas de los años ochenta, pero sobre todo de los más recientes y más comprometidos en la lucha contra todo tipo de desigualdad y contra las diversas formas de dominación neocolonaial, racista y patriarcal”[7].
Esta es la primera política a nivel nacional en todo el mundo que se legitima en base a lo que la socióloga argentina Maristella Svampa denomina “el movimiento de movimientos”[8], con la causa climática como principal justificación, a la cual se suma la idea de una economía más igualitaria; el cuidado del medio ambiente, afectado por el sistema capitalista; el respeto a las comunidades autóctonas, que serían las más perjudicadas ante la actividad minera, y los pobres, que sufrirán más la contaminación y los efectos desastrosos del cambio climático[9] (que nunca ocurren, ya que como lo reconoce el propio IPCC, los eventos climáticos extremos no han aumentado, a la vez que como explica Johan Norberg, la probabilidad de fallecer debido a un evento climático se redujo en 84% entre 1900 y 2008)[10]. Lo cierto es que, como explicara el historiador marxista Eric Hobsbawm, desde la década del 60 el marxismo ha apostado por la plurimilitancia y por conflictos culturales que no eran tenidos en cuenta por la vieja izquierda. Empieza a prestar atención a lo que se definió con la categoría analítica y sociológica de “nuevos movimientos sociales”. En este sentido, como el explana, “el único entre los denominados ‘nuevos movimientos sociales’ que traspasa todas […] [las] fronteras es el ecologista”, en tanto en que está basado en una reivindicación común de todos los demás[11].
En este sentido, como lo entiende la propia Klein, “el Green New Deal ya está demostrando que tiene la capacidad de suscitar un movimiento de masas transversal; a través de su ambición radical”, ya que es, justamente, una política que abarca muchas cuestiones desde su planteo anticapitalista. El mismo constituye la sintetización de la alianza ideológica de la izquierda en torno al cambio climático, en tanto que el mismo “actúa como un acelerador de muchos de nuestros males sociales (desigualdad, guerras, racismo, violencia sexual…), pero también actúa como un acelerador de las fuerzas que trabajan por la justicia social y económica […]. De hecho, la crisis climática, al plantear a nuestra especie una amenaza existencial y ponernos una fecha límite firme e inflexible […], podría ser el catalizador que necesitamos para aunar un buen número de movimientos potentes”[12] vinculados por su rechazo común al capitalismo. En otras palabras, “el cambio climático, con su fecha limite inamovible, puede actuar como catalizador de esta profunda transformación social y ecológica”, “hace que el surgimiento de algún tipo de revolución de izquierdas sea prácticamente inevitable”[13].
En tal sentido, el Green New Deal forma parte del nuevo Contrato Social que propone el ecologismo. En términos de Rousseau, el contrato social es el resultado de un acuerdo de voluntades por medio del cual los hombres ponen en común ciertos intereses compartidos. Pero cuando el contrato no se cumple, cada uno recupera parte de la libertad que le había sido alienada. Todos los reclamos de los nuevos movimientos sociales que no fructiferaron, en este sentido, exigen hoy en día la radicalización de la democracia. Como explica Broffoni: “Necesariamente la democracia representativa debe ser moderada por la participativa para fortalecerse”[14]. Pero la radicalización de la democracia, como demarcan Mouffe y Laclau, no constituye un fin en sí mismo, sino la antesala necesaria para conseguir otro fin: la destrucción del “individualismo posesivo”, es decir, la noción de derechos de propiedad, en tanto que la radicalización de la democracia “incluye necesariamente la dimensión socialista”[15]. Pero lo cierto es que el concepto de “Nuevo Contrato Social Verde” no es más que una falacia. Como demostrara siglos atrás Herbert Spencer, “todo el mundo comprende que por el mero hecho de asociarse a otros, nadie puede con justicia ser obligado a actos enteramente extraños al propósito para el que se unieron. […] El principio general en que descansa el recto gobierno de toda asociación, es que sus miembros se obligan recíprocamente a someterse a la voluntad de la mayoría en todos los asuntos concernientes a la realización del objeto para que se unieron, pero no en otros. Sólo dentro de estos límites puede mantenerse el contrato. Como implica su misma naturaleza, las partes contratantes deben saber sus obligaciones, y como los que se asocian para un objeto determinado no pueden tener presentes todos los fines no especificados que a la sociedad le es dado proseguir, se sigue que el contrato suscrito no puede extenderse a tales fines. Y no existe contrato, tácito o expreso, entre la asociación y sus miembros con respecto a fines no específicos, entonces la coerción de la mayoría sobre la minoría para emprenderlos no es sino una burda tiranía”[16]. El nuevo contrato social de estos grupos incluye, desde luego, un concepto tergiversado de la desobediencia civil del gran Henry David Thoreau donde, en este caso, tienen lugar la acción directa y la intervención de la esfera pública, e intervienen colectivos ecologistas y feministas, movimientos socioambientales locales y culturales, ONGS, organizaciones de pueblos originarios, “que adquieren contornos sociales y participativos cada vez más amplios y transversales e incluyen a amplios sectores de la ciudadanía que van tomando conciencia de la necesidad de exigir políticas urgentes y transformadoras”[17]. Como queda a la vista, el ecologismo no existe sin la intervención del Estado, por lo cual el ecologismo no existe sin estatismo.
