El cambio climático como legitimación del control de la natalidad

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Como hemos tenido oportunidad de esclarecer en anteriores apartados[i], el término “Cambio Climático” es, en sí mismo, una redundancia, pues no hay nada más variable e inestable que el clima. Como nos recuerda Patrick Moore, ecólogo y expresidente de Greenpeace: «Hace solo 2.000 años, hemos visto el Periodo de Calentamiento Romano, cuando [el planeta] estaba más caliente que hoy… Luego vinieron los Años Oscuros más fríos… Seguidos por el Medieval Caliente, cuando estuvo al menos igual que caliente que hoy… Luego tuvimos la Pequeña Edad del Hielo, que condujo a los vikingos fuera de Groenlandia [cuyo nombre, en danés: Grønland, significa Tierra Verde]. Y, más recientemente, un calentamiento gradual de 300 años hasta el día de hoy. Eso es un montón de cambios. Y, por supuesto, ninguno de ellos fue causado por humanos»[ii].

En este sentido, para darnos una idea de lo variable que puede ser el clima, incluso en el corto y mediano plazo, a lo largo de la década de 1970 varios científicos fueron los que alertaron acerca de un fenómeno bastante disímil del que conocemos hoy. Así, especialistas como Rasool y Schneider[iii] auguraban un posible “enfriamiento global”, causado debido al efecto neto del aumento de la densidad de aerosoles en la atmosfera, el cual tendería a reducir la temperatura de la superficie de la Tierra. De hecho, por los datos provenientes de ese momento, hoy sabemos que las estimaciones demostraban una ligera tendencia a la baja de las temperaturas superficiales a partir de la década de 1940 hasta 1970.

Ahora bien, hace algunos años se introdujo en el ámbito científico el término “Cambio Climático Antropogénico”, es decir, causado por actividades humanas, que tienen como corolario la emisión de sustancias a la atmosfera -gases efecto invernadero-, especialmente CO2. En este sentido, la posición oficial del IPPC, el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático de la ONU[iv], se vuelve ostensible en su Quinto informe de evaluación, publicado en el año 2014, cuya principal conclusión es que “el cambio climático es real y las actividades humanas son sus principales causantes”[v], siendo las emisiones de gases de efecto invernadero el quid de la cuestión. De esta forma, de 1880 a 2012 la temperatura global promedio ha aumentado 0,8°C. Asimismo, el sobredicho informe dedica un análisis a la cuestión del aumento del nivel del mar y sus causas a lo largo de las últimas décadas, que, como hemos visto, en realidad data de siglos. Finalmente, se consuma que, debido a la concentración actual y a las continuas emisiones de gases de efecto invernadero, es probable que el final de este siglo la temperatura media mundial continúe creciendo, efecto que acelerará el derretimiento de las capas de hielo, elevando de manera sostenida el nivel de los mares, a la vez que hará que se incremente su temperatura[vi]. De esta forma, vemos que el discurso oficial pasó de un posible “enfriamiento global” entre 1940 y 1970, a un “calentamiento global”, durante la década de 1980, para terminar en un “cambio climático”, provocado precisamente por el calentamiento global, a lo largo de la década de 1990.

