Recientemente se leía: “Intrigas vaticanas: un ex alto funcionario clama justicia y denuncia que el Papa fue engañado – Libero Milone, el primer revisor general de la Santa Sede, presentará una apelación contra la Santa Sede, a la que acusa por millonarios daños a él y a su brazo derecho, que murió el año pasado y que dejó un video escalofriante”[1].
El artículo informa que el ex revisor general de finanzas de la Santa Sede, Libero Milone, ha presentado un recurso de casación ante el máximo tribunal del Estado de la Ciudad del Vaticano tras que su demanda por despido improcedente fuera desestimada en 2024. Milone, en ese sentido, solicita una audiencia privada al Papa, presentando lo que considera “la situación real de las finanzas de la Santa Sede: déficits crónicos, falta de control interno, cultura de opacidad”. También se señala que el proceso de apelación del Cardenal Angelo Becciu se examinaba en secreto.
Milone afirma que “ni una sola vez” la Santa Sede abordó el fondo de sus reclamaciones, centrándose en cuestiones de procedimiento. Vale recordar que el propio Milone provenía del mundo profesional privado (auditoría, consultoría en Deloitte) y fue elegido por el Papa Francisco en 2014 para ocupar el nuevo cargo de Revisor General de Finanzas de la Santa Sede, cargo creado en virtud de llevar adelante la auditoría de los distintos dicasterios vinculados a la Curia romana. Todo apunta a que se presenta un juicio «visible» (el recurso de Milone) que podría servir como pantalla para una “realidad oculta” (problemas estructurales en la administración de la Santa Sede), razón por la cual se habla de un “juicio que puede ocultar otro”.
Ciertamente emerge la idea de un “juicio visible” (el litigio jurídico) que por sí mismo es real pero quizá sirve de cobertura para un “juicio invisible” más profundo, esto es, la evaluación moral, institucional, espiritual de lo que está aconteciendo en el seno de la Santa Sede. La forma (la estructura, el orden institucional) debe ordenarse hacia el fin último, que en la Iglesia es, en última instancia, la gloria de Dios y la salvación de las almas. Si la forma se desvía de ese fin (por opacidad, déficit moral, falta de transparencia) entonces la institución, a pesar de su “existencia”, carece de plena dignidad, de justa ordenación.
La justicia es una de las virtudes cardinales, la que consiste en dar a cada uno lo que le corresponde, y se extiende al orden social. Toda institución debe procurar el bien común, y para ello debe haber rectitud de intención, proporcionalidad, orden adecuado de los medios hacia los fines. Si la institución falla en esos aspectos (por ejemplo, mediante falta de control interno o cultura de opacidad como denuncia Milone) entonces se compromete la virtud de la justicia institucional y la fidelidad a su fin.
Además, cuando Milone compara el ejercicio del poder en el Vaticano con un “sistema orwelliano”, está sugiriendo que la autoridad se ha convertido en algo opaco, secreto, quizá arbitrario. Esa inversión del orden (donde los medios ya no están al servicio del fin, donde la autoridad se convierte en instrumento de auto-preservación o de ocultación) es una corrupción de la virtud de la autoridad. Toda autoridad deriva de Dios en última instancia y debe dirigirse al bien de los gobernados. En la estructura de la Iglesia, los funcionarios vaticanos ejercen una autoridad delegada que debe ser usada con humildad, transparencia, rectitud.
Tal como informó The Catholic Register: “«Quiero volver a mi puesto para completar mi misión, no por venganza, sino por deber hacia los fieles», afirma Libero Milone. En el momento de escribir estas líneas, no se sabe si el huésped del Palacio Apostólico recibirá al exempleado despedido, pero una cosa es segura: Libero Milone no es un hombre que abandone la partida.”
[1]Fuente: https://www.lanacion.com.ar/el-mundo/intrigas-vaticanas-un-exalto-funcionario-clama-justicia-y-denuncia-que-el-papa-fue-enganado-nid01072024/