Por otro lado, esta “articulación entre actores diferentes”, permite que “diferentes organizaciones y movimientos elaboren diagnósticos comunes y expandan su plataforma discursiva, al tiempo que diversifican las estrategias de lucha combinando la movilización de base y las redes sociales […]”[18]. Esta tal vez sea la genialidad del planteo de Klein respecto al Green New Deal en términos de militancia política. La aglutinación de diversos espectros ideológicos a través de un discurso en común, en tanto que, en términos de Hobsbawm, seducir minorías no equivale a conquistar mayorías. Lo central de este programa “es que no se trata exclusivamente de propuestas “verdes”, sino de agendas integrales que articulan justicia social con justicia ecológica, étnica y de género”[19].
Si bien el Senado rechazó una moción para adoptar el Green New Deal en marzo de 2019, la propuesta se ha convertido en una fuerza animadora en la política y forzó una discusión sobre la crisis climática. La única razón posible para que este programa no se esté implementando en su totalidad aún, es que en el imaginario social del estadounidense promedio se encuentra muy arraigado el concepto de libertad económica, y en su cultura está claramente implementada la idea de grandes vehículos, la utilización de petróleo con diversos fines, el consumo de carne, etc. Por otra parte, Ocasio-Cortez al presentar su panfleto de 14 páginas sobre el mismo, dijo que costaría al menos 10 billones de dólares. No obstante, el instituto American Action Forum dijo que podría costar entre 51 billones y 93 billones de dólares[20], lo que parece un costo mucho más realista.
Por otra parte, el Green New Deal no es una simple agenda para los Estados Unidos. Es, por el contrario, una agenda internacionalista, como expusieran Bernd Riexinger, Lia Becker, Katharina Dahme y Christina Kaindl, del partido izquierdista alemán “Die Linke”, en “Un New Deal verde de izquierda: un plan internacionalista”. En el mismo, aseveran que “con los efectos en cascada de múltiples crisis económicas y de salud en curso, las condiciones están maduras para el surgimiento de un proyecto social progresista global capaz de llevarnos más allá de los negocios habituales y erradicar las causas fundamentales de la miseria: a saber, un Green New Deal global. Pero la simple creación de nuevos ‘empleos verdes’ dentro del sistema capitalista actual no es suficiente. Si vamos a hacer frente al cambio climático, es imperativo que, en primer lugar, participemos en el ‘cambio de sistema’, un proceso arraigado en el socialismo. Yendo más allá de la noción estadounidense del Green New Deal y agregando una dimensión internacionalista vital, A Left Green New Deal proporciona ese modelo para esta empresa mundial”[21].
Finalmente, no podemos entender el Green New Deal como una política aislada. De hecho, todo lo contrario: Viene acompañado por programa articulado, desde la agenda de género, el control de la natalidad, hasta el dejo del consumo de carne y la inmigración masiva. Y esto se vuelve cada vez más ostensible: parte esencial del movimiento climático es el control de natalidad: véase la conclusión a la llegaron 11.000 científicos llegaron en 2019, en el documento sobre la “emergencia climática” publicado en la revista BioScience, en el 40° aniversario de la primera conferencia mundial sobre el clima, donde dijeron que “…la población mundial debe estabilizarse e, idealmente, reducirse gradualmente, dentro de un marco que garantice la integridad social”[22]; no por nada la IPPF es una de las 12 corporaciones que están detrás del acuerdo de parís, y como ellos mismo reconocen en su sitio web, le exigieron “a los signatarios del Acuerdo de París que reconozcan la importancia de empoderar a las mujeres y las niñas asegurándose de que tengan acceso a los servicios de salud sexual y reproductiva, y el papel clave que esto juega en las estrategias nacionales de cambio climático”[23]. El propio Bill Gates en su libro explica que hay que dejar de consumir carne, debido a que de esta industria sale el 17% de las emisiones de co2 y metano a la atmósfera, aunque ambos son GEI de efecto menor. Lo propio hizo la ONU en su sitio web, donde dijo que para alcanzar el “cero neto de emisiones de CO2”, será preciso, entre otras cosas, dejar el consumo de carne: “Otras emisiones nocivas provienen de la agricultura (el ganado produce niveles significativos de metano, un gas de efecto invernadero). Estos podrían reducirse drásticamente si comemos menos carne y más alimentos de origen vegetal”[24]. En definitiva, como ultimó Marc Morano, escritor de “Green Fraud: Why the Green New Deal Is Even Worse Than You Think” y promotor de una incansable labor ante la farsa climática en los Estados Unidos: “El desafío para los realistas climáticos en el futuro será, no solo mostrar los datos duros, sino abordar la cultura deformada que promueve el alarmismo climático a través de una lente despierta”[25].
