Dos fenómenos convergen en este escenario, por un lado, la creciente presencia de clérigos jóvenes que se declaran teológicamente “conservadores”, y por otro, la sorprendente vitalidad religiosa de los jóvenes laicos de la generación Generación Z y los millennials, quienes, según los estudios recientes, asisten al culto más a menudo que las generaciones precedentes.
En un estudio citado por The Catholic Project de la Catholic University of America, se revela que “la proporción de nuevos sacerdotes estadounidenses que se declaran teológicamente «progresistas» se invierte en comparación con la de sus mayores en el sacerdocio: mientras que más del 70% de los sacerdotes ordenados antes de 1975 se identifican con las tendencias más modernas, solo el 8% de los ordenados después de 2010 lo hacen. Del mismo modo, más del 70% de los jóvenes sacerdotes se reconocen en los epítetos de «conservadores» o incluso «muy conservadores», según una encuesta de opinión realizada por el instituto Gallup en mayo y junio pasados, sobre una muestra representativa de 1,164 sacerdotes en Estados Unidos”. Parece ser que a los más jóvenes la prioridad está en la Sana Doctrina antes que la opinión contingente sobre el cambio climáticos, las vacunas, la inmigración o la crítica a la derecha.
Simultáneamente, los datos de la Barna Group muestran que los miembros de la Generación Z asisten a la iglesia un promedio de 1,9 veces al mes, mientras que los boomers lo hacen sólo 1,4 veces. Esto representa un cambio de tendencia ya que, por primera vez, las generaciones más jóvenes superan en frecuencia de culto a las mayores, lo cual sugiere que un renacimiento espiritual discreto pero real está operando actualmente . Lo que emerge de esta bifurcación, clero joven conservador y laicado joven comprometido, es la constatación de un “nuevo viejo” dinamismo cristiano, es el retorno decidido a la tradición y a la estabilidad doctrinal. En efecto, estos jóvenes sacerdotes, menos entusiasmados por la agenda ecológica, migratoria o identitaria, ponen el acento en la devoción eucarística y la liturgia. A su vez, los jóvenes laicos, pese a vivir en medio de una cultura crecientemente secularizada y digitalizada, manifiestan un deseo genuino de presencia frecuente en la asamblea dominical. Ciertamente que la fe ofrece un ancla firme, un horizonte que trasciende la lógica del mercado, del consumo o de la inmediatez tecnológica, algo que calma a una generación marcada por el exceso del “yo”, lo que luego se traduce en una epidemia del estrés (exceso de yo presente), ansiedad (exceso de yo futuro) y depresión (exceso de yo pasado). Los jóvenes clérigos y laicos parecen captar esta necesidad de lo sagrado como centro de la vida. Así, lo que algunos interpretan como mera nostalgia, para otros es la conciencia de que la Verdad y la Tradición no pueden simplemente disolverse sin consecuencias, tal como acontece en Europa que ha perdido la Fe y ahora colapsa incluso demográficamente.
Un giro conservador está redefiniendo el contorno de la Iglesia estadounidense en medio del discurso dominante de cambio y fluidez constantes; esto es un fenómeno que marca cómo siempre la Verdad prevalece.




