INSEE, Le Figaro, La Croix como fuentes, y con la redacción de FSSPX.Actualités, se expuso:
Las últimas estadísticas sobre la natalidad en Francia son alarmantes: la tendencia actual indica que la tasa de crecimiento natural será negativa en este país en 2024, y el número de niños con al menos un padre de origen inmigrante está aumentando. El Viejo Continente ha elegido el nivel de vida a expensas del don de la vida, que nunca antes había merecido tan bien este nombre.
“El nacimiento de los niños es el principal indicador para medir la esperanza de un pueblo”, declaró el Papa Francisco con motivo de los Estados Generales de la Natalidad celebrados en Roma el 12 de mayo de 2023. El motor de la esperanza parece haberse detenido desde hace mucho tiempo en Francia, según las últimas cifras que cubren los primeros once meses de 2023, publicadas por el INSEE el 16 de enero de 2024.
La observación es desalentadora: el número de nacimientos en el país registró un descenso del 6.8% respecto al mismo período en 2022; solo nacieron 621,691 bebés, es decir, 45,000 menos que el año anterior.
Suficiente para hacer sonar la alarma si se recuerda que 2022 ya había marcado un mínimo histórico en este ámbito: el balance natural -la diferencia entre los nacimientos y las muertes ocurridas en suelo nacional- se estableció en torno a +56,000, un valor muy bajo. El balance natural se dividió por 5 entre 2006 y 2022.
Otro dato importante es que el índice de fecundidad en Francia pasó de 2.03 hijos por mujer en 2010 a 1.8 en 2022. Una situación preocupante cuando se sabe que el nivel de remplazo generacional está en 2.1 hijos por mujer.
Pero la situación de la natalidad en Francia es muy contrastante cuando se toma en cuenta el origen migratorio de las poblaciones presentes en el territorio: según las estadísticas del INSEE, desde el año 2000, el número anual de niños nacidos en el territorio con ambos padres nacidos en Francia disminuyó un 22%.
Al mismo tiempo, los nacimientos donde al menos uno de los padres no pertenece a la UE aumentaron un 40% y los de dos padres fuera de la UE aumentaron un 72%. Por tanto, casi un tercio (29%) de los niños nacidos en Francia en 2022 tienen al menos un padre procedente de un país que no pertenece a la Unión Europea.
Los efectos acumulativos de la inmigración y las diferencias de fertilidad ya han dejado una fuerte huella en la estructura de la tasa de natalidad en Francia. Con consecuencias medibles sobre la identidad francesa.
Cabe señalar que se espera que la tasa de fertilidad mundial, que disminuyó de 3.3 hijos por mujer en 1990 a 2.3 en 2021, disminuya aún más hasta 2.1 en 2050, según cifras proporcionadas por el INED. Por el contrario, la tasa de fertilidad sigue siendo alta en determinadas partes del mundo: África subsahariana (4.6 hijos), Oceanía (3.1, excluidas Australia y Nueva Zelanda), África del Norte y Asia occidental (2.8).
Países donde el islam es a menudo la religión mayoritaria y que para algunos constituyen los principales reservorios de la inmigración europea. Ante la alarmante caída de la tasa de natalidad, el presidente de la república francesa presentó un plan cuya eficacia debe demostrarse en la práctica.
La observación hecha por Stephen Smith, autor de La rée vers l’Europe – La jeune Afrique en route pour le Vieux Continent (Grasset, 2018) sigue siendo muy actual: «la virulencia del debate sobre la inmigración cubre el silencio en torno a un consenso mudo: la mayoría de nosotros preferimos una mejor calidad de vida al regalo de la vida. Esta elección –la nuestra, no la de la economía– tiene consecuencias».