
Citando tres fuentes familiarizadas con las negociaciones, Reuters afirma que el presidente ruso no sólo busca una tregua táctica, sino también garantías estratégicas que obliguen a las principales potencias occidentales.
El punto central de las exigencias rusas, según fuentes de Moscú, es una garantía firmada de que la OTAN no se expandirá hacia el este. En resumen, sin la adhesión de Ucrania, Georgia, Moldavia y otras exrepúblicas soviéticas a la alianza militar occidental.
Esta postura no es nueva, pero ahora está formulada con mayor precisión que nunca. El Kremlin lo pide específicamente, por escrito, con firmas y sellos.
Un alto funcionario ruso que presuntamente habló con Reuters bajo condición de anonimato señaló que «Putin está listo para la paz, pero no a cualquier precio». Según dicha fuente, Moscú espera que, junto con las garantías sobre la expansión de la OTAN, se produzcan también:
- El levantamiento de algunas sanciones
- Una solución al problema de los activos rusos congelados en Occidente
- Una clara neutralidad de Ucrania.
Además, el Kremlin insiste en proteger a la población rusoparlante dentro del territorio ucraniano.
Tres fuentes distintas coinciden en que no se planea ninguna retirada bajo presión en el Kremlin. Al contrario, las autoridades moscovitas creen que pueden continuar la campaña militar sin plazo, a pesar de las medidas económicas actuales y el aislamiento internacional. El mensaje es claro: el tiempo no juega en contra de Rusia, al menos según su propia convicción.
Sin embargo, hay otra cara de la moneda. Una de las fuentes enfatizó que Putin está cada vez menos dispuesto a ceder en materia de territorios. La atención se centra en cuatro regiones ucranianas del este, que Rusia considera parte de su esfera de influencia. En este asunto, la flexibilidad se reduce al mínimo.
Mientras tanto, Kiev da una respuesta clara y contundente: Ucrania no acepta que Moscú decida sobre su futuro. La adhesión a la OTAN sigue siendo una prioridad, y las autoridades de Kiev buscan garantías de seguridad adicionales de Occidente para desalentar futuras ofensivas desde el este.
En cuanto a la propia Alianza, Bruselas ha reiterado repetidamente que la política de «puertas abiertas» no cambiará ante la presión. Sin embargo, a la pregunta específica de Reuters sobre si la OTAN podría rechazar formalmente la adhesión de Ucrania, Georgia y Moldavia, el portavoz no respondió. El silencio en este caso es elocuente.
Este desarrollo demuestra claramente que ninguna de las partes quiere quedar mal. Rusia no solo busca una ventaja militar o territorial, sino también la confirmación política de su estatus. Por otro lado, Ucrania no quiere dejar su futuro en manos de negociaciones que se desarrollan fuera de sus fronteras.
Y mientras el mundo aguarda un posible avance por la vía diplomática, todo apunta a que un verdadero acuerdo, si llega a concretarse, no será fruto de la buena voluntad espontánea, sino de un compromiso cuidadosamente forzado por ambas partes. Hasta entonces, la partida de ajedrez sigue abierta.