Desde aproximadamente el 2014, las ciudades de Hispanoamérica se llenaron de un grupo de chicas mal arregladas, con corte de cabello tipo Playmobil y bastante violentas. Las paredes de las catedrales católicas, las oficinas de iglesias evangélicas y los institutos de formación teológica son pintarrajeados con frases como: «Muerte al macho», «Ante la duda, tú la viuda», «Mata a tu padre, a tu hermano y a tu novio» y, el nunca infaltable, «aborto legal para no morir». Su comportamiento, que a muchas mujeres avergüenza, no pasa de ser el de una pandilla.
Todos estos actos de violencia y delincuencia callejera gozan de total impunidad porque se cometen en nombre del feminismo. Los grandes medios de comunicación, que en otros casos destrozan la vida pública de cualquier ciudadano, guardan un total silencio. Pues en cada canal, radio y periódico hay algún editor de «asuntos de género». Es decir, alguien que tiene que minimizar los vandalismos cometidos por las militantes feministas.
Por eso, no es casual que los grandes medios argentinos hayan guardado silencio ante el horroroso asesinato del niño, Lucio Dupuy. Pero veamos un poco la cronología de los hechos.
El 26 de noviembre del 2021, Lucio Dupuy llegó con una fuerte hemorragia a un hospital público de la provincia La Pampa, a los pocos minutos fue declarado muerto. El informe de la autopsia al cuerpo de Lucio indicaba en una de sus conclusiones que había signos compatibles con el abuso físico y sexual. Fue a partir de ese informe que los peritos hablaron del ejercicio reiterativo de la violencia sobre el niño.
Los peritajes a los celulares de Magdalena Espósito Valenti (madre de Lucio) y su novia, Abigail Páez, ambas militantes feministas, determinaron que las dos eran las principales sospechosas de la muerte del menor.
El miércoles 7 de diciembre del 2022, ya en pleno juicio, Abigail Páez, declaró lo siguiente:
Cuando llegué a la casa, lo vi a Lucio que se estaba mandando un moco. No importa qué, porque no viene al caso. Entonces lo tomé del brazo y le pegué varias pataditas en la cola. Fue todo muy rápido, no se. Le pegué y no medí donde la verdad, ni sé por qué tampoco. No le encuentro una explicación todavía. Sé que lo lastimé, me di cuenta en el momento e intenté remediarlo. Luego, lo alcé y lo llevé a la ducha porque pensé que iba a reaccionar. Él intentaba hablar, estaba consciente todavía. Se bañó parado. Él me intentaba hablar, como para decir algo, pero no le salían las palabras.
Sin embargo, el informe pericial del forense contradice las declaraciones de la acusada, por ejemplo: un fuerte golpe que le afectaba la cadera, el glúteo y la pierna, con una data de 7 a 8 días. Además, el informe relata, por lo menos, una decena de golpes que se produjeron ese mismo día del asesinato. No fueron unas «pataditas», sino una tortura constante.
Antes de la muerte de Lucio, su padre había solicitado la tenencia de la criatura, pero la justicia argentina apeló a la Doctrina de los años tiernos, una figura jurídica que pone a la madre por encima del padre en caso de separación. Es decir, que reduce al progenitor al papel de cajero automático.
Sea como sea, el feminismo nos está mostrando que sus militantes ya no son solamente capaces de destrozar propiedad pública y privada, sino de asesinar a inocentes criaturas dentro y fuera del vientre. No son luchadoras sociales, mucho menos defensoras de las mujeres, son delincuentes ataviadas con un pañuelo verde.
Justica para Lucio Dupuy y para miles de hombres y mujeres víctimas del feminismo.
Artículo originalmente publicado en www.acnmex.com el 23 de enero del 2023