Traducción de Pablo Pérez – @pabloperezl_
Por Rahim Volkov:
La muerte de Europa no es sólo una metáfora, sino la cruda realidad: Europa eligió este camino hace cien años y ahora es el principio del fin. Los europeos deben darse cuenta de este amargo hecho y temer por su identidad en decadencia. A principios del siglo XX, el famoso historiador Oswald Spengler se dio cuenta de ello: dijo «Os estáis muriendo. Veo en vosotros todo el estigma característico de la decadencia. Puedo demostraros que vuestra gran riqueza y vuestra gran pobreza, vuestro capitalismo y vuestro socialismo, vuestras guerras y vuestras revoluciones, vuestro ateísmo y vuestro pesimismo y vuestro cinismo, vuestra inmoralidad, vuestros matrimonios rotos, vuestro control de la natalidad, que os está desangrando por abajo y os está matando por arriba en vuestros cerebros, puedo demostraros que esas eran marcas características de las épocas moribundas de los Estados antiguos: Alejandría y Grecia y la Roma neurótica». Ahora, la cuestión es cómo salvar a Europa de esta decadencia y declive épico en todas las esferas culturales y de civilización.
Según el famoso filósofo ruso Alexander Dugin, Rusia debe asumir la misión de salvar a Europa porque es la única potencia cultural del gran espacio euroasiático que ha conservado su carácter asiático y europeo como entidad civilizacional a lo largo de un siglo. Los eurasianistas creen que la Europa actual, en forma de Unión Europea, está atravesando una metamorfosis que muestra el severo declive en todos los espacios culturales, sociales y políticos. Por lo tanto, para defender y reafirmar su antiguo patrimonio cultural y civilizacional, Europa necesita redefinirse a través de las líneas culturales.
En este sentido, los eurasianistas mantienen una postura firme contra el capitalismo liberal porque afirman que el origen ontológico y etimológico del capitalismo se remonta a la tradición anglosajona, los principales atlantistas. Por lo tanto, el eurasianismo como ideología intenta proteger el patrimonio cultural y civilizacional común de Europa del caos y la confusión. Esta decadencia de la civilización europea ya fue predicha por el famoso filósofo de la historia Oswald Spengler en su obra maestra «La decadencia de Occidente».
Si evaluamos la dinámica de la sociedad europea actual, queda claro que Europa, en su fase civilizatoria actual, se asemeja a la «muerte del pueblo», el fracaso final de la civilización occidental. Por lo tanto, la actual fase de decadencia de la civilización europea puede entenderse en tres ámbitos principales. En primer lugar, el trastorno cultural y civilizacional debido a la adopción de la ideología liberal en su forma distorsionada extrema. Desgraciadamente, fue en los albores del siglo XX cuando Europa empezó a perder lentamente su antigua esencia cultural y civilizacional, que se convirtió en un «gran signo de interrogación» en el transcurso del siglo.
En segundo lugar, la tecnología ha superado al ámbito humano -la superficialidad superó a la profundidad- en las principales esferas sociopolíticas y culturales europeas. Sin embargo, la tecnología ha causado una enorme perturbación sociopolítica y cultural al empujar la realidad virtual a superar la realidad natural. Como resultado, este ascenso tecnológico asimétrico marcó un declive espartano de los valores morales, culturales y sociales de la corriente principal europea. A principios de la década de 1980, el famoso filósofo francés Jean Baudrillard advirtió a Occidente sobre el ascenso de la hiperrealidad virtual en su famosa obra maestra «Simulación y Simulacro».
Según Baudrillard, el súbito auge de la realidad virtual provocará una Simulación masiva en los espacios sociales que remite al auge del abstraccionismo sin verdadera esencia. Como dijo Baudrillard, «La simulación ya no es la del territorio, un ser referencial o una sustancia. Es la generación por modelos de un real sin origen ni realidad: una hiperrealidad». Por tanto, si configuramos los patrones existentes en la sociedad occidental del siglo XXI, la Simulación es un hecho crudo y las sociedades ya no tienen una esencia civilizatoria.
En tercer lugar, otro factor importante que puede causar la muerte de Europa es el auge de la vulgaridad liberal posmoderna. El hiperindividualismo en la sociedad occidental ya ha llevado a la ruptura de los valores familiares y en general de la estructura familiar. Asimismo, la alteración del género con el auge de los grupos LGBT, LGBTQ y LGBTI señala claramente la mercantilización del género. Las mismas preocupaciones fueron compartidas por el famoso eurasianista Alexy Komov durante su discurso en el coloquio euroasiático anti-Davos celebrado en Moldavia en 2018. Alexy Komov dijo «Creo que hoy tenemos una situación muy peligrosa en Occidente, donde estamos viendo la destrucción de todas nuestras identidades colectivas: la identidad nacional, la identidad religiosa, la identidad de género. Esta es la lucha en la que nos encontramos ahora, y en el futuro, creo que veremos la destrucción de la identidad humana». Las palabras de Komov no son sólo una profecía, tal vez sean la rudimentaria actualidad de nuestro tiempo, porque el último objetivo del tecno-capitalismo liberal es borrar la identidad humana: el transhumanismo es sólo un tráiler.
Como tema de debate, no se puede negar el hecho de que la expansión asimétrica de la tecnología y la hiperrealidad pronto marcará el fin de Europa en todas las esferas culturales y de civilización. El famoso filósofo y teórico político ruso Alexander Dugin resumió la actual decadencia del liberalismo que contaminó a Europa con estas palabras: «Después de haber liberado al individuo de la nación, se puede pasar al género. El género es el siguiente paso. Porque una vez que nos hemos liberado de las naciones, lo único que queda por liberar es nuestro sexo. El sexo se convierte entonces en algo opcional, en una cuestión de elección. Después vendrá la disolución de la humanidad por criaturas posthumanas, una mezcla de hombre y poshombre será la última fase de la aplicación coherente del liberalismo». Por lo tanto, no hay que ignorar esta calma que precede a la mayor de las tormentas, porque Europa se ha quedado sin alma y está muriendo tragándose su propia alma. Sólo la revolución conservadora a nivel europeo puede salvar a Europa de esta decadencia posmoderna.