104 años del magnicidio de la familia imperial Romanov a manos del bolchevismo

Existen hechos en la historia que no deben nunca ser olvidados y, sobre todo, atrocidades como este evento trágico que marcó un antes y un después en Rusia, y también con repercusiones a nivel mundial, incluso hasta nuestros días. Este es el caso del asesinato o exterminio de la familia imperial Románov, en el año 1918 en Ekaterimburgo.

Tampoco es posible dejar de lado la actualidad política de Rusia marcada por su presidente Vladimir Putin. En una entrevista de la BBC, Pablo de Orellana, profesor del King’s College de Londres, el inicio del gobierno de Putin marcó una nueva etapa en el rescate de la dinastía Romanov que fue más allá de la recuperación de las águilas doradas y los símbolos de la Rusia imperial.

«Con su gobierno se han recuperado también algunas tradiciones zaristas, como el baño en el lago helado en Pascua o Navidad, que era algo que algunos zares hacían para buscar la bendición para toda su nación y que es algo que Putin ha vuelto a hacer», señala.

«Pero creo que uno de los elementos más importantes en ese sentido es la recuperación de la Iglesia ortodoxa como la única institución de la Rusia zarista que ha vuelto y que ha vuelto a hacerse tan poderosa que se le nombró otra vez como religión oficial», agrega.

Putin ha retomado la tradición zarista de darse un baño de agua helada el día de Epifanía.

En un referendo realizado en 2020 para permitir a Putin seguir en el poder hasta 2035, los rusos también votaron para convertir la fe ortodoxa en la religión oficial de Rusia, lo que ha sido visto como una muestra de la consolidación en las relaciones entre el Patriarcado de Moscú y el Kremlin.

De acuerdo con De Orellana es en este nuevo contexto de relaciones donde los Romanov se vuelven figuras claves para los dos poderes.

«La familia imperial rusa es vital para el régimen de ahora y para la narrativa nacionalista que impulsa porque son el nexo entre la historia y el presente ruso a ambos lados del intervalo comunista», asegura.

«Y para la Iglesia el tema de los Romanov es central, porque la Iglesia ortodoxa rusa es parte de la familia real y la familia real es parte de la Iglesia», agrega.

Los hechos previos

Ahora bien, recordemos el aberrante crimen cometido por el bolchevismo allá por ese 17 de julio de 1918. Transcurría la Primera Guerra Mundial, y en la revolución de octubre de 1917, los bolcheviques se hicieron con el poder en Rusia. A partir de entonces, la Rusia revolucionaria abandonó la guerra tras firmar la paz en el tratado de Brest-Litovsk el 3 de marzo de 1918 con el Imperio alemán.

Al triunfar la Revolución de Octubre de 1917, en la que los bolcheviques —liderados por Lenin— derrocaron al gobierno de Kérenski, el Soviet Central a cargo de Yákov Sverdlov, un personaje perteneciente al círculo íntimo de Lenin, y quien estaba a cargo administrativamente del destino del zar, ordenó primero el traslado a Moscú del emperador depuesto; pero luego se instruyó el traslado de la familia imperial a Ekaterimburgo, que se hallaba bajo control del Soviet de los Urales con apoyo del Ejército Rojo.

El gobierno alemán había propuesto al Soviet que el emperador refrendara el tratado de paz, pero como segunda intención oculta era negociar la libertad de Nicolás II para posteriormente poder reimplantar el régimen monárquico ya que Alemania se había dado cuenta de la verdadera naturaleza de la revolución socialista mundial proclamada por Lenin. Por esa razón se lo había intentado enviar a Moscú en un primer momento. El Soviet, al tanto de estas maniobras y temeroso de lo que implicaba la intención, tomó las providencias para que jamás se volviera a instalar el zarismo en Rusia.

El 4 de julio de 1918, tomando como pretexto el avance de la Legión Checoslovaca que podría liberar a la familia del zar, Filipp Goloshchokin, quien presidía el Sóviet de los Urales, se apersonó apresuradamente en Moscú con Sverdlov y planteó el asesinato y encubrimiento ante este último. Sverdlov consultó a la alta cúpula del Sóviet Central y la orden fue dada.

