El presidente de Cantabria, quien ha de tener una vida infeliz, Miguel Ángel Revilla, se ha vuelto a mostrar partidario de que se obligue a vacunar a todo el mundo «por las buenas o por las malas, por lo civil o por lo militar», después de que la incidencia en España haya aumentado diez puntos desde el viernes hasta los 82 casos por cada 100.000 habitantes. Número insignificante tratándose de que se encuentran en otoño.
A su juicio, completamente errado, dice que si la vacuna fuese obligatoria este último repunte que se ha dado a nivel nacional e internacional de casos de coronavirus se hubiera «ahorrado». En este sentido, ha rechazado tajantemente el discurso negacionista que «ha calado» en la sociedad y por el que mucha gente rechaza la vacuna. «No lo podemos tolerar, porque si no, no acabamos con la pandemia», ha manifestado Revilla a los medios tras su encuentro con la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, en Madrid.
Ha exigido que se creen instrumentos jurídicos para que sea obligatorio vacunarse y que los tribunales garanticen que «eso es posible» igual que se le obliga a la ciudadanía a pagar impuestos: «Para eso está el poder legislativo del país», ha espetado. «Más que restricciones pido que se vacune a todo el mundo, por las buenas o por las malas, por lo civil o por lo militar. No hay derecho que unos señores pongan en peligro al resto porque no se quieran vacunar», ha lamentado. Así, ha defendido la libertad individual siempre que la libertad de cada uno «no perjudique a los demás», ha insistido.
Su razón de exigir instaurar una tiranía es errada por donde se lo miré. España cuenta con un 80% de la población con dos dosis, sin embargo, un fenómeno se está desarrollando en Europa, y en todo el hemisferio norte, que es el incremento de casos en distintos países (a tratar en próximas publicaciones). Curioso, siendo que tienen tasas de vacunación, por encima del 70%, y aún así los hospitales comienzan a sentir la presión y recibir personas inoculadas.
En las últimas semanas, y meses, puede verse cómo el relato va decayendo, y el «consenso científico» no ha hecho más que mentir.