[1] Del cual Klein sin duda ha aprendido mucho. “… algunos de mis héroes personasles: Arhundati Roy, Noam Chomsky, Vandana Shiva o Desmund Tutu, entre otros.”. Klein, N. En llamas. Buenos Aires: Paidós, 2021, p. 246.
[2] MacFarquhar, L. (1 de diciembre de 2008). “Agitador exterior”. The New Yorker. Recuperado en: https://www.newyorker.com/magazine/2008/12/08/outside-agitator
[3] Klein, N. En llamas. Ob. Cit. p. 331.
[4] Ibid.
[5] Norberg, J. “Grandes avances de la Humanidad” (2016); Buenos Aires. Ed.: El Ateneo. Traductora: Ana Bello. Pp. 159.
[6] Broffoni, F. Extinción. Editorial Sudamericana: Buenos Aires, 2020, p. 121-122.
[7] Svampa, M.; Viale, E. El colapso ecológico ya llegó. Buenos aires: Siglo XXI Editores, 2021, p. 59.
[8] Svampa, M.; Viale, E. El colapso ecológico ya llegó. Buenos aires: Siglo XXI Editores, 2021, p. 56.
[9] “En realidad, quienes más sufren los daños ambientales son los sectores más vulnerables, no solo porque habitan en zonas expuestas a fuentes muy contaminantes, sino porque carecen de los medios económicos y humanos para afrontar las consecuencias y resistir los embates del extractivismo de las empresas y los Estados, y sobrellevar los impactos producidos por el cambio climático. […] No es casual que los sectores más vulnerables sean también los primeros refugiados climáticos, en medio del agravamiento de los fenómenos extremos y de los desastres ambientales (inundaciones, sequías, tormentas)”. Ibid. p. 183.
[10] Norberg, J. “Grandes avances de la Humanidad”. Ob. Cit. Pp. 173-174.
[11] Recuperado de: https://newleftreview.es/issues/0/articles/eric-hobsbawm-la-izquierda-y-la-politica-de-la-identidad.pdf
[12] Klein, N. En llamas. Ob. Cit. pp. 209-210.
[13] Ibid. p. 103.
[14] Broffoni, F. Extinción. Ob. Cit. pp. 127.
[15] Laclau, E. Mouffe, C. “hegemonía y estrategia socialista”: Hacia una radicalización de la democracia. Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2011. Ob. Cit. Pp. 239.
[16] Spencer, H. El hombre contra el Estado. Ob. Cit. pp. 142-143.
[17] Laclau, E. Mouffe, C. “hegemonía y estrategia socialista”. Ob. Cit. p. 57.
[18] Svampa, M.; Viale, E. El colapso ecológico ya llegó. Ob. Cit. p. 113.
[19] Ibid. pp. 265.
[20] Independent. (s. f.). Recuperado de: https://www.independentespanol.com/noticias/green-new-deal-joe-biden-cuanto-cuesta-que-es-plan-climatico-b1570259.html
[21] Riexinger, B.; Becker, L.; Dahme, K.; Kaindl, C. (s. f.). Un New Deal verde de izquierda: un plan internacionalista. Revisión Mensual. Recuperado de: https://monthlyreview.org/product/a-left-green-new-deal/
[22] BioScience , Volumen 70, Número 1, enero de 2020, página 100. Recuperado de: https://academic.oup.com/bioscience/article/70/1/8/5610806
[23] Recuperado de: https://www.ippf.org/sexual-health-climate-change
[24] Recuperado de: https://news.un.org/es/story/2020/12/1484952
[25] Citado en Lehr, J.; Harris, T. (14 de junio de 2021). “Lo siguiente es un bloqueo climático”, dice Marc Morano. America Out Loud. Recuperado de: https://americaoutloud.com/a-climate-lockdown-is-next-says-marc-morano/