Orden de fusilamiento

Un escuadrón de la policía Cheka al mando de Yákov Yurovski relevó a la guardia de la casa, y el 16 de julio recibió la orden del Sóviet de los Urales de fusilar a toda la familia. No importó que el zar había abdicado y renunciado al poder mucho antes de ser capturado, entregando el mando a un gobierno interino e instaurando un parlamento.

La planificación misma del magnicidio in situ fue hecha por Yurovski, quien se reservó el derecho de disparar primero sobre el «verdugo coronado» como se lo llamaba a Nicolás II; aparte de Yurovski, la camarilla la componían, Piotr Ermakov y Gregoy Nikulin, todos miembros y asesinos probados de la Cheka.

Un subordinado de Goloshchokin, Piotr Ermakov quien tenía el control del campesinado del Ural, tenía la función de eliminar toda evidencia del asesinato no pudo conseguirse los dos camiones de transporte requeridos hasta el día siguiente. Ermakov además de participar en el pelotón, haría encender los motores de ambos vehículos para ahogar el ruido de los disparos.

El escuadrón estaba compuesto por doce hombres, siete de los cuales eran ex-combatientes húngaros, a cada uno de ellos se les asignó una víctima; dos de ellos se negaron a disparar sobre mujeres y al menos uno de ellos fue deshechado y reemplazado por Ermakov. Los miembros del escuadrón eran Gregori Nikulin, asistente de Yurovski, Piotr Ermakov asistente de Goloshchokin, Piotr Medveyed, S. Vagánov, Andreas Vergasi, Laszlo Horvath, Víctor Griinfeldt, Imre Nagy, Emile Fekete, Anselm Fischer e Isidor Edelstein.

En la medianoche del 17 de julio el zar junto a los integrantes de la familia fueron llevados al sótano de la Casa Ipátiev donde fueron fusilados, junto a algunos sirvientes cercanos, e incluso un médico leal. El pretexto era que se los iba a tomar una fotografía antes de partir; o se los iba a trasladar.

Nicolás II colocó al heredero en sus rodillas mientras tomaba asiento junto a la zarina, las hijas se sentaron atrás y los sirvientes y el médico a los costados, de pie. Pasaron unos instantes y repentinamente entró Yákov Yurovski con revólver en mano y 17 soldados armados con fusiles a la bayoneta.

Cuando Yákov Yurovski levanta el revólver y declara al zar que «el pueblo ruso» lo ha condenado a muerte, el zar alcanza a balbucear: -» que?»- y le dispara casi a quemarropa. El zar cae instantáneamente muerto, la zarina se alcanza a incorporar haciendo la señal de la cruz y gritando, es muerta de un disparo en plena boca por Yurovski y seguidamente los fusileros realizan una descarga cerrada al resto de la familia. Las hijas, que llevaban corsés apretados y además en su interior estaban cargados con joyas, no mueren inmediatamente y son rematadas a la bayoneta. Anastasia, que se había desmayado cuando comenzaron los disparos, recuperó la conciencia y fue muerta a golpe de culatas de los fusiles y por los bayonetazos realizados por Ermakov.

El zarévich sobrevivió a la primera descarga y fue muerto por Yurovski en el remate de moribundos disparándole dos veces a la altura del oído. Una de las sirvientas que no recibió la primera descarga es perseguida dentro de la habitación y asesinada a bayonetazos, e incluso la mascota es muerta de un disparo.

El zar murió con 50 años recién cumplidos. Este episodio daba fin a la dinastía Romanov y con éste, el régimen zarista.

Posteriormente los cuerpos son llevados en camiones y depositados en una mina abandonada.

Al día siguiente, Yurovski, temiendo que el rumor sobre el fusilamiento indujera a recuperar los cuerpos, ordenó su traslado y destrucción de los cadáveres por fuego y ácido y arrojarlos a piques de otras excavaciones, ubicadas 12 km fuera de la ciudad, en la mina que se llama «los cuatro hermanos».

