Burkina Faso: el terrorismo islámico se ha vuelto omnipresente

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Desde 2015, este país situado al norte del golfo de Guinea, sin acceso al mar, y uno de los más pobres del mundo, ha sido escenario de convulsiones políticas que han facilitado el establecimiento de una guerrilla yihadista que ha paralizado progresivamente el país.

Las 34 personas asesinadas en dos atentados yihadistas son solo las últimas víctimas de la inestabilidad que se vive desde 2015 en Burkina Faso, donde el 40% del territorio está fuera de control según las propias autoridades de Uagadugú.

Al menos 22 personas murieron y muchas más resultaron heridas en el asalto a la ciudad de Bourasso, en el noroeste. Según el testimonio de un superviviente, «los yihadistas primero dispararon al aire en el pueblo la noche del domingo 3 de julio y luego dispararon al azar contra la gente».

El otro atentado se produjo en Namissiguima, en la provincia de Yatenga, al norte del país, con la muerte de 12 personas, entre ellas algunos miembros de las milicias de autodefensa de las aldeas formadas por el gobierno para intentar hacer frente a los grupos yihadistas vinculados a Al-Qaeda o ISIS.

El testimonio de un sacerdote burkinés

«La situación en el país continúa deteriorándose. Ningún lugar es accesible. Ya no es posible ir a los pueblos a celebrar la Eucaristía ni los demás sacramentos: los caminos están intransitables por culpa de los terroristas. El trabajo pastoral se ha desestabilizado. Muchos catequistas han tenido que huir».

Este dramático testimonio es del Padre Pierre Balima, un sacerdote burkinés que estudia liturgia pastoral en Padua. El sacerdote relató los sufrimientos que están viviendo los cristianos en su país.

«Dos parroquias han sido cerradas y en las otras los sacerdotes ya no pueden ir a los pueblos. Si se necesita viajar, ir a otra parroquia o reunirse con el obispo en la catedral, es necesaria una escolta militar. En el camino, se corren grandes riesgos y nunca sabes si llegarás con vida a tu destino.

«Todas las actividades pastorales están suspendidas: no hay misas en los pueblos, no hay catequesis, no hay reuniones de movimientos católicos», continúa el Padre Balima; «se pidió a los misioneros europeos que abandonaran la diócesis para ir a zonas más seguras».

«Los terroristas utilizan los secuestros, las ejecuciones de personas influyentes (sacerdotes, catequistas, líderes religiosos, maestros, administradores…); asustan a la población con amenazas y matan a todos los que no obedecen», prosigue el sacerdote.

«A menudo irrumpen en los lugares de culto cristianos durante las celebraciones, obligando a la gente a abandonar la práctica cristiana para abrazar la religión musulmana».

El relato continúa detallando la quema de varias iglesias en los pueblos: «Tan solo en marzo quemaron dos de ellas. Mataron a 37 soldados y más de 10 civiles. Varios jóvenes fueron secuestrados. Casi todas las escuelas, fuera de las grandes ciudades, están cerradas», explica el misionero.

Tres sacerdotes fueron asesinados. El Padre Joël Yougbare, sacerdote de mi diócesis, fue secuestrado hace tres años y desde entonces no ha dado señales de vida. Dado el grave peligro en el que nos encontramos, nos han pedido cerrar las parroquias. La propuesta fue rechazada por el obispo y todos los sacerdotes. Continuaremos nuestra misión, aunque con muchas limitaciones y mucha fragilidad».

Burkina Faso siempre ha sido un país de paz y alegría, a pesar de la pobreza, pero desde 2015 ha estado bajo la presión de los ataques terroristas. El primer ataque se produjo en la parroquia del Padre Balima, a 150 metros del presbiterio.

«Durante varios días vivimos angustiados: todas las noches teníamos que apagar la luz y escondernos debajo de la cama. Luego, el terrorismo se extendió gradualmente a todo el país y la región del Sahel, donde se encuentra mi parroquia de Djibo, una de las más afectadas».

Fuente: Fides – FSSPX.Actualités