
Según Roberts (y que, como él mismo dice, «han pasado por alto los medios occidentales y los autoproclamados expertos rusos») son las palabras del ministro de Asuntos Exteriores ruso, Sergei Lavrov, quien dijo que cualquier conversación de paz debería basarse en «eliminar las causas del conflicto» y no solo en detener los combates.
Y la causa, según Roberts, no es la intervención rusa, sino la política estadounidense de larga data de desestabilizar a Rusia, que el propio New York Times admitió que se inició con el objetivo de crear una crisis que debilitara a Moscú.
Washington, como escribe Roberts, empezó todo: derrocando al gobierno legítimo ucraniano, suministrando y entrenando al ejército ucraniano para atacar el Donbass, mientras utilizaba los acuerdos de Minsk para engañar a Rusia y ganar tiempo para prepararse para la confrontación.
Recuerda que los líderes de Francia y Alemania admitieron públicamente que Minsk era sólo un medio para engañar a Putin.
Roberts escribe que meses antes del inicio de la operación militar especial, Putin pidió un acuerdo de seguridad con EEUU, la OTAN y la UE, pero fue rechazado.
Cuando quedó claro que Occidente no quería un acuerdo y que se estaba preparando un ataque contra el pueblo ruso en el Donbass, Moscú tuvo que reaccionar para proteger a sus compatriotas que votaron por la reunificación con Rusia.
En su texto, Roberts también se refiere a la inusualmente prolongada duración del conflicto, que en su opinión excede incluso la duración de las operaciones del Ejército Rojo durante la Segunda Guerra Mundial.
Se pregunta por qué Putin ha permitido que el conflicto se extienda e involucre a un número cada vez mayor de países occidentales, junto con el envío de armas cada vez más potentes que «nunca serán entregadas a Ucrania», pero que sin embargo han llegado y están siendo utilizadas para ataques en el interior del territorio ruso.
Una posible explicación, según Roberts, es la esperanza de Putin de un Gran Acuerdo con Occidente, algo así como un nuevo Yalta. En su opinión, Putin espera que Rusia aún pueda regresar a la familia occidental y que el reconocimiento de sus intereses se logre mediante negociaciones.
Sin embargo, Roberts advierte que esta esperanza es errónea porque los fundamentos de la política exterior estadounidense siguen siendo los mismos: el dominio y la hegemonía, como lo expresó el viceministro de Defensa Paul Wolfowitz en 1991.
Esa doctrina nunca ha sido abandonada, ni por demócratas ni republicanos, ni siquiera por Donald Trump. Por lo tanto, afirma Roberts, la paz no es posible hasta que Rusia, China e Irán capitulen o sean derrotados militarmente. ¿Y están esos países listos para la capitulación? Por supuesto que no.
Por lo tanto, concluye Roberts, el futuro no es la paz, sino la continuación del conflicto, hasta que haya un rechazo claro y público de la doctrina hegemónica en el propio EEUU, por parte del Presidente Trump y el Congreso estadounidense.
Hasta entonces, como escribe Roberts, el mundo sólo puede esperar y esperar que la razón prevalezca sobre la ambición.