Detalles de la ejecución

Para la ejecución se seleccionaron doce hombres con revólveres. Dos de ellos se negaron a disparar contra las mujeres. Cuando llegó el vehículo, todos dormían. Al despertarlos se les explicó que debido a la intranquilidad existente en la ciudad, era necesario trasladarlos del piso superior al inferior. Demoraron media hora en vestirse. Abajo habíamos vaciado una habitación que tenía un tabique de madera estucado, para evitar el rebote. La guardia se encontraba en disposición combativa en el cuarto vecino. Los Románov no sospechaban nada. El comandante fue a buscarlos en persona y los condujo hacia la habitación. Nicolás llevaba en brazos a Alexis, los demás llevaban almohadillas y otras cosas pequeñas. Al entrar en la habitación vacía, Alejandra Fiódorovna preguntó: «Cómo, ¿no hay ninguna silla? ¿Ni siquiera podemos sentarnos?» (Según el relato de Yurovski, se trajeron dos) Nicolás puso en una a Alexis y en la otra se sentó Alejandra Fiódorovna. A los demás se les ordenó formar una fila. Hecho esto, llamaron al comandante. Cuando este entró, dijo a los Románov que, como sus parientes en Europa continuaban la ofensiva contra la Rusia soviética, el Comité Ejecutivo de los Urales había decretado fusilarlos. Nicolás se volvió de espaldas, de cara a su familia, y luego, como recobrándose, se volvió y preguntó: «¿Qué, qué?». El comandante repitió la explicación y ordenó al comando que se preparara.

Cada uno sabía de antemano contra quién iba a disparar. La orden era apuntar al corazón para evitar el derramamiento de mucha sangre y terminar más rápido. Nicolás no dijo una sola palabra más, de nuevo se volvió cara a su familia, otros lanzaron exclamaciones incoherentes. Comenzaron los disparos, que duraron dos o tres minutos. Nicolás fue muerto por el mismo comandante a quemarropa. Luego murieron Alejandra Fiódorovna y su séquito. En total fueron fusiladas doce personas: Nicolás, Alejandra Fiódorovna, su hijo Alexis, sus cuatro hijas: Olga, Tatiana, María y Anastasia – el doctor Yevgueni Botkin, el criado Trupp, el cocinero Tijomírov, otro cocinero y la camarera Anna Demídova.

Destino de los restos mortales

Tras las pruebas de ADN, los restos fueron trasladados con honores de Estado a la capilla de Santa Catalina de la catedral de San Pedro y San Pablo de San Petersburgo, donde descansan los restos de la mayoría de los monarcas rusos desde Pedro el Grande.​ El presidente Borís Yeltsin y su esposa asistieron al funeral junto a varios parientes de los Románov (entre ellos Miguel de Kent).

«La Iglesia rusa se ha mostrado reacia a reconocer que los restos pertenecen a la familia Romanov desde que fueron exhumados oficialmente en 1991 cerca de Ekaterimburgo», recuerda Alexandrova Romanov.

«Y si bien múltiples pruebas de ADN y forenses en Rusia y en el extranjero demostraron que los restos pertenecían a la familia real, su médico, y tres miembros de su círculo íntimo, el tema sigue siendo muy controvertido incluso hoy», agregó.

La situación dio un viraje drástico entrada la primera década del 2000, cuando un grupo de investigadores descubrió cerca de Ekaterimburgo una nueva fosa con restos humanos.

«En 2007, los restos de los otros dos niños Romanov fueron encontrados en otra tumba sin marcar, y luego de una serie de pruebas de ADN realizadas en varios laboratorios en Rusia y en el extranjero, fueron identificados como los de María y Alexei», comenta Alexandrova.

«La Iglesia ortodoxa rusa, sin embargo, nuevamente se negó a reconocer los hallazgos y evitó su entierro en el sepulcro familiar», agrega.

Lápidas que marcan el entierro del zar Nicolás II y su familia en la capilla de Santa Catalina de la Catedral de San Pedro y San Pablo de San Petersburgo.

Canonización de la familia

Tras el ascenso de Putin la jerarquía ortodoxa rusa proclamó como santos al último zar, su esposa y sus hijos.

El 15 de agosto de 2000, la Iglesia ortodoxa rusa anunció la canonización de la familia por su «humildad, paciencia y mansedumbre». Sin embargo, ante el fuerte debate que generó el anuncio, los obispos no proclamaron a los Románov como mártires, sino como portadores de la Pasión (canonización de los Románov).

El 1 de octubre de 2008, y bajo el auspicio de Putin, la Corte Suprema de Rusia reconoció a Nicolás II y su familia, como víctimas de la represión política y los rehabilitó.

Poco después, para conmemorar la canonización, se erigió un templo sobre la casa donde fueron masacrados: «La iglesia sobre la sangre en nombre de todos los santos que resplandecieron en la tierra de Rusia».​

El 26 de agosto de 2010, un tribunal ruso ordenó reabrir la investigación sobre el asesinato de Nicolás II y su familia, aunque los bolcheviques que se cree que habían participado en el fusilamiento ya hubieran muerto. La principal unidad de investigación del fiscal general de Rusia anunció que cerraba el caso por el largo tiempo transcurrido desde los hechos y porque los responsables ya habían muerto.

Sin embargo, un tribunal de Basmanny ordenó reabrir el caso, alegando que una hipotética sentencia de la Corte Suprema culpando al Estado por las muertes hacía el fallecimiento de los ejecutores irrelevante, según testimonio de un abogado de los parientes del zar y agencias de noticias locales.

Asesinato ritual

Roman Lunkin, director del Centro para el Estudio de la Religión y la Sociedad dijo que «algunos ortodoxos piensan que en 1918 hubo un asesinato ritual por bolcheviques de origen judío. También hay un movimiento que ve a Nicolás II como un Cristo que murió por los pecados de los rusos».

«Para la Iglesia, el asesinato de la familia imperial es el signo del mal total del período soviético y el satanismo de la ideología marxista».

El asesinato de la familia imperial rusa en 1918 por los bolcheviques resultó en numerosos cargos de crimen ritual y la denuncia de símbolos de estilo oculto en la escena del crimen de varias fuentes​ citando referencias a kabbalah.​ El descifrado de los símbolos​ aclararía el objetivo del asesinato ritual.​ Los resultados de la encuesta sobre el asesinato fueron publicados, con una imagen de los símbolos, en 1920.​ El encargado de la encuesta, el magistrado Nikolaï Sokolov, juez en el tribunal de Omsk, publicó igualmente los símbolos en su libro. En 2017, la justicia rusa abrió la investigación sobre las circunstancias del crimen, incluida la acusación de asesinato ritual.

Culparon a los judíos de haber perpetrado aquel crimen, puesto que la cúpula bolchevique estaba compuesta por personas de éste grupo nacional, Yákov Svérdlov y Lev Trotski, entre ellos. Hebreo era también Yákov Yurovski, el jefe del pelotón que acribilló a tiros a Nicolás II, a su esposa la zarina, a sus hijos y a los criados.

En 1922, ya en el exilio, el orientalista ruso y estudioso del ocultismo, Mijáil Skariatin, dijo haber descifrado una de las inscripciones halladas por Sokolov que, según él, decía: «Aquí por orden de la fuerzas ocultas el Zar fue ofrecido en sacrificio con el fin de lograr la destrucción de Rusia».

La Iglesia rusa ha declarado que el último zar ruso y su familia podrían haber sido víctimas de una ‘muerte ritual’, insistiendo en que se realice una investigación sobre el asunto. Además de la naturaleza del asesinato, hay al menos otros dos enigmas alrededor del asesinato de los Romanov.

‘Un mensaje codificado’

“Somos muy serios acerca de versión de un asesinato ritualista. Muchos miembros de la comisión de la Iglesia [por la investigación del asesinato de los Romanov] no tienen dudas de que el asesinato tuvo un carácter ritual”, declaró el obispo Tijon, un influyente funcionario de la Iglesia Ortodoxa Rusa, en una conferencia dedicada a la muerte de la familia real.

Esta declaración causó un gran revuelo, ya que algunos la interpretaron como una sugerencia de naturaleza antisemita sobre esos trágicos acontecimientos, por lo que el obispo Tijon ofreció algunas aclaraciones. Como señaló, “incluso después de su abdicación, el emperador siguió siendo una figura simbólica y sagrada”. “Los bolcheviques y sus diferentes partidarios no eran para nada ajenos a tipos de simbolismos completamente inesperados y variados”.

Él negó vehementemente cualquier interpretación antisemita de sus palabras. Pero la frase “asesinato ritual” estaba destinada a avivar estos comentarios a pesar de las objeciones del obispo. Se debe al hecho de que la versión del asesinato ritual se propuso poco después del asesinato y en aquel momento tuvo un claro sentido antisemita.

Se originó, de hecho, entre aquellos que en 1919 recibieron la tarea de investigar el magnicidio. Los investigadores procedían de las filas de los opositores políticos a los bolcheviques, los blancos. El periodista británico Robert Wilton, que estuvo cercano a la investigación, escribió en su libro, publicado años más tarde del luctuoso hecho, sobre “inscripciones cabalísticas” [es decir, las pertenecientes a los rituales esotéricos ocultistas originados en el judaísmo] que se encontraron en el sótano de la casa de Ekaterimburgo donde los Romanov fueron asesinados. Esas inscripciones eran: “1918 года” [año 1918], “148467878 р” y “87888”. Documentadas en el curso de la investigación.

Los investigadores, sin embargo, no les prestaron mucha atención. No fue el caso del emigrado ruso Mijaíi Skariatin. A mediados de la década de 1920, declaró que había logrado descifrar estos símbolos. Afirmó que contenían un mensaje oculto: “Aquí, por orden de las fuerzas secretas, el zar fue sacrificado por la destrucción de Rusia. Todas las naciones están informadas sobre esto”. Las “fuerzas secretas» en este caso representaban a los judíos que supuestamente aspiraban a generar el caos para lograr la dominación mundial. Este “descubrimiento» fue luego popularizado por aquellos círculos en la emigración rusa que simpatizaban con los nazis.

Víctimas de conspiración masónica

Una posible conspiración diseñada por los masones como una de las principales fuerzas detrás de los acontecimientos de febrero de 1917, ha sido tradicionalmente una teoría popular utilizada para explicar el colapso del orden imperial. Existe una larga tradición de investigación académica que discute el posible influjo que los Masones tuvieron en la Revolución. Según el historiador Piotr Multatuli, Kérenski desempeñó un papel prominente en los acontecimientos de 1917 debido a sus lazos masónicos en Rusia y en el extranjero.

Durante aquel famoso febrero, Kérenski jugó un papel importante en arrebatar el poder de manos reales y pasarlo a la Duma. También dio la bienvenida a las tropas que juraron su lealtad al gobierno. Estaba en contra de la idea de dar el trono ruso al hermano de Nicolas, Mijaíl.

Kérenski era también la única persona que tenía un pie en cada uno de los campos que compartieron el poder en Rusia post-zarista: El Comité Provisional de la Duma del estado y el Soviet de Petrogrado de los trabajadores y de los soldados. Multatuli argumenta que las actividades de Kérenski en aquel momento estaban fuertemente influenciadas por los masones, y cree que cuando se convirtió en ministro de justicia en el gobierno provisional (y primer ministro en julio), el fraternal grupo le ayudó a mantener su puesto.

Restauración de la monarquía

Un estudio hecho por el «Centro de opinión de todos los rusos» mostró que un tercio de los rusos estaba a favor de la restauración de la monarquía en 2013.​

En 2017, una encuesta hecha por Izvestia averiguó que el 22 % de los rusos estaba «no en contra de la monarquía… pero no ve un candidato para el puesto». La encuesta también encontró que el 37% de los jóvenes rusos estaba totalmente a favor de la restauración monárquica.