
Años atrás, en marzo de 2019, durante una reunión con miembros del partido Likud, Netanyahu expresó que «quien se opone a un Estado palestino debe apoyar la entrega de fondos a Gaza», ya que mantener la separación entre la Autoridad Palestina en Cisjordania y Hamás en Gaza impediría el establecimiento de un Estado palestino.
Sus acciones y declaraciones sugieren con claridad que la política de Netanyahu desde hace años buscó utilizar el financiamiento a Hamás como una estrategia para debilitar a la Autoridad Palestina y evitar la formación de un Estado palestino unificado.
En 2018, Netanyahu envió una carta a Doha instando a continuar con estas transferencias, argumentando que ayudarían a reducir la motivación de los grupos terroristas para llevar a cabo ataques, evitarían una crisis humanitaria y preservarían la estabilidad regional.
Ahora, ha reconocido este miércoles lo que sí ha negado con vehemencia durante años: que su Gobierno permitió financiar con millones de dólares a Hamás, transferidos desde Qatar, para dividir a las facciones que participan en la causa palestina. “La política que condujo a permitir a Qatar transferir dinero a Gaza se aceptó por unanimidad en el gabinete de seguridad”, aseguró en la primer rueda de prensa que concede en cinco meses, antes de añadir, sin dar vueltas: «¿Por qué se hizo? Porque queríamos mantener divididos a Hamás y la Autoridad Nacional Palestina (ANP)”.
«La transferencia del dinero a Hamás se transfirió por recomendación del Shin Bet y el Mossad. Hubo muchas discusiones al respecto. Fue una pequeña parte, un pequeño porcentaje” de la financiación del grupo islamista, ha señalado el mismo Netanyahu que hasta ahora definía como «ridículas» toda insinuación de que Israel financiaba a Hamás.
Netanyahu se lavó entonces las manos de culpas y dijo que el dinero transferido por Qatar a Hamás fue entregado “por recomendación del Shin Bet y el Mossad”.
No obstante, Netanyahu mantiene que la mayor parte de los fondos que se emplearon para la financiación de Hamás provenían de «Irán, organismos internacionales y la Unión Europea» porque, tal y como ha señalado, «el dinero catarí era escaso y no se destinó a eso», en una alusión a los atentados del 7 de octubre que propiciaron hace siete meses la ofensiva militar de Israel sobre Gaza, donde ya han muerto más de 53.000 palestinos.
Mientras tanto, el Tribunal Supremo de Israel determinó que fue “ilegal” la destitución, exigida por Netanyahu, del jefe de Inteligencia Nacional, Ronen Bar, quien lideraba la investigación del ’Qatargate’.
Los jueces han concluido que el Netanyahu incurrió en un «grave conflicto de intereses» al apartar de su puesto al máximo responsable del servicio de inteligencia que, precisamente, estaba al frente de una investigación por presunta corrupción conocida como Qatargate. «La decisión se tomó sin fundamentos y sin celebrarse una audiencia”, ha señalado las sentencia. Una decisión que según Netanyahu se debió a causa de los (tan extraños) fallos de seguridad previos al atentado del 7 de octubre.
Dice entonces que los fallos del 7 de octubre deben ser investigados y serán examinados a fondo. Pero el gobierno no ha formado ninguna comisión de investigación en 19 meses y se opone a una comisión de investigación estatal, que según encuestas sucesivas es la opción preferida por la mayoría de los israelíes. Lo que esto estaría insinuando es un encubrimiento masivo donde estaría implicado gran parte, por no decir todo, el gobierno israelí con Netanyahu a la cabeza y el más interesado personalmente en generar la guerra y crisis que escala, con ahora las intenciones de bombardear Irán, ampliando el conflicto.
“Todos asumirán la verdadera responsabilidad. Necesitamos una comisión objetiva, imparcial”, argumenta. “¿Cómo es posible que no hubiera nadie junto a la valla? ¿Cómo es posible que hubiera una directiva de no estar junto a la valla? ¿Cómo es posible que la Fuerza Aérea recibiera órdenes de operar tan solo horas después del ataque? ¿Cómo es posible?”.
Según la prensa israelí, dos asesores de Netanyahu están implicados en haber recibido dinero de Qatar para influir en medios y promover una narrativa favorable a Doha, tanto durante la guerra de Gaza como desde el Mundial de 2022. El caso apunta también a que esa red de influencias pudo haber condicionado decisiones del Primer Ministro, entre ellas el aval a transferencias millonarias desde Qatar a Gaza que acabaron, en parte, en manos de Hamás.
Cuando se le preguntó sobre el escándalo Qatargate durante su conferencia de prensa, Benjamin Netanyahu dijo que «no sabía nada» sobre que sus asesores supuestamente recibieron dinero de Qatar para mejorar la imagen de la nación del Golfo, y que todavía no sabe qué sucedió.
Dice que la “gran mentira” es que él estuvo involucrado y quienes digan que recibió dinero de Qatar serán demandados.
Netanyahu afirma que atacó a Qatar públicamente mientras otros, incluido el Shin Bet, lo elogiaron, y que Israel está utilizando a los qataríes para ayudar a sacar a los rehenes. En lo que se observan unas declaraciones donde también intenta despegarse de su responsabilidad como Primer Ministro.
Qatar sigue apoyando a Hamás, afirma Netanyahu. «Qatar no es un Estado amigo para nosotros».
“Qatar no es un país amigo”, afirma, y añade que está permitiendo la aprobación de una ley que define a Qatar como país enemigo. “Quizás haya llegado el momento de decir las cosas con la mayor claridad posible, también a nuestros amigos estadounidenses. Lo estamos diciendo”, y dice que contactar con Qatar sobre el asunto de los rehenes debe estar permitido por ley.
Después de conocerse la resolución, Netanyahu ha cargado contra el Tribunal Supremo y lo ha desafiado, anunciando que se nombrará igualmente a un nuevo director del Shin Bet, pese a que el alto tribunal había suspendido en múltiples ocasiones la destitución de Bar. «Es una decisión vergonzosa que perjudica a la democracia y a la seguridad nacional”, ha dicho antes de volver a arremeter contra la fiscal general del Estado, Gali Baharav Miara, a la que acusa de actuar por motivaciones ideológicas: “Ella es la que tiene un conflicto de intereses. Es como un camello que no se ve la joroba”, ha declarado.
Afirma que ningún país pequeño como Israel ha tenido que librar una guerra en siete frentes, y menos aún frente a una potencia como Irán, «y hemos dado la vuelta a la tortilla», tras ser vistos al borde de la destrucción. «Ahora, todos reconocen» que Israel es «la potencia más fuerte de Oriente Medio».
Lo que olvida Netanyahu aclarar es que cuenta con el apoyo absoluto militar y político de una gran potencia mundial, EEUU. Sin ese apoyo la guerra de Israel sería una completa utopía.
Al preguntársele por qué no dimite o al menos vuelve a la palestra pública para renovar su mandato tras los fracasos del 7 de octubre, Netanyahu responde cual mentiroso cínico y enfermo de poder e impunidad: «Dejo que el público decida a diario… Estoy abierto a las críticas a diario… Me enfrento a la prueba del público cada semana… Si hay una moción de censura, el público habrá dado a conocer su voluntad. Esto ocurrirá en las elecciones, cuando se celebren», afirma. Pero, como no podía ser diferente, insiste en que Israel no necesita elecciones ni una comisión de investigación estatal en plena guerra.