En diciembre de 2011, la Asamblea General de la ONU designó el 21 de marzo Día Mundial del Síndrome de Down. Ciertamente el día alude a la trisomía (3) en el Par 21 de la cadena cromosómica (21/3). El pediatra y genetista francés Jérôme Jean Louis Marie Lejeune (1926-1994) fue responsable de descubrir la anomalía cromosómica que da lugar al síndrome de Down.
Tal como dijera el portal oficial de su Fundación: “El Dr. Jérôme Lejeune, considerado el padre de la genética moderna, identificó en 1958 la trisomía del par cromosómico 21 que define el Síndrome de Down, lo que abrió la vía a la citogenética. Sus trabajos le llevaron a reflexionar sobre las grandes cuestiones de la vida humana y sobre el papel que la medicina y la investigación deben tomar en defensa de los más débiles. Fue impulsor y promotor de la Academia Pontifica para la Vida junto a San Juan Pablo II, su causa de beatificación está actualmente en desarrollo en el Vaticano.”
Hoy sería importante recobrar su legado; si cada uno mira hacia atrás notará que tan común era encontrar en el colegio, el club o el barrio a niños con tal síndrome, sin embargo, actualmente cada vez son menos los que se hallan. “En 40 años, la población Down ha descendido un 88% en España y se encamina, según las previsiones, a que no nazca ninguno para 2050” decía un artículo de El Confidencial, mostrando una tendencia que se percibe a nivel global. Se escucha constantemente a centenares de madres relatar la forma en que los médicos ofrecen terminar con el embarazo cuando en los primeros estudios se detectan las posibilidades de que el niño padezca síndrome de Down, el síndrome de Edwards u otros problemas genéticos.
Cuesta creer que el mundo no valore la inocencia y el cariño que aporta cada niño; más cuesta creer que por una afección se elimine a un ser tan puro. Quizás las ideas modernas y el progreso indefinido no sirvan para mentes arcaicas y retrógradas que creen en el derecho a nacer…