Lizzo, una artista de moda entre los progresistas, constantemente hace gala de su obesidad mórbida como también que su música se halla entre lo escuchado por el ex presidente Obama. Sabiendo que influencia a millones de adolescentes, asienta el mensaje de lo “bien que se siente subir de peso”.
Curiosamente, y a la par, pregona obviamente la obligatoriedad del disciplinamiento médico porque “vacunarse salva vidas”. Vale recordar pues que según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC), más del 42 por ciento de los estadounidenses calificaron como «obesos» en 2017-2018, un fuerte aumento del 31 por ciento en 1999-2000. Más del 70 por ciento de los adultos mayores de 20 años tienen sobrepeso. Quizás sea posible considerar que esta progresista no hace más que buscar un mercado estable entre gente como ella, gente que lejos de buscar una vida sana prefieren ahogarse en el consumismo y romantizar culturalmente la obesidad para no sentirse en falta.
“A menos que hagamos algo con respecto a nuestra epidemia de obesidad, y hasta que lo hagamos, puede seguir aumentando… Eso tiene un impacto negativo tanto a corto como a largo plazo en la salud y el bienestar de nuestro país”; el Dr. Kenneth Moritsugu con tales palabras ya advertía cuál era la verdadera pandemia. Sin embargo, a Lizzo y a toda la caterva de mercenarios, la única salud que les importa es lo que hace al poder del disciplinamiento médico porque se aseguran un mercado cautivo. Si a estos despreciables y asquerosos sujetos les importara la salud de cada niño y adolescente promoverían la vida activa, deportiva y sana. Dicen que no rinden culto a los cuerpos, pero es lo primero que hacen; mientras uno sólo subimos contenido reflexivo a redes, ellos suben constantemente fotos de sus cuerpos insanos para recibir loas y alabanzas por su “empoderamiento”.
Hoy es una moda la egolatría en redes, pero rara vez se atiende de qué sucede cuando estas ideas culturales como las de Lizzo se asientan en la sociedad.