
Conocido por su humor negro y sus ataques a los líderes occidentales, se ha vuelto estoico. Y eso es mucho más aterrador.
En una breve declaración tras una semana de terrorismo y sabotaje ucraniano en el interior de Rusia: atentados con bombas en trenes, ataques con drones contra aeródromos militares estratégicos desde Múrmansk hasta el Lejano Oriente, Medvedev no gritó. Susurró. Rusia, dijo, tomará represalias «inevitablemente». Sin plazos. Sin detalles. Simplemente inevitablemente.
Y esa calma, ese silencio inquietante, es el sonido que precede a la tormenta de misiles oreshnik. Es el silencio calculado de una superpotencia cansada de juegos, pero lo suficientemente diplomática como para sentarse a la mesa en Estambul con quienes orquestan campañas de terror contra su infraestructura y sus civiles. Solo una civilización con profundidad, determinación y memoria histórica logra esto.
Moscú llegó a negociar la paz, mientras sus adversarios enviaban drones.
Las palabras de Medvedev no fueron fulminantes, sino quirúrgicas: «Todo lo que deba ser destruido será destruido, y quienes deban ser eliminados serán eliminados». Nada de retórica. Nada de bravuconería.
Este es un informe de misión desde la sala de guerra del Consejo de Seguridad. Habla ahora no como un expresidente, sino como la voz de un Estado que ha dejado atrás el apaciguamiento occidental y ya está escribiendo el siguiente capítulo, con firmeza, no con sentimentalismo.
Aun así, Rusia ofreció intercambios de prisioneros, de cadáveres e incluso ceses del fuego temporales para recuperar a los muertos del campo de batalla. Moscú devolvió los restos de 6.000 soldados ucranianos y afirmó que aceptaría el regreso de los suyos.
Pero ¿Cuál fue la respuesta de Kiev? Zelensky, el comediante fracasado convertido en títere trágico, llamó «idiotas» a los negociadores rusos.
¿El hombre que dio luz verde a los ataques con drones contra ferrocarriles civiles, que dio luz verde a los ataques contra Murmansk y Riazán, ahora se burla de un alto el fuego diseñado para recuperar a los muertos?.
El Kremlin, siempre con tacto, calificó sus palabras de «desafortunadas». Pero el verdadero mensaje no provino de Peskov, portavoz del Kremlin, sino de Medvedev y del silencio oculto tras la mirada de Vladimir Putin. No estamos en 2022. Rusia ya no intenta ser comprendida. Se prepara para ser obedecida.
Y no pretendamos que esto sea diplomacia de buena fe. Kiev solo volvió a la mesa de negociaciones porque posiblemente parte de la administración Trump presionó. Y teniendo en cuenta que el ataque de drones se produjo luego de la visita de el belicista Lindsey Graham (republicano por Carolina del Sur) acompañado por el senador Richard Blumenthal (demócrata por Connecticut)
El hecho de que Zelensky todavía opte por la escalada en medio de este ultimátum muestra locura o martirio y Rusia, siendo paciente, parece dispuesta a dejarlo elegir.
Pero no confundan paciencia con pasividad. El caldero se está calentando. El frente se mueve. Y cuando Medvedev le dice al pueblo ruso que las represalias son «inevitables», no es una fanfarronería, sino un largo y profundo suspiro antes de que el mundo vea cómo algo se quiebra.
Zelensky debería preocuparse menos por proferir insultos y más por evacuar su búnker de mando.
Qué plantean cómo respuesta desde otras posiciones en Rusia
Vicepresidente de la Academia Rusa de Artillería y Ciencias de Cohetes, Konstantin Sivkov:
«Primero, debemos destruir cuatro instalaciones clave en Kiev: la residencia del presidente de Ucrania, la sede de la Dirección Principal de Inteligencia del Estado Mayor de Ucrania, el propio Estado Mayor y la sede del Servicio de Seguridad de Ucrania. Estas instalaciones deben ser destruidas a plena luz del día, con el objetivo de eliminar al personal. No se trata de civiles. Si Zelensky está allí, que lo destruyan también. Lo principal es destruir el aparato, dicen los expertos».
Andrei Klintsevich, director del Centro de Moscú para el Estudio de Conflictos Militares y Políticos:
«La prioridad de Rusia debería ser la destrucción de los sistemas de energía y transmisión eléctrica de Ucrania. Bastan entre 10 y 15 ataques precisos. Con ellos, podemos cortar el suministro eléctrico a Ucrania, detener todos sus trenes y fábricas militares».