Dos nuevos estudios de gran escala han hallado correlaciones entre las vacunas contra el COVID‑19 y el aumento de problemas respiratorios y disfunción renal[1]. El primero[2] analizó más de 39 millones de casos en Corea del Sur, utilizando registros de seguros y vacunación, y observó que tras el período pandémico (enero 2023-septiembre 2024) se produjo un aumento del riesgo de infecciones respiratorias superiores y resfriados conforme crecía la dosis de vacuna recibida. En niños, recibir cuatro o más dosis se asoció a un 559 % más de probabilidades de resfriado, un 91 % más de neumonía, un 83 % más de infecciones respiratorias superiores y un 35 % más de tuberculosis.
El segundo[3] estudio, con datos de unos 2,9 millones de adultos en EE.UU., comparó un grupo vacunado frente a otro no vacunado y determinó que la vacunación se vinculó con mayor incidencia de disfunción renal, incluida lesión renal aguda (AKI) y necesidad de diálisis, y un mayor número de muertes acumuladas al cabo de un año (7 693 en vacunados vs. 7 364 en no vacunados). Los autores señalan que no hallaron distinción relevante entre tipos de vacuna administrados.
Más aún, los investigadores apuntan a mecanismos biológicos plausibles; las vacunas podrían inducir inflamación vascular, activación del receptor NLRP3, agregación de glóbulos rojos y daño vasculointersticial, todos procesos relacionados con la fisiopatología de la disfunción renal. Se explica de hecho: “El principal mecanismo fisiopatológico de las complicaciones relacionadas con la vacuna contra la COVID-19 implica la disrupción vascular. La vacunación contra la COVID-19 puede inducir inflamación a través de interleucinas y el receptor tipo NOD con dominio pirina 3, un biomarcador inflamatorio. En otro estudio, se observaron episodios de trombosis en pacientes que recibieron diferentes vacunas contra la COVID-19. Además, las vacunas de ARNm contra la COVID-19 se han asociado con el desarrollo de miocarditis y complicaciones relacionadas. El desarrollo de disfunción renal puede verse afectado por diversos factores bioquímicos [26]. A su vez, la lesión renal aguda (LRA) puede aumentar la inflamación sistémica y afectar la vasculatura y la agregación de glóbulos rojos. Dado que el mecanismo subyacente a las complicaciones relacionadas con la vacuna contra la COVID-19 se corresponde con la fisiopatología de la enfermedad renal, planteamos la hipótesis de que la vacunación contra la COVID-19 podría causar disfunción renal, lo cual fue respaldado por los resultados de este estudio”.
Lanzada en el último año del mandato de Donald Trump, la Operación Warp Speed aceleró de manera inédita el desarrollo y la distribución de las vacunas contra la COVID-19, presentándolas como un logro histórico. Sin embargo, en los años posteriores, numerosos informes señalaron que las vacunas no impedían de forma eficaz la transmisión y podían implicar riesgos significativos, lo que generó fuertes tensiones dentro de la propia base de apoyo de Trump. A pesar de ese rechazo, el presidente continuó defendiendo públicamente la iniciativa, calificándola como “uno de los mayores logros de la humanidad” y atribuyéndose la hazaña de haber comprimido en nueve meses un proceso que usualmente requeriría entre cinco y doce años. La reacción negativa entre sus seguidores lo llevó a moderar sus referencias al tema, aunque mantuvo su convicción de que nadie más habría logrado un desarrollo tan acelerado.
[1] Fuente: https://washingtonstand.com/article/huge-peerreviewed-studies-show-covid-vaccine-linked-to-flu-kidney-disease
[2] Fuente: https://www.ijidonline.com/article/S1201-9712(25)00416-3/fulltext