No obstante, Ivar Giaever, quien formó parte del panel original sobre Calentamiento Global realizado por Lindau Nobel Laureate Meetings, conferencias científicas anualizadas y celebradas en Alemania desde 1951 por ganadores del Premio Nobel, se permitió discutir con los conceptos establecidos por el IPPC: «Desde 1898 hasta 1998 la T° se ha elevado 0.8°K y la concentración de CO2 se ha elevado de 295 partes por millón a 367 ppm (72 ppm aprox.). En 100 años… Ahora, desde 1998, básicamente el año más caluroso [hasta el año 2018], el CO2 se ha elevado de 367 ppm a 403 ppm aprox., 36 ppm (aprox.). Eso es la mitad del incremento anterior. Entonces ¿por qué no se ha incrementado la T° en 0.4°K?. Si eres un físico por Dios, y aquí está el experimento, y tienes una teoría que no concuerda con el experimento, entonces debes eliminar la teoría. Estabas equivocado con tu teoría. Ese es el punto, debió haber sido pero no es… Por supuesto se supone que el Calentamiento Global está causando el Cambio Climático. Como sea el clima siempre está cambiando, pero la gente que cree en el Calentamiento Global dice que el clima cambia debido al mismo…  Esto ha pasado todo el tiempo y en todos lados y no tiene nada que ver con un calentamiento global. Así que le pregunto a la gente ¿por qué está cambiando el clima? Si la T° no ha subido. […] Desde 1898 hasta 1998 la T° se ha elevado 0.8°K y la concentración de CO2 se ha elevado de 295 partes por millón a 367 ppm (72 ppm aprox.). En 100 años […]. Ahora, desde 1998, básicamente el año más caluroso, el CO2 se ha elevado de 367 ppm a 403 ppm aprox., 36 ppm (aprox.) [hasta 2012]. Eso es la mitad del incremento anterior. Entonces ¿por qué no se ha incrementado la T° en 0.4°K?. Si eres un físico por Dios, y aquí está el experimento, y tienes una teoría que no concuerda con el experimento, entonces debes eliminar la teoría. Estabas equivocado con tu teoría. Ese es el punto, debió haber sido pero no es”[1].

Resulta clave trazar una consideración en este sentido, y es que, como dijo el hidrogeólogo canadiense y profesor en el Departamento de Ciencias de la Tierra de la Universidad de Ottawa, Ian Clark, “no se puede decir que el CO2 determina el clima, en el pasado nunca lo ha hecho”[vii]. A decir verdad, durante comienzos del siglo XX, buena parte del mundo seguía en condiciones preindustriales, y fue inmediatamente finalizada la II Guerra Mundial que buena parte del Mundo Subdesarrollado emprendió un acelerado proceso de industrialización que hizo incrementar las emisiones totales de dióxido de carbono antropogénicas. Es decir, luego de la segunda mitad de la década de 1940, justo cuando la temperatura superficial de la Tierra comenzó a decaer hasta la década de 1970, paradójicamente, enmarcada por la recesión económica que provocó el cese de la actividad económica. De hecho, como nos recuerda el director del Centro de Estudios Climáticos de la Universidad de Delaware, David Legates: “Alrededor de la mitad del calentamiento durante el siglo XX se produjo antes de los años cuarenta, y los valores de la variabilidad natural es para todo o casi todo el calentamiento global”[viii]. En otras palabras, las emisiones de CO2 que, según hemos visto, serían las responsables directas del aumento de la temperatura global, comenzaron a crecer exponencialmente luego de 1940, acompañadas de una tendencia a la baja de las temperaturas superficiales que llegó hasta la década de 1970 (cuando la temperatura global volvió a aumentar[ix]), en un marco en que la actividad económica y el “boom de la posguerra” se detuvieron, como corolario de la gran depresión de la década de 1970.

En los últimos 150 años, la temperatura promedio ha subido sólo 1.2°C. No obstante, la mayor parte de este incremento tuvo lugar antes de 1940. Desde ese momento, la temperatura ha caído casi de forma ininterrumpida durante 3 décadas y media, hasta 1975, y ha subido durante tres. Si en 1940 la temperatura media de la Tierra era de 0.13°C, para mediados de la década de 1970 era de -0.01°C[x]. No hay ninguna certeza empírica, a lo largo de la larga historia climática de la Tierra, que demuestre que el CO2 haya determinado alguna vez la temperatura global. Si la teoría de cambio climático antropogénico sostenida por la ONU fuera verídica, de 1940 a 1975, periodo de mayor industrialización en la historia, la T° promedio de la superficie terrestre debería haberse incrementado en niveles nunca antes vistos. Empero, durante este lapso de tiempo la T° promedio descendió de forma ininterrumpida. Muchos adjudican que esto no ocurrió debido a que fue el océano quien absorbió y mitigó los efectos del CO2 -a costa de calentarse-. Sin embargo, esto implica pasar por alto que, como observó el científico del MIT, Richard Lindzen, el Ártico era al menos tan cálido en 1940 como en 2007 y, por otra parte, como sentenció Giaver, que el ascenso del nivel del mar es un fenómeno del cual se tienen registros desde hace al menos 300 años, cuando las emisiones de CO2 antropogénicas no resultaban significativas. Por otra parte, la temperatura de los océanos es un fenómeno que sufre alteraciones muy graduales, cuyas implicancias y consecuencias tardan décadas o siglos en presentarse, por lo que, en efecto, la actual situación de los océanos es consecuencia de causas ocurridas en el pasado, no de efectos presentes. Por otra parte, es harto sabido que uno de los criterios para aceptar la realidad, una afirmación debe contar con apoyo lógico y empírico, a saber: el enunciado debe tener sentido y no debe verse contradicho por las observaciones reales. Pues bien, en nuestro caso, estos dos criterios científicos no se cumplen.

Por su parte, el profesor de física teórica en la Universidad Complutense de Madrid, Juan José Ramírez Mittelbrunn, al ser consultado acerca de la teoría del Cambio Climático Antropogénico, respondió: «Me parece una obviedad que existe cambio climático. Siempre ha existido y siempre existirá. El clima en la Tierra siempre ha cambiado y seguirá cambiando, con y sin intervención humana, si bien parece extraordinariamente difícil predecir cómo. A modo de ejemplo, en las últimas tres décadas se ha predicho al menos cinco veces y con fechas concretas por parte del ‘lobby del cambio climático’ que el océano Glacial Ártico sería navegable. Han vencido todas las fechas previstas para ello y el hielo sigue ahí. En realidad todas las predicciones hechas por el ‘lobby’ climático, con el IPCC a la cabeza, han fallado hasta la fecha. Cualquier otra teoría pretendidamente científica con semejante grado de desaciertos habría sido desechada y sus proponentes habrían perdido todo el crédito».

Ahora bien, lo verdaderamente significativo en esta teoría es la consecuencia lógica de entender las emisiones de CO2 antropogénicas como la principal causa del cambio climático, a saber: todos los seres vivos en el planeta modifican directa o indirectamente las emisiones de dióxido de carbono. Desde comenzar el día conduciendo hasta el trabajo, o iniciando el fuego para comer un asado, pasando por la poda de un árbol o la producción en masa de artículos de consumo; en bebidas gaseosas, en compuestos presentes en los extintores, como refrigerante; sirve para formar rayos láser, y hasta empleado como agente de contraste en exámenes médicos. Donde miremos hay dióxido de carbono presente, y todas nuestras actividades cotidianas modifican nuestro ambiente; hasta un hecho natural como un bovino pastoreando, en efecto, deriva en la expulsión de CO2 y metano, dos gases de efecto invernadero menor. En este sentido, la misma nos transmite a la conclusión lógica de que se necesitan reducir las actividades humanas y/o reducir el número de personas en el planeta para mitigar los efectos que efectuamos sobre el mismo: Véase la conclusión a la que llegaron en 2020 un grupo de científicos en el documento sobre la “emergencia climática”, publicado en la revista BioScience a principios de noviembre del pasado año, en el 40° aniversario de la primera conferencia mundial sobre el clima. En susodicho documento se establece que reducir el crecimiento de la población es uno de los seis pasos que, según los autores, minimizarían las emisiones de dióxido de carbono: “…la población mundial debe estabilizarse e, idealmente, reducirse gradualmente, dentro de un marco que garantice la integridad social”[xi]. Este no es, de hecho, un caso aislado, ya en la cumbre del clima de Barcelona en 2009 se había hecho presente vastedad de grupos militantes del control abierto de la natalidad bajo la excusa del cambio climático. El planeta tiene demasiados “emisores de CO2 […] y si la población sigue aumentando aumentarán los emisores y las víctimas del cambio climático”[xii], expresaba en aquella oportunidad Roger Martin, de la organización Optimum Population Trust, que busca limitar la población mundial.

Ello es hacia donde apuntaba décadas atrás el ecólogo Garrett Hardin, cuando expresó que “el mundo posiblemente no pueda vivir al nivel de vida de USA, con el tamaño de la población actual. Eso significa que el número de personas tiene que ser reducido, y/o el nivel de vida de USA tendrá que bajar”[xiii]. Pero esta no es, pues, una idea aislada. Por el contrario, resulta complementaria a la que expresara en 1992 Paul Ehrlich: “Es preciso contemplar a las sociedades humanas como una especie de cáncer, y tratar de crear una civilización un poco más saludable”.

En efecto, se nos ha promocionado la idea según la cual somos los responsables de un planeta en destrucción. Piénsese en el discurso de la activista climática Naomi Klein, quien para muchos representa “la figura más visible e influyente de la izquierda estadounidense” en la actualidad[xiv]: “¿Qué deberíamos hacer en realidad con un miedo como el que nos provoca vivir en un planeta que se muere, que se va haciendo menos vivo cada día que pasa?… un mundo que muchos de nosotros estamos ayudando a matar al practicar actividades y costumbres tan nuestras como hacer el té, ir en coche a hacer la compra diaria y, sí, reconozcámoslo, tener hijos”[xv]. En un mundo que alberga cerca de 7.700 millones de personas, y en el que el acrecentamiento del nivel de vida en la mayoría de los países en vías de desarrollo ha ido en aumento desde las últimas 5 décadas, nos resulta frecuente oír que cada vez se vuelve más significativo renovar los esfuerzos por mantener un activo control de la natalidad, a fin de que este aumento de los índices de natalidad y el prolongamiento de la estimación de vida junto con el acrecentamiento del nivel de vida, “no afecten a las generaciones venideras”, tal y como justifica su accionar el movimiento “Un mundo de 7 mil millones”, con el respaldo, nada menos, que de la ONU[xvi].

El mundo observa como estas ideas se apoderan paulatinamente del sentido común de las sociedades a través de la ingeniería social implementada por el sistema, véase el titular de la revista Quo de junio de 2011, titulado “La plaga humana: Siete mil millones de depredadores alientan contra el planeta”, donde se dedican 12 páginas de susodicha revista a una entrevista realizada a Les Knight, fundador del Movimiento por Extinción Humana Voluntaria (VHEMT por sus siglas en inglés). Asimismo, resulta valido comprender que “Aunque la idea suene estrafalaria, Unicef reconoció en 1992 que el control de la natalidad era la medida más barata y efectiva para mejorar la calidad de vida. La London School of Economics concluyó en agosto pasado que invirtiendo en planificación familiar el coste de reducir la emisión entre 2010 y 2050 de una tonelada de CO2 sería de siete dólares, por 32 que costaría hacerlo con inversión en energías renovables renovables”, como expresa una nota del diario El País sobre aquel contexto[xvii].

Mucho menos extraño resulta comprender, en este sentido, que la red de clínicas abortistas más grande del mundo, la International Planned Parenthood, afirme en su sitio web que “al considerar las soluciones a la crisis del cambio climático, es posible que los servicios de salud sexual y reproductiva no sean lo primero que se le ocurra, pero en realidad podrían desempeñar un papel muy importante en las estrategias ambientales positivas… No es demasiado tarde para revertir el impacto del calentamiento global, pero se deben tomar medidas decisivas ahora para que sea más efectivo, particularmente para las comunidades más vulnerables del mundo. Está claro que el cumplimiento de los derechos sexuales y reproductivos puede desempeñar un papel importante en esto: la comunidad global simplemente necesita enfrentar el desafío”[xviii]. ¿Y cuál sería una de las medidas para afrontarlo?: El aborto y la anticoncepción, pues “desarrollar la resiliencia para estas situaciones mediante el cumplimiento de los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres y las niñas [léase aborto] juega un papel importante en la capacidad de un país para responder a los desafíos relacionados con el clima”[xix]. Aún más interesante resulta en este punto para mantener nuestra tesis inicial el hecho de que la propia IPPF sea una de las doce organizaciones que han impulsado el Acuerdo de París (el mismo que, como hemos vistos[xx], resulta por demás ineficaz desde que parte de una suposición errónea del origen, al tiempo que cualquier tipo de medida respecto al “cambio climático” lo será, en la medida en que no se comprenda la naturaleza del mismo, lo que requerirá un estudio serio que derive en soluciones reales, no ideológicas. No obstante, resulta muy fructuoso en tanto que concentra una gran capacidad de aunar poder). De hecho, como ellos mismo reconocen: “El Acuerdo de París, el esfuerzo mundial liderado por la ONU para combatir el cambio climático que casi 200 países se han suscrito, ya incluye un compromiso con el ‘derecho a la salud’, del cual la salud y los derechos sexuales y reproductivos son una parte crucial. Además, el Acuerdo destaca su obligación con la igualdad de género y el empoderamiento de la mujer. Es por eso que IPPF se ha unido a otras organizaciones para pedir a los signatarios del Acuerdo de París que reconozcan la importancia de empoderar a las mujeres y las niñas asegurándose de que tengan acceso a los servicios de salud sexual y reproductiva, y el papel clave que esto juega en las estrategias nacionales de cambio climático”[xxi].

La Teoría de Cambio Climático Antropogénico indubitablemente funge como la nueva estrategia que legitima la causa de control de natalidad a nivel global, aunque esto no debería extrañarnos, pues aunque el climático y el ecologista sean movimientos desemejantes, ciertamente comparten una característica en común, y es que desde la década de 1960 este último contribuyó con los argumentos perfectos para impulsar legislaciones biopolíticas de control de la natalidad en todo el planeta[xxii], promoviendo la idea del ser humano como un “cáncer” para el mismo. Así lo hace también el movimiento climático desde sus orígenes. Pues si, en efecto, partimos de la equivoca premisa de que “la causa principal de los problemas que afligen a nuestro planeta no es otra que la superpoblación y sus impactos en los ecosistemas y en las comunidades humanas”[xxiii], la conclusión lógica que más de uno podría sacar es que simplemente debemos poner un freno a la humanidad, que será dado únicamente a partir de la legislación más grande de la historia. Después de todo, como dijo H. L. Mencken: “La urgencia por salvar a la humanidad es casi siempre una máscara que oculta la urgencia por gobernarla”.

 

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[1] Bitrian Crespo, R. 2019, 0ct. 9. Premio Nobel desmiente calentamiento global [Archivo de video]. Recuperado de https://youtu.be/DZ2KrExjs18

[i] Ver Vossler, I. (15 de diciembre de 2020). “El calentamiento global es la mayor farsa de la historia”. Debatime. Recuperado de: http://debatime.com.ar/el-calentamiento-global-es-la-mayor-farsa-de-la-historia/

[ii] Mentirle al Pueblo. (2019, noviembre 4). «Esto es lo que no te cuentan del Cambio Climático» Patrick Moore, co-fundador de Greenpeace:. Recuperado de https://youtu.be/nPeC74VYIpA

[iii] Rasool, S. I. Schneider, S. H. (1971). “Dióxido de carbono atmosférico y aerosoles: efectos de grandes aumentos en el clima global”. Science, 173, 3992. Pp. 138-141. Recuperado de: https://science.sciencemag.org/content/173/3992/138

[iv] El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), creado por el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) y la Organización Meteorológica Mundial (OMM) en 1988, es el principal órgano internacional para el estudio del cambio climático, “para que facilitara evaluaciones integrales del estado de los conocimientos científicos, técnicos y socioeconómicos sobre el cambio climático, sus causas, posibles repercusiones y estrategias de respuesta.
Desde el inicio de su labor en 1988, el IPCC ha preparado cinco informes de evaluación de varios volúmenes […]. El IPCC y el ex Vicepresidente de los Estados Unidos de América, Al Gore, recibieron el premio Nobel de la Paz en 2007 por su labor en materia de cambio climático”. Ver en https://archive.ipcc.ch/home_languages_main_spanish.shtml

[v] Como podemos observar en el sitio web de Naciones Unidas https://www.un.org/es/sections/issues-depth/climate-change/index.html

[vi] Ver en https://www.ipcc.ch/site/assets/uploads/2018/03/WG1AR5_SummaryVolume_FINAL_SPANISH.pdf

[vii] Eyquem, J. 2017, Oct. 5. La gran estafa del calentamiento global [Archivo de video]. Recuperado de https://youtu.be/YsLOdGxJzL8

[viii] Legates, D. (mayo de 2006). “Climate science: climate change and its impacts”. NCPA. Wayback Machine. Recuperado en: file:///C:/Users/User/Downloads/Climate%20Science_%20Climate%20Change%20and%20Its%20Impacts.pdf

[ix] Kennedy, C. “¿Significa ‘calentamiento global’ que se está calentando en todas partes?”. (29 de octubre de 2020). NOAA Climate.gov. Recuperado de: https://www.climate.gov/news-features/climate-qa/does-global-warming-mean-it%E2%80%99s-warming-everywhere#:~:text=Today%2C%20though%2C%20every%20decade%20since,relatively%20short%20span%20of%20time.

[x]  Instituto Goddard de Estudios Espaciales (GISS) de la NASA. 17 de febrero de 2021. “Temperatura Global”. Climate.nasa.gov. Recuperado de https://climate.nasa.gov/vital-signs/global-temperature/

[xi] BioScience , Volumen 70, Número 1, enero de 2020, página 100. Recuperado de: https://academic.oup.com/bioscience/article/70/1/8/5610806

[xii] Ver El País. (3 de noviembre de 2009). «¡Frena el cambio climático. Toma la píldora!». https://elpais.com/sociedad/2009/11/03/actualidad/1257202803_850215.html

[xiii] COPREGA S.A.C. “Garrett Hardin La Tragedia de los Comunes”. Recuperado en https://youtu.be/7CYuA3sW2KQ

[xiv] MacFarquhar, L. (1 de diciembre de 2008). “Agitador exterior”. The New Yorker. Recuperado en: https://www.newyorker.com/magazine/2008/12/08/outside-agitator

[xv] Klein, Naomi. “Esto lo cambia todo: El capitalismo contra el clima”. -1° ed.- Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Paidós, 2015. Pp. 45

[xvi] https://www.un.org/es/events/unday/2011/

[xvii] Idem.

[xviii] https://www.ippf.org/sexual-health-climate-change

[xix] https://www.ippf.org/sexual-health-climate-change

[xx] Ver Vossler, I. (24 de mayo de 2020). El fracaso de París. Debatime. Recuperado de: http://debatime.com.ar/el-fracaso-de-paris/

[xxi] https://www.ippf.org/sexual-health-climate-change

[xxii] Ver: Vossler, I. (26 de diciembre de 2020). Del relato ecologista al control de la natalidad. Debatime. Recuperado de: http://debatime.com.ar/del-relato-ecologista-al-control-de-la-natalidad/

[xxiii] Ehrlich, P. & Ehrlich, A. “La explosión demográfica”. Buenos Aires, Salvat, 1993, Prólogo.