
Aguilar afirmó haber presenciado cómo las Fuerzas de Defensa de Israel disparaban artillería, morteros y rondas de tanque contra multitudes de civiles hambrientos reunidos en los puntos de distribución. Relató haber visto un tanque Merkava disparar contra un vehículo civil que intentaba alejarse del sitio, y morteros dirigidos a las personas que no representaban amenaza. Señaló que en toda su carrera militar nunca había visto tal “nivel de brutalidad e uso de fuerza indiscriminada e innecesaria”.
Describió la operación de GHF como «amateur», con comando inexperto, sin capacidad para gestionar una operación de esa magnitud, y afirmó que “en mi evaluación más sincera, diría que son criminales”, pues los centros se levantaron en zonas activas de combate en violación del derecho internacional humanitario.
Uno de los testimonios más emotivos fue el de un niño palestino sin zapatos ni ropa adecuada que recorría 12 km para buscar ayuda. En el punto de distribución, tras recibir un poco de arroz y lentejas del suelo, se acercó a Aguilar, le besó la mano en señal de agradecimiento y le dijo “thank you”. Luego, al alejarse con otros, fuerzas israelíes dispararon gases lacrimógenos, granadas aturdidoras y balas. El niño corrió asustado, pero fue alcanzado y murió. Dijo que observó cómo las FDI (Fuerzas de Defensa de Israel) abrían fuego contra civiles hambrientos, desarmados y desesperados que se agolpaban en los puntos de distribución de ayuda.
Imágenes donde Amir besa la manos del estadounidense Anthony Aguilar
Aguilar enfatizó: “Sin lugar a dudas, fui testigo de crímenes de guerra. Disparar con artillería, morteros y proyectiles de tanque contra civiles desarmados es un crimen de guerra”.
Aguilar trabajó con GHF a través de una subcontratación privada (UG Solutions) y no era empleado directo del gobierno de EEUU. La propia GHF negó sus declaraciones, acusándolo de hacer “alegaciones falsas sin base en la realidad”, y sostuvo que fue despedido por “conducta inapropiada”, además de sospechar que habría falsificado documentos o videos.
Sirvió durante más de 20 años, participando en misiones en Medio Oriente y otras regiones. Fue condecorado con la Purple Heart y la Bronze Star en combate, específicamente durante operaciones en Irak en 2005‑2006. Existen fotografías oficiales del Departamento de Defensa de EEUU que muestran al 1st Lt. Anthony Aguilar en Mosul, Irak, en febrero de 2006, mientras patrullaba cerca de un vehículo Stryker tras la explosión de un IED.
Tras dejar el servicio activo retirándose recientemente en junio de 2025, trabajó en el sector privado como contratista de seguridad, lo cual lo llevó a Gaza a través de una subcontratación con la organización GHF (Gaza Humanitarian Foundation). “Fui entrenado para identificar amenazas reales. En Gaza, no vi amenazas, vi civiles desesperados y hambrientos siendo atacados” (Fuente: Democracy Now, 29 de julio de 2025).
Existe un video viral en YouTube donde el niño besa la mano de Aguilar y agradece.
Relato del ex Boina Verde Anthony Aguilar traducido con inteligencia artificial
La secuencia —el beso, la mirada, la muerte— fue subida a YouTube y TikTok en un video de menos de 40 segundos. Millones lo vieron. Algunos lloraron. Otros lo negaron. El ejército israelí no ha emitido una declaración oficial sobre ese caso específico, aunque ha justificado previamente sus acciones alegando intentos de “dispersar multitudes caóticas” o “prevenir infiltraciones hostiles”.
Más de 1.000 palestinos habrían muerto esperando ayuda en estos puntos entre abril y julio de 2025, según organizaciones de derechos humanos y reportes de la ONU.
La GHF (Gaza Humanitarian Foundation), bajo cuya logística operaba Aguilar, ha sido criticada por establecer puntos de ayuda en zonas militarizadas, aunque niega cualquier responsabilidad en las muertes.
Amir tenía 5 y 10 años. Caminó descalzo, con el estómago vacío y la esperanza prendida a los huesos, durante más de 12 kilómetros bajo el sol abrasador del sur de Gaza. Iba en busca de comida. No llevaba mochila, ni juguetes, ni compañía. Solo un trozo de dignidad infantil en la mirada y una voluntad que ninguna guerra había podido doblegar.
Aquel día, en un centro de distribución humanitaria improvisado en lo que antes era una escuela, lo esperaba un veterano de guerra estadounidense: Anthony Aguilar, ex teniente coronel de los Boinas Verdes y contratado por la Gaza Humanitarian Foundation (GHF) como parte del personal de seguridad de sus operaciones de entrega de ayuda. Aguilar, curtido por décadas de combate en Irak y Afganistán, nunca imaginó que el momento más crudo de su carrera no ocurriría en una emboscada, sino en un acto de gratitud inocente seguido de un disparo impune.
“Ese niño me tomó la mano, la llevó a su cara y me la besó. Me miró a los ojos y me dijo ‘thank you’”, relató Aguilar semanas después, con la voz quebrada, en una entrevista exclusiva con Democracy Now. El momento quedó registrado en un breve video que luego se viralizaría en redes: se ve al niño, frágil y desnutrido, recibir un pequeño paquete de arroz y lentejas del suelo, acercarse tímidamente al contratista extranjero y agradecerle con un gesto ancestral de respeto.
Minutos después, Amir estaba muerto.
No era la primera vez que ocurría algo así, pero sí la primera en que un testigo de tal rango militar, formado por EE UU, lo relataba públicamente con tanto detalle y valentía.
En las redes lo llamaron “el niño del beso”. Aguilar dijo que se llamaba Amir —otros lo escriben Ameer—, pero su apellido se perdió entre los escombros. Nadie lo reclamó formalmente. Quizás toda su familia ya había muerto. Tal vez solo quedaba él, y su cuerpo fue enterrado en una fosa común como otros cientos.
Anthony Aguilar volvió a Estados Unidos. Desde entonces, ha pedido una investigación internacional sobre los incidentes en los que participó. “Yo no vine a Gaza como pacifista. Vine como profesional. Pero lo que vi fue demasiado. Uno puede callar en combate. Pero no frente a una ejecución disfrazada de seguridad.”
Mientras tanto, en Gaza, no hay placas con el nombre de Amir. Solo un rastro de polvo, sangre y arroz, marcando el lugar exacto donde la guerra se tragó otro niño más.