¿De repente sí existen las mujeres?

La izquierda cultural parece concebir cínicamente su concepto de sexo ya que día tras día se revela un profundo desprecio por la mujer y una burla constante a la maternidad.

Tiempo atrás se leía en un artículo de “dailywire.com” que una Universidad de California se disculpaba públicamente por haber utilizado el término “Mujer embarazada”. Este simple ejemplo acompaña el paradigmático caso de la jueza que no quiso definir qué es una mujer porque no era bióloga; vaya contradicción si la propia izquierda sostiene que la definición biológica no se necesita para establecer la identidad de una persona.

Protestas frente al edificio de la Corte Suprema en Washington.   Kevin Dietsch/Getty Images/AFP

Ahora, ante el eventual fin del fallo que marcó un antes y un después en el sistema jurídico occidental (Roe vs. Wade), la izquierda parece recordar que sólo un tipo específico de ser humano alberga la potencialidad de embarazarse. Esto que en principio parece absurdo, guarda un gran hilo conductor de coherencia; desde hace décadas que la izquierda busca destruir la maternidad, y para ello nada mejor que aniquilar la identidad de la mujer, único ser capaz de ser madre. Una sociedad sin maternidad es una sociedad sin soporte moral que ante el primer viento ideológico barrerá con todo individuo que haya quedado a la intemperie del sistema, ya sin cuerpo intermedio que lo resguarde de las inclemencias del poder político.

No se puede apelar a los llamados “derechos reproductivos de las mujeres” sin reconocer que sólo una parte específica del género humano tienen una función biológica intrínseca capaz de proyectar un embarazo. Mientras se abraza el cientificismo como ideología subyacente del meta relato ecologista, se rechaza la racionalidad de la ciencia que describe cuál ser puede ser genuinamente llamado “madre”.

En una suerte de esquizofrenia social, se revela un gran odio por las mujeres y más particularmente por la maternidad que guarda un ser inocente. Incluso se desecha por completo a las feministas de la generación de la posguerra alimentadas con la propaganda izquierdista de los «derechos de la mujer». Ya ni siquiera hay mujer, sólo “cuerpos gestantes” que sigan contribuyendo a un sangriento negocio.