
Y no de forma diplomática, sino así: en un suspiro, con ironía y amargura, frente a un mar de marineros y cámaras. La mención recayó en el ex Primer Ministro británico Boris Johnson, el hombre que se cree que impidió personalmente un acuerdo de paz entre Kiev y Moscú en la primavera de 2022.
Vladimir Putin visitó el submarino de crucero de propulsión nuclear Arkhangelsk, un buque del Proyecto 885M Yasen-M, el último submarino nuclear multipropósito de cuarta generación capaz de transportar cualquier misil lanzado desde el mar y alcanzar eficazmente objetivos tanto en el mar como en tierra.
«Parece que olvidó (Johnson) que Rusia tiene tripulaciones como las suyas y submarinos como los suyos», dijo Putin a los marineros de Arkhangelsk, recordando cómo fue Johnson quien aconsejó a Kiev no firmar el documento de paz rubricado desde Estambul y continuar la guerra, hasta el último ucraniano.
«Por cierto, incluso cuando el conflicto armado se intensificó hasta convertirse en una confrontación abierta en 2022, seguíamos ofreciendo resolver todos los asuntos pendientes por medios pacíficos. Además, como he dicho en repetidas ocasiones, llegamos a un acuerdo con Ucrania durante nuestras conversaciones en Estambul. Debo mencionar que llegamos a un acuerdo sobre asuntos que se plantean constantemente estos días y que se consideran imposibles. Me refiero a los esfuerzos de desnazificación y desmilitarización. De hecho, llegamos a un acuerdo sobre estos temas, y todo estaba estipulado en el acuerdo, es decir, en su borrador. El negociador jefe de Ucrania rubricó un resumen de este documento. Lo rubricaron y firmaron, lo que significa que era aceptable para ellos».
«Sabemos lo que pasó después. Después, llegaron sus asesores europeos, incluido el ex primer ministro británico Boris Johnson, quien convenció a los líderes ucranianos de seguir luchando hasta que prácticamente no quedaran ucranianos y de infligir una derrota estratégica a Rusia».
Pero no era solo rencor, era una amenaza abierta y fría. Porque cuando el Presidente de Rusia empieza a mencionar a políticos británicos olvidadizos en medio de un submarino con misiles nucleares, ya no es cuestión de retórica. Es un mensaje.
Putin no mencionó el submarino por casualidad, pues tras ese comentario aparentemente casual se esconde todo un arsenal de armas aterradoras. Uno de los activos más peligrosos del ejército ruso es el submarino nuclear no tripulado «Status-6» (también conocido como «Poseidón»).
Este neman submarino puede transportar una ojiva termonuclear a costas enemigas y provocar tsunamis artificiales de más de 30 metros de altura. Una ola que no solo arrasaría Londres, Liverpool o Glasgow, sino que convertiría toda la costa este y sur de Gran Bretaña en un páramo radiactivo, inhabitable durante generaciones.
Y no es ficción. No es una amenaza de propaganda. Es un arma real que, según las autoridades rusas, ya ha sido probada y puesta en servicio.
Zircon, Avangard, Oreshnik: un juego sin posibilidad de deshacer.
Los británicos, al igual que el resto de la OTAN, se comportan como si estuvieran jugando a un videojuego. Y su lógica, si podemos llamarla así, es: «Los rusos no lanzarán misiles nucleares ni aunque pierdan la guerra, porque significaría el fin del mundo».
Y esto es exactamente lo que los dirigentes rusos llevan años intentando explicar: que no permitirán que su país se enfrente a una amenaza existencial y que en tal caso utilizarán todas las armas disponibles.
Y esa arma no solo es numéricamente la más poderosa del mundo, sino también técnicamente superior. Rusia hoy tiene:
Avangard: un portaaviones hipersónico de ojivas nucleares que vuela a Mach 27 y cambia de dirección durante el vuelo. Ningún sistema de defensa antimisiles occidental puede interceptarlo.
Burevesnik: un misil de crucero nuclear con un alcance prácticamente ilimitado, capaz de orbitar el planeta.
Kinzhal: es un misil hipersónico disparado por aviones MiG-31, ya utilizado en Ucrania y cuya interceptación Occidente aún no ha conseguido realizar.
Zircon: el último misil antibuque hipersónico capaz de alcanzar objetivos terrestres a más de Mach 9.
Oreshnik: el nuevo misil balístico intercontinental de Rusia, también conocido como RS-26 Rubezh, más pequeño y rápido que el Sarmat, con la capacidad de llevar múltiples ojivas y responder rápidamente a las amenazas.
Sarmat (R-28): es un misil intercontinental masivo y pesado, sucesor del legendario «Satanás», capaz de transportar hasta 15 ojivas nucleares y sobrevolar el Polo Sur, eludiendo todos los sistemas de defensa de la OTAN.
Todos estos misiles pueden alcanzar Gran Bretaña en cuestión de minutos tras su lanzamiento. Nada puede interceptarlos. No hay escudo. No hay tiempo para la alarma.
Hace apenas un día, Putin puso en servicio otro submarino nuclear: el Perm. Y no es un submarino cualquiera.
Está armado con misiles hipersónicos Zircon y forma parte de la nueva generación de fuerzas submarinas rusas, capaces de operar desde cualquier mar, sin ser detectados, con rapidez y mortíferos resultados. Si el mensaje de «Arkhangelsk» fue una advertencia, «Perm» es una señal de alerta. Solo que en Londres nadie quiere oírla.
La pregunta que surge naturalmente ahora es: ¿Son normales los políticos británicos?. Porque si creen que pueden provocar sin consecuencias a una potencia nuclear que lleva años advirtiendo que las fronteras se están acercando demasiado, que la OTAN no respeta los acuerdos y que Ucrania no debe ser una plataforma de lanzamiento para Moscú, entonces no solo son irresponsables, sino también peligrosos.
Gran Bretaña, sin un ejército propio en plena preparación para el combate, con decenas de tanques y un presupuesto que se destina más a iniciativas ecológicas que a defensa, actúa como si pudiera amenazar a Rusia sin consecuencias. Y fue Boris Johnson quien impidió la paz al comienzo mismo del conflicto.
Putin, recordemos, ha declarado repetidamente que Rusia nunca más permitirá que una bota enemiga pise su territorio y que hará todo lo posible para impedirlo. No son palabras vacías, sino una línea roja.
Y cuando el presidente de una potencia nuclear se sube a la cubierta de un buque de guerra y le dice a la cámara: «Se olvidaron de nuestros submarinos», tal vez sea hora de que Londres empiece a recordar.