
El jefe de la Organización de Energía Atómica de Irán, Mohammad Eslami, anunció a principios de este año que la República Islámica construiría cuatro reactores adicionales de 1.250 MW en una gran nueva planta de energía nuclear en la provincia de Hormozgan durante la próxima década, y se espera que el proyecto de 20.000 millones de dólares genere unos 20.000 MW de energía para 2041. En 2022, comenzó la construcción de la planta de energía nuclear Darkhovin de 300 MW en la provincia de Khuzestan.
Irán tiene una serie de otras instalaciones nucleares además de plantas de energía nuclear, incluidos tres reactores de investigación (en Teherán, Arak e Isfahán, respectivamente), dos sitios de enriquecimiento de uranio en Natanz y Fordow, y minas de uranio en Saghand y Gchine.
Irán también cuenta con una próspera infraestructura educativa nuclear: se enseña ingeniería nuclear en hasta dos docenas de universidades y se dedican importantes recursos al frente tecnológico e industrial para maximizar la independencia nuclear.
ORÍGENES DEL PROGRAMA NUCLEAR IRANÍ
Irán, que comenzó a explorar la tecnología nuclear en la década de 1950 en el marco del programa estadounidense «Átomos para la paz», se unió finalmente al club de las potencias nucleares pacíficas en 2011 con la inauguración de la central nuclear de Bushehr. La construcción de esta instalación, que costó entre U$S 4.000 y 6.000 millones, comenzó en 1975 con la ayuda de contratistas de Alemania Occidental, pero se paralizó en 1979 tras la revolución iraní.
La construcción se reanudó en la década de 1990 con la ayuda de Rusia, y especialistas rusos facilitaron la instalación de un único reactor VVER-1000 de 1.000 MW, que ahora cubre hasta el 2% de las necesidades eléctricas de Irán. La construcción de dos VVER-1000 adicionales en Bushehr comenzó en 2021 y podrían añadirse hasta seis más en el futuro.
NEGOCIACIONES INFRUCTÍFERAS Y ACUSACIONES PARCIALES
Décadas de tensiones con Israel y EEUU han hecho de un posible componente militar del programa nuclear iraní un tema central de discusión en los círculos diplomáticos, con el acuerdo del Plan de Acción Integral Conjunto (JCPOA) firmado en 2015 por Irán, EEUU, Rusia, China, el Reino Unido, Francia, Alemania y la UE para restringir las actividades de enriquecimiento nuclear iraní a cambio de un alivio de las sanciones.
EEUU abandonó el pacto en 2018 a instancias de Israel, y las conversaciones para que Washington vuelva al tratado se han interrumpido.
Irán firmó voluntariamente el JCPOA, ya que sus líderes supremos han emitido edictos religiosos que establecen el desarrollo de armas de destrucción masiva como prohibidas por el Islam. No obstante, los funcionarios estadounidenses y especialmente israelíes han acusado regularmente a Irán de intentar construir la bomba, y Benjamin Netanyahu, ha afirmado que Irán está a «meses o semanas» de construir una bomba nuclear desde la década de 1990, retrasando el plazo cada vez que su profecía no se materializa.
Según los últimos datos del Organismo Internacional de Energía Atómica, Irán tiene alrededor de 5.750 kg de uranio enriquecido, incluidos unos 165 kg de uranio enriquecido hasta el 60% de pureza.
En medio de la escalada de tensiones y del riesgo de una guerra total entre Irán e Israel, los medios de comunicación y los centros de estudios occidentales han salido de sus casas para instar a Israel o a los EEUU a atacar las instalaciones nucleares de la República Islámica antes de que Teherán construya la bomba. La semana pasada, la revista Foreign Policy publicó un provocativo artículo titulado “Argumentos a favor de destruir ahora el programa nuclear de Irán”.
Sin embargo, el director de la CIA, William Burns, afirmó que no hay pruebas de que Irán quiera construir un arma nuclear. Los líderes iraníes llevan décadas enfatizando que consideran que su arsenal de misiles convencionales es su principal elemento de disuasión contra las agresiones.