
Wounded Knee fue un masacre ocurrida el 29 de diciembre de 1890 en la reserva Pine Ridge (Dakota del Sur), en la que tropas del ejército de EEUU, en particular el 7.º Regimiento de Caballería, abrieron fuego contra un grupo de Lakota. Muchas fuentes indican que murieron entre 150 y 300 nativos Lakota, incluidos mujeres y niños, durante lo que fue presentado como un intento de desarmar a miembros de la tribu.
En 1890, el ejército y el gobierno consideraban Wounded Knee parte de una operación militar legítima para sofocar la resistencia indígena.
El suceso ha sido interpretado por muchos historiadores como una masacre más que como una batalla, en parte porque una parte significativa del grupo Lakota estaba desarmada o ya se había rendido. Entre los muertos hubo mujeres, ancianos y niños.
Tras Wounded Knee, se otorgaron 20 Medals of Honor a miembros del ejército por su participación en lo que oficialmente entonces se describía como un “combate”.
Con el paso del tiempo, varios grupos indígenas, activistas y algunos legisladores han exigido revocar esas medallas, alegando que condecorar acciones en un episodio que muchos consideran una matanza de civiles—incluyendo mujeres y niños—no es compatible con los criterios éticos del honor militar.
En 2024, el secretario de Defensa Lloyd Austin ordenó un panel para revisar si algunas o todas esas medallas deberían ser revocadas.
Sin embargo, recientemente, Pete Hegseth, quien ahora ocupa ese cargo, dijo que los soldados que recibieron esas medallas las conservarán. Argumenta que el panel concluyó que “estos valientes soldados deberían, de hecho, conservar sus medallas por las acciones” que realizaron, y que su lugar en la historia debe permanecer incuestionable.
El propio Congreso de EEUU en 1990, al conmemorar los 100 años, reconoció Wounded Knee como una “masacre”, no una batalla.
Las razones de la polémica son varias, y tienen que ver tanto con la historia como con la moralidad y la memoria.
Muchos historiadores y grupos indígenas sostienen que llamar “batalla” a lo ocurrido en Wounded Knee históricamente oculta la realidad de lo que fue una masacre, con víctimas civiles, con desigualdad en el poder militar, etc.
Las Medals of Honor son consideradas la más alta condecoración militar de EEUU, y deberían otorgarse solo en circunstancias de valentía en combate que sean moralmente aceptables incluso bajo estándares históricos. Si hubo acciones que implicaron matar civiles, desarmados o rendidos, eso contraviene criterios que algunos estiman deberían invalidar esas medallas. Premiar acciones que derivaron en la muerte masiva de civiles contradice ese espíritu.
Para los descendientes de los Lakota y muchos pueblos indígenas, el mantener esas medallas es visto como una negación de sus sufrimientos, como una afrenta simbólica. Revocar las medallas podría verse como un reconocimiento de la injusticia histórica.
Organizaciones como The National Congress of American Indians han pedido oficialmente retirar las medallas porque “deshonran” a la institución. En 2019, legisladores como la congresista Deb Haaland (de ascendencia indígena y luego secretaria del Interior) apoyaron iniciativas para quitarlas.
Revocar una Medalla de Honor no es algo que se haga frecuentemente, y hay procedimientos legales/institucionales que deben cumplirse. Además, está la cuestión de juzgar acciones pasadas con estándares modernos — algo que genera debates sobre “qué tan justo es juzgar con moralidad del presente lo que ocurrió hace más de un siglo”. Juzgar con criterios actuales podría ser anacrónico.
Aún así, revocar no significa borrar la historia, sino reconocer oficialmente que esos actos no eran dignos de honor.
Under my direction, the soldiers who fought at the Battle of Wounded Knee will keep their medals.
This decision is final. Their place in history is settled. pic.twitter.com/klQlB6MZ6l
— Secretary of War Pete Hegseth (@SecWar) September 25, 2025