El 2021 arrojó datos muy interesantes respecto a la salud en una visión global. Se habló durante todo el año 2020 que la epidemia del Covid era la principal preocupación en materia sanitaria, pero ciertamente, y considerando sólo a EEUU como simple ejemplo, la realidad demostró que otro era el problema real de salud.
De acuerdo al informe de “The Federalist”, según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC), más del 42 por ciento de los estadounidenses calificaron como «obesos» en 2017-2018, un fuerte aumento del 31 por ciento en 1999-2000. Más del 70 por ciento de los adultos mayores de 20 años tienen sobrepeso. El CDC ha incluido la obesidad (individuos con un índice de masa corporal (IMC) entre 30 kg/m² y 40 kg/m²) y la obesidad severa (individuos con un IMC superior a 40 kg/m²) en su lista de condiciones subyacentes que definen a las personas en mayor riesgo de complicaciones graves por COVID-19. Advierten que la obesidad puede triplicar el riesgo de hospitalización de una persona. La obesidad también suele ser la culpable de afecciones que conducen a una muerte prematura, como enfermedades cardíacas, derrames cerebrales, diabetes tipo 2 y ciertos tipos de cáncer. Varios de estos son en sí mismos condiciones subyacentes graves que aumentan la susceptibilidad de las personas al nuevo coronavirus.
“Desde que comenzó la pandemia”, informó Science Magazine en septiembre, “docenas de estudios han informado que muchos de los pacientes más enfermos de COVID-19 han sido personas con obesidad”. En un estudio publicado en agosto citado por la revista insignia, los pacientes con sobrepeso afectados por COVID-19 tenían un 113 % más de probabilidades de ser hospitalizados en comparación con los pacientes con un peso saludable. Se encontró que los pacientes obesos tenían un 74 por ciento más de probabilidades de terminar en unidades de cuidados intensivos (UCI) y un 48 por ciento más de probabilidades de morir.
Es importante tomar estos datos en una era en que se romantiza el culto a la obesidad bajo una forma específica de “empoderamiento feminista”.
La hegemonía mediática y política instauran el terror a través de números como si de una guerra se tratara; así se impuso el encierro masivo ante un patógeno sin que las sociedades cuestionaran al menos su verdadero origen. Pero si de números reales se trata y enfermedades verdaderas uno debe hablar, es prudente seguir aportando los datos correspondientes a la epidemia de la obesidad.
El Dr. Tim Logemann, del Programa de Tratamiento de la Obesidad y Cardiólogo del Hospital Aspirus de Wausau en Wisconsin, informó en febrero del 2021 que el número de muertes atribuidas al coronavirus, que se acercaban a las 500,000 en aquel momento según los datos más recientes de la Universidad Johns Hopkins, sería mucho menor sin la epidemia de obesidad. Por la obesidad se reduce la respuesta inmunitaria del cuerpo incluso en ausencia de condiciones preexistentes que habitualmente conducen a complicaciones graves o incluso letales por el nuevo virus (particularmente en relación a los problemas respiratorios comunes en personas obesas).
Según una encuesta global de Ipsos realizada a comienzos del 2021, dos de cada cinco estadounidenses informaron haber aumentado de peso en medio de los bloqueos. Situación similar que también se ha vivido en otras naciones y que incluso ha afectado a deportistas de alto rendimiento.
Sin embargo, un creciente movimiento cultural proveniente de la izquierda amenaza con socavar los esfuerzos para combatir la epidemia de obesidad que se encuentra en la raíz de casi todos los demás problemas importantes de salud pública que enfrenta un país occidental promedio. Parte de la población parece estar renunciando por completo a la pérdida de peso, exigiendo agresivamente a la sociedad que modifique sus estándares de aceptación médica de lo que constituye una vida saludable. Ejemplo de ello es la popular revista femenina Cosmopolitan con influencers visiblemente obesos que adornaron la portada con el texto «esto es saludable».
Donde hay un problema real, el progresismo lejos de enfrentarlo lo profundiza; si realmente les importara la salud de las personas, antes de bregar encierros masivos atenderían a la obesidad.
Mientras el progresismo utiliza al mercado para romantizar la obesidad, más de uno piensa genuinamente si esta gente no querrá matar a los crédulos que siguen las modas. Cosmopolitan titulaba “11 mujeres que prueban que el bienestar no es ‘talla única’” lo que era un relato de las luchas de varias personalidades de Internet con su propia imagen de salud y belleza. Pero luego se produjo la indignación de los fanáticos cuando la estrella del pop Lizzo se hizo una defensa al cuidado de su salud hace meses atrás. “Verte promover la cultura de la dieta me rompe el corazón”, escribió un usuario, mientras que otros afirmaron que se sentían “traicionados” porque Lizzo haría algo productivo por su salud. El episodio ilustró la peligrosa fragilidad de la cultura moderna que borra la distinción entre la vergüenza corporal y la defensa de un estilo de vida más saludable; muchos influencers q se están volviendo ricos y famosos rechazando ambos conceptos. El esfuerzo por buscar la aceptación general del cuerpo y rechazar los estándares objetivos de salud puede tener buenas intenciones, pero es contraproducente e incluso perjudicial probado científicamente.
“No creo que la vergüenza corporal ayude… pero tampoco creo que decir que tener 100 libras de sobrepeso sea saludable, porque no lo es”, enfatizó Logemann, médico de Wisconsin en referencia a la portada de Cosmopolitan. La salud mental debe considerarse importante en la campaña a largo plazo para combatir la obesidad, donde incluso el bienestar espiritual importa. Cuerpo Mente y Alma son los tres pilares han recibido una paliza bajo los bloqueos pandémicos. Se cerraron iglesias en todo el país, los ciudadanos atrapados en casa aumentaron de peso y la crisis de salud mental preexistente empeoró rápidamente.
Esto da muestra de que al sistema nunca le importó tu salud, sólo le importa que obedezcas como una mera unidad de consumo y producción para que, cuando seas obsoleto, simplemente te mueras rápido y feliz así no hay espacio para la rebeldía.