Demócrito de Abdera

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Vida y pensamiento de Demócrito

Sección publicada en webdianoia.com por primera vez el 3 de diciembre de 2001

Biografía

Demócrito nació en Abdera en el año 460 antes de Cristo. Se le atribuyen numerosos viajes, a Egipto y a la India, entre otros, habiendo adquirido en el curso de ellos conocimientos de teología , astrología, geometría, etcétera. También se le sitúa en Atenas escuchando las lecciones de Sócrates o de Anaxágoras, según recoge Diógenes Laercio: parece, dice Demetrio, que también pasó a Atenas, y que por desestima de su propia gloria no se cuidó de ser conocido; y aunque él conoció a Sócrates, Sócrates no le conoció a él. Fui -dice- a Atenas, y nadie me conoció. Se dice también que fue discípulo de Leucipo, a quien se atribuye la creación del atomismo, doctrina defendida por Demócrito. (Sobre la existencia misma de Leucipo hay quienes han llegado a ponerla en duda apoyándose en el desconocimiento prácticamente total que tenemos de él y en afirmaciones como las de Epicuro, quien negaba su existencia).

Pensamiento

Respecto a su pensamiento parece que fue un hombre dedicado enteramente al estudio y que tuvo una producción abundante. Al igual que Empédocles y Anaxágoras la filosofía de Demócrito estará inspirada por la necesidad de conjugar la permanencia del ser con la explicación del cambio, adoptando una solución estructuralmente idéntica: lo que llamamos generación y corrupción no es más que mezcla y separación de los elementos originarios, que poseen las características de inmutabilidad y eternidad del ser parmenídeo. Estos elementos originarios serán concebidos como entidades materiales, infinitamente pequeñas y, por lo tanto, imperceptibles para los sentidos, y de carácter estrictamente cuantitativo, a los que Demócrito llamará átomos (término griego que significa «indivisibles») por su cualidad de ser partículas indivisibles.

Algunos filósofos antiguos creyeron que lo que es debe ser necesariamente uno e inmóvil, ya que siendo el vacío no-ente no podría existir el movimiento sin un vacío separado (de la materia) ni existir una pluralidad de cosas sin algo que las separe. […] Pero Leucipo creyó tener una teoría que concordando con la percepción de los sentidos no hacía desaparecer el nacimiento, la corrupción, el movimiento ni la pluralidad de seres. (Aristóteles, «Sobre la generación y la corrupción», I,8,325a)

Estos átomos existen desde siempre en el vacío, sometidos a un movimiento que les es consustancial. Por lo tanto, todo lo que existe son los átomos y el vacío. La introducción de la existencia del vacío es una novedad con respecto a Empédocles y Anaxágoras y que choca frontalmente con la negación del vacío (no ser) que exigía Parménides. Ahora bien, sin la existencia del vacío, dice Demócrito, resulta imposible explicar el movimiento, por lo que necesariamente al existir el movimiento el vacío tiene que existir. Los átomos se mueven en ese vacío en línea recta en un principio, pero, por causas estrictamente mecánicas, algunos de ellos salen de su trayectoria y chocan contra otros, a los que desvían, chocando el conjunto contra otros átomos, provocando la agregación en conjuntos de átomos cada vez mayores, que darán lugar a la constitución de los objetos tal como nosotros los conocemos.

Aunque los átomos no poseen diferencias cualitativas sí poseen diferencias en cuanto a su forma y configuración: la forma, el orden y la posición. Los átomos pueden diferir entre ellos por su forma, del mismo modo que la A difiere de la N; o pueden diferir por por el orden que ocupan, no siendo lo mismo AN que NA; o por la posición, de modo que, aun poseyendo la misma forma, la Z se diferencia de la N (si giramos la Z noventa grados a la derecha tenemos la N).

Leucipo y su compañero Demócrito sostuvieron que los elementos son «lo lleno» y lo «vacío», a los cuales llamaron «ser» y » no ser», respectivamente. El ser es lleno y sólido; el no-ser vacío y sutil. Como el vacío existe no menos que el cuerpo, se sigue que el no-ser existe no menos que el ser. Juntos los dos constituyen las causas materiales de las cosas existentes. (Aristóteles, Metafísica,I,4, 985b).

Demócrito no apela en su sistema a la existencia de ninguna causa que no sea estrictamente material y mecánica, de modo que nos ofrece una primera interpretación mecanicista del universo; existen, por lo demás, innumerables mundos, sometidos a las mismas leyes de agregación y separación de los átomos. Su pensamiento ejercerá una gran influencia en la antigüedad, a través de la escuela de Epicuro, entre otros; pero sobre todo en el Renacimiento, estando en la base de la constitución de la ciencia moderna.

Fragmentos de Demócrito

Frg. 3.- Quien se propone la tranquilidad de espíritu tiene que ocuparse de muy pocos asuntos, tanto a título particular como en cuanto ciudadano; no debe emprender nada que supere sus fuerzas y su naturaleza; debe mantenerse alerta a fin de ignorar la fortuna, incluso cuando le es hostil y parece arrastrarle irresistiblemente; en fin, no debe ligarse más que a aquello que no supere sus fuerzas; la carga que soportan nuestras espaldas es mejor que sea poco pesada a que sea fácil de llevar.

Frg. 31.- La medicina cuida los males del cuerpo, la sabiduría suprime los males del alma.

Frg. 33.- La naturaleza y la educación son próximas una a la otra. Pues la educación transforma al hombre pero, mediante dicha transformación, le crea una segunda naturaleza.

Frg. 173.- Para el hombre los males nacen de los bienes, cuando no se sabe administrarlos ni utilizarlos convenientemente. Sin embargo, no es justo clasificarlos como males, ya que son efectivamente bienes; y se puede, si se quiere, utilizar el bien para defenderse del mal.

Frg. 285.- Hay que reconocer que la vida humana es frágil, que dura poco y que constantemente se ve sacudida por los golpes y las dificultades del destino; por lo tanto, no debe preocuparse uno por poseer, más que moderadamente, y medir la miserias según lo que es necesario.

Frg. 286.- Es sabio el que no se aflige por lo que no tiene y se complace en lo que tiene.

Frg. 297.- Algunos, por causa de la ignorancia en que son respecto a la descomposición reservada a nuestra naturaleza, y como consecuencia también de la conciencia que tienen de sus malas acciones, pasan su vida en la duda y la angustia, imaginando engañosas fábulas sobre lo que ocurre después de la muerte.

Frg. 582.- Simplicio nos transmite este fragmento (De Caelo 242,21): … estos átomos se mueven en el vacío infinito, separados unos de otros y diferentes entre sí en figuras, tamaños, posición y orden; al sorprenderse unos a otros colisionan y algunos son expulsados mediante sacudidas al azar en cualquier dirección, mientras que otros, entrelazándose mutuamente en consonancia con la congruencia de sus figuras, tamaños, posiciones y ordenamientos, se mantienen unidos y así originan el nacimiento de los cuerpos compuestos.

Noticias recogidas por Diógenes Laercio sobre Demócrito

Demócrito, hijo, según unos, de Hegesístrato; según otros, de Atenócrito, y según otros, de Damasipo, fue adberita, o como dicen algunos, milesio. Estudió con algunos magos y caldeos que el rey Jerjes dejó por maestros a su padre cuando se hospedó en su casa, de los cuales aprendió la teología y la astrología siendo todavía muchacho, según lo escribe Herodoto. Unióse después a Leucipo, y, según dicen algunos, a Anaxágoras, siendo cuarenta años más joven que él. Refiere Favorino en su Historia varia que Demócrito dijo de Anaxágoras que no eran de éste las cosas que había escrito acerca del sol y de la luna, sino opiniones antiguas, y que las había hurtado. También que censuró y degradó el mérito de lo que escribió sobre la formación del mundo y de la mente, haciéndosele enemigo por no haberlo querido recibir. ¿Cómo, pues, dicen algunos, será discípulo suyo? Demetrio, en sus Colombroños, y Antístenes, en las Sucesiones, dicen que se fue a los sacerdotes de Egipto a fin de aprender la geometría, a los caldeos de Persia y al mar Rojo. Aun hay quien dice que también estuvo en la India con los gimnosofistas y que no menos pasó a Etiopía.

Parece, dice Demetrio, que también pasó a Atenas, y que por desestimar su propia gloria no se cuidó de ser conocido; y aunque él conoció a Sócrates, Sócrates no lo conoció a él. «Fui – dice – a Atenas, y nadie me conoció.» «Si el diálogo Antierastes – dice Trasilo – es de Platón, acaso seria Demócrito el anónimo que allí estaba además de Enópidas y Anaxágoras, discurriendo de la filosofía, del cual dice Platón: Este filósofo se parece al vencedor de cinco certámenes». En efecto, Demócrito realmente era en la Filosofía perito en cinco certámenes , pues era experimentado y hábil en la natural, moral, matemática, encíclica y en todas artes. Suyo es aquel dicho de «las palabras son la sombra de las cosas».

Murió Demócrito, como dice Hermipo, en esta forma: como fuese ya muy anciano y se viese vecino a partir de esta vida, a su hermana, que se lamentaba de que si él moría en la próxima festividad de los tesmoforios, no podría ella dar a la diosa los debidos cultos, le dijo que se consolase. Mandóle traer diariamente algunos panes calientes, y aplicándoselos a las narices, conservó su vida durante las fiestas; pero pasados sus días, que eran tres, terminó su vida sin dolor alguno, a los ciento nueve años de edad, como dice Hiparco.

Tal fue la vida de este varón; sus opiniones son éstas:

“Los principios de todas las cosas son los átomos y el vacío; todo lo demás es dudoso y opinable. Dice a que hay infinitos mundos, sujetos a generación y corrupción. Que de lo que no existe nada so hace; ni en lo que no es, nada se corrompe. Que los átomos son infinitos, tanto en la magnitud cuanto en el número o muchedumbre. Que se mueven en giro y van por el universo, con lo cual se hacen todas las concreciones de fuego, agua, aire y tierra; pues todas estas cosas constan de ciertos agregados de átomos, los cuales por su solidez son impasibles e inmutables. Que el sol y luna son moles concretas de estos átomos llevados en giro; y lo mismo el alma, la cual, dice, no es diversa de la Mente. Que la visión se hace por las imágenes que caen en nosotros. Que todas las cosas se hacen por necesidad, siendo el giro (a quien llama necesidad) la causa de la generación de todo. Que el fin es la tranquilidad de ánimo, no le que es lo mismo que el deleite, como siniestramente entendieron algunos, sino aquella por la cual vive el alma tranquila y constantemente, ni es perturbada de algún miedo, superstición, o cualquiera otra pasión de éstas. Llámala también “euesto” (buen estado), y con otros muchos nombres. Finalmente, las cosas que se hacen, dice, son legítimas; pero los átomos y vacíos son naturales. Hasta aquí sus opiniones.”

(Diógenes Laercio, «Vidas de filósofos ilustres», trad. José Ortiz, ed. Iberia, Barcelona, 